1. EL EXPRESO DE HOGWARTS

Eran las ocho de la mañana del uno de Septiembre de 1998 y un Mercedes S320 sedán de color negro avanzaba muy lentamente entre el tráfico de Londres en hora punta.

Hermione Granger miraba, nerviosa, por la ventanilla trasera del sedán, retorciéndose las manos y mirando los coches a su alrededor.

—Papá, vamos a llegar tarde. Solo falta media hora para que el tres salga del andén 9 y ¾.

— ¿Por qué este año el tren sale más pronto, hija?— preguntó la señora Granger.

—El Ministerio quiere inaugurar en los jardines del castillo un monumento a los caídos en la Batalla.

— ¿Y no podían dejarlo para el día siguiente?

—No. Al día siguiente se empiezan las clases, es imposible.

En ese momento, el tráfico volvió a ponerse en marcha y avanzaron más rápidamente. Hermione cogió el Profeta de su regazo y, por primera vez en aquella mañana, leyó los titulares del día. No hablaban de nada nuevo, había habido más desapariciones aquel mes. Greyback seguía actuando impunemente, pero la Orden ya tenía a su espía infiltrado en las filas del licántropo e iba mandando informes con regularidad. Lo único que por el momento no podían averiguar, era el lugar dónde se reunían. Los aurores del ministerio habían seguido la pista de un par de ellos, pero el lugar donde estaban escondidos estaba protegido por un Fidelio o algo parecido.

En cuanto a los Malfoy, habían corrido ríos de tinta con respecto a ellos. La noticia más disparatada de todas la había publicado un tal Dwayn Harris, que afirmó que había habido una especie de motín por parte de los mortífagos reclusos y que habían asesinado a los Malfoy.

Aquel día, Hermione lo pasó muy mal, había sido tan solo unos días después de los juicios y cuando desplegó el periódico, casi le coge un ataque de ansiedad. Al cabo de unos minutos, llegó una lechuza procedente del ministerio, donde Kingsley le desmentía lo que ponía en el periódico. Ese día, la castaña estuvo tentada de enviar un howler a la redacción del Profeta y decirles unas cuantas de frescas, pero se abstuvo de hacerlo.

El coche redujo la marcha y se paró en el lado opuesto de la estación de King's Cross. La calle estaba abarrotada de gente que entraba y salía del edificio, pero ese día había mucha más gente de lo habitual. El padre de Hermione aparcó al otro lado de la calle y ayudó a su hija a sacar el equipaje del amplio maletero, que ella había hechizado con la intención de aumentar la capacidad para que todo pudiera caber en su interior, mientras su madre iba a buscar un carrito. Cuando el equipaje estuvo colocado en el desvencijado carrito metálico, con una pulcra jaula en lo alto, en la que destacaba un pequeño cernícalo rojizo, regalo de Draco, se adentraron entre la multitud. (N/A: Un cernícalo es una especie de halcón mucho más pequeño)

A medida que se acercaban a los andenes 9 y 10, las personas eran más pintorescas y raras. La castaña se fijó que había muchas familias reunidas alrededor de la barrera del andén 9 y ¾. Tuvieron que hacer cola para pasar y en cuanto atravesaron al otro lado, una voz infantil llamó a la castaña mientras unos delicados brazos le rodeaban la cintura.

—¡Señorita Granger!

Cuando Hermione bajó la vista sorprendida, se encontró con unos penetrantes ojos verde jade que la miraban con adoración. Era Chloe Dickinns, la hermana del abogado de los Malfoy, que había sido secuestrada por Fenrir Greyback, en un intento de que ellos acabasen sus días en Azkaban y que Hermione había conseguido liberar.

Aun recordaba lo fácil que había resultado su rescate. Solo habían hecho falta un par de artículos falsos en el periódico para que Greyback se pusiera en contacto con Charles y acordaran el lugar para liberarla. La única condición que había puesto el licántropo era que le presentase un documento que certificase la pena impuesta por el Wizengamot a los Malfoy, y eso no fue ningún problema para Kingsley. Menos de dos semanas después del juicio, Chloe estaba en casa de sus padres sana y salva.

