Árboles Secos
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Capítulo 1
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Viento.
Viento frío.
Además de la angustia en su pecho, era todo lo que lograba percibir, el frío viento que golpeaba su rostro.
Un viento frío que parecían navajas, que con cada azote se clavaba en su piel entumecida.
Luego vino el dolor, un dolor corporal inimaginable, tenía la sensación de que una manada de elefantes habría pisoteado su delgado cuerpo.
Quiso moverse, quiso abrir los ojos y ver donde se encontraba, pero aquella sensación de algo atirantando la piel de su rostro se lo impedía totalmente, ¿sería sangre seca? Se preguntó sintiendo su piel molesta al intentar hacer algún movimiento.
A duras penas y sintiendo que las pestañas se le arrancaban en el proceso, logró abrir los ojos, volviendo a cerrarlos nuevamente, la claridad de la mañana le impedía ver algo más, aunque se tratara de una mañana de invierno, aunque fuera una mañana nublada, no lograba ver con exactitud y juraría que si seguía intentándolo se volvería ciega.
Con una lentitud exagerada y es que realmente sus músculos parecían romperse en el proceso, llevó sus manos a su cabeza, sintiendo una punzada de dolor, logró descubrir que tenía una profunda herida, aún abierta, en alguna parte de su cabeza.
Sus rizos estaban enmarañados, duros y pegajosos, y tenía la seguridad que toda aquella sangre provenía de aquel corte que le dolía horrores.
Logró sentarse, sobre aquel charco de sangre, lodo y hojas secas…
Intentó recordar lo que había ocurrido, sostuvo su cabeza entre ambas manos, recordaba a Harry, Ron y los Weasley gritando, recordaba a algunos de la orden indicándole que era una trampa y que acudir a ella significaría su muerte.
¡Sus padres!
Recordaba haber recibido una nota anónima, en realidad no iba dirigida a ella y si a Harry, había sido dejada en la tienda de los gemelos Weasley y claramente decía "para Potter" en letras grandes.
Por la manera que Harry había leído aquella nota y levantó la vista en su dirección, de manera preocupada, supo que la nota tenía que ver con ella.
Les estaban avisando que habían encontrado a los padres de la "sangresucia" en Australia y que si el no acudía a rescatarlos, los matarían.
Lupin había leído y releído la nota y había llegado a la conclusión de que más parecía una advertencia a una amenaza.
¿Quién arriesgaría su pellejo por ellos, por ella?
Después de una larga discusión entre quien iría y quien no, los demás diciendo que era una trampa, que era mentira, que sus padres estaban bien escondidos y protegidos…
Ella no podía darse el lujo de pasar por alto aquella nota, ella debía ir, debía acudir a ellos. Sabía que Harry no podría acompañarla, el era la pieza principal, sabía que sí ella se lo pedía el iría, pero ella no podía hacer aquello, era su problema y de nadie más.
No pudo evitar fruncir el ceño con dolor e impotencia al recordar el olor a carne quemada, la "protegida" casa donde se hospedaba la pareja Granger estaba en ruinas, todo ardía en llamas, no habían quedado cuerpos a los cuales velar y llorar.
Grave error al pensar que los mortífagos ya habían terminado su jornada en aquel pequeño pueblo. Dieron con ella, la torturaron hasta el cansancio, para ellos era una sorpresa que ella estuviera justamente allí, "la sangre sucia amiga de Potter" había dicho uno de ellos obligándola a arrodillarse, al intentar luchar, imponiéndose contra ellos, solo había ocasionado que la tomen por los cabellos y golpeado su cabeza repetidas veces contra el suelo.
Despertó al sentir que un Crucio impactaba contra ella, y luego otro y otro… así sucesivamente…
Le gritaban maldiciones, zorra, puta, sangresucia…
"¿Dónde está Potter?"
"Vas a reunirte con tus muggles padres"
Realmente deseaba que así fuera.
No sabía con exactitud cuántos eran, tal vez tres o cuatro mortífagos, aunque sólo dos participaban de forma activa en aquella pequeña y divertida reunión.
Sentía que perdía los sentidos, pero cada vez que aquello ocurría me reanimaban con algún golpe o algún hechizo.
Ya no tenía más fuerzas, una patada contra mi rostro me mandó directo al suelo y escuché como discutían entre ellos, tal vez tratando de dar fin a mi vida, discutiendo como seria.
Un Avada estaría bien… me encantaría haberles dicho.
