¡Hola! Esta vez será una serie de historias cortas. Es una continuación de mi fic anterior "Solo esto no es Suficiente"

Haikyuu! no me pertenece, es de Furudate Haruichi.

Resumen: Cambios, dudas e incomodas vergüenzas.


Un Nuevo Día


–Kei, despierta.

El sonido de la voz de Akiteru resonó sobre la oscurecida habitación de su hermano. Todavía somnoliento, el menor refunfuñó mientras despejaba sus ojos. Nunca había tenido buen despertar, pero esos últimos días había estado molesto por algo en particular.

Se puso sus anteojos y abrió las cortinas para poder ver mejor. Eran los primeros días de su segundo año de bachillerato. Por más enfadado que estuviera tenía que llegar a tiempo a sus clases. No se trataba de un enfado común. Desde aquella noche con Kuroo hacia unas pocas semanas una incómoda presión se había apoderado de su pecho. El recuerdo de todo lo que pasó y la última promesa que el otro todavía no había concretado hacían que cada día pesara más que el anterior.

No contribuía en nada que eso fuera lo primero que se apoderara de su cabeza cada vez que despertaba.

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La nueva clase de Tsukishima era más de lo mismo. Había caras conocidas, gente que ya sabía a qué atenerse con él y con la que él ya sabía cómo tratar. No quería estar ahí, no porque la mayoría evitara el contacto con él, sino porque no podía concentrarse en nada. Sentado como estaba, siempre que pretendía usar su cerebro –ese idiota fastidioso– lo miraba desde la distancia. Aunque estuviera a cientos de kilómetros y no supiera nada de él, al mismo tiempo estaba lo suficientemente cerca para no dejarlo en paz.

–Tsukki… ¿Te pasa algo?

Escuchó a su amigo, aquel chico tímido pero radiante que parecía ser el único capaz de acercarse y entrar con facilidad a la burbuja de escarcha donde él se solía ocultar.

–Esto... sé que no quieres que te moleste pero… ¡Es que llevas varios días así! ¿Podrías decirme qué es lo que te preocupa?

El chico de las pecas preguntó con temor. Los ojos del rubio se llenaron de alerta, su ceño se frunció y trató de protegerse de inmediato.

–Cierra la boc... –se interrumpió para después ocultar su cabeza entre sus brazos que yacían apoyados sobre la mesa que tenía delante. De aquel refugio, una suave y avergonzada voz encontró su camino hacia la libertad.

–No es nada Yamaguchi, no te preocupes por mí.

¿Qué rayos había sido eso? Yamaguchi no tenía ni idea de lo que le pasaba a su amigo y el que se comportara de una forma tan extraña solo conseguía preocuparle más. El profesor iba entrando por la puerta, lo cual significaba que la clase iba a comenzar. Todos buscaron sus lugares. La tradicional reverencia cortó del todo la conversación.

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La llegada de la tarde representaba una especie de salvación para el rubio. El entrenamiento vespertino era algo que lograba enfocar su mente en otras cosas.

Se notaba la turbulencia de los cambios recientes. Ennoshita, gracias al apoyo de todos, tenía la confianza suficiente para ser el nuevo capitán. Tanaka y Nishinoya no cabían dentro de sí al caer en cuenta de que ya habían llegado a su tercer año. La pareja de raros esperaba ansiosa la llegada de nuevos integrantes al equipo. Pero todos coincidieron en una cosa al ver entrar a Tsukishima dentro de aquel gimnasio. El aura altiva de aquel tipo simplemente había sido reemplazada por una de incomodidad.

–Hey, Tsukishima. ¿Estás bien?

–Si estás enfermo deberías descansar.

Eran las preguntas que todos tenían pero que solo Hinata y Kageyama se atrevieron a expresar. Yamaguchi salió en defensa de su amigo pidiendo que lo dejaran en paz, pero el rubio detuvo a los tres. Todavía podía despejar cualquier duda solo con ser un poco tajante.

–No pasa nada, solo comencemos ya.

Solo él estaba convencido de quién era el culpable de que todo el mundo hiciera preguntas impertinentes. Daba igual, solo quería tomar ya su pequeña ración de paz.

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Al terminar se sentía satisfecho, el enano y el rey cada día estaban un poco más cerca. Tanto Yamaguchi como él se mataban a entrenar cada uno en lo suyo, y por el camino a sus casas sonreían mientras marchaban. Sonrisas de orgullo, entintadas con la sensación arrogante de sabérselas todas. Ingenuas al mismo tiempo, propias de su edad.

