Mía: NarutoxHinata

Género: Romance y Drama (Adaptación)

Categoría: M

Capítulo uno

Hinata Hyuuga había experimentado el miedo muchas veces en su corta vida, pero esta hizo que todas las otras veces palidecieran. Ella sabía que adentrase en el bosque era casi un suicidio, pero estaba cansada de las humillaciones y malos tratos que recibía de sus compañeras de clase. Adentrase en las profundidades del bosque era peligroso, pero nada podía ser peor que las bromas pesada que tenía que soportar continuamente.

"Así es la vida". Ese se había convertido en su lema. Pero realmente nunca creyó que su estadía en aquel colegio se convertiría en un martirio. En realidad no. ¿Qué había hecho para ser víctima de Bullying? Hizo una lista mentalmente.

No soportaba las bromas y las burlas que recibía a diario, podía sentir el miedo y las ganas de llorar. Sin embargo, estaba aterrorizada. Ni en un millón de años, incluso con todo lo que había vivido, se había visto en una situación así.

Ella se quedó inmóvil, no importaba cuán fuerte le gritara interiormente a su cuerpo que se diera la vuelta y que corriera. No. Su cuerpo se negó a responder. Todos sus mejores intentos de enfrentarse a cualquier cosa, habían huido con su coraje. Se quedó inmóvil como una estatua. Con la boca abierta, pero sin gritar. Ni siquiera gimió. Nada. Su corazón latía con rapidez y casi no podía respirar. ¡No quiero morir!

Una vez su padre le había dicho que la vida de las personas pasaba ante sus ojos cuando estaban a punto de morir. Ella no la estaba viendo. No. Sus hermosos ojos lila permanecían fijos en la mirada de un enorme Hombre Bestia que le gruñía.

Él no era un hombre del todo, tenía dientes afilados y sus gruñidos eran parecidos a los de un animal. Era hermoso y al mismo tiempo era feroz. Era muy musculoso y media casi dos metros.

Sus brazos eran extremadamente musculosos y su pecho era muy ancho. Su piel tenía un bronceado dorado, su cabello era corto de color rubio. Pero eran las marcas en sus mejillas lo que lo hacía tan hermoso.

Su rostro casi parecía humano. Sus ojos eran de color rojo escarlata, con súper largas pestañas y tenían la forma de los de un gato, Sus pómulos eran prominentes y su mentón fuerte y cuadrado. Sus labios carnosos estaban separados y revelaban sus dientes blancos y puntiagudos.

—Aléjate de él Hinata. —Le grito su maestra, Kurenai Yūhi. —No hagas ningún movimiento brusco y ven hacia mí. Hazlo ahora.

"No puedo moverme" Comenzó a respirar de nuevo cuando sus pulmones se quejaron de la falta de oxígeno. Quería girar la cabeza para mirar a su maestra, pero no pudo. No podía apartar la mirada del enorme Hombre Bestia que la estaba acechando con esos grandes y hermosos ojos de gato. Estaba enojado y le estaba gruñendo.

—Maldita sea, Hinata. Retrocede lentamente. Mira al suelo y ven hacia mí. Puedes hacerlo.

Ojalá pudiera hacerlo. Su cuerpo se negaba a cumplir sus órdenes. La única parte de su cuerpo que se movía era su pecho, al respirar.

—Naruto. —Dijo un hombre en voz alta—. Cálmate y aléjate de la pequeña hembra. No te está retando. Esta cagada de miedo. —La nueva voz tenía un tono fuerte, profundo y parecía enfadado.

El hombre bestia gruñó otra vez y dio otro paso hacia Hinata.

Quería correr, pero parecía que sus pequeñas y temblorosas piernas estaban clavadas en el suelo. Trató de apartar la mirada de esos ojos escarlata, pero no pudo romper la conexión. Todo el mundo había oído hablar de las nuevas especies. Cualquier persona que hubiera leído un periódico o hubiera visto la televisión sabía que los humanos que habían trabajado en Industrias Akatsuki habían experimentado con ellos. Y que los sobrevivientes de las instalaciones habían sido liberados, de hecho los estudiantes de Horikoshi Gakuen habían conseguido hacer una pequeña excursión en las instalaciones de la reserva, algo que era casi imposible.

