Disclaimer: Desde las profundidades siniestras de nuestra mente, hemos vuelto, con esta pasión prohibida, rompiendo con las parejas establecidas y desafiando los estándares de la sociedad mágica. Claro, los personajes le pertenecen a JK Rowling.
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DESLEAL TENTACIÓN
By
The Darkness Princess & Lady Muerte
*Hay probabilidad de que ocurran cosas inesperadas en cada segundo de nuestra frágil existencia… —P. Coelho.
*º*º*º
Extrañas circunstancias.
Era una noche común de julio en el mundo mágico. La sociedad con el paso del tiempo estaba trabajando en olvidar los períodos oscuros, a pesar de que para muchos esto fuera un tarea difícil, había demasiado dolor, perdidas y cicatrices.
Un grupo de amigos que no era ajeno a esa situación se encontraba reunido en un costoso bar: "The Moon", buscando pasar un buen rato.
—Malfoy vamos, ya dinos para que nos trajiste —insistió Theo bebiendo un trago de su copa.
—Vamos Draquito, dile a Blaise, ¿qué te tiene con esa sonrisa? —inquirió con broma, notando la expresión de molestia en el pálido rostro de su amigo—, ¿qué secreto me estas ocultando?
—Idiota… —masculló balanceando su copa, sin despegar su vista del contenido de ésta— en unos días habrá una fiesta en mi casa.
Theodore y Blaise se miraron entre sí, no viéndole el gran problema al asunto, era común que su madre diera fiestas, más después de que la sociedad mágica recobrara su ritmo.
—Me comprometo con Astoria —reveló dejando a sus dos amigos con la boca abierta, al ver eso Draco dejó salir una risotada.
Al recuperarse Blaise se rio con ganas, mientras que Nott lo miraba incrédulo, era bien sabido por ellos que su amigo andaba con la chica. Claro después de todo la joven pertenecía al grupo selecto de familias de sangre pura y su relación era bien vista por todos. Por supuesto que su amigo solía no tomarlo tan en serio.
—Esa fue una buena broma —señaló Blaise con una mano en su estómago, comenzaba a dolerle de tanto reír.
—Negro, no es una broma —manifestó alargando la sonrisa en su rostro mientras le daba un sorbo a su copa. Al escuchar eso la mandíbula de Blaise cayó casi al suelo, ahora ya no le encontraba ninguna gracia, al contrario su ceño se frunció de inmediato dejando en claro su desconcierto.
—¿Así qué te atrapó? —interrogó Nott incrédulo, enarcando su rubia ceja.
—¿Acaso te dio una poción amorosa? —cuestionó Zabinni dramatizando.
—Claro que no, digamos que vamos a cerrar nuestro negocio, complaceré a mi madre y a sus padres —espetó adusto, apretando demás la copa que sostenía.
—¿Te volverás un hombre de hogar? ¿Ya se lo dijiste a tus fanses?
—A sus amigas cariñosas —recalcó Nott, recordando a unas cuantas.
—No puedo creer que vas a hacer eso, vas al matadero hermano —acotó, colocando una mano en su hombro.
—Negro ya, no exageres. Además sólo me comprometeré —espetó retirando la mano de su amigo.
—Pero ya no habrá más noches de solteros, ni escapadas al Versucht.
—Me comprometo yo, no tú y eso no implica que no me divierta —declaró dejando en claro la situación, no pensaba cambiar su vida por completo sólo porque iba a casarse. Bebió un trago generoso de su copa manteniendo aquella sonrisa torcida en sus labios.
—Ya no será igual. Theo, dile que está loco, que le dio una poción de amor —expuso recargando su brazo en el de su amigo.
—No le diré eso, ¿cuántos tragos llevas? —indagó fulminándolo con la mirada.
—Muy pocos para sobrellevar esto —resopló tomando otro sorbo de su copa.
—Te ha dañado estar todo el tiempo conmigo —profirió Malfoy negando con su cabeza.
—Lo sé —afirmó recobrando su postura—, ¿y por qué lo haces? Hasta hace unos días ni siquiera contemplabas esa posibilidad.
Draco borró la sonrisa de su rostro y una expresión rígida tomó su lugar, se tomó varios minutos antes de hablar. —Saben de sobra que mi madre no esta bien de salud y ella desea verme casado y eso —comunicó sin despegar la vista de su trago.
Theodore y Blaise se miraron hablando en silencio, entendían lo que le sucedía a su amigo, después de todo él quería a su madre como a nadie y haría todo por ella. Sin embargo, la situación con su padre era muy distinta.
—Mmm pero ella mejorara, he leído sobre su enfermedad y se que aquí en St. Mungo se esta trabajando en un tratamiento con un medimago que ha venido de Francia —declaró Theo impasible.