Luego silencio… era como si me hubieran dejado sola…
Escuché pisadas alrededor de mi cuerpo hasta que uno de ellos quedó en cuclillas mirándome fijamente, tenía puesta la máscara…
No dije nada y él tampoco, simplemente nos observamos por unos segundos.
Lo sentí agacharse contra mí y colocar una de sus manos sobre mi hombro, aquel simple acto me causó un dolor extremo.
En cuestión de segundos, nos habíamos aparecido, nos encontrábamos en un lugar totalmente distinto.
Juraba que me iba a encontrar frente a frente con Voldemort, pero allí estábamos, en medio de un bosque de árboles secos.
El se levantó y me observó una vez más, se dio la vuelta dispuesto a irse.
-¿Por qué?- pregunté entre lágrimas, me estaba salvando la vida, ¿sería la misma persona que nos había advertido sobre aquel ataque?
El no se movió, siguió rígido dándome la espalda, solo fueron unos segundos y el parecía debatirse entre irse o quedarse.
-es lo único que puedo hacer por ti… - susurró y desapareció
Mi mente estaba aturdida y algo en mí, decía conocer aquella gruesa voz en algún lugar, pero el cansancio fue más y lentamente mis ojos se cerraron dejando de sentir absolutamente todo a mi alrededor.
…
Aquel recuerdo me perseguía constantemente, soy Hermione Granger, heroína de guerra, huérfana…
La guerra había dejado profundas cicatrices en el corazón de cada uno de nosotros, ese mismo día, nació otra mujer, en aquel bosque de árboles secos dejé de ser aquella Hermione, me sentía un árbol seco, como aquellos aun existentes en mi mente y en mi corazón.
Ayudé a Harry Potter, estuve allí para él y una vez ganada la lucha, la batalla, la guerra, di media vuelta y me fui, dejando atrás todo aquello que yo más creía amar, dejando atrás el mundo mágico. Olvidé por completo el motivo de mi esfuerzo por ser alguien entre ellos, de querer proteger a los más débiles e indefensos.
Di media vuelta y comencé a vivir una vida común, con gente totalmente ordinaria.
Y era feliz… o así quería creer…
Atendía una pequeña vinoteca en París…
Y si… era feliz, lejos de todo aquello que amé algún día. Lejos del bullicio del mundo mágico.
La campana de la entrada del local se hizo escuchar, advirtiendo que había llegado gente, y los escuché, un grupo de hombres entrando por la puerta y seguramente tomando asiento en algún lugar que les sea de mayor comodidad.
-Hermione… - llamó mi atención Elian
Un hombre de 60 años, aún sumamente apuesto para su edad, alto y delgado. Siempre vestía camisa blanca, pantalón beige y unos mocasines marrones, traía en mano una copa de vino y en la otra un paño blanco, claramente limpiándolo.
-sé que ya es tu hora de irte… pero ¿podrías por favor atender aquella mesa que acaba de ser ocupada?- prácticamente suplicó – odiaría que el nuevo y torpe mesero me atienda gente tan elegante… - comentó estirando el cuello y observando la mesa por encima de mi cabeza
Yo simplemente sonreí ante su preocupación, bueno quien no… el nuevo mesero realmente era un desastre… solía decirle a Elian que se debía a su edad, a penas tenía 16 años y era su primer trabajo de verano y el siempre respondía "tu tienes 23 y tengo la impresión que siempre fuiste así de dedicada toda tu vida".
Y no tenía idea de lo correcto que estaba.
Tomé en mis manos el elegante cuadernillo con tapa de cuero que utilizábamos para anotar los pedidos, y un menú por si se les apetecía comer algo.
Con una rápida mirada estudié el grupo de jóvenes hombres que vestían de forma elegante, como si acabarán de concluir una larga e importante reunión a estas horas de la noche.
Me acerqué con una gran sonrisa en los labios a aquella mesa de cuatro.
Mi corazón se detuvo por unos segundos… mis labios y mis manos temblaron ante la simple idea.
Aquel cabello platinado, aquel perfil aristocrático, siempre tan impecable como en épocas de Hogwarts. Pero con aquel aire de madurez, sus rasgos mucho más masculinos que en años anteriores. No recordaba haberlo vuelto a ver después de la gran batalla.
El se veía tan distraído, en aquel folleto de ballet que traía en las manos, que en ningún momento levantó la vista.
