Sé que no debería iniciar una locura sin terminar otra, pero espero que al menos esta si la pueda concluir. Así que aquí os dejo esto, espero que sea de vuestro gusto.
¿Sabéis a que está destinado un agente secreto después de fallar en una misión? ¿No? Pues se los diré: convertirse en chófer de algún rico y famoso, eso en el mejor de los casos. Mi nombre es Puckerman, Noah Puckerman y a diferencia de James Bond, yo soy real.
Acá lo que más me jode es que estoy pagando una falla que no cometí, sólo fui el gilipollas que se encontraba en el lugar y momento adecuado de una misión destinada al fracaso desde un inicio.
Pero no podéis contradecir a Schue, ese hombre es cómo un padre para mí y cuando he visto en sus ojos la decepción no he podido hacer más que aceptar su decisión. Así que ahora me encuentro aquí, esperando a que mi nuevo jefe aparezca para llevarlo a dónde sea que desee.
"¡Joder, después de tanto esfuerzo he quedado reducido a esto!", pienso mientras reviso por décima vez mi vestimenta. "¡La puta madre! Esto es una mierda, especialmente la jodida gorra que caracteriza a todos los chóferes".
Camino de un lado a otro mientras espero, supongo que debe ser alguien muy importante ya que hay reporteros cerca, vive en Upper East Side, acá en Nueva York. ¿Cómo no considerarle de clase alta con tales detalles visibles?
De pronto una figura femenina, custodiada por dos hombres altos (no tanto como yo) se acercan a mí; los tíos esos intentan apartar cada cámara dispuesta a capturar una fotografía de la mujer misteriosa que se cubre con gafas de sol y sombrero gracioso.
—¡Abrid la maldita puerta, ya! — me grita uno de los hombres de negro y quiero golpearlo porque no he venido hasta acá para que él o el otro gorila me griten.
Cierro mis manos en puños para contenerme, suelto un suspiro pesado y abro la puerta.
La pequeña mujer se adentra en el gran Roll Royce que me han asignado para ella, apenas está a salvo cierro la puerta, los simios se interponen entre esta y los reporteros mientras yo me subo veloz en el asiento del conductor, me coloco el cinturón de seguridad y acomodo mis Ray-Ban Aviator.
Uno de ellos, no sé si es el calvo o el otro pero da un pequeño golpe al auto indicándome así que me ponga en marcha.
—¿A dónde debo llevarla? — pregunto mientras observo por el espejo retrovisor.
Ahora descubro quien era aquella mujer misteriosa, aunque desconozco su nombre no puedo negar que es hermosa. Sus labios, sus ojos; toda ella es perfecta.
—Broadway Theatre — dice delicadamente regalándome una maravillosa sonrisa que me acelera el corazón.
—A sus órdenes — respondo desviando la mirada rápidamente después de haber conectado con la suya.
Después de pasar por The Museum Of Modern Art me doy cuenta que una camioneta negra nos ha estado siguiendo desde que salimos del pent-house, intento dejar que nos adelanten pero al parecer no lo quieren así. Doy otra mirada rápida y reconozco la matrícula del vehículo, no hace falta ser un genio para saber que allí viajan los hombres de negro custodiando a la joven y hermosa dama que llevo en el asiento trasero.
—Fijad vuestra vista en la calle frente a vos — ordena la mujer cuando me sorprende mirándole nuevamente.
—Lo lamento, es sólo que me apetecería mucho saber para quien trabajo — me apresuro a decir.
—¿No sabéis quién soy? — Pregunta consternada por lo que niego con la cabeza haciendo que ella suelte un suspiro y una risa traviesa — Eres la primera persona que conozco y que no lo sabe. ¿De dónde habéis salido?
—Kansas City — respondo encogiéndome de hombros y ella vuelve a sonreír acomodándose un mechón de cabello detrás de su oreja.
—Soy Rachel Berry, una prominente estrella de Broadway — dice sin ganas, podría jurar que está cansada de esa vida.
—Supuse que usted es alguien importante, por los reporteros que asechan su pent-house.
Ella asiente mientras entramos en el aparcadero del teatro, la camioneta se aparca justo a nuestro lado mientras los reporteros nos rodean.
—¡Dios! — Resopla la chica — No creí que mi sueño se volviera una pesadilla.
No comprendo del todo sus palabras pero sé lo que es perder un sueño, aunque se puede encontrar otro.
Me apresuro a abrirle la puerta y apenas lo hago los guardaespaldas ya están alejando a las personas aglomeradas aquí. La señorita Berry baja del auto dejando atrás su disfraz de mujer misteriosa y muestra una falsa sonrisa para las cámaras mientras intenta llegar a la puerta del teatro.
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No sé cuánto tiempo ha pasado desde que entrasen a ese lugar, he almorzado una hamburguesa y papas fritas con una Coca-Cola, leí el diario local sólo para enterarme que han corregido aquella falla en Central Park y muchas otras choradas que a nadie interesan.
Escucho que una puerta se cierra y me giro hasta donde proviene el sonido mientras me recoloco las gafas y la puta gorra, ya que las personas que caminan hacia acá son justamente a las que espero.
Salgo nuevamente del auto para abrir la puerta, afortunadamente los reporteros han marchado ya, y cómo no hacerlo si es casi media noche, pienso al consultar mi reloj mientras la estrella de Broadway sube al auto, también yo hago lo mismo y una vez que me coloco el cinturón de seguridad me deshago de las gafas, para qué coño utilizarlas si no hay sol del cual cubrirme.
Apago la radio que ni siquiera recordaba haber encendido, sin embargo era así. Enciendo el auto mientras espero la indicación que mi acompañante deba darme.
—¿A dónde, señora Berry? — pregunto después de unos minutos pues ella no dice nada.
—¿Señora? — pregunta enarcando una ceja mientras nuestras miradas se unen a través del retrovisor — Pero si debéis tener la misma edad que yo — espeta con seriedad —. No vuelvas a llamarme así.
—Lo lamento, usted es la persona para la que trabajo y debo respetarla como tal — aclaro sin ánimos de iniciar una riña.
—Soy una tía cómo cualquier otra, tengo 22 años y mi único delito es haber cumplido mi sueño de ser estrella de Broadway — suspira con pesadez al concluir su pequeño discurso y sonríe de medio lado —. Y vamos a las afueras de la ciudad, sólo sigue la camioneta — dice señalando hacia su derecha y yo asiento —. Lo cual me recuerda que no sé ni siquiera vuestro nombre.
—Esa información ha sido incluida en mi perfil laboral — respondo pausadamente.
—El cual no he leído — dice encogiéndose de hombros —, así que hacedme un resumen de vos.
—Mi nombre es Noah Puckerman, tengo 24 años — digo después de soltar un largo suspiro —. Vivía en Kansas dónde trabajaba cómo granjero y ahora estoy acá.
—Sí que sabéis resumir tu vida — contraataca de manera divertida mientras observo detenidamente el lugar por el que avanzamos detrás de la camioneta.
El resto del camino decide que es mejor no hablar, realmente se lo agradezco pues no puedo concentrarme cuando ella me habla.
Luego de más de una hora de viaje llegamos a lo que parece ser un rancho, aparco el auto justo frente a la entrada principal y detrás de la camioneta de donde se bajan los hombres de negro. Observo por el retrovisor solo para comprobar que la señorita Berry se ha quedado profundamente dormida.
Me apresuro a abrir la puerta, espero un momento a que alguno de los guardaespaldas se acerque para bajar a la chica pero en cuanto los busco no hay rastro de ellos.
¿Qué mierda hago ahora? Pienso mientras me quito la maldita gorra y me rasco la cabeza ante el dilema.
—Señorita Berry — susurro despacio mientras le muevo delicadamente intentando despertarla, pero supongo que está lo suficientemente cansada para hacerlo.
Suspiro pesadamente antes de colocarme nuevamente la gorra, me acerco con cuidado a la chica y le cojo entre mis brazos, como si fuese un bebé, cierro la puerta del auto con mi pie antes de comenzar a caminar hacia la entrada.
Subo de uno en uno los peldaños de la entrada y me detengo justo a un paso de la puerta. "¿Cómo mierda abriré?" Me pregunto y suelto otro suspiro mientras noto que la bella durmiente se acomoda mejor, recostándose sobre mi pecho.
Descubro que la puerta solo esta encajada de manera que parece cerrada. "Al parecer nadie ha querido esperar despierto vuestra llegada", pienso mientras empujo de la puerta y esta cede.
Una vez dentro doy una mirada rápida al lugar y con el pie cierro la puerta. Hay un par de escaleras justo a un lado de lo que parece ser una estancia de tamaño descomunal. Si por fuera parecía una simple casa, estaba realmente equivocado.
Supongo que las habitaciones están en la parte alta por lo que suelto otro suspiro antes de comenzar a subir los peldaños de las escaleras.
"¿Dónde coño estará vuestra habitación?" Me pregunto antes de llegar al último peldaño y la respuesta aparece frente a mí en forma de estrella y letras doradas formando el nombre de la mujer que duerme entre mis brazos.
Camino el par de metros que me separan de mi destino y no me sorprendo al encontrar que esa puerta también está abierta, así que entro. Es una habitación enorme, decorada con un estúpido color rosa. "Demasiado infantil", pienso mientras la coloco sobre la cama después de haber lanzado al suelo alfombrado unos cuantos osos de peluche para hacer espacio.
Le miro detenidamente y sonrío. "Es aún más hermosa cuando duerme", pienso mientras me atrevo a liberar sus pies del suplicio que deben suponer esos estúpidos zapatos.
"Se ve aún más pequeña y frágil de lo que ya es", mis malditos pensamientos comienza a joderme la paciencia por lo que cubro a la señorita Berry con una manta antes de salir de la habitación.
—Ha sido un día largo — suspiro antes de guardar mi móvil en el bolsillo interior de mi saco, luego de haber comprobado que apenas y dispongo de un par de horas para dormir antes de que amanezca.
Subo al auto en el asiento del copiloto y lo reclino, no sé dónde se supone que debo dormir, así que por ahora deberé hacerlo aquí.
"¡Mierda, me he dejado la puta gorra en la habitación de la señorita!", maldigo internamente antes de suspirar de frustración, estoy lo suficientemente cansado cómo para pretender volver allá y buscar lo que olvidé.
"¿Habrá alguna diosa de los sueños?" No me malinterpretéis, es sólo que eso de entregarme a los brazos de Morfeo lo considero una gilipollez. Cierro mis ojos esperando dormir y entonces así sin esperarlo aparece aquella sonrisa autentica que la estrella de Broadway me ha dedicado hace apenas unas cuantas horas.
"Ella es hermosa", sonrío ante mi pensamiento para después caer profundamente dormido y con la sonrisa de esa hermosa mujer clavada en mi mente.
Os pido me dejéis algún review para saber si les interesa leer una segunda parte o sólo lo dejamos acá. Gracias, saludos :)