Obviamente el hombre frente a ella era una nueva especie.

Ella sabía que el famoso científico Orochimaru experimentaba con hombres y mujeres que habían sido alterados físicamente con ADN animal.

El hombre que la estaba acechando no era normal. Tenía el aspecto de un hombre, pero no lo era.

—Que alguien traiga una pistola de tranquilizantes. —dijo el maestro Kotetsu muy asustado—. Ahora mismo.

—Naruto. —Dijo un hombre nuevo con voz profunda—. Escúchame, hombre. Ella no tenía intención de traspasar tu territorio. Se perdió porque alguien se separó de sus compañeros de clase, sabes que Madara ha dado el permiso de visitar la reserva. Ella sólo vino aquí para conocer. Esta aterrorizada. No te está retando. Ella no puedo apartar la mirada de ti porque está congelada por el miedo. Cálmate y da marcha atrás para que ella se vaya.

Madara Uchiha era el líder de la Organización de las Nuevas Especies. Había comprado el antiguo balneario y todas las tierras a su alrededor para que su pueblo viviera. Ahora se llamaba La Reserva. También era su portavoz y el que hacia todas las entrevistas a la televisión. Había aceptado que el instituto Horikoshi Gakuen hiciese una pequeña visita a las instalaciones, así es como Hinata había terminado en el lugar equivocado.

Tragó saliva, al menos su mente seguía funcionando y podía seguir la conversación de la que dependía su vida.

— ¿Me oyes, Naruto? ¿Sabes lo molesto que Madara estará si la hieres? Se supone que debemos hacer que las personas que viven en la ciudad se sientan cómodas con nosotros aquí. Nos culparan a todos nosotros si atacas a uno de ellos. — suspiró el hombre de la voz profunda. — Déjame entrar a por ella. ¿De acuerdo? ¿Puedo entrar en tu patio para llevármela?

—No— gruñó el Hombre Bestia. Echó hacia atrás la cabeza y un rugido ensordecedor retumbo por todo el bosque.

Hinata se movió finalmente hacia un enorme árbol. En su prisa, tropezó y cayó de rodillas. Había reconocido su rugido. Estaba segura de que esa nueva especie era un Gran Canidae Salvaje. Por el color de sus ojos, sus orejas largas, su pelo rubio y puntiagudo, las marcas de bigotes en las mejillas, esos dientes afilados, sus enormes y hermosas colas, supuso que era un zorro. Ella se quedó de rodillas en el suelo, mirándole con lágrimas en los ojos, completamente aterrorizada.

—Mantén la calma —Ordeno el hombre de voz profunda—. Háblame, Naruto. De lo contrario alguien te va a poner un tranquilizante en el culo y sé lo mucho que eso te va a molestar.

El Hombre Bestia tenía un nombre, aunque no era uno normal. ¿Qué clase de nombre es Naruto? Hinata deseó realmente no haber entrado allí.

Naruto aparto la mirada de Hinata, para mirar a alguien que estaba detrás de ella.

—Que no me disparen. —El tono amenazante en su voz era fuerte y claro.

Hubo un profundo suspiro.

—Vamos, deja que se vaya. ¿Qué te hizo la pequeña? ¿Te dijo algo antes de atravesar tu territorio? Ella no sabía que esta es tu casa. Solo se perdió. Estoy seguro de que lo único que hizo fue correr asustada hacia este lugar. ¿Por qué estás tan enfadado?

—Ella está aquí, Kisame. Eso es suficiente. —Naruto gruñó.

—Fue un accidente. —Kisame trató de ser lógico.