—¿Cómo estás, pequeña? —preguntó Hermione.

—Bien. Charles y papá me han acompañado para coger el tren —contestó la niña señalando hacia su derecha, donde Charles la saludaba alegremente. La niña la arrastró hacia ellos— ¡Mira hermanito, la señorita Granger también ha venido!

—Claro que sí. Ella ha de terminar su último año, Chloe. ¿Cómo está, señorita Granger?

—Muy bien, gracias. Nerviosa. Con este tráfico ya pensaba que no llegaría a tiempo.

—Sí, está fatal.

—¿Puedo entrar con usted, señorita Granger? —preguntó Chloe.

—Lo siento mucho, Chloe, pero yo soy Premio Anual y debo ir a u vagón especial— Hermione vio como el rostro de la niña se llenaba de tristeza y rápidamente añadió— Pero no te preocupes que cuando pueda, te busco en el tren y hablamos un poco. De todas maneras, tenemos todo el curso por delante para hacerlo.

—Hermione tiene razón, Chloe — intervino Charles oportunamente— Os vais a ver muy a menudo, pero ahora se tiene que marchar.

—Gracias, Charles.

—Es un placer, señorita Granger.

Hermione se despidió de ellos y se encaminó de nuevo hacia la parte delantera del tren, donde estaba el vagón de Prefectos y Premios Anuales, junto a sus padres. Cuando atravesaron un nutrido grupo de magos y brujas que despedían a sus hijos junto a las ventanillas de los primeros vagones, la castaña distinguió a un singular grupo de pelirrojos que tan bien conocía y justo antes de llegar a su lado, Molly Weasley chilló:

—¡Hermione, mi niña!— la matriarca de los Weasley la abrazó efusivamente y le dio un afectuoso beso en la mejilla— ¡Pensé que no vendrías! Jane, Robert, ¿cómo estáis?

—Bien, Molly, muy bien. ¿Y Arthur?

—Ha ido a ayudar a Ron y a Harry con los baúles, mientras Ginny busca un compartimiento.

El señor Granger miró la hora y vio que tan solo faltaban diez minutos para que el tren se pusiera en marcha.

—Será mejor que llevemos todo esto al tren, hija.

—Sí, sígueme, papá.

Hermione se despidió de la señora Weasley y guió a su padre hasta la parte delantera del tren escarlata, donde un mozo los ayudó a acomodar el baúl y la jaula. Su madre los había seguido y abrazó fuertemente a su hija.

—Ten mucho cuidado, Hermione. No bajes la guardia.

—Lo sé, las cosas aun no se han arreglado. No te preocupes, mamá. Voy a tener cuidado.

—Mantennos informados, hija— le dijo su padre.

—Descuida, papá.

Sin esperar más, la castaña dio un último beso a sus padres y subió al flameante tren que la llevaría de nuevo al lugar más maravilloso del mundo: el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Ese día hacía exactamente tres semanas que había ido al castillo para asistir a la reunión de profesores con el Consejo Escolar, don de los Premios Anuales debían asistir. De esa manera se entró que su homónimo era Theodor Nott, de Slytherin. En esa reunión se discutieron se discutieron los últimos detalles del curso y se presentaron al Consejo los nuevos profesores. Ese año, Severus snape volvía a su puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras. Había rechazado la propuesta de sus compañeros de ejercer como director, alegando que solo lo había hecho porque Dumbledore se lo habia pedido y le había hecho prometer que protegería a los alumnos de los Carrow.

Por otro lado, Horace Slughorn había presentado su dimisión pocas horas después de haber terminado la Batalla de Hogwarts y Minerva McGonagall había tenido que buscar a un sustituto competente. Había tenido que ir hasta Bulgaria para encontrarlo. Se trataba de una mujer joven, bastante hermosa. Sus habilidades con las pociones le habían conferido bastante fama en su país y sus notas académicas eran inigualables, tanto o más que las de Hermione. Se llamaba Zenka Dovchenko y provenía de la escuela de Durmstrang.

