Hola de nuevo y feliz tarde (pues en mi país son las 3pm) yo por aquí de nuevo con otra emocionante historia de la creación de Lynne Grahan, les advierto que tal vez al principio no entiendan mucho sobre la historia de Sasuke pero ya más adelante se revelara como es que de una cosa paso a ser otra y demás cosas, sin más disfruten la lectura.

Los personajes de Naruto no me pertenecen, le pertenecen a Kishimoto

-hablan-

-pensamientos-

Capítulo 1

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Sasuke Uchiha, magnate del petróleo, viajaba en un todoterreno negro de ventanillas ahumadas, entre dos coches llenos de guardaespaldas que abrían y cerraban respectivamente el convoy. Era un espectáculo poco habitual en la carretera que llevaba la remota localidad rusa de Tsokhrai, pero todos los testigos supieron a quien se debía; la tia de Sasuke era muy conocida y su sobrino siempre iba a visitarla el Domingo de Resurrección.

Sasuke iba mirando la carretera que había transformado en una autovía para facilitar las necesidades de transporte de su fábrica de automóviles, que daba empleo a trabajadores de la zona. En los viejos tiempos, cuando él vivía allí, había sido un simple camino de tierra que en invierno se embarraba y por donde apenas podían circular los carros; de hecho, bastaba una nevada importante para que Tsokhrai quedara incomunicada durante semanas.

Cuando pensaba en ello, al Uchiha le costaba creer que hubiera pasado varios años de su adolescencia en aquel lugar. Mudarse de la ciudad al campo había sido toda una pesadilla para él. Entonces era un ladronzuelo de trece años y un metro ochenta de altura que se había acostumbrado a romper la ley para sobrevivir. De la noche a la mañana, se encontró viviendo con su tía Uruchi, la hermana mayor de su padre, una mujer analfabeta, pobre y pequeña, de sólo metro cincuenta; pero todo lo que había conseguido en su vida se lo debía a sus esfuerzos por convertirlo en un hombre de bien.

El convoy se detuvo frente a una casucha destartalada que se encontraba semioculta tras un seto. Los guardaespaldas, diez hombres fornidos que no sonreían nunca y que llevaban gafas de sol hasta en los días grises, salieron de los dos coches y comprobaron la zona. Sasuke bajó del todoterreno poco después, perfectamente elegante en su traje de seda hecho a la medida.

Su ex esposa, Yugao, siempre se había negado a acompañarlo; siempre decía que los viajes de Sasuke a Tsokhrai venían a ser una especie de peregrinación por sentimiento de culpa.

Sin embargo, su visita anual era recompensa más que suficiente para la anciana, que ni siquiera le había permitido que le comprara una casa nueva.

De todas las mujeres que había conocido a lo largo de su vida, Uruchi era la única que no estaba ansiosa por vaciarle los bolsillos. El Uchiha era tan consciente de ello, que había llegado a la conclusión de que la avaricia extrema y el deseo obsesivo de aparentar eran defectos esencialmente femeninos.

Caminó hacia la entrada de la casucha; los vecinos que se habían congregado junto a la puerta, se apartaron de su camino y se hizo un silencio reverencial.

Uruchi era una mujer regordeta, de setenta años, ojos brillantes y carácter serio que no se andaba nunca con tonterías. Lo saludó sin más aspavientos sentimentales que su voz dulce susurrando su nombre con cariño, para demostrarle cuánto quería a su sobrino.

Lo invitó a entrar y lo llevó a la mesa del salón, llena de comida para satisfacer el apetito de los que habían ayunado durante las fiestas.

—Siempre vienes solo —protestó la mujer—. Anda, siéntate y come algo.

El Uchiha frunció el ceño.

—Pero yo no he ayunado...

Su tía le sirvió un plato enorme.

—¿Y crees que no lo sé?