—Alguien de los nuestros la ha jodido. Es nuestro error. No nos dimos cuenta de lo que había pasado hasta que ella apareció. Ahora todos estamos aquí. Vamos Naruto, ya la has aterrorizado lo suficiente. ¿Recuerdas la charla de Madara acerca de intentar encajar en este mundo? Dios sabe que tenemos que hacerlo. No es muy educado asustar a los seres humanos.

—En realidad no la va a lastimar, ¿Lo hará? —Dijo Kurenai en voz alta. Hinata supo en ese momento que las cosas estaban muy mal, ya que su Sensei nunca perdía la calma—. Quiero decir, ¡Kami! ¿Era una broma?

El hombre de dientes puntiagudos y piel azulina maldijo suavemente.

— Estoy segura de que estaba bromeando. —El tono de voz de su Sensei no convenció en absoluto a Hinata.

— Entonces, ¿Qué dices Naruto? Ella podrá salir si tú retrocedes un poco. ¿Me dejas entrar por ella? Sólo será un segundo. Entrare, la agarrare y saldremos.

Naruto volvió a gruñir y su mirada volvió a Hinata. Ella tragó saliva y parpadeó. Respiró nuevamente. Sus piernas se negaban a responder. El Hombre Bestia se detuvo a unos metros de ella y sólo la miraba.

Ella abrió la boca para intentar pedirle disculpas por entrar sin su autorización, pero ninguna palabra salió de sus labios. Siempre había sido una chica muy tímida y poco sociable, le era imposible articular palabra alguna, aun queriendo decir tantas cosas. Jamás se habría imaginado que estaría frente a un hombre bestia con dientes afilados y ojos de gato, que además, rugía.

—Quédate ahí. — Amenazó Naruto. Inhaló lentamente, su mirada aún clavada en Hinata. Dio otro paso hacia ella.

—Naruto, Déjala. No te acerques más. Maldita sea, no hagas esto— Kisame, el hombre de la voz profunda, gritó.

Naruto giró la cabeza hacia un lado, le mostró los afilados dientes y gruñó amenazadoramente y se centró de nuevo en la pequeña y asustada Hinata.

—Ve por ella. —Exigió Kurenai—. Eres tan grande como él. Sácala de ahí—. Kisame soltó una palabrota.

—No puedo. Me mataría en un latido del corazón. Es uno de los más fuertes que tenemos en la reserva. Por eso está aquí y por eso Madara Uchiha compró este lugar. Hay unos cuantos de los nuestros que no son precisamente... amables. Las cosas se pondrán peor si entro ahí, nos matara a los dos.

— Puedes sedarlo. — Susurró Kurenai en voz baja.

— No puedo, no han traído todavía la pistola de los tranquilizantes.

— Usen sus armas. — Ordenó la mujer, más fuerte—. No podemos permitir que la mate. ¡Dios mío! ¿Puedes imaginarte lo que esto les hará públicamente? No perderé a mi estudiante preferida—

— No se le va a disparar a nadie. — dijo Kisame.

— Naruto, dime por qué estás tan enojado con la hembra. Es pequeña. ¿La ves como una amenaza? Es una hembra humana inocente. Ella no quería insultarte o invadir tu espacio. Habla conmigo, maldita sea. Sólo dime que está pasando dentro de tu cabeza.

Naruto volvió la cabeza y aparto, una vez más, su intensa mirada de Hinata. Cerró los ojos y respiró profundamente. Los abrió de golpe y miró fijamente a alguien que estaba detrás de Hinata.

—No la voy a matar.

— Gracias a Dios — dijo Kurenai y gimió.

— ¿Sólo querías asustarla? — El alivio era evidente en la voz de Kisame. — Bueno, hiciste un buen trabajo. Déjala ir ahora.

La mirada exótica de Naruto se clavó de nuevo en Hinata mientras inhalaba de nuevo. Él gruño bajo en su garganta y desvió la mirada de nuevo a Kisame. — No. Ella se queda. Tú te vas.

— Sabes que no puedo hacer eso. — dijo Kisame con calma. — ¿Qué pasa hombre? ¿Cuál es el problema?