Draco no contestó, simplemente dejó salir un suspiro cansino. Se recargó en el respaldo de su asiento y pasó su mano con pesar por su rostro tratando de alejar los rastros de preocupación.
—Pero, ¿por qué Astoria? —preguntó Blaise con más seriedad.
—Cumple con los requisitos —Una sonrisa maliciosa cruzó sus labios—. Además de que es bella.
—¿Estás convencido de esto? —inquirió Nott, enfocando sus ojos en los de su amigo.
—Supongo…
Bebieron un par de tragos más, animándose conforme el alcohol hacia efecto en ellos. Finalmente decidieron irse cada uno por su lado, se había desatado una lluvia tremenda y Malfoy caminaba más rápido su carruaje lo esperaba en la esquina, en el segundo siguiente lo único que supo fue que alguien, una chica, había chocado contra él.
Draco por instinto le agarró las muñecas impidiéndole caer al suelo, la joven iba totalmente empapada y era difícil distinguir de quién se trataba debido a que su cabello le cubría parte de su rostro.
Ella trató de enfocar su vista en el hombre, finalmente cedió ante el cansancio y la falta de fuerzas, desvaneciéndose en los brazos de Malfoy.
—Pero, ¿qué…? —preguntó atrapándola, impidiéndole tocar el suelo, la estrechó contra él, cuando escuchó ruido en el callejón del cual ella había salido.
—Se fue por allá.
—Vamos linda, sal… —Se oyó más fuerte la voz de un hombre.
Malfoy frunció el entrecejo e instintivamente sacó su varita, solía ser un desgraciado, pero no podía dejar a la chica ahí y mucho menos desmayada y a merced de esos malandrines.
—¿Quién esta ahí?
De repente los pasos cesaron.
—Vámonos de aquí.
Los magos se alejaron al saber que sus planes se habían visto truncados.
—Lumus —Dirigió su varita al lugar, pero los hombres se habían ido y sólo había un gato merodeando el basurero, bajó su varita y regresó la vista a la mujer que sostenía—. ¿Y ahora qué hago? —Se preguntó, la lluvia se desató más fuerte y él seguía sin saber qué hacer—. Si Blaise no se hubiera ido, él la acompañaría.
—Hey… hey tú, despierta. —La sacudió suavemente, pero la chica no reaccionaba.
—No hay remedió. —La cargó caminando con ella hasta su carruaje, lo abordó aún conflictuado.
—¿A dónde señor?
—A mi departamento, rápido —ordenó. Tocó la mejilla de la joven, era claro que su temperatura estaba bajando, su piel estaba congelada, como pudo se quitó su abrigo y la enredó en él.
—Hmmh debí llevarte a St. Mungo —susurró meditabundo, pero si hacía eso tendría que aclarar que él no le había hecho nada y eso llevaría tiempo. Lo peor era que si la información se colaba, saldría en los periódicos, eso perjudicaría a su familia más cuando apenas estaban recuperando sus propiedades y su prestigio, alejándose de los conflictos con los presos de Azkaban y seguidores del Señor Oscuro. Y lo más importante si eso sucedía la impresión podría afectar la salud de su madre.
Se mantuvo con la joven en sus brazos, esperando que ella diera alguna señal de volver en sí. Cuando por fin llegaron al lugar, descendió del carruaje cuidadosamente. Llegar a su departamento le costó un poco por el peso que ella significaba. Un elfo le abrió la puerta y él se dirigió a la sala, ahí la colocó sobre un lujoso sillón.
El fuego en la chimenea le permitió observar con mayor claridad las facciones de la joven, descubriendo que el color de su cabello era un rojo vivo.
—¡¿Qué esperas?, trae unas toallas! —mandó a su elfo, el cual desapareció al instante.
Malfoy se sentó en la mesa de centro frente a la chica, alzó su mano y con las yemas de sus dedos retiró algunos mechones húmedos de su rostro.
—Aquí tiene señor. —Le entregó un par de toallas. Draco tomó una se la colocó en los hombros mientras que con la otra se dedicó a recorrer el rostro de la chica, notando sus delicados rasgos y una herida en su mejilla, incluso logró percibir pequeñas pecas que adornaban su rostro, sus labios tenían un color pálido debido a la baja temperatura de su cuerpo.
—Es bella —murmuró sin pensarlo.
«Un momento, pecas y pelirroja, sólo puede ser…».
—¡La Cabeza de zanahoria, la Weasley… la hermana del Come-babosas, la novia de San Potter!
Retiró su mano como si le hubiese quemado, se incorporó perturbado, secando sus mechones rubios, deambuló por la habitación con la mente echa un caos por su descubrimiento.
