No, no soy rubia, tampoco inglesa y mucho menos millonaria por lo tanto no soy J. K. Rowling y ninguno de estos personajes me pertenece.
Antes de empezar, quiero decir que esta historia lleva en mi mente desde el 2009, cuando era yo la que deseaba cumplir 15 años.
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A dónde van los recuerdos.
Primera parte.
¿A dónde va la amistad?
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Capítulo Uno.
¿Cómo nace una amistad?
Septiembre, Hermione.
"Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene."
Baltasar Gracián
Si alguna vez has estado en un lugar rodeada de gente y aun así te has sentido completamente sola, puedes entender bastante bien cómo es mi vida en Hogwarts.
Llevo cuatro años en el mismo colegio y a estas alturas podrías pensar que estoy lista para enfrentar cualquier reto que éste me presente, pero tengo un problema. ¿Qué cuál es ese problema? En realidad, es uno muy sencillo. La gente se acerca y se aleja de mí por una única razón: soy inteligente. Uno podría pensar que eso en cualquier situación es una ventaja, pero no. En un colegio dónde la gente pensante es más bien escasa, la inteligencia es el equivalente de un virus. Uno que a veces es útil (cómo la gripe cuando tienes exámenes) pero cuando no es así, prefieres mantenerlo lejos.
La diferencia es que a mí la inteligencia no se me quita con un par de tabletas de ácido acetilsalicílico.
—¡Hermione, al fin te encuentro! —dice una menuda pelirroja, entrando al compartimiento del tren dónde estoy sentada. Oficialmente comienza mi quinto año.
—Hola, Ginny —contesto acomodándome en el asiento para poder verla a la cara cuando hablo, porque se sienta en el lugar que hay frente a mí.
Esta chica es Ginevra Weasley; "Ginny"para sus amigas. No es mala persona, la verdad, pero en mi opinión, es algo... corta de pensamiento. Su vida es el espejo, el chico que le guste y el maquillaje que use (ella, no el chico). Es bastante popular, y eso me es útil cuando tenemos que hacer trabajos en equipo. Además, si debo reconocerle algo, es que no es nada floja. Aunque a veces siento que no entiende, si le digo que haga algo, lo hace. O encuentra quién lo haga.
Es por eso que me junto con ella. No por su hermano. No por su guapísimo hermano. No señor, nada tiene que ver su hermano.
—¿Puedes creer que otra vez tendremos que ir a la clase de Snape? —pregunta, pero antes de que le responda algo, ella continúa hablando —¡Es un crimen! ¡Después del verano que tuve!
La conversación ahora es sobre el fabuloso verano que tuvo en Egipto (donde trabaja uno de sus hermanos mayores), y de cómo tuvo que evadirlos a todos ellos para poder hablar con algún otro chico. Ginny no sólo es la única mujer entre un montón de hermanos hombres, además es la más pequeña. Por raro que parezca, su relato me entretiene, así que no presto mucha atención cuando mi amigo número dos aparece: Draco Malfoy.
¿Qué puedo decir sobre él? Además de ser rubio, tiene una habilidad innata para copiar en los exámenes y es bueno en el quidditch. Ah, y es sangre pura, por lo que pertenece a la casa más elitista del Colegio. Mi trato con él es que yo le dejo copiar mis deberes y él evita que sea masacrada (por balones… o por comentarios hirientes de sus compañeros de casa). Esa ha sido nuestra relación desde que, durante una clase de vuelo, interceptó una bludger que iba directa a mi cabeza y que yo no había notado porque oía como un chico llamado Crabbe le estaba diciendo a otro que yo era una sangre sucia. Aunque en aquel entonces no sabía lo que significaba ese término, recuerdo que me pareció un comentario muy desagradable. En la siguiente clase intenté darle las gracias, pero él me dijo que me las ahorrara y que mejor le prestara mi pergamino con la tarea. Después de cuatro años, no me puedo quejar de nuestro acuerdo; ultimadamente yo no dejo de aprender y él me ahorra muchos moretones, físicos y mentales.
Draco nos saluda con una inclinación de cabeza, se sienta a mi lado (cómo lo ha hecho desde que estábamos en segundo año), saca una revista de quidditch y se pierde en su mundo.
—Entonces, mientras Fred cumplía su parte del trato y distraía a mi madre para que yo pudiera salir... ¡Ey, torpe, aquí! —Ginevra interrumpe su relato para agitar su mano y a mí se me agita el corazón.