Naruto gruñó otra vez y dio un par de pasos hacia Hinata. Ella dejó de respirar. Esos ojos de gato volvieron a fijarse en ella. De pronto se puso a cuatro patas delante de ella, olfateó de nuevo e hizo un sonido que no había oído antes. No era exactamente un gruñido, se parecía más a un brusco ronroneo.

—Oh mierda. — Maldijo Kisame— Naruto. No lo hagas, hombre.

Naruto miro amenazadoramente a Kisame. Ella pudo oler su olor masculino ya que él estaba lo suficiente cerca. Respiro profundamente y aguanto la respiración, ya que no la estaba mirando. Ella bajó la mirada. Era grande, incluso estando agachado frente a ella. Llevaba vaqueros y una camiseta, pero no llevaba zapatos. El hombre tenía las manos y los pies enormes. Él se acercó más a ella. Ella podría tocarle si moviera una mano, pero no lo hizo. Se quedó inmóvil sobre sus rodillas.

— ¿Qué está haciendo ahora? — La voz de Kurenai reflejaba su pánico.

— No preguntes. — dijo Kisame. — Naruto, vamos hombre. ¿Qué estás haciendo? Se lo que estás pensando. No te gustan las humanas, además, ella es solo una niña y muy poca cosa.

Naruto parpadeó. — Ella está en celo.

— Oh maldito infierno. — maldijo Kisame. Naruto gruñó. — ¡Hijo de puta! — Maldijo Kisame más fuerte. — Maestra, no le dijeron que se asegurara de que ninguna de sus estudiantes mujeres estuviera ovulando. Maldita sea. No me extraña que él esté tan loco.

—Yo me asegure de que ninguna estuviese con el periodo, no entiendo que paso. —Kisame maldijo de nuevo.

—Estoy seguro que Madara le dijo que podemos olerlo a un kilómetro de distancia y que algunos de nuestros hombres reaccionan mal a ese olor. Estoy en contra del viento, así que no puedo olerla. Pero si él dice que está ovulando, confía en mí, lo está. Es un problema. No me extraña que él esté actuando de esta manera. — hizo una pausa. — ¿Quién estaba de guardia cuando ella entro? —

— Roshi. — Dijo un hombre en voz baja—. Es primate y su sentido del olfato no es tan bueno, obviamente, él no la olio.

— ¿Qué pasara si está ovulando? ¿Es por eso que él quiere matarla? — Dijo la mujer—. ¿Se vuelve loco con el olor de la sangre?

Kisame se quedó en silencio durante unos largos segundos. — Ella no está sangrando. Como mujer deberías saber que una cosa es la menstruación y otra la ovulación. Ella está ovulando. Él no quiere matarla. Él quiere criar con ella.

—Gracias a Dios. —Dijo el maestro Kotetsu y se echó a reír—. Yo pensé que la iba a hacer pedazos—

—Kotetsu. — gritó Kurenai. — ¿Cómo puedes reírte de esto? No es gracioso. Estamos aliviados porque no esté pensando en matarla, pero ¿Has oído lo que dijo Kisame? Tenemos que sacarla de allí.

— ¿Cuántos años tiene? — Preguntó Kisame.

—Diecisiete. —Kurenai vaciló—. Espera un minuto. No va a pasar nada entre ellos. Sácala de ahí, es solo una niña.

Hinata se quedó mirando el perfil de la nueva especie. No quería matarla. Ella todavía estaba en shock. Dejó que su mirada recorriera al enorme Hombre Bestia, desde la cabeza hasta las rodillas y se estremeció. El cuerpo del hombre era casi el triple que el de ella. Quería gritar para pedir ayuda pero nada salió de su boca.

¡NO! Que alguien me ayude, por favor.

—No puedo. —Explicó Kisame— Él la protegerá, si uno de nosotros intenta acercarse a ellos. Un animal realmente protegería su juguete favorito. Bueno, eso es lo que tenemos aquí.