Por último lugar, quedaba el puesto que había dejado vacante la fallecida Charity Burbage, de Estudios Muggles, que la impartiría un hombre igual de joven que la profesora Dovchenko. Parecía que lo habían sacado de un museo de arte clásico, era una perfecta escultura griega que quitaba el aliento. Se llamaba Christopher McKeldar y era un Highlander escocés. Exceptuando los años pasados en Hogwarts, el resto de su vida la había pasado como un muggle más.

Pomona Sprout y Fillius Flitwick anunciaron que ese sería su último año académico, estaban bastante tocados física y emocionalmente, demasiados acontecimientos terribles en un año y medio. Primero la muerte de Dumbledore y después la brutal Batalla en el castillo contra los Mortífagos y Lord Voldemort.

En esa reunión se nombraron a los nuevos Prefectos de cada casa, ya que el curso anterior reinó por su ausencia. Todos volvían a ocupar sus antiguos puestos de Prefectos, a excepción de Gryffindor y Slytherin. Ya que Hermione había sido nombrada Premio Anual y McGonagall nunca había estado de acuerdo conque Ronald Weasley ocupara ese puesto. Nunca había demostrado el carisma y la responsabilidad que habían demostrado sus hermanos al serlo ellos y estaba segura que las intenciones de Dumbledore no habían sido esas, sino nombrar a Harry Potter como tal en lugar de Ron. Así que decidió hacer lo correcto y nombrar al niño que sobrevivió Prefecto de su casa junto con Ginny Weasley, que esta sí que reunía las cualidades esperadas.

Por la parte de Slytherin, McGonagall tenía pensado reincorporar a Draco Malfoy en su antiguo cargo, pero el rubio rechazó el puesto. La directora fue a hablar con él a su casa, pero Draco le dijo que no quería que la gente creyese que lo hacía para limpiar su nombre, que él era un Malfoy y eso les tenía que bastar y que estaba seguro que en su casa encontraría a muchos alumnos dispuestos a ejercer ese cargo, alumnos como Nott o Zabini.

McGonagall también creyó oportuno quitar a Pansy Parkinson del cargo y nombrar a otra alumna, que no estuviera involucrada con los Mortífagos, ya que la familia de Pansy estaba buscada por pertenecer al lado de Voldemort y sus padres había huido del país.

Hermione entró en el vagón de Prefectos inmersa en sus pensamientos, cuando de pronto alguien la abrazó.

— ¡Hermione!— gritó Hanna Abbott.

La castaña volvió a la realidad bruscamente y se encontró con un montón de ojos clavados en su persona. Al bajar la vista, se encontró con la mirada marrón de una pelirroja que había echado mucho de menos.

—Ginny…

—Ya pensábamos que no vendrías —dijo una voz conocida a su derecha.

Al girarse se topó con dos esmeraldas relucientes que la miraban con diversión.

—Harry, sabes que soy la primera que quería volver a Hogwarts.

—Lo sé, solo era una broma —le dijo el moreno mientras la abrazaba.

—¡Vaya, Granger! Tendré que vigilarte más de cerca, a Draco no le gustará saber que te abrazas con el Elegido.

Hermione soltó de pronto a Harry y miró hacia una de las ventanillas del tren y allí vio a Blaise Zabini sentado cómodamente en el asiento junto a Theodor Nott que le sonreía burlonamente.

—¡Oh, cállate Blaise!

—Lo que la Premio Anual ordene — se burló el Slytherin.

Hermione puso los ojos en blanco y volvió a centrar su atención en las personas que allí estaban reunidas. Allí estaba Hanna Abbott y ernie Macmillian de Ravenclaw, Padma Patil y Anthony Goldestein de Hufflepuff, Theodor Nott, Blaise Zabini y una chica rubia de ojos azules y porte arrogant3e, que debía de ser la prefecta, de Slytherin. Y por último Harry y Ginny en representación de Gryffindor.

Ginny la arrastró hacia el fondo del vagón donde compartían asientos con los demás miembros del E D, dejando a los Slytherin un poco apartados.

—Bien, desembucha —le dijo la pelirroja sentándose a siu lado—. Queremos saber las novedades de este año.

—No hay mucho que contar. Todo sigue como siempre, será como si el curso pasado no hubiese existido.