Su hermano, Ron Weasley, se acerca a nuestro compartimiento. Es un año mayor que nosotras, pero reprobó primero y es por eso que hemos estado juntos en cada curso. Al principio, creía que era el mellizo de Ginevra, pero ella me dijo la verdad un día que estaba especialmente distraída. Junto a él llega su mejor amigo, Harry Potter.
—¿Se puede saber por qué no me esperaste? —pregunta Ron, mientras coloca sus cosas junto a las de su hermana.
—Porque eres lento —contesta Ginevra quién, como ya no puede continuar con su relato, continúa molestándolo —Saluda, maleducado.
—Hola, Molestia —dice Ron haciendo una mueca —Hermione. Draco.
—Hola, Ron —digo susurrando.
Esa es toda mi participación. Ellos dos demandan demasiado la atención el uno de la otra, y viceversa. Aunque me agrade el hecho de que esté aquí, no sé cómo pueden estar juntos siempre, porque pareciera que en realidad no se soportan. Harry coloca su baúl junto al de Ron y comienza a platicar con Draco. No tengo ni idea de qué tan amigos sean ellos dos, pero sea cómo sea, parece que tienen como base de su relación al quidditch.
El tren está a punto de arrancar, y mi año a punto de iniciar cuando alguien más entra en el compartimiento. Una chica rubia, Ravenclaw, deja su baúl junto al mío y se sienta junto a Draco. No sé su nombre real, pero todos la llaman Lunática. Las conversaciones se interrumpen, pero si ella lo nota, hace caso omiso. Saca una revista (que comienza a leer, aunque está al revés) y no nos dirige ni una palabra.
—Ummm ¿hola? —le dice Ginevra.
—Los demás compartimientos están completamente llenos. No los molestaré —contesta la rubia.
No sé qué sientan o piensen los demás, pero a mí me llena una sensación de lastimera incomodidad. De repente entiendo que es porque en el fondo (de acuerdo, quizá no tan al fondo) me siento igual que la chica. Si en el primer año la señora Weasley no me hubiera ayudado a traspasar la barrera y presentado a sus hijos, ahora la que estaría diciendo que no va a molestar en un compartimiento de extraños sería yo.
—No moletas —le digo decidiendo que, si me encontrara en su situación, me gustaría que alguien me saludara —¿Cómo te llamas?
—Luna —dice bajando su revista y viéndome con sus ojos saltones —Luna Lovegood.
—Yo soy Ginny —se presenta la pelirroja —Ellos son Ron, Harry y Draco.
Luna asiente. Es raro estar en la misma generación que alguien los últimos cuatro años y apenas ser presentando. Después de musitar un escueto "hola", vuelve a esconder su cara tras la revista. Los chicos no tardan en ponerse a hablar entre ellos y Ginevra a opinar sobre lo que dicen. Yo, una vez más, permanezco callada. Miro hacia la venta y comienzo a pensar. ¿Cómo estas personas pueden ser mis amigos cuando apenas les hablo?
Hace cinco años, en mi primer día en Hogwarts, yo era una completa desconocida. Soy hija de muggles, por lo que cuando llegó mi carta, fue una total sorpresa. Recuerdo ese primero de septiembre: estaba parada en King's Cross, sin tener ni la más remota idea de cómo llegar al andén 9 ¾, cuando una gran familia de pelirrojos llamó mi atención. Eran dos mujeres adultas, cinco chicos y una chica. De entre todos, sólo había uno con cabello negro. Al ver cómo los chicos mayores corrían hacia el pilar que separaba las plataformas 9 y 10 hasta desaparecer, me armé de valor para acercarme y preguntar.
Así fue como conocí a la señora Molly Weasley y a la señora Lily Potter, la mamá de Harry. Por mucho tiempo creí que eran hermanas. Fue hasta el curso posterior, cuando oía una conversación, que me quedó claro que en realidad sólo son amigas. Cómo sea, la señora Weasley me presentó a sus hijos menores Ron y Ginny. Ellos me presentaron a Harry y desde entonces he estado con ellos. Creo que soy su obra de caridad o algo así. Tal vez sea su seguro para los exámenes: yo los ayudo a estudiar, ellos no dejan que esté sola durante las comidas.
Conocimos a Draco durante la primera lección de vuelo que tuvimos. Era una clase compartida con Slytherin, y a alguien se le ocurrió la brillante idea de sacar la caja dónde guardaban las pelotas para los partidos de quidditch. Una bludger se salió de control y decidió que mi cabeza era un buen blanco. Fue ahí que Draco logró desviarla con su escoba. Yo ya había notado a aquel rubio, porque siempre estaba solo.