Kisame Hoshigaki permaneció en silencio durante un minuto entero. Nadie habló. Por último, decidió enfocar la situación de otra forma.

—Naruto. Puedo encontrar a otra que esté dispuesta a ocupar su lugar. Tienes que dejarla ir. Ella no es una nueva especie, es humana y frágil. Mira que poca cosa es. Es insignificante, es una niña realmente enana. Me doy cuenta de que huele muy bien e infiernos también es malditamente tierna, pero ella es humana. Hace unas semanas, mientras nos tomábamos unos refrescos, estuvimos hablando de lo frágiles que son. Nosotros no lo hacemos con ellas, ¿recuerdas? Déjala que se vaya y llamare a una de nuestras hembras. Una de ellas estaría más que feliz de ocupar su lugar.

—Mía — Gruñó Naruto.

—Mierda —Gimió Kisame—. ¿Dónde está ese tranquilizante? Vamos a necesitarlo rápidamente.

—Ya voy, Hinata —Gritó Kurenai.

—No. —Le gritó Kisame—. Él te destrozara.

— ¡Pues haz algo! —Exigió Kurenai—. No voy a quedarme mirando mientras esa… persona... la viola.

Naruto volvió la cabeza. Su cara estaba cerca de la de Hinata. Ella le miró a los ojos. A corta distancia era increíblemente hermoso. Ella vio los remolinos de color rojo en el interior de sus ojos.

Sus pestañas eran muy gruesas, de color naranja rojizo y largas. Naruto estaba sobre sus manos y rodillas, Hinata estaba de rodillas sobre la hierba y aun así, sus caras quedaron a la misma altura. Naruto tenía la boca cerrada mientras inhalaba otra vez. Un suave ronroneo salió de su garganta. Él solo la miraba.

Muévete. Ordenó a su cuerpo de nuevo, pero no le hizo caso. Naruto alzó una de sus grandes manos y ella vio sus uñas. Eran más gruesas de lo normal y muy largas. Muy lentamente sus dedos le apartaron el flequillo de la frente. Sus dedos acariciaron su rostro. La punta de los dedos era callosos. La piel del cuerpo se le puso de gallina. Su tacto se sentía raro, pero no era desagradable. Le acaricio el pelo sobre su hombro y después deslizo su mano hasta su cintura, era la primera vez que un hombre le acariciaba de aquella forma tan íntima. Su cuerpo tembló.

—Hermosa. —Gruñó en voz baja—.Tan hermosa.

Ella tragó saliva. —Es—esto. —Su voz se quebró y su rostro se pintó de un rojo intenso por la vergüenza.

No sabía que era lo que le resultaba hermoso a él. ¿Su pelo largo o su cara? Ella siempre se había considerado una chica sin gracia o por lo menos sus compañeras de clase le habían convencido de eso. Como siempre no había sido capaz de hablar, siempre era lo mismo. Esperaba ser capaz de gritar cuando lo necesitara. Y eso sería pronto, ya que ese hombre grande, quería hacer algo que Hinata aún no conocía.

Naruto cerró los ojos y respiro profundamente—. Hueles tan bien. A lilas y a miel. Me encanta — gruño suavemente en su garganta. Abrió los ojos— No tengas miedo. Nunca te haría daño Hinata—. Él se acercó más a ella.

A Hinata le latía el corazón muy rápido, cerró los ojos cuando su pelo le rozó la cara y se puso rígida cuando le rozo la mejilla con la suya. Su piel se sentía caliente y su aliento le acaricio el cuello.

¿Qué está haciendo ahora? Parte de su miedo disminuyo cuando le dijo que no iba a hacerle daño.

Ella se sobresaltó un poco cuando él lamió su cuello.

— ¡Ah! — Es lo único que consiguió decir.

La sensación era totalmente nueva. Su lengua tenía una textura ligeramente rugosa, pero no era áspera. Su cuerpo tembló cuando sintió sus dientes afilados rozándole la piel. Esa sensación era extraña y de cierta forma la aterraba.