El cura ortodoxo que estaba sentado a la mesa, un hombre barbudo, dedicó una sonrisa amistosa al recién llegado. A fin de cuentas, Sasuke también había financiado la reconstrucción de la torre de la iglesia local.

—Come, come —le instó.

Sasuke se había saltado el desayuno porque sabía lo que le estaría esperando, de modo que comió con apetito. Mientras comía, tuvo que escuchar pacientemente a las visitas de su tía, que se acercaron para pedir consejo, dinero y apoyo al mayor filántropo de la comunidad, Uruchi permaneció al margen, intentando contener su sentimiento de orgullo. Era consciente del interés que Sasuke despertaba entre las jovencitas que estaban en el salón, pero le parecía natural: era un hombre enormemente atractivo, medía un metro ochenta y nueve de altura y tenía el cuerpo de un atleta. Sin embargo, su sobrino estaba acostumbrado a gozar del favor de las mujeres y se mostró aparentemente indiferente al respecto.

Sin embargo, había tantas mujeres jóvenes y hermosas que a él le irritó un poco: incluso se preguntó si Uruchi no habría tenido algo que ver. Pero toda su atención estuvo en ella. Cada año estaba más vieja y parecía más cansada.

El azabache sabía que Uruchi se llevaba una decepción cada vez que aparecía solo en su casa; le habría gustado que se presentara con compañía femenina, pero las mujeres que satisfacían su libido no eran precisamente adecuadas para eso. Ella quería verlo casado y con familia. Muchas personas se habrían llevado una sorpresa de haber sabido que él, un hombre de negocios frío y con pocos escrúpulos, un hombre famoso por su arrogancia, se sentía en deuda con su tía porque no le había dado lo que ella quería.

—Veo que Uruchi te preocupa —dijo el sacerdote en ese instante—. Tráele una esposa y un nieto y será feliz.

Sasuke apartó la mirada del generoso escote de la jovencita que se inclinó para servirle un café y dijo:

—Como si eso fuera tan fácil.

El cura, un hombre felizmente casado, con seis niños saludables y bastante sentido del humor, replicó:

—Si encuentras a la mujer adecuada, será muy fácil.

Sin embargo, él había desarrollado una animadversión intensa por el matrimonio. Yugao le había demostrado que casarse era un error que salía muy caro; y aunque se habían divorciado hace algunos años, todavía no había podido olvidar que su ex esposa se había negado a tener hijos porque no quería estropear su precioso cuerpo.

Naturalmente, Sasuke le había ahorrado ese detalle a su tía; pero el tiempo pasaba. Uruchi se hacía vieja, y algún día no quedaría nadie que le recriminara su actitud por aterrizar con su helicóptero cerca de la casa, lo cual traumatizaba a su cerdo y a sus gallinas, que dejaban de poner huevos. En consecuencia, se sentía culpable. Uruchi Uchiha merecía que le diera un nieto porque ella había sido como una segunda madre para él. Nadie había hecho tanto por él y le había pedido tan poco.

Aún estaba pensando en ello cuando su tia le preguntó si alguna vez veía a

Yugao. Sasuke tuvo que hacer un esfuerzo para no estremecerse. Siempre había sido un nombre solitario y las relaciones personales le resultaban incómodas. Al parecer al único que no le importaba su mal genio era su tonto amigo Naruto, que sin importar de qué humor estuviera nunca lo dejaba en paz. Él estaba hecho para los negocios, para la emoción de una absorción o un contrato nuevo, para el desafío de hacer ajustes y aumentar los beneficios, para la satisfacción de tener éxitos financieros. Por desgracia para él, el matrimonio era un tipo de contrato legal que dejaba demasiado espacio para los errores y los malentendidos.

Un segundo después, tuvo una revelación. Pensándolo bien, nada impedía que eligiera una esposa y tuviera un hijo con ella sin más emoción de por medio que un acuerdo entre las partes. Al fin y al cabo, su intento de conseguirlo de forma tradicional había resultado catastrófico.

