Prólogo

De momento, no

Copa tras otra, vio las luces correr ante sus ojos: miles de imágenes, llenas de coloridos, que acabaron con ella en un lugar desconocido.

Despertó en un lugar que no era su cama, con alguien que no era su prometido…

No recordaba bien lo que ocurrió: sólo sabía que iba a llegar tarde.

No se hizo pregunta alguna: bastó con ver las cinco llamadas perdidas de Miyuki, su dama de honor, para saber que había perdido todo indicio de tiempo-espacio… Tomó todo lo que reconoció como suyo: dio una rápida mirada a los cabellos azabaches que sobresalían del enredo de sábanas y la culpa arroyó lo poco de su conciencia.

Salió del hotel, sin mirar a nadie más


Estaba vestida sólo con un abrigo, unas medias y tenía ya los miembros entumecidos: trastabillaba, de vez en cuando, sin darse tiempo siquiera para recobrar el control sobre su cuerpo.

Tenía que llegar a su casa: no importaba cómo…

Tras ir a la deriva, devolverse y dar vueltas alrededor, perdido el sentido de la orientación: finalmente, da con el edificio.

Corre al lobby: saluda al conserje y sube por las escaleras a su departamento, sin ver el ascensor.

Finalmente, toma las llaves y abre la puerta: cierra de un golpe y golpea la espalda contra ella.

-Mierda…- musita Natsumi, llevándose la mano a la cabeza: de alguna forma, para lograr acoplar las piezas desarmadas de esa noche frenética y fuera de control.

-No te preocupes, no es tan tarde…- musita alguien, a lo que Natsumi da un grito y cae de culo al piso.

-¿Miyuki?... ¡Eres una estúpida, mira que darme semejante susto!- contesta Natsumi, mientras su compañera sigue riéndose de ella- Ja, ja, ja: sí, ¡qué chistoso!- bufa, molesta de la burla: intenta ponerse fallidamente de pie, hasta que Miyuki la alza con una mano.

-Estás hecha un esperpento: ¡ni siquiera te moderas, ahora que estás a día y medio de casarte!

-¡Vaya, sabes que me casaré: me descubriste! No hay quién pueda contigo, ¿eh?- masculló la bruna, molesta por sacarle a cada rato el acontecimiento.

-Estás insoportable: será mejor que te tomes el café que dejé… La tina te espera luego, así que no te retrases- después de dejarle las cosas listas, mientras Natsumi se secaba la lengua tras haberse quemado, Miyuki le dio un beso en la cabeza- Apúrate, tontona…

Miyuki se alejó de su lado, y la presión en su pecho volvió en ella.

Boda, compromiso,… no había otra cosa que ocupara su mente…

Lo prometió: a Tokairin, a sí misma. Prometió que haría el intento…

Sus amigos, ya todos comprometidos: Miyuki y Ken-chan, quienes hacían gala de su amor en cada oportunidad,… y ahora esto…

El teniente y ella, tres años transcurridos ya: nunca supo cómo ni cuándo tuvo el anillo plateado en su anular, y el miedo la recorrió entera.

Dejó la taza de café a un lado. Tenía que encontrar la manera de anular el compromiso, pero eso implicaba romper, por tercera vez, la promesa que le hizo a Shouji… No, no, no: idea descartada. Él se lo perdonaría, pero no podría soportar verlo después, desesperanzado por este acontecimiento: no podría seguir viéndole a la cara, mientras rompía nuevamente sus sueños.

Estaba descartado, de igual manera, el dejarle: amaba a Shouji. El problema era que no soportaba los compromisos: le sofocaba la mínima idea de pensar en ella, como dueña de casa, como madre de hijos que tuviesen que lidiar con su frustración… Tokairin estaba destinado a ser padre, y el sólo pensar que tendría que negarse a esa petición le partía el alma…

Pero, para colmo de males, eso era un ápice, comparado con lo que hizo anoche…

Se metió con otro hombre: eso sí era una traición…

No, no podía hacerle eso a Tokairin: aunque tuviese que apretar los dientes, lo que pasó esa noche no volvería a repetirse en sus labios.

Bien merecía el remordimiento, antes de dañar a un inocente.

-¡Natsumi, tu baño se enfriará!

-… Iré enseguida…- musitó Natsumi, mientras revolvía la taza de café y, luego, la echaba por el lavabo.

Pero, aún así: ¿era correcto esconderle la verdad, y escabullirse de su responsabilidad en ese terrible error?

Tal vez, sí, tal vez, no: de todas formas, eso se iría por el desagüe,… así como también lo haría la esperanza de dormir en paz…


-Espero y no te molestes por los detalles, Natsumi: sabes que mi madre es en extremo…

-Exagerada, pero eso lo sé desde hace un buen rato: noto en sus ojos que quiere más a Miyuki como su nuera que yo…

-Pensé que era yo quien se iba a acostar con la nuera de mi madre: ¿o me equivoco?- musitó en su oído, lo que provocó en Natsumi sonrojo.

De pronto, esa sensación la remontó a otra situación similar…

"Apoyada contra la puerta, abierta hasta el tope, asida a un par de brazos fuertes, besándose con desesperación…

-Dime, preciosa- musitó el hombre, alejándole un mechón de sus cabellos de su oído, mientras ella seguía perdida en su mundo- ¿En verdad estás dispuesta a ello?