—No me refiero a eso, Hermione, sino a si hay profesores nuevos.

—Por lo menos ha de haber uno, el de estudios Muggles— dijo Harry sentándose frente a ellas.

—Sí, bueno. Hay profesor nuevo de Estudios Muggles. Se llama Christopher McKeldar y… bueno, es… muy agradable.

De repente se escuchó una tos leve que provenía de donde estaban los Slytherin.

—¿Agradable, Granger?— preguntó Nott con sarcasmo— Pero si no hacías más que mirarlo a cada instante.

—¿Es guapo?— preguntó intrigada Ginny

La castaña se ruborizó y envió una mirada envenenada hacia Nott.

—Esto… Sí, es guapo, pero que tiene eso de malo.

—Eso no es nada comparado con la nueva profesora de Pociones— dijo Nott para llamar la atención de los chicos— Es una pelirroja espectacular, ya la veréis.

—Se suponía que no podíamos decir nada, Theo— dijo Hermione con sarcasmo.

—Puespara no poder decir nada, bien que te has ido de la lengua, Granger.

—Chicos —intervino Blaise Zabini—, no hay que pelear por eso.

Harry lo miró con una ceja enarcada, le parecía increíble que un Slytherin intentase moderar en una pelea contra un Gryffindor.

—¿Qué le pasa a Zabini? Siempre ha sido uno de los primeros en aprovechar alguna rencilla para convertirla en una pelea y ahora… míralo.

—No me hacéis caso cuando os digo que la gente puede cambiar— se quejó Hermione sonriendo y enseguida cambió de tema—. Hay que organizarnos para las rondas durante el viaje. Aunque no podamos restar puntos, debemos vigilar a los alumnos.

—Nosotros podemos hacer la primera ronda— dijo Anthony Goldestein, Prefecto de Ravenclaw.

—Granger y yo podemos haer la segunda— se anticipó Nott, como si supiese que quería ser de los primeros.

—Entonces, nosotros podemos relevaros— dijo Harry.

—Nosotros podemos ir después— dijo Hanna Abbott de Hufflepuff.

—Entonces, solo quedamos nosotros, por lo que veo— dijo Blaise mirando a la chica rubia con una seductora sonrisa— Astoria y yo haremos la última de las rondas.

—Bien, empecemos. Si tenéis algún problema nos buscáis— dijo Hermione.

Todos se levantaron de sus asientos y empezaron a salir del compartimento, al pasar junto a Blaise, la castaña le preguntó:

—¿Sabes dónde está Draco?

—En nuestro compartimento, en el de Slytherin. Será mejor que lo rescates de allí, Hermione.

—¿Por qué?

—Porque está con Pansy Parkinson— dijo la chica rubia.

Los ojos de la castaña se achinaron y le lanzaron una mirada envenenada al moreno.

—¿Por qué lo dejaste con esa, Blaise?

—Es mi culpa, soy Astoria Greengrass — intervino la chica rubia presentándose— Estaba conmigo, buscábamos un compartimento para el resto del viaje y cuando nos dimos cuenta ya estábamos sentadas en el mismo compartimento que Malfoy. Creo que Pansy sí se dio cuenta pero no nos dijo nada y ya era demasiado tarde para marcharnos, ya que Pansy se puso a hablar con él.

—No te preocupes, ahora mismo voy a sacarlo de ahí.

Sin decir nada más, Hermione salió del compartimento y se encontró con Harry y Ginny que la estaban esperando. Harry enseguida se dio cuenta que pasaba algo.

—Hermione, ¿pasa algo?

—No, nada. Vamos con Ron y los demás.

Avanzar por el pasillo era difícil, todos los alumnos querían saludarlos o darles las gracias por lo que habían hecho por la Comunidad Mágica. Los miembros del E D los saludaban al pasar, mientras que grupos de chicas de reunían en grupitos para reir tontamente mientras pestañeaban coquetamente a su paso.