—¿Has oído lo que te he preguntado? —insistió la anciana.

Sasuke respondió sin dejar de dar vueltas al asunto que le preocupaba.

—Sí, por supuesto.

En ese mismo instante, empezó a trazar un plan. Esa vez se enfrentaría al matrimonio desde un punto de vista profesional; establecería los requisitos, dejaría el asunto en manos de sus abogados y les instaría a utilizar un médico y un psicólogo para realizar la elección de candidatas. Por supuesto, el matrimonio sería breve y él se quedaría con la custodia del niño.

Al mismo tiempo, empezó a determinar sus preferencias. No quería una esposa capaz de hacer lo que fuera por dinero, sino solamente una que estuviera dispuesta a darle un niño y a marcharse después, cuando él se hubiera cansado de jugar a las familias felices para contentar a Uruchi.

Estaba seguro de que en alguna parte había una mujer perfecta para el caso. Y si era lo suficientemente específico con sus preferencias, ni siquiera tendría que conocerla en persona antes de la boda.

Al cabo de un rato, cuando ya estaba de vuelta en su vehículo negro de cristales ahumados, empezó a tomar notas en el ordenador.


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Cuando Hinata vio que su hermana gemela, Hanabi, bajaba de un deportivo rojo completamente desconocido, se sintió dominada por una mezcla de impaciencia, desesperación y asombro. Sin embargo, la esbelta mujer de ojos tan parecidos a los suyos y cabello negro azulado idéntico al suyo consiguió controlarse y bajar por la escalera.

En cuanto salió de la casa, bombardeó a Hanabi con preguntas.

—¿Dónde has estado todas estas semanas? ¡Me prometiste que llamarías por teléfono y no lo has hecho! ¡Estaba preocupadísima! ¿De dónde ha salido ese deportivo rojo? ¿Y porque te has teñido el cabello igual al mío?

Hanabi la miró con humor y caminó hacia su hermana.

—Hola, hermanita, yo también me alegro de verte.

Hinata la abrazó.

—Has estado a punto de matarme de un disgusto. ¿Por qué no me has llamado? ¿Qué le ha pasado a tu teléfono móvil?

—Se estropeó. Ahora tengo un número nuevo —respondió, arrugando la nariz—.

Mira, las cosas se complicaron un poco y decidí esperar hasta tener algo concreto que ofrecerte... y cuando por fin lo he encontrado, me ha parecido que sería mejor que viniera a casa y te lo dijera en persona…. En cuanto al cabello me pareció más exótico y llamativo tu color natural que el castaño mío, además lo necesitaba para algo.

Hinata miró a Hanabi sin entender nada ni pretender entenderlo. Aunque las dos eran físicamente casi idénticas, no podían tener personalidades más distintas.

Hanabi siempre había sido fuerte y ambiciosa; tomaba lo que quería y se hacía enemigos con más facilidad que amigos. En cambio, Hinata era más tranquila, más estable y más reflexiva, aunque a veces se dejaba llevar por su temperamento excesivamente cauteloso.

A sus veintitrés años de edad, su estilo tampoco podía ser más diferente: Hanabi tenía el pelo castaño (antes de teñírselo como el de su hermana) y lo llevaba hasta la espalda media siempre lacio, y Hinata lo tenía de color negro azulado, lo llevaba más largo hasta las caderas y solía recogérselo en una coleta. Hanabi llevaba ropa provocadora y moderna, que llamaba la atención de los hombres, y Hinata llevaba prendas conservadoras y se asustaba como un conejo ante los faros de un coche cuando algún hombre se fijaba en ella.

—¿Dónde está mamá?

Hanabi colgó su abrigo en el vestíbulo y se dirigió a la cocina.

—Está en la tienda —contestó Hinata—. Yo he venido esta tarde para poner la contabilidad al día... Por cierto, ¿has conseguido un trabajo en Londres?

Su hermana la miró con una sonrisa de satisfacción y se apoyó en la encimera.