—Si la llevó ahora a St. Mungo su familia armaría todo un escándalo, pero tampoco puedo llevarla con ellos, me acusarían de cualquier forma —Se detuvo regresando su fría mirada al cuerpo femenino que yacía en su sofá—. ¿Qué le habrá pasado? ¿Y esos hombres quiénes serían? ¿En qué estará metida?
Se acercó e intentó despertarla con un encantamiento, pero fue inútil. Se sirvió una copa de whiskey, cavilando lo que haría y después de otras dos copas lo decidió.
—¡Esto es una locura! —dijo y llamó a su elfo con un grito—. Espero que tengas lista las habitaciones de huéspedes. —La sostuvo entre sus brazos y se dirigió al corredor de los cuartos, tardó un poco en llegar debido a que antes tenía que pasar por los demás espacios del departamento.
Al llegar el elfo abrió la puerta, la habitación no quedaba muy lejos de la suya, pero sí lo suficiente. La dejó con cuidado sobre la suave cama. —No puede quedarse con esa ropa.
Pensó en un par de hechizos, pero aunque lograra secar su vestimenta, estaba rota y sucia.
—No hay ropa de mujer aquí —Entonces recordó que una de sus amigas había dejado algo—. Ve y busca en mi habitación la ropa que dejó Evangeline.
Cuando el elfo desapareció volvió a colocar su fría mirada en la frágil figura de Ginevra, mirándola con atención, recordaba todos sus encuentros y la manera en que ella solía tratarlo aunque él no se quedaba atrás.
—Debe quitarse la ropa para cambiarse, pero no lo podrá hacer sola, quizás el elfo pueda… —Se detuvo a pensarlo y decidió que era mejor que él lo hiciera—. No puedo creer que esté haciendo esto y menos por la Weasley. —Se acercó y le quitó su abrigo, después le quitó el suéter que llevaba.
«Ojalá no despierte o me lanzara un mocomurciélago.»
Siguió con los zapatos, continuó esperando encontrar su cartera o alguna identificación que le confirmara que ella era Ginevra Weasley, pero eso no había ocurrido, ni siquiera había rastros de su varita, eso explicaba porqué no había podido defenderse.
El elfo ingresó al cuarto cuando estaba a punto de quitarle la camisa que llevaba, deteniéndose al ver que tenía una raspada en su mano.
—¿Encontraste la ropa? —preguntó a su sirviente.
La criatura le extendió el ropaje de forma servicial, casi sin atreverse a mirarlo.
Draco dejó el camisón aún lado de la cama, estaba a punto de pedirle al elfo que siguiera, pero sucumbió ante la tentación, después de todo no siempre tenías la oportunidad de ver así a la Weasley. Ahora descubriría que era lo que tanto atraía a sus compañeros en el Colegio.
Lentamente desabotonó la camisa, dejando ver cada vez más la blanca y cremosa piel con pequeñas pecas adornando por doquier, finalmente abrió por completo la prenda, ante ese espectáculo sus pupilas se dilataron, más al ver el suave encaje de su sostén.
Era verdaderamente bella, aunque eso no lo admitiría y menos en voz alta. No recordaba que fuera así, pero al parecer la menuda chica había crecido. Sacudió su cabeza tratando de desaturdirse, recordándose a sí mismo quién era la chica en esa cama y por qué él debía evitar cualquier pensamiento fuera de lugar sobre ella.
Terminó de sacarle la ropa, dejándola solamente en ropa interior a pesar de que había deseado verla totalmente desnuda, pero no era tan bastardo como para hacerlo, además prefería tener a chicas consientes y ella no estaba como para decidirlo, ni defenderse.
Con sumo cuidado le colocó la bata rosada que contrastaba perfectamente con su cabello rojizo, la metió bajo las lujosas mantas de la cama, abrigándola.
—Quiero que estés pendiente de ella, cualquier cosa que suceda me avisas y más si despierta —indicó a su elfo y con una última mirada salió del cuarto. Encaminándose al suyo perdido en sus pensamientos sobre la extraña joven.
Se desvistió y se metió a la ducha dejando que el agua caliente recorriera su cuerpo.
«No sé qué estoy haciendo. ¿Qué pasara mañana que despierte? ¿Y si no lo hace? Tendré que llevarla a St. Mungo. ¿Por qué estará así? ¿Qué hacía a esas horas en la calle? Que no sabe que es peligroso y más para una mujer.»
Alzó su rostro para que las gotas cayeran directamente sobre su cara. Imágenes sobre la bella pelirroja invadían su mente, sin querer caer más en aquellos peligrosos pensamientos se terminó de duchar y se cambió, metiéndose por fin a su cama, empeñándose en pensar en su futuro y los problemas que tenía.
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