—Hermione, ¡Hermione! —oigo en la lejanía la voz de Harry.
—¿Mande? —contestó saliendo de mi inanición.
—Que si quieres algo del carrito —dice Draco, mientras compra varias ranas de chocolate.
Desde pequeña tengo esa mala costumbre. Cuando cualquier cosa se torna aburrida, miro por la ventana y me pongo a pensar. A veces recuerdo mi vida tal y cómo fue y otras me imagino cómo hubiera sido si pudiera regresar a cambiar todos los errores que he cometido. Aunque es divertido, recuerdo que antes eso los espantaba, porque tenían que llamarme dos o tres veces para que les contestara.
—Un pastel de calabaza, por favor —pido.
—Nosotros traemos bocadillos —dicen los Weasley, con algo de pena. Es increíblemente raro verlos así.
—Yo invito —replica Harry sin darle importancia.
Es con este tipo de situaciones cuando recuerdo que la familia de pelirrojos no tiene mucho dinero y que la familia Potter tiene algo más de lo normal. Hubo una vez, durante segundo año, que a Ron se le rompió la varita. Sus padres no podían comprarle otra y aunque intento repararla con celo, al final los resultados fueron tan catastróficos que la madre de Harry le envió una nueva por "la propia seguridad de su hijo". Desde entonces Ron rechaza cualquier invitación a algo por parte de Harry, justo como ahora. A Ginny no le importa, y ella también pide un pastel de calabaza y algunos dulces.
—¿Quieres una? —ofrece incómodamente Draco a la chica rubia.
Volteo justo a tiempo para ver el último segundo de la mirada de adoración que Luna le estaba dedicando a los chocolates. Con ese segundo me basta saber por qué Draco, que nunca comparte nada, le ofreció una a ella.
—¡Wow! —grita Ginevra —¿Vieron eso, chicos? ¡El gran Draco Malfoy acaba de mostrar una muestra desinteresada de simpatía! ¿Te sientes bien, rubio?
—Cállate —le espeta Draco.
La verdad, el alborozo que hace Ginevra, parece poco. En todos estos años, no había visto nunca que Draco hiciera si quiera el intento por compartir algo. O que tratara de ser gentil. O básicamente ninguna cosa que no fuera en beneficio propio.
—En realidad, lo que me gusta son los cromos —aclara Luna —Los colecciono.
—¡También yo! —dice Ron —Tengo unos quinientos.
Recuerdo como ese fue uno de los muchos gustos que intenté compartir con Ron, comprando una docena de esas ranas. Al final, lo único que conseguí fue a Dumbledore ocho veces y un horrible dolor de estómago. No me comido una desde entonces. Mis otros intentos han tenido resultados parecidos, y hasta ahora, lo mejor que he logrado es ser una aficionada en los partidos de Quidditch. Ron y Harry juegan para Gryffindor, mientras que Draco lo hace para Slytherin.
—Circe, de nuevo —bufa Ron mientras abre todas las ranas de Draco, mientras este intenta alejarlo a base de manotazos —Tengo trece de ella.
—Pobre bruja —dice su hermana tomando el cromo —Tiene una nariz tan rara.
—Pero no peor que la de Dumbledore —completa Harry —A él parece que alguien se la rompió.
Me rio del comentario porque tiene mucha razón. Nuestro director podrá ser el mago más poderoso de nuestra era (según los libros de magia) pero tiene una nariz horrible. También tiene un gusto raro por hacerse pasar por loco… al menos, espero que sea un gusto.
—Aunque, sin duda, el premio a la nariz fea en Hogwarts es para Snape —opino. Todos ríen y me dan la razón.
Mientras seguimos comentando cosas acerca de la apariencia de los profesores (cómo la baja estatura de Flitwick o las cejas pronunciadas de McGonagall), el resto del viaje pasa rápidamente y antes de que nos demos cuenta, estamos llegamos a la estación de Hogsmeade. En este punto, normalmente Ron y Harry se van por su lado, y Draco busca a alguien de su casa, pero este año atravesamos las rejas que custodian el castillo todos juntos, Luna incluida. Es sólo hasta llegar al Gran Comedor que los dos rubios se dirigen a las mesas de sus respectivas casas.
Después de oír el discurso de bienvenida de Dumbledore (y de haber disfrutado del excelente banquete), nos dirigimos a nuestro dormitorio. Al estar recostada en mi cama, después de haber cerrado las cortinas que la rodean y envolverme con las mantas, agradezco que este primer día haya terminado sin altercados. Cierro los ojos y me empiezo a dormir.