-… Sí…"

En cuanto volvió a la realidad, se alejó bruscamente de Shouji.

El teniente se preocupó: en cuanto quiso acercarse, Natsumi puso una mano en su pecho, otorgándole una sonrisa melancólica nada más, para disimular, y luego pasó por su lado, en dirección al baño.

Cerró la puerta, sin poder levantar su mirada del piso.

De a poco, esa coraza que creyó era la manera perfecta de salir airosa de la situación, estaba desmoronándose hasta ser nada más que una patética interpretación de víctima: se supone que el afectado era Shouji.

¡Ella y su maldita manía de irse de boca!: no soportaría seguir viéndolo a los ojos, como si todo lo que había pasado no tuviese importancia alguna.

Pero tomó su decisión: no podía arriesgar lo único que le estaba quedando en la vida…


-¿Te falta mucho, cariño?- preguntó Shouji, quien se había acomodado en la cama tras la larga espera para que saliera del baño.

-Casi, casi: s-sólo espérame un rato más…- musitó Natsumi, quien trataba de ocultar las lágrimas: tomó todas las cosas de la gaveta y cerró la cajonera.

Después de media hora metida en el baño, Natsumi va a la cama.

Quería pasar a su lado la angustia de lo que iba a realizar, pero luego se dio cuenta que se había quedado dormido. Sonrió embelezada por su tranquilidad, por su quietud: se acurrucó a su lado, tratando de sacar fuerzas para hacerle un daño indecible a la única persona que la ha valorado como mujer… Era raro pensarlo así, pero el simple hecho de imaginarse frente a Shouji, contándole todas las cosas y el daño que le haría, no le daba más lugar que a la cobardía.

No, no podía hacerle más daño…


Yoriko arregló las cosas de su alacena: ya ordenado todo, corrió al baño, para prepararse e ir a la cena de compromiso de Natsumi y el teniente Tokairin… A punto de encerrarse en el cuarto, sintió el timbre retumbar en toda la casa.

-¡¿Quién será el desconsiderado?- pensó Yoriko, ante las reiteradas llamadas por el timbre: eran recién las nueve de la mañana y estaba al filo de la hora- ¡Ya voy, ya voy!

Perdido todo rastro de paciencia, estaba por darse el gusto de lanzar un par de "bendiciones" contra el esquizofrénico que golpeaba la puerta tan desesperadamente…

… Jamás imaginó con lo que se iba a encontrar…

Era Natsumi. Vestía un buzo de casa, su cara denotaba notoriamente afección y desánimo, pero lo que era más grave: estaba allí, sin razones aparentes, pero una previa bastante obvia.

No estaba en casa de los padres de Tokairin, no se encontraba con él.

-Sé lo que me vas a decir, Yoriko, pero por favor: necesito que me des albergue… Sólo por un tiempo…

-Oh, no: Natsumi, no de nuevo… No puedo creer que le hayas hecho esto…- pensó Yoriko entre sí, incapaz de negarle posada a Natsumi, con quien se ha vuelto muy unida, desde que Miyuki estaba más ocupada con su vida marital, que era lo natural en su caso- No digas tonteras, Natsumi: sólo pasa…- dio paso a su amiga, quien estilaba por la llovizna que caía desde la madrugada: supuso que estuvo manejando en su moto, hasta llegar a Tokio.

-Muchas gracias…- le sonrió Natsumi. Le pasó un par de toallas: mientras se secaba, su celular vibró en el bolsillo, lo que hizo saltar de la impresión a la bruna. Con decisión tomada ya, apaga el celular y lo deja a un lado, ante la mirada triste de Yoriko.

-¿No le contestarás?- musitó Yoriko, sentándose a un lado de Natsumi: tomó uno de los vasos con té y se lo ofreció.

-De contestarle, no tendría la necesidad de pedirte lugar aquí. Gracias- tomó el vaso y lo puso a un lado- Le dije que no podía casarme con él, le entregué una carta con las razones y me fui, sin poder hacer nada más… Yoriko, tú me conoces: sabes que—

-… Que no te quieres casar, lo sé: ¿por qué le dijiste que sí, entonces, cuando te lo propuso?

-Pensé que podría hacerlo, Yoriko, pero no puedo…- se agarró la cabeza a dos manos, incapaz de poder levantar más la mirada frente a su amiga, que era como estar frente a Tokairin- Soy una egoísta: lo quiero, pero ¡sé que estamos bien así! No quiero casarme…

Le dio un pequeño abrazo, para tratar de abarcar una parte de ese dolor: de verdad se veía mal, sabía que estaba muy presionada por su entorno, pero que no justificaba nada el que escapara de esa situación…

-Eso no es lo peor…- musitó Natsumi, por lo que Yoriko de dio espacio para verla frente a frente- Pasó algo ese viernes, cuando celebramos mi despedida de solteros…

-Natsumi…- Yoriko frunció el ceño, intuyendo el curso de esa conversación- ¿Natsumi?, no es posible…

-Yo- estuve con otro tipo…

Continuará…