—Por supuesto que sí. Ahora trabajo en un concesionario de coches de lujo y me llevo una comisión francamente interesante. ¿Qué tal está mamá?

Hinata apretó los labios.

—Tan bien como puede estar. Por lo menos, ya no la oigo llorar por las noches... — respondió.

—¿Lo ha superado por fin? Ya era hora —afirmó Hanabi.

Hinata suspiró.

—No creo que lo vaya a superar nunca; sobre todo mientras papá se dedique a pasear con su mujercita nueva por todo el pueblo —declaró—. Además, recuerda que todavía está ahogada en deudas y que va a tener que vender su casa.

Hanabi le dedicó una amplia sonrisa.

—Ahora que mencionas lo de la casa, me estaba preguntando si querrías saber primero las buenas noticias o las malas... He pasado por el despacho del abogado para ofrecer un acuerdo sobre la casa —le informó.

—Pero...

—Prepárate para una sorpresa, Hina. ¡Tengo el dinero para pagar al canalla de nuestro padre!

—No hables de papá en esos términos —protestó su hermana—. Aunque esté de acuerdo contigo, no está bien.

—Oh, vamos, no seas tan pacata... Primero, mamá se lleva el disgusto de la muerte de nuestro hermano y de mi novio en un accidente de tráfico; después, tiene que enfrentarse al cáncer de papá y dedicarse a cuidarlo: y ahora, cuando él se recupera, no se le ocurre nada mejor que separarse de ella y marcharse a vivir con una cualquiera que podría ser su hija.

—No necesito que me lo recuerdes —dijo Hinata, frunciendo el ceño—. Pero, ¿qué es eso de que has conseguido el dinero? No es posible: sólo has estado fuera tres meses.

Hinata quería creer que era posible, pero a pesar de confiar plenamente en las habilidades profesionales de su hermana, dudaba que hubiera conseguido tanto dinero vendiendo coches.

—Digamos que he conseguido un empleo muy bien pagado. Y como ya he dicho, tengo suficiente para pagar las deudas de mamá y lo que se le debe a papá.

Hinata la miró con incredulidad.

—Para eso y para comprarte un deportivo y ropa de diseño, según veo...

La sonrisa de Hanabi se evaporó.

—¿Has visto la etiqueta de mi abrigo?

—No, no he visto la etiqueta, pero cualquiera se daría cuenta de que no es un abrigo normal y corriente —declaró su hermana—. Venga, dime la verdad. ¿En qué clase de trabajo pagan tanto dinero?

—¿Es que no has oído nada? ¿Qué importa eso? He salvado la situación... tengo dinero para acabar con todos los problemas de mamá y para devolverle su confianza en sí misma.

—Para eso haría falta un milagro —ironizó Hinata.

—Pero los milagros son posibles, hermana. Sólo hace falta trabajar mucho y tener capacidad de sacrificio.

Hinata se quedó más perpleja todavía. Su hermana era una buena trabajadora, pero nunca había demostrado ninguna capacidad de sacrificio.

—No te comprendo...

—Como he dicho antes, es complicado. Para empezar, he tenido que tomar prestada tu identidad, por así decirlo.

Hinata se quedó de piedra.

—¿Qué? ¿Mi identidad?

Hanabi respondió con expresión desafiante a la mirada fija de su hermana.

—Tú eres la que tiene título universitario, y necesitaba uno para reunir los criterios de la instancia... pero naturalmente, también tuve que poner tu nombre: si hubiera puesto el mío y lo hubieran comprobado, habrían sabido que lo del título era mentira.

Hinata no salía de su asombro.

—Pero es un fraude...por eso te teñiste el cabello igual al mío— asevero.

—Llámalo como quieras —comentó con indiferencia—. Pensé que merecía la pena y decidí probar, pero luego he empezado a salir con una persona.

—¿Estás saliendo con alguien?