—Silencio. — Le susurró mientras su lengua y sus dientes jugaban con la curva de su hombro. —No voy a hacerte daño—.

— ¿Qué está haciendo? —dijo Kurenai bastante alarmada—. Haz que se detenga.

— ¿Dónde está la pistola tranquilizantes? dijo Kotetsu.

—Que todo el mundo cierre la boca —exigió Kisame—. Él no va a lastimarla. Vamos a hacerle enojar si no guardamos silencio.

El sonido de un vehículo que se aproximaba rompió el silencio. Un gruñido salió de los labios que estaban sobre al cuello de Hinata. Ella abrió los ojos. Naruto giro la cabeza hacia el vehículo y mostró los dientes afilados. Ella gimió al verlos. La agarro de la cintura más fuerte, pero sin hacerle daño.

Ella jadeó de repente cuando envolvió a su alrededor el otro brazo y se puso de pie. La cargo, la apretó contra su pecho y sus rostros quedaron a la misma altura.

Hinata miró aterrada al hombre, parecía estar muy enojado y de repente otro rugido salió de sus labios.

Él la sostuvo contra su cuerpo y huyó del patio.

Mía. Rugía Naruto una y otra vez en su cabeza. Mía, Mía, Mía. Se movió más rápido para llevarla al interior de su casa. No iban a apartarla de su lado. Lucharía hasta la muerte por mantenerla y mataría a cualquiera que tratara de arrancarla de sus brazos. Su aroma le inundó la nariz. Su cuerpo la necesitaba y nada más le importaba.

Ella es humana. Ella no es la compañera que tenía en mente o la que pensé que quería. Las cosas cambian. No importa. Ella es toda mía.

Echó un vistazo al hombre tiburón y a las dos especies que estaban con él, para asegurarse de que no invadirían su territorio. El macho humano tenía la cara roja y estaba agarrado a la valla, como si quisiera saltarla. La mujer estaba con la boca abierta, como si fuera a gritar. Sabía que él los horrorizaba pero le importaba un comino. Ellos no representaban ninguna amenaza para él. Tendría que luchar con las nuevas especies, si le atacaban. Él lo haría. No iba dejar ir a la pequeña niña. ¡Mía!

Su brazo se apretó alrededor de la pequeña de ojos lila, con cuidando de no aplastarla. Ella no luchaba. Casi parecía dócil entre sus brazos, como si también supiera que ella le pertenecía. Tenía la esperanza de que le deseara tanto como él la deseaba a ella. Sabía que no estaba siendo razonable, pero no le importaba. Ella olía maravillosamente y quería poder mirar su rostro de porcelana para siempre. El sostenerla entre sus brazos hizo que su determinación por mantenerla a su lado se volviera más fuerte.

Podre hablar con ella, podre abrazarla. La convenceré de que seremos felices juntos. Puedo hacerlo. Ella querrá quedarse. Ella tiene que hacerlo. No quiero seguir estando solo. Mía. Mía. Mía. Ella me pertenece.

No tenía ni idea de cómo conseguirlo. Pero era un hombre fuerte, decidido y sabía que podría conseguir cualquier cosa ahora que era libre. Se había pasado toda la vida encerrado en una húmeda celda, sufriendo la mayor parte del tiempo y siempre tan solo. La idea de tener una compañera, alguien con quien poder hablar, con quien compartir su vida, se había convertido en su último sueño.

La abrazó con más ternura y juro protegerla con su vida. No permitiría que nadie la alejara de él.

No tenía porque tener sentido. Ella estaba en sus brazos y él no estaba dispuesto a soltarla.

De alguna manera, lograría convencerla de que él era su hombre.

Una vez había soñado con vivir fuera de esas cuatro paredes y lo había conseguido. Cualquier cosa era posible. Inhaló su maravilloso aroma femenino y la apretó más firmemente contra su cuerpo. Solo una palabra se repetía en su cabeza.

¡Mía!