—Título Indispensable de Magia Ordinaria —dice la profesora McGonagall, dos días después, durante la primera clase que tenemos con ella —Son los exámenes que presentarán al terminar este año. Vamos a tomar un momento para hablar sobre ellos. ¿Alguien sabe por qué son tan importantes?
Un murmullo general recorre el salón, pero nadie está dispuesto a hablar. Siento las miradas de mis compañeros clavarse en mi espalda, mientras esperan que hable y los saque del apuro, como normalmente lo haría, pero mis manos están escondidas bajo mi pupitre y tengo los puños tan cerrados que mis nudillos están comenzando a ponerse blancos. Miro fijamente la pizarra, y cuento los segundos mientras espero que alguien más me salve a mí, porque por una vez, no tengo idea de qué está hablando la profesora.
—Porque determinan todo nuestro futuro —dice Harry, quién está sentado detrás de mí, al lado de Ron.
—Correcto, señor Potter —contesta la profesora McGonagall —Los resultados son cruciales para su futuro, porque este año es cuando deben comenzar a definir qué y, sobre todo, quién quieren ser. —la profesora nos recorre con su mirada —Deben enfocarse más en aquellas asignaturas que les puedan servir en un futuro. Por ejemplo, les sugiero que, si quieren trabajar como rompedores de maldiciones para Gringotts, no se enfoquen en herbología y descuiden encantamientos. Pero no me refiero sólo al aspecto académico; estos exámenes también son una prueba para medir su carácter. Prepararse para ellos implica una gran responsabilidad y un enorme compromiso. Ustedes son responsables de sus resultados. Tienen nueve meses para trabajar por lo que quieren.
Mi cabeza está corriendo al doscientos por ciento de su velocidad habitual. ¿TIMOS? ¿Rompedor de maldiciones? ¿Calificaciones de las cuál depende mi futuro? Respiro y pienso que en cuanto acabe la clase debo correr a encerrarme en la biblioteca. Intento tranquilizarme pensando que esta es sólo otra más de las muchas desventajas a las cuales me he tenido que enfrentar, a lo largo de los años, por ser hija de muggles. Mientras suspiro, me recuerdo mentalmente a mí misma que cada una de esas veces he encontrado las respuestas en algún libro. Sólo hay que saber dónde buscar.
Al finalizar la clase, estoy a punto de huir cuando la conversación de mis amigos me detiene.
—Siempre he pensado en la Academia de Aurores —oigo decir a Harry.
—Yo quiero entrar a —"los Chudley Cannons" "las Holeyhead Harpies" dicen Ginevra y Ron al mismo tiempo, interrumpiéndose el uno al otro.
—Yo quiero trabajar en el periódico de mi padre —dice Luna y Draco se encoge de hombros, porque todos sabemos que él también terminará haciendo lo que sea que su padre haga en la actualidad.
Los cinco voltean a verme, esperando a que diga a qué quiero dedicarme cuando salgamos de Hogwarts y está vez no tengo pupitre dónde esconderme.
—Yo… —empiezo titubeante —Yo… No lo sé.
—¿Sabes que es la primera vez que te oigo decir esa frase en cuatro años de conocerte? —dice Draco. Todos ríen y se muestran de acuerdo con él. A mí me dan ganas de llorar.
—Eres la mejor alumna de la generación y aún te quedan tres años para decidir —me dice Harry, en un tono tranquilo —Estoy seguro de que encontrarás algo.
Le agradezco con la mirada fingiendo una sonrisa. Creo que, de todos, es el único que notó lo mucho que me afectaron las palabras de Draco. Me aterra no saber algo.
Antes de venir a Hogwarts, siempre fue la primera de la clase. Era motivo de orgullo para mis padres, mis maestros siempre me felicitaban y estaban encantados conmigo. Algunos de mis compañeros me admiraban y la mayoría me tenían celos. A los diez años, creía que era la mejor. Cuando llegó mi carta, fue como una confirmación de lo especial que era. Ayudó a que confirmar todos los halagos que me habían dicho durante años, y creí que memorizando todos las palabras de los libros que nos pedían sería suficiente para volver a ser una estrella en Hogwarts. No podía estar más equivocada.