Antes que el siquiera pudiera notar mi presencia me recompuse, respiré nuevamente y sonreí lo más amable posible.
-buenas noches, mi nombre es Hermione… ¿tienen algún pedido especial o prefieren ver nuestra carta de vinos? – pregunté evitando su mirar, el cual al escucharme había levantado la mirada lentamente.
El simplemente me miró, la observaba pero era como si no la conociera, el volvió su atención nuevamente a aquel folleto y aquello me tranquilizó por el momento.
Fingí no conocerlo también, aunque dado el poco y nulo contacto que habíamos tenido en épocas de adolescencia, yo realmente me estaba comportando de manera inmadura, era claro que no fuimos amigos y por tal no había la necesidad de saludos hipócritas y las pocas palabras e insultos que algún día compartimos debía quedar en el olvido.
-Buenas noches Hermione… nosotros no somos de la zona, somos de Nueva York… así que, que nos aconsejas? - preguntó uno de ellos, simpático, de unos 25 años, cabello castaño, muggle.
Yo simplemente sonríe ante la amabilidad, pero no pude evitar pensar, que estaba haciendo Malfoy sentado junto a otros muggles. Al menos dos de ellos, ya que al tercero pude reconocer como un Slytherin a más. Nott.
-tal vez un, Laurent Perrier Ultra Brut… Es un vino seco elaborado en su mayoría de uva Chardonnay, con un 55% de esta cepa, y un 45% de Pinot Noir…
-puede traernos una botella de ese vino… y tal vez unos quesos para picar… - respondió el mismo muggle.
-claro que sí, si desean algo más solo deben llamarme.
-Hermione… ¿cierto? – preguntó, siendo más una afirmación que una pregunta, sus ojos eran amables y su sonrisa aún más.
-así es… - respondí con un leve saludo con la cabeza y dando media vuelta sintiendo sus miradas sobre mí.
De manera calmada y sin apuro alguno entré a la cocina, pidiéndole a Jossef, nuestro chef, que prepare una tabla de quesos, me sostuve del mesón unos segundos, perdiéndome ahí.
-¿te encuentras bien Hermione?-preguntó sin dejar de lado sus actividades.
Yo sonreí y asentí.
-viejos recuerdos querido Jossef, nada que vaya a quitarme el sueño – dije bajando por las escaleras donde guardan los vinos
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…
El verano en París siempre había sido su favorito, incluso en su infancia, caminar por las calles de París era simplemente refrescante.
La reunión había sido mejor de lo pensada, y es que después de la guerra y con la cruda y dura forma que el mundo mágico había acusado y culpado a los seguidores del Lord Tenebroso, la forma en como su fortuna había sido amenazada por el ministerio, no le había quedado más remedio que expandir sus negocios.
Los muggles habían sido particularmente apasionados con el tema de generar dinero y riquezas, y esa solo fue la primera cualidad y similitud que halló en ellos.
La batalla en Hogwarts había ocurrido hacía 5 años atrás y ni aún con todos esos años la comunidad mágica se había recuperado, los perjuicios habían disminuido pero las pocas familias sangre pura que aún quedaban en el reino mágico no daban el brazo a torcer, insistían en unir en matrimonio a sus hijas con magos sangre pura, fuera la edad que fuera de dichos magos. Por tal motivo los pocos jóvenes que quedaban, eran más que cotizados y aquello representaba un punto a favor.
Por otro lado el resto de la comunidad mágica, insistía en mirarnos como la escoria que éramos y no retrocedían ni se mordían las lenguas a la hora de hacernos saber sus opiniones en contra de nosotros.
Así que, al ver todo un imperio amenazado salimos buscando nuevos horizontes los cuales conquistar, creyendo que tal vez los tontos y descerebrados muggles nos dejarían ganar su dinero de manera fácil, grande fue nuestra sorpresa al vernos con gente inteligente y por demás creativa, no necesitaban de la magia para tener cosas increíbles a su poder. Eran dignos de admirar realmente, aunque, aquello no era algo que admitiría abiertamente.
Realmente era muy tarde cuando salimos a las calles a buscar algo de comida, pero a aquellas horas de un día sábado era más probable embriagarse a alimentarse.
Una pequeña pero pintoresca vinoteca llamó mi atención, algo en ella se sentía cálido y me detuve unos segundos.