Hinata lo preguntó con tanta sorpresa como alegría. La muerte de Kiba, su novio, que había fallecido en el mismo accidente que su hermano Neji, la había amargado hasta el extremo de que no había vuelto a salir con ningún hombre. Hinata comprendió perfectamente su reacción porque ella también lo quería mucho; Kiba era el hijo de sus vecinos y había llegado a ser un miembro más de la familia y su mejor amigo.

—¿Que si estoy saliendo con alguien? Si no te hubieras fijado tanto en mi abrigo, habrías notado lo que llevo en el dedo.

Su hermana estiró un brazo y le enseñó un anillo con un rubí y un diamante. Por lo visto, se había comprometido.

—¿Te vas a casar?

—Y estoy embarazada,

—¿Embarazada?

Hinata miró el vientre de su hermana, pero no mostraba ningún síntoma de embarazo. Seguía tan liso como siempre.

—¿Y me lo dices ahora? —continuó.

Hanabi hizo una mueca.

—Ya te he dicho que es complicado —se defendió—. Eché la instancia para ese trabajo y no quería que Konohamaru lo supiera...

—¿ Konohamaru?

—Sí, así se llama. Y es un buen partido... un hacendado —contestó—. Les caigo muy bien a todos sus familiares, pero ninguno de ellos entendería que haya aceptado ese trabajo... ni que haya aceptado todo ese dinero con esas condiciones.

Hinata frunció el ceño.

—¿De qué diablos me estás hablando, Hanabi? ¿Qué trabajo es ése? ¿Qué has hecho? ¿De qué dinero hablas?

Hanabi se sentó a la mesa de la cocina.

—Nunca pensé que lo conseguiría. Presenté la instancia por simple curiosidad... y bien pensado, ni siquiera se puede decir que sea un trabajo.

Hinata se sentó en la silla opuesta.

—Pues si no es un trabajo, ¿qué es? No me digas que has hecho algo... inmoral — declaró, asustada.

—Antes de que te conteste, piensa la importancia que tiene ese dinero para mamá. Era su única esperanza, la única solución.

—Dímelo de una vez —ordenó.

—Acepté casarme con un multimillonario ruso.

—¿Cómo?¿Por qué pagaría un hombre por eso? Además, un multimillonario ruso no ofrecería el matrimonio a una don nadie.

—Ese tipo estableció todo como en un negocio, con un contrato, pago por adelantado y un acuerdo de divorcio tras la conclusión del servicio. Buscaba una inglesa atractiva con carrera, así que me ofrecí. Hasta estuve a punto de decirle a sus abogados que conmigo podían tener dos por el precio de una —bromeó.

A Hinata no le hizo ninguna gracia.

—Veamos si lo he entendido bien... has aceptado casarte con un hombre por dinero —afirmó.

—¿Por dinero? No. Hinata, lo he hecho por mamá —puntualizó—. Si no fuera por ella, jamás lo habría aceptado.

Hinata, tensa, pensó en la explicación de su hermana. Todo lo que Hanabi había hecho últimamente, desde dejar su trabajo en Londres hasta ir a casa para ayudar, lo había hecho por su madre, Hana Hyuga. Las dos la adoraban, pero había caído en una depresión profunda y sólo era una sombra de la mujer encantadora, atenta y enérgica del pasado.

Desgraciadamente, las buenas intenciones de las gemelas se habían visto frustradas durante dos años por una serie de acontecimientos desastrosos. Primero, la muerte de Neji, su hermano, y del novio de Hanabi, Kiba, en un accidente de tráfico: después, cuando empezaban a superarlo a duras penas, el diagnóstico de cáncer de su padre.

Hana había sido una roca para toda la familia. El tratamiento del cáncer era difícil y problemático, pero no había permitido que ni sus hijas ni su esposo cayeran en la desesperación. No podía imaginar que unos meses después, el hombre con quien había estado casada treinta años se marcharía con una mujer mucho más joven.

Había sido una experiencia muy traumática, incluso para la propia Hinata. Siempre había creído que su padre era un hombre honrado, pero a pesar de ser contable y de tener un buen sueldo, reclamó a Hana su parte de la casa y de la tienda que llevaba su madre. Una actitud difícilmente excusable, porque la casa la había heredado ella de sus padres y la tienda la llevaba ella sola.

Ahora, sus padres no se hablaban y ellas estaban atrapadas entre dos fuegos.

—Devuelve el dinero —declaró con vehemencia—. No puedes casarte con un hombre al que ni siquiera conoces.

—No, claro que ya no puedo casarme con él. ¡Estoy embarazada de Konohamaru! Y por si fuera poco, quiere que nos casemos antes de dos semanas.

Hinata no se llevó ninguna sorpresa con la declaración de su hermana. Hanabi siempre hacía las cosas así, deprisa y corriendo: que se hubiera enamorado, se hubiera quedado embarazada y tuviera intención de casarse de inmediato entraba dentro de lo normal No tenía paciencia. Y si el sentido común se interponía entre sus objetivos y ella, lo desestimaba.

—Sólo hay una solución. Tienes que casarte con el ruso, Hina: porque si no te casas, no tendré más remedio que abortar.

Hinata se levantó de la silla, espantada.

—¿Pero qué estás diciendo? ¿Que yo me case con ese hombre? Eso no tiene ni pies ni cabeza... ¿Y qué es eso de abortar? ¿Es que no quieres tener el niño?

Hanabi miró a su hermana con cierta exasperación.

—Por supuesto que quiero tenerlo —respondió—, pero no tengo elección... firmé un contrato legal y acepté una cantidad enorme de dinero. Me lo he gastado casi todo y ya no lo puedo devolver. ¿Qué quieres que haga?

Hinata se quedó anonadada.

—¿Que te lo has gastado?

—La mayor parle, en mamá. Bueno, es verdad que también me compré el coche y unas cuantas cosas, pero pensé que me lo merecía por hacer el sacrificio de casarme con un desconocido. Y no me mires de esa forma... ¡Soy yo quien se ha sacrificado por ella! ¡No tú!

—Hanabi...

—No, no, déjame hablar. ¿Qué has estado haciendo tú durante todos estos meses? ¿Lamentarte y comprobar los resguardos del banco? Teníamos que hacer algo, así que no te atrevas a echarme en cara que quisiera casarme con ese hombre para solventar el problema. ¡Necesitábamos dinero! ¡Un montón de dinero!

Cuánto más levantaba la voz Hanabi, más pálida se quedaba Hinata, que dijo:

—No te lo estoy echando en cara. Tienes razón. Necesitábamos mucho dinero... has sido muy valiente al aceptar ese trato. Yo no habría podido. No tengo tanto valor como tú.

—Entonces, ¿a qué viene esto? ¿Es por Konohamaru? ¿Crees que no merezco ser feliz? — preguntó.

—Claro que lo mereces,

—Cuando Kiba murió, pensé que no volvería a encontrar la felicidad. Deseaba haber muerto con ellos en ese coche, Hina... —le confesó, con voz quebrada por la emoción—. Pero he conocido a Konohamaru y todo ha cambiado de repente. Lo amo, quiero casarme con él y quiero tener ese niño. He recuperado mi vida y quiero disfrutar de ella.

Emocionada por las palabras de su hermana, Hinata la tomó de la mano y se la apretó con afecto.

—Claro que sí. Claro que sí...

—Sin embargo, Konohamaru no querrá saber nada de mí si descubre que firmé ese contrato —continuó Hanabi, al borde de las lágrimas—. No lo entendería nunca. Pensaría que soy una especie de ramera... Es un hombre maravilloso, pero también muy conservador.

De repente, Hinata se sintió como si hubieran vuelto al pasado. De niñas, Hanabi se metía constantemente en líos y ella siempre tenía que sacarla de ellos. Más de una vez había cargado con sus culpas, y aunque fuera la menos atrevida de las dos, también era la más fuerte y la menos propensa a desesperarse cuando las cosas iban mal. Hanabi podía resultar sorprendentemente frágil.

—Bueno, Konohamaru no tiene por qué enterarse... —comentó.

Hanabi suspiró, aliviada.

—Mira, Hina, si no te presentas y te casas con ese ruso, tendré que devolver el dinero y no lo tengo. ¿Crees que un hombre como Sasuke Uchiha va a permitir que le engañe?

—¿ Sasuke Uchiha? ¿El multimillonario ruso? —preguntó Hinata, consternada—. Por Dios, pero si siempre está rodeado de actrices y supermodelos... ¿Por qué querría pagar a una desconocida para que se case con él?

—Porque estuvo casado y no salió bien. Esta vez quiere un matrimonio de conveniencia, con todo atado y bien atado —explicó—. Pero no sé nada más... sólo sé lo que me dijo el abogado. Comentó que no deja de ser una simple oferta de empleo; tal vez extraña, pero una oferta de trabajo en cualquier caso.

—¿Un trabajo? —dijo Hinata, mirándola con desaprobación.

—Si te casas con Uchiha, yo podré casarme con Konohamaru, nos quedaremos el dinero y mamá volverá a ser la de antes. El ruso no me ha visto todavía, de modo que no puede saber que no eres la mujer que eligió...

—Eso no importa, Hanabi. Esto es una locura. Por muchas razones que me des, no puedo aceptar.

—Presenté la instancia con tu nombre —le recordó—. Si incumples el contrato, los abogados de ese Uchiha no me denunciarán a mí, sino a ti.

Hinata no perdía la calma con facilidad, pero estalló.

—¡Me da igual lo que hicieras! ¡Yo no firmé ningún contrato!

—Es lo mismo, porque puse tu firma —le informó—. Lo siento, pero estás metida en esto hasta el cuello. Además, puedes tomártelo como si te hubiera tocado la lotería... nunca devolverías el premio. Y no hay otra forma de salvar la casa de mamá. Ningún banco nos concedería un crédito.

—Y aunque nos lo concediera, mamá no podría pagarlo —puntualizó—. Ya no queda nada que podamos vender.

Los pocos muebles y joyas valiosas de la familia se habían vendido para intentar sostener las finanzas de su madre. En cuanto a la casa, estaba hipotecada desde que Hana la utilizó para conseguir la suma necesaria para abrir una tienda en el pueblo: ahora la casa estaba en venta, pero los tiempos eran difíciles y nadie la compraba.

En el silencio incómodo que siguió. Hinata se levantó del asiento.

—Está lloviendo. Le prometí a mamá que iría a buscarla si empezaba a llover — declaró.

Salió de la casa, se subió al coche destartalado de su madre y arrancó. Cuando aparcó el vehículo delante de la tienda, vio que una morena muy atractiva salía del establecimiento con un paraguas. Al reconocerla, le saltaron todas las alarmas.

Era Anko Mitarashi, la novia de su padre.

Caminó a toda prisa hasta la puerta y entró.

—¿Qué estaba haciendo esa mujer aquí?

Su madre tenía los ojos llorosos. Le temblaban las manos y estaba muy tensa.

—Ha venido a hablar conmigo. Me ha dicho que no se atrevía a pasar por casa... pero al menos ha tenido la delicadeza de esperar a la hora de cierre.

Hinata maldijo para sus adentros la cortesía de su madre. Le parecía increíble que fuera tan amable con Anko.

—No tienes por qué hablar con ella. Es asunto de papá, no tuyo, y debería mantenerse bien lejos de lo que no le concierne.

—Ha dicho que nuestra disputa legal sólo servirá para que los abogados nos cobren más a todos —murmuró.

—¿Eso ha dicho? ¿Y qué quería exactamente?

—Dinero. Lo que todavía lo debo a tu padre —respondió—. Y me temo que tiene razón... el tiene derecho a una parte de la tienda y de la casa. Pero, ¿qué puedo hacer? No me queda nada.

—No tenía que venir a verte. No has debido hablar con ella.

—No te preocupes; es una joven muy decidida, pero no me asusta. Sin embargo, preferiría que no te involucraras en esto. Es posible que tu padre se case con ella y que funde una nueva familia... si tomas partido ahora, te complicarás la vida más tarde.

Hinata la tomó de la mano.

—Mamá, yo te adoro. Odio verte en esta situación.

Su madre le dedicó una sonrisa.

—Ya lo superaré: seguiré adelante con mi vida, como Anko dice. Pero ahora no puedo, cariño. Sigo enamorada de él, y eso es lo peor de todo, que no puedo cambiar mis sentimientos.

Hinata abrazó a su madre. Aquella situación era profundamente injusta para todos.

Añoraba los tiempos felices, cuando estaban juntos.

—Tengo buenas noticias, mamá.

—¿Buenas noticias?

—Hanabi ha vuelto a casa y me ha dicho que se va a casar.

Hana la miró con asombro.

—¿En serio?

—Sí. Además, se nos ha ocurrido una forma de conseguir el dinero que necesitamos. Ya no tendrás que vender la casa.

—No es posible...

—Lo es. A veces se producen milagros, mamá.

Hinata se quedó perpleja ante su propio atrevimiento. Siempre había sido la hermana sensata, la que nunca se arriesgaba ni hacía cosas impulsivas, y ahora estaba mintiendo a su madre; pero la familia era lo primero y debía hacer algo por ayudar, amaba enormemente a su madre y haría lo fuera necesario por ella y si con eso conseguía aligerar aunque fuera un poco las cargas de su madre estaba dispuesta a cometer la locura más grande que hubiese hecho en su vida. Todavía no estaba convencida de que Sasuke Uchiha fuera la solución, pero empezaba a considerar seriamente la posibilidad.

Minutos después de que saliera de la tienda, su hermana la ayudó a tomar una decisión. Hinata estaba preparando la cena en la cocina cuando se acercó a ella y le susurró al oído:

—He recibido una llamada del abogado del ruso mientras estabas fuera. Uchiha ha decidido conocerme antes de la boda... ¿Qué vas a hacer, Hina? No podemos esperar más.

Hinata pensó en el niño que Hanabi llevaba en su vientre y supo que, si ella no aceptaba el trato, tendría que abortar y su madre también estaba por medio.

No podía causarle ese dolor a su propia hermana, ni complicar o tal vez arruinar su relación con Konohamaru. Aún recordaba lo mal que lo había pasado ella misma cuando se enamoró en secreto de Toneri, uno de los novios de Hanabi. Desde entonces, todas sus relaciones amorosas habían sido un desastre; no sabía tratar a los hombres y se pasaba la vida sola.

Debía tomar una decisión: aceptar el matrimonio con Sasuke Uchiha, que atentaba contra todos sus principios, o dejar en la estacada a Hanabi y renunciar a la única posibilidad de salvar a su madre; porque el dinero no le devolvería a su marido, pero la ayudaría a superar la pérdida y a mantener la casa y el negocio, tan necesarios para su futuro.

No tenía más remedio que aceptar. Casarse con un desconocido seria todo un reto, pero el sacrificio merecía la pena.

Por fin, tomó la decisión y le dio a Hanabi la respuesta que quería escuchar.

—Me casaré con él.

Continuara…

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Bueno cuéntenme que les ha parecido este primer cap. Me gustaría darles de antemano muchas gracias por sus reviews, no siempre los contesto por falta de tiempo, pero si los leo y me hacen muy feliz.

Capítulo dedicado a clarity-chan; fiel seguidora de mis historias.

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Pd: perdón si tiene errores ortográficos…

Besos, hasta la próxima…

Hinata Uchiha21 ¡fuera!