Aquel… aquel era el día mas corto del año. Para los humanos, ese día era muy importante, todo un acontecimiento; sin embargo para mí, era el día más triste del año. Ella… Ella se había ido aquel día, dos años atrás. Una lágrima se escapó de mis ojos y se perdió en el pasto verde e inmaculado. Si lo hubiera sabido no la hubiera dejado ir, si lo hubiera sabido, la habría llevado lejos conmigo, si lo hubiera sabido tal vez me hubiera matado. Ahora comprendía por fin lo que había sentido Edward cuando fue a Volterra. Esa sensación incontenible de impotencia que te produce saber que no va a volver. El desasosiego y la desolación de saber que estas solo. La terrible idea de entender que ella era el amor de tu vida y que es irremplazable. ¿Existe acaso la forma de sobrevivir a ese dolor? Hace dos años que la vengo buscando y la única que encuentro es la muerte. No soy el único que la extraña, es obvio. Lo veo en sus caras, en sus ojos. Pero temen decirlo, temen mi reacción e incluso temen mi dolor. Hasta Bella la hecha de menos. Cuando el amor de la otra persona se convierte en tu razón de vivir, si este amor se pierde, lo haz perdido todo. Haz perdido el alimento y agua para tu alma. ¿Es acaso una prueba para ver qué tan lejos llego? Pues yo no aguanto más, y si es así, prefiero que me lo digan ahora.
Tomé la rosa que hace tiempo se escurría entre mis manos y la deposité en el fresco y veraniego suelo. Quizás había alguien en el mundo que no fuera ella que podría pegar mi corazón con pegamento pero había un pedacito que se había ido con ella y si no regresaba, nunca se recompondría.
¿Qué hacer entonces? ¿Qué hacer cuando todo es oscuro y sin sentido? ¿Qué hacer cuando hasta una flor te hace llorar, porque todo te recuerda inevitablemente a ella? Ese era el final, seguramente. Mi vida, mi eterna vida, se estaba acabando irremediablemente.
Cuando cierro los ojos lo único que hago es ver su rostro. ¿Es acaso esto una vida? Si lo es, prefiero el infierno.
Dejé a mi cuerpo caer sobre el pasto. A lo lejos se escuchaba las olas romper. Otra lágrima se escapó de mis ojos sin nada que hacer. Pude escuchar pasos acercarse y Bella se sentó a mi lado.
-No es bueno que estés así-dijo, y luego me abrazó.
Nunca había hablado de eso con ella, pero sabía que todos se daban cuenta de mí estado.
Me dio un beso en la frente y reposó a mi lado, simplemente con el fin de hacerme compañía. A veces Bella podía ser muy intuitiva.
-No estoy mal, hermanita.
-Sí lo estás. No pretendo ofenderte, pero hace dos años que pareces un zombie y no es justo Emmet, no es justo ni para ti ni para tu familia. Cuando ella se fue se te acabó la vida, no haces más que llorar solo y escondidas y eso no está bien. Sabes que puedes confiar en mí o en quien quieras-me reprendió.
-Me haría bien estar solo-le dije.
Ya no quería escuchar la verdad, no era agradable. No quería saber lo que era evidente para todos, excepto para mí.
-Esta bien, como tú quieras, pero te estaré esperando para hablar.
Se levantó y se fue caminando lentamente. Entonces por primera vez en dos años me animé a observar la lápida. La lápida que citaba el nombre del amor de mi vida. La lápida que rezaba la fecha de muerte de Rosalie Hale. Porque sí, hacía dos años que ella estaba muerta.