-entremos… - dijo uno de los muggles que nos acompañaban
Frank y Henry Smith, dos hermanos que comenzaron desde muy jóvenes en los negocios, los conocimos a un año atrás y habíamos comenzado a trabajar juntos.
Nos sentamos en la mesa cercana al ventanal que daba a la calle, así podríamos mirar a aquellas parejas que caminaban alegres, pasados de copas, después de todo, estábamos en la ciudad del romance, era normal ver a las parejas un poco más acarameladas y explícitas de lo que normalmente serían.
Sobre la mesa, justo delante de mi asiento había un folleto, por lo que veía habría un acto, una obra de ballet, estarían representando al "Lago de los cisnes".
Interesante, sería una buena manera de pasar su fin de semana, jamás había ido en todos estos años conviviendo con muggles, había ido a una obra de ballet.
-buenas noches… - aquella voz-… mi nombre es Hermione… ¿tienen algún pedido especial o prefieren ver nuestra carta de vinos? – preguntó de manera jovial
Granger…
Mis ojos no pudieron evitar darle una rápida mirada a Theo, quien también me lanzó una rápida mirada de complicidad.
Ella parecía absorta a todo aquello, se la veía más fresca que una lechuga, como si realmente ella no conociera a nadie en aquella mesa, su sonrisa seguía siendo amable, sus ojos mostraban un brillo peculiar y juraría que incluso se la veía radiante, algo totalmente diferente a lo que había visto en la última batalla.
En aquel entonces no parecía ser ella, tenía un semblante apagado y sus ojos eran dos pozos sin fondo, sin vida alguna.
Ella traía una falda negra corta, medias negras y tacones altos color negros, una camisa blanca y sus rizos amarrados en un moño totalmente despeinado.
Nadie, pero absolutamente nadie sabía de la vida de Hermione Granger luego de la batalla en Hogwarts, parecía que la tierra se la había tragado, nunca entendí el porqué Potter y Weasley nunca hicieron pública su desaparición o tal vez porque ellos mismos estuvieran implicados.
Ella no acudía a ninguna fiesta de fin de año, las que hacían para navidad, año nuevo, reunión de antiguos alumnos de Hogwarts, ni siquiera a las celebraciones a los héroes de guerra, nada.
Fueron 5 años que Hermione Granger no dio señales de vida.
Y ahí estaba ella, trabajando de mesera como si fuera una muggle común y corriente, aparentando no conocerlo…
-Buenas noches Hermione… nosotros no somos de la zona, somos de Nueva York, así que, ¿Qué nos aconsejas? – preguntó Frank de manera galante, estaba coqueteando con ella y Granger seguía sonriéndole amablemente.
-tal vez un, Laurent Perrier Ultra Brut… Es un vino seco elaborado en su mayoría de uva Chardonnay, con un 55% de esta cepa, y un 45% de Pinot Noir… - respondió con voz suave
No pude evitar dar una media sonrisa, aquel tono de sabelotodo no lo cambiaría ni en un millón de años, es más, apostaba que al comenzar a trabajar en aquel local, ella se había estudiado todos los vinos que servían y los que no.
-Puede traernos una botella de ese vino… y tal vez unos quesos para picar… - dijo sin dejar de mirarla en ningún momento
-claro que sí, si desean algo más solo deben llamarme.
-Hermione… ¿cierto? – preguntó, siendo más una afirmación que una pregunta
¿Solo yo sentía esas ganas ridículas de bufar? ¿O es que realmente Frank estaba siendo demasiado obvio a propósito?
-así es… - dijo ella asintiendo a modo de saludo, dio media vuelta y la manera en cómo contorneaba sus caderas al caminar fue estudiado por los cuatro hombres
-ufff creo que voy a pedirle que se case conmigo… - bromeó Frank arrancado risas de dos de los jóvenes que lo acompañaban.
Pero no a Draco…
Luego de una espera de 10 minutos, vio la cabeza de rizos crespos de Granger a aparecer nuevamente, traía en mano una botella de vino y tras ella, un joven adolescente, ella se hizo a un lado para que el procediera a dejar la tabla de quesos en el centro de la mesa y ella procedió a servirles uno a uno.
Cuando fue su turno, ella se inclinó levemente, pudo sentir un suave olor a miel de sus cabellos y un escote de piel cremosa y aparentemente suave al tacto.
Levantó la vista y procedió a tomar un trago de su copa.
Henry y Frank agradecieron, ella se alejó de la mesa y esa fue la última vez que la vio en lo que restó de la noche.
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