Tsukishima se despidió de su amigo, y el otro se perdió dentro de su casa. A solas, inició el viaje hacia su hogar. El silencio de la noche solo avivaba viejas preocupaciones. Correr atemorizado sería ridículo, él tenía opciones más civilizadas para apaciguarse. Música, y sus leales audífonos. Siempre ayudaban si el volumen estaba lo suficientemente alto.

La sombra oscura todavía estaba ahí, mirándolo. Solo se difuminaba un poco entre las notas.

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Su casa estaba en paz, como siempre. Una organizada y metódica paz como la que él aparentaba. Su madre lo llamó a cenar junto a su hermano que pocas veces se podía permitir llegar. Hasta ese momento Kei agradecía que fuera una noche relativamente tranquila en su interior. Pero mientras comía dando pequeños bocados con la mirada perdida en el vacío, quedó demostrado que era demasiado pronto para alegrarse por nada.

–¿Por qué comes tan despacio? –le preguntó Akiteru con una sonrisa que le recordaba a la suya– Mi hermanito se ha enamorado, ¿A que si?

¿Pero qué demonios le pasaba? Kei pudo evitar ahogarse con la comida mientras progresivamente se iba tiñendo de rojo. No quería aceptarlo ¿Por qué tenía que hacerlo? ¿Acaso era tan obvio?

–¿Qué te hace pensar eso? –preguntó bastante serio.

–Nada, solo que desde que vine estás un poco extraño... Pero descuida, viéndote ahora ya me queda más claro.

–¿Qué te queda claro?

–Naaada. Que aunque seas tan alto puedes ser adorable de vez en cuando. ¿Verdad mamá?

Su madre, feliz, solo los observaba. Sus dos hijos poco a poco volvían a ser capaces de llevarse con normalidad.

–Si no tienes hambre te puedes levantar, yo me encargo de lo demás –le dijo a Kei para tranquilizarlo. Su sonrisa complaciente no ayudaba en nada a su objetivo.

No quería comer, tampoco tenía ánimos de irse a bañar después... solo quería que la molesta pesadez que sentía en su pecho se acabara. Terminó sus alimentos lo más rápido que pudo solo para dejar en claro a Akiteru que no tenía razón.

–Si me disculpan...

Se levantó de inmediato y llevó sus platos a lavar. Negar verbalmente cosas que no quería contar seria como cavar su propia tumba.

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Conciliar el sueño era absolutamente imposible. La imagen del tipo que lo tenía en tal estado ya no solo se limitaba a estar y observar. Ahora también repetía sus palabras. –Te hablare pronto, te lo prometo–. Tsukishima maldijo mil veces habérselo creído. Escuchaba su risa, sus palabras de aliento, sus sentimientos... Era un disco que eclipsaba cualquier clase de música, uno que todas las noches sonaba sin parar.

Afuera de su mente, el silencio se vio interrumpido por el ruido de un teléfono móvil vibrando sobre la madera. Tsukishima, harto ya de darle vueltas a lo mismo, decidió contestar aunque se tratara de un número desconocido. Cualquier cosa valía para acallar esa voz.

–¿Tsukki? Hola. Perdona por no haberte podido llamar antes.

–¿Cómo estás?

El rubio se quedó mudo, preguntándose si aquella voz era producto de su imaginación o si era la de verdad.

–¿...Tsukki?

–Bien, tengo sueño. Pero estoy bien.

–¿Y tú?

–Ahh... yo bien. Aquí preparándome para comenzar la universidad.

–Tú ya has comenzado tus clases, ¿Verdad?

...

Fue una conversación común, de cosas simples, sin ninguna insinuación… pero al mismo tiempo muy tranquilizadora. Le sirvió para deshacer un poco los nudos de su corazón. Largo rato después, cuando ésta terminó y ambos se despidieron. Tsukishima quedó tendido sobre su cama viendo hacia el techo de su habitación.

En aquella templada noche de mediados de abril descubrió, mientras su corazón latía a toda velocidad, que de verdad se sentía a gusto con esa voz. Una media sonrisa se dibujó en su rostro. Tardaría mucho más para poder ponerla en palabras. Tanto, que no pudo evitar preguntarse si Kuroo seguiría estando ahí cuando eso sucediera.

Quería creer...

Faltaban unas cuantas horas para el amanecer.

Mañana sería un nuevo día.

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Porque la felicidad de poder sentir que estas ahí me basta.
«Nezami-ye Ganjavi»


Si les ha gustado agradecería saberlo. Trataré de actualizar pronto, depende de como me vaya de tiempo.

En fin, gracias por leer. Hasta otra.