Advertencia: Este fic es para mayores de 18 años.
Saint Seiya y todos sus personajes son propiedad del sensei Masami Kurumada.
Este fic es un homenaje a los personajes que llenaron de emoción mis ratos frente al televisor.
Seiya, Shun, Hyoga, Shiryu e Ikki
Son los que le dan alas a mi imaginación, para mi son lo mejor que Kurumada creó.
¡Arriba caballeros de bronce!
¡Que sus cosmos ardan al infinito!
¡Larga vida a los caballeros de Atena!
¡SantaManiaCaballeresca!
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¿Quiénes somos?
Capítulo 1: Amnesia
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Despertar
Una intensa luz lo ciega. Alguien sujeta su mano.
-¡NO ME SUELTES!- le grita.
Se sujeta con todas sus fuerzas.
Aquella intensa luz se hace aun más brillante. Le es imposible mantener los ojos abiertos. Una extraña energía lo envuelve, como si estuviera atrapado en una corriente de agua.
-¡NO ME SUELTES!
Aquella voluntad insiste en separarlos, luchan hasta el último aliento pero terminan vencidos. Las manos se sueltan y son arrastrados a lugares distantes.
Los gritos de desesperación por parte de ambos llenan el ambiente. Abre sus ojos a la hiriente luz en un esfuerzo por encontrarlo pero es inútil. Ya ha sido llevado muy lejos.
De pronto la luz se apaga y está en la completa oscuridad.
Siente que cae.
Oscuridad…frío…mucho frío…soledad.
-Descansa en paz caballero de Atena
Oscuridad…silencio…soledad.
Siente dolor.
Un indescriptible dolor.
Le duele la cabeza, un zumbido proveniente de ella lo atosiga. Todo le duele.
Con dificultad abre los ojos, se mueve pero por más que intenta no logra enderezarse. Al despejarse los sentidos se da cuenta que esta cubierto de cables y sondas.
Una voz de alerta. Una enfermera, que se a dado cuenta que ha recobrado el conocimiento rápidamente llama a los doctores, los cuales acuden a tropel.
Confundido trata de entender la situación. Los galenos lo interrogan pero el no es capaz de contestar nada. Empieza a sentir miedo. Cada pregunta sin respuesta es una punzada para su alma.
Y le duele tanto la cabeza.
-¿Dónde estoy?- Los interroga.
Las voces de los doctores le suenan distorsionadas y lejanas. La cabeza le taladra. Casi no puede concentrarse. Sólo pesca algunas palabras, que esta en un hospital en Rusia, en el área de pacientes en coma, que lleva más de cinco meses allí.
El dolor de cabeza es demasiado intenso. Se lleva las manos a ella mientras se encoge en posición fetal.
Alguien le inyecta un sedante. Es conducido a otra habitación con el fin de hacerle más estudios. Mientras lo preparan para sacarle una tomografía, el narcótico lo empieza a dormir.
-¡HYOGA! ¡NO ME SUELTES!
Es lo último que escucha. Una voz desesperada que le grita desde lo más profundo de sus recuerdos.
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Un nuevo hogar
Con temor un joven de rubios cabellos sigue a la hermana Marie que lo guía dentro de un hospicio mostrándole todo el lugar. Aquí vivirá. Mientras la sigue y escucha atentamente las reglas, la cabeza le duele un poco. Tiene la impresión de haber vivido algo como esto. Entre sus brazos lleva una bolsa de plástico con todas sus pertenencias que son sólo una muda de ropa. En su pecho cuelga un rosario cuya cruz es dorada.
La religiosa lo deja en una habitación diminuta. En cuanto se encuentra solo, el joven se sube a la cama y abraza sus rodillas. Cuando suena la campana para avisar que la comida esta servida todo mundo sale menos él. Una hora más tarde la monja que lo recibió le lleva algo de comer.
-¿No estas de humor?- Le pregunta.- Por ser nuevo te dejare comer aquí pero mañana tendrás que seguir todas las reglas.
El joven la mira, sus ojos están llenos de miedo y tristeza. La hermana Marie le brinda una sonrisa tratando de confortarlo.
-Anda, come. –Y de nueva cuenta lo deja solo.
La monja volvía a sus deberes cuando se topa con la mirada regañona de la madre superiora Camila y la sonrisa del padre Abraham.
-Tan pronto y ya lo andas consintiendo.- La regaña la superiora.- Debe de obedecer las reglas. Sólo se come en el comedor y la hora de la comida. Ya hemos sido bastantes condescendientes al otorgarle un cuarto sólo para él.
-Perdóneme, es que se ve tan asustado. Me parece un niño perdido.
-Y lo es.- Dice el padre.- No la regañe madre superiora que él es un caso especial. Deje que lo consienta. Pues como la hermana dice es un niño perdido.
-Pues es un niño bastante grandecito. Como que varias de las novicias están reconsiderando el ordenarse y otras tantas monjas se arrepienten de haberlo hecho.
El padre deja escapar una sonora risa por el comentario de la madre. –No se preocupe que dudo que él este de humor para perseguir novicias.
-Yo no lo dije por él. Cuando lo vi me encomendé a todos los santos voy a tener que protegerlo de todas las mujeres que hay aquí.
-Tiene razón.- Dice la hermana Marie.- Por que aparte de atractivo, con esa carita de desamparado roba suspiros a cualquiera. –Ante esas palabras la observan la madre enfadada; el padre divertido. –¿Qué? soy monja no ciega.
-Ya ve lo que le digo. No se si hicimos bien en recibirlo.
-Él no tiene la culpa, además, ¿quién más iba a recibirlo? Hyoga tiene amnesia. Es natural que este deprimido, asustado y confundido. Su vida ha desaparecido, depende totalmente de la caridad de los extraños.
-¿Sufre de amnesia? Pero ¿entonces él no sabe quien es?
-Sus recuerdos no llegan más allá de los 8 años. Por eso sabe que se llama Hyoga.
-¿Qué no tiene familia?
-Nunca conoció a su padre, su madre murió en un accidente y después estuvo en un orfanato. Todo después de eso esta borrado. No se sabe que le paso, lo encontraron herido e inconsciente en la nieve. Sufría de hipotermia severa y los doctores consideran que es un milagro que este con vida por que a decir verdad estuvo en coma varios meses.
-Pobrecito.- Dice la monja.
-Por algo nos lo mando el señor. Después de todo lo cuidaremos con mucho amor. Como a todos los demás.- Dijo la madre superiora.
En efecto este sitio es un albergue para personas sin hogar, enfermos, ancianos, pobres, niños abandonados. Todas esas almas encontraron refugio bajo el amparo y protección de los religiosos y voluntarios que se encargan del lugar.
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Sueños: Fragmentos de imágenes
Las nubes pasan veloces.
No. Es él, quien se mueve. Está en vehiculo que se mueve. Está sentado en el asiento posterior. Se talla los ojos con sus pequeñas manos. Se había quedado dormido. Hay dos hombres vestidos de negro, sentados en los asientos de en frente, el chofer y junto a él se encuentra un hombre calvo. El niño bosteza aburrido, contempla el cielo a través de la ventana y nuevamente vuelve a quedarse dormido.
Todo esta borroso. Hay niños corriendo tras un balón de fútbol. Un niño castaño. Muchos niños más.
Luego nieve. Mucha nieve y frío. Un hombre de larga cabellera que le da la espalda.
Sabor a manzana y naranja. Risas.
Una luz cegadora. Gritos, gritos agónicos. Alguien grita con todas sus fuerzas su nombre. Lo llama desesperado. No quiere perderlo.
-¡NO ME SUELTES! … ¡HYOGA! … ¡HYOGA! … ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ! ! ! ! ! !
El despertar. Con un horrible dolor de cabeza. Y el rubio se angustia por las voces que escuchó en sueños.
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Sólo podemos quererlo mucho
Sentado en un rincón del patio, abrazando sus rodillas se encuentra un desmemoriado joven rubio. Con mirada siempre triste y distante. Está demasiado deprimido y abatido. Tanto que a todos les parece un pajarillo herido.
Las monjas van y vienen atareadas en sus faenas diarias, hay enfermos que atender, comida que hacer. Cuando pasan cerca de Hyoga no pueden evitar detenerse a acariciarle el cabello, antes de volver a sus labores.
Todos van y vienen a su alrededor, monjas, sacerdotes, doctores, voluntarios. El lugar es muy bullicioso y acogedor. Pese al frío de Rusia, dentro del asilo siempre hay un poco de calor. Aun en el patio. Tal vez por la cantidad de gente que se mueve.
Los religiosos cubren de mimos a Hyoga, pues el chico siempre se siente mal, el dolor de cabeza no lo deja descansar. Pero también se debe a los estudios que le han hecho, pues físicamente no tiene nada. No hay lesión cerebral que explique su amnesia, ni el dolor. Alguien supuso que tal vez el chico este somatizando un evento traumático, que todo es psicológico. Lo encontraron en la nieve, sumamente golpeado y con huesos rotos. Eso no fue lo único que apareció en sus radiografías. Pues estas mostraban que muchas veces había sