Nota:
Esta historia ya la había publicado en Mundo Yaoi bajo el seudónimo de "Mirai-sama". Así que no se angustien, si soy yo (?).
Disclaimer:
Los libros de Harry Potter y todo el mundo mágico y demás pertenecen a J.K. Rowling, así como todos sus personajes maravillosos. No gano ningún dinero con esta historia, sin embargo los reviews son más que recibidos.
Prólogo
¿Harry?
Draco se hallaba en una cafetería en el Londres muggle, en la parte que a Harry más le gustaba. Miró su taza de café negro, aquella bebida que al principio tanto había aborrecido pero que el moreno de ojos verdes al final había conseguido que desarrollara una especie de adicción hacia esa cosa. Café negro, ojos verdes, gafas, pelo alborotado.
Cada vez que Draco iba a esta cafetería sentía su corazón romperse en mil pedazos, pero al menos era mejor que quedarse en casa lamentando la desaparición de Harry, el cual se había convertido en mártir para todo el mundo mágico. Pero Draco se negaba aceptar que hubiera muerto, por más que todos, incluido el padrino de su moreno, se empeñaran en decir lo contrario. Draco sollozó al sentir los recuerdos venir; en esa mesa Harry le había pedido que fueran novios oficiales, hacía exactamente dos años, en esa mesa habían tenido su primera cita tres meses antes de aquello, en esa misma mesa habían jurado permanecer juntos por toda la vida. Hasta los sucesos del Ministerio.
Los ojos de Draco vagaron por los locales de enfrente hasta dar con una silueta que le parecía familiar. Se levantó sin mucho ánimo, con un dolor en el pecho al pensar que, de seguir por ahí, Harry habría cumplido 16 años ese mismo día. Se acercó al local y vio como una niña jalaba a alguien que tenía las manos llenas de ropa hacia unos vestidores, a un lado estaba un niño pequeño de cabellos como el oro y de ojos chocolate. Una señora muy parecida al niño entró y le dio al pequeño una dona y le extendió otra a un muchacho que hasta ese momento había estado de espaldas a los ventanales de la tienda. Cuando se dio la vuelta y se sentó, Draco sintió un vuelco en el corazón, entró en el local y se acercó al grupo escondiéndose hábilmente entre la ropa.
-Gracias, Adri...Gracias, mamá-dijo el muchacho con una sonrisa, su cabello era negro y estaba alborotado, sus rasgos eran varoniles pero a la vez suaves, su sonrisa era perfecta y sus ojos, ah, bajo las gafas escondía unos hermosos ojos verdes. El niño de cabellos oro se acercó a la mujer.
-Mamá, ¿Harry puede ser mi novio?-preguntó el niño, la mujer abrió mucho los ojos y miró al ojiverde, éste se encogió de hombros.
-Pero, Leo, cariño, Hary es heterosexual-explicó la mujer, el niño miró a Harry como esperando que desmintiera aquello.
-Es cierto, Leo, prefiero a las chicas, lo siento-se disculpó Harry, los ojos del niños se llenaron de lágrimas así que Harry lo alzó con relativa facilidad.
-Eres malo, me odias-sollozó el niño, Harry lo abrazó
-por supuesto que no, Leo, es más te adoro, pero aparte de ser hombre eres mi futuro hermano pequeño ¿Cómo podría ser novio de mi hermano pequeño?-explicó Harry, Leo se aferró a él y lloró
-No me importa-dijo el niño entre lágrimas.
-Pero, Leo, eso está mal; nos separarían de inmediato, me enviarían a la penitenciaría de menores y entonces no podríamos vernos más, en cambio, si soy solo tu hermano mayor, puedo llevarte a jugar, a parques de diversiones, a heladerías-dijo Harry, Leo se enjugó las lágrimas
-¿lo prometes?-preguntó el niño
-Por supuesto-respondió el ojiverde.
-¿por el dedito?-preguntó Leo extendiéndole el meñique.
-Por el dedito- contestó Harry haciendo la promesa del meñique. El niño pareció recuperarse y salió corriendo a los brazos de su madre. Harry se comió su dona en paz. Draco iba a salir de entre la ropa; tenía ganas de tirarse sobre Harry, cubrirlo de besos y caricias, de pedirle que lo hiciera suyo y estuvo a punto de hacerlo. Hasta que llegó la otra.
-Mira, Harry, ahora Janneth está vestida igual que tú-dijo la niñita de antes que sostenía de la mano a una copia exacta de Harry; los mismos ojos, la misma expresión, el mismo cabello por los hombros negro y alborotado, la misma nariz, las mismas cejas, el mismo lunar e la base del cuello, la misma complexión, la única diferencia eran los pechos; la persona que estaba agarrada de la mano de la niña era una chica.
-Wow, tienes razón, Lucía; se ven idénticos-dijo Leo, la tal Janneth se miró al espejo y se tocó el pecho haciendo una mueca, Harry pareció leerle el pensamiento porque había agarrado dos busos negros holgados idénticos. Ambos se los pusieron y quedaron indiferenciables; ¡Hasta caminaban de la misma manera!
Draco salió lo más rápido que pudo del local, entró al Londres mágico raudo y con un fluido movimiento de varita se apareció en el Número 12 de Grimmauld place. Entró como una estampida y abrió de un empellón la puerta de la cocina; en ésta, con caras largas por la pena y el dolor, se hallaban los gemelos, Arthur y Molly, Ron, Hermione, Ginny, Remus, Tonks, Neville, Luna, Kingsley, Sirius y Severus. Draco cruzó la habitación a largas zancadas y se paró frente a su padrino, el cual lo miró extrañado; aquella mirada de dolor, alegría y una chispa de locura de Draco no le daba buena espina al pocionista
-Draco ¿Qué...?-la pregunta del maestro de pociones quedó en el aire mientras el rubio Slytherin lo cogía de los hombros y susurraba:
-Harry está vivo, yo lo vi-