Llegar al castillo fue, literalmente, entrar a otro mundo. Para empezar, haber memorizado los textos no me hizo la mejor de la clase, simplemente me ayudó a no quedar rezagada en comparación de mis compañeros, los cuales habían crecido toda su vida en contacto con hechizos y sus usos, que para mí eran totalmente nuevos. Además, el ambiente era completamente diferente al que estaba acostumbrada en casa, porque pasé de ser la única hija, a compartir habitación con tres chicas; y de tener a mis padres cerca, a estar rodeada solamente por desconocidos. Que todos fueran mayores que yo, no ayudó para nada.
—Hermione —me llama Harry.
No me había dado cuenta de que todos se han comenzado a alejar, con rumbo hacia el Gran Comedor, porque otra vez me quedé ensimismada en mis pensamientos.
—¡Voy a la biblioteca! —me excuso y salgo corriendo. Además de hacer los deberes que la profesora McGonagall nos pidió, tengo que comenzar a investigar qué hacer con mi futuro.
Un par de horas después, me doy cuenta de que me perdí la cena cuando Draco pone enfrente de mí un panecillo y dos manzanas. Acto seguido, toma mi pergamino y antes de comenzar a copiar mi tarea, me amenaza:
—No quiero que se vuelva una rutina traerte comida, Granger.
Han pasado casi tres semanas desde el inicio de clases y es la quinta vez que Draco me da una manzana al encontrarme. Me muerdo los labios para evitar decirle que ya ha caído en una rutina. El día de hoy es miércoles, y estoy sentada cerca del lago, leyendo mi libro favorito "Hogwarts: Una historia". Al contrario de las otras veces, en esta ocasión no me olvidé de comer por estar demasiado concentrada trabajando en la biblioteca. Hoy deliberadamente me salté la comida y vine a un lugar dónde pensé, no me podrían encontrar, porque este día en particular, lo había estado esperando durante toda mi vida, y me hace extrañar horriblemente mi casa.
—¡La encontraste! —dice alegremente Ginevra, que viene seguida de Ron y Harry. Los tres tienen los brazos repletos con platos de comida.
—Siempre va a los mismos dos lugares —contesta Draco —No fue difícil.
—¿Ya podemos comer? —pregunta Ron.
—Debemos esperar a Luna —dice Harry, volteando a ver hacia el castillo. A la lejanía, se ve una cabellera rubia acercándose dando saltitos.
—Pues empieza a preparar las cosas, si tienes tanta hambre —le espeta su hermana, mientras ella misma deposita todo lo que viene cargando en el suelo.
Aunque lo esté viendo con mis propios ojos, una parte de mí no puede creerlo. Están montando una especie de picnic. Luna justo a tiempo para ver como Ginny saca un pequeño pastel de una cesta que venía cargando Ron.
—¿De dónde sacaste eso? —pregunta asombrado Draco.
—Fred y George —contesta Ginny, cómo si con esa respuesta explicara todo.
—¡Un pastel! —dice Luna, cómo una niña pequeña —¿Qué estamos festejando?
—El cumpleaños de Hermione —se le adelanta Harry a Ginny, quién ya había abierto la boca para responder.
—¿Ya cumples los dieciséis? —vuelve a preguntarme Luna, está vez agregando un tono sorprendido a su voz infantil.
—No —contesto —Este es mi cumpleaños número quince.
—Muchas felicidades —dice, mientras busca algo en su bolsa —¡Ajá! —dice triunfal sacando unas pequeñas velas.
—¿Acostumbras cargar velas en tu bolsa? —dice con tono ácido Draco, pero Luna no le contesta, porque está muy ocupada colocándolas sobre el pastel.
—Tienes que pedir un deseo —me dice después de encenderlas con un toque de su varita.
Creo que Ginny quiere cantar algo antes, pero las miradas hambrientas de los tres chicos me convencen de soplarle a las velas. Mientras lo hago, pienso en lo que Luna dijo, y un único pensamiento aparece en mi mente:
"Todos los libros de historias que he leído, prometen una vida maravillosa a los quince años. Por favor, por favor, por favor, deseo que sea cierto."
11/01/19
Hoy es mi cumpleaños, y a manera de regalo para mí misma, decidí comenzar a publicar esta nueva historia. No les miento cuando digo que he pensado en ella (y en sus personajes) durante los últimos diez años.
Cada capítulo estará narrado por alguien distinto, para internarnos en su pensamiento y en su manera de relacionarse con el resto del grupo.
Además, por primera vez estaré subiendo algunas imágenes relacionadas con el capítulo a mi instagram. Me encuentran como aliathna.
Espero que les haya gustado este comienzo, y que me dejen algún comentario para hacerse saber que piensan.
Kisses de Chocolate, Aliathna.