Los chicos llegaros a la mitad del largotren. Harry se paró ante una de las puertas del vagón y la abrió enérgicamente. En el interior del compartimento estaban sus amigos. Neville Longbottom estaba inmerso en la lectura de un voluminoso libro que se titulaba "Mil y una aplicaciones de las plantas del Mundo Muggle". Dean Thomas conversaba animadamente con Seamus Finnegan, mientras Luna Lovegood leía El Quisquilloso, que volvía a ser publicado. Delante de Luna se sentaba Ron que hablaba con una persona que llevaba una capucha puesta que le ocultaba el rostro entre las sombras y cuando oyó que la puerta se abría , Hermione pudo ver el rostro desfigurado de Lavender Brown, que la miraba asustada. Al ver allí sentada a la causante de todo lo que le había pasado, Hermione cambió de opinión. Había pensado quedarse un rato hablando con sus amigos y luego ir a buscar a Draco, pero no quería estar en el mismo lugar en el que estaba Lavender. No por ahora.

—Harry, creo que voy a ir a er a Draco, no me fío de Pansy— la castaña hizo una pausa. No sabíacomo se tomaría Harry lo que le iba a proponer—. Esto… me estaba preguntando si os molestaría que Draco viniese aquí con nosotros…

—¿Malfoy, Draco Malfoy?— saltó Neville— ¿Qué tienes tu que ver con ese, Hermione?

Hermione sabía que exigía demasiado a sus amigos. Todavía era demasiado pronto para que ellos asimilasen su situación y no se acordó que había muchos de ellos que no sabían nada de lo suyo con Draco.

—Nada, olvidadlo. Voy a quedarme un rato con él y después ya vendré con vosotros…

—No te preocupes, Hermione, a mí no me molesta que él venga, ni a Ginny tampoco…

—Hermione— interrumpió Ron—, ¿no se te ocurrirá venir aquí con Malfoy, verdad?

—¡No!— exclamó la castaña— No te preocupes, Ron, no voy a traerlo aquí.

Hermione no esperó contestación por parte de nadie, simplemente salió del compartimento, pero no sin antes escuchar como
Harry le decía al pelirrojo:

—Ron, ¿no crees que te has pasado…?

La castaña salió al pasillo sin esperar a escuchar la respuesta de Ron. Caminó decidida hacia los vagones de Slytherin. A pocos metros del vagón dónde siempre estaban Draco y sus amigos, escuchó las voces de unas chicas que conversaban en la puerta de un compartimento entreabierto.

—Yo no entiendo como Pansy aun insiste en estar con Draco Malfoy. La ha enviado a paseo por lo menos un par de veces desde que hemos entrado en el tren— decía una voz algo ruda de chica.

—Yo tampoco lo entiendo, Millicent. No después de entrarnos que su padre lo quería casar con la hermana pequeña de Dafne Greengrass— dijo otra voz más suave.

—Ya , pero os habéis fijado en que Astoria ni lo ha mirado. Es como si fuese ajena a lo que tenían planeado sus padres— dijo otra voz.

—Pero sobretodo, son los rumores que corren sobre Draco— dijo Millicent, que hermione estaba segura que se trataba de Bulstroud.

—¿Qué rumores?— preguntaron las otras dos a la vez.

—Que se ha comprometido con una Sangre Sucia, nada más y nada menos.

Una exclamación ahogada salió de las gargantas de las otras dos chicas.

—¿Estás segura de eso?— preguntó una.

—Perfectamente, la madre de Blaise me lo confirmó el otro día.

—¿Y sabes de quién se trata?

—No, pero me gustaría saber quien es ella…

Hermione ya tenía suficiente de esos chismes. Estaba avergonzada de haber escuchado a escondidas, ella nunca había actuado así.

"Greengrass… LA chica que estaba con Blaise se ha presentado como Astoria Greengrass, y evidentemente no se trataba de Dafne, solo podía ser la hermana pequeña de los Greengrass", pensó Hermione.

Avanzó unos metros más y miró por una de las puertas del vagón y los vió. Estaban uno en frente del otro amenazándose con la mirada. De pronto, Pansy golpeó a Draco con la mano extendida, dejándole la mejilla encendida, le gritó un insulto y se dirigió hacia la puerta, por donde Hermione había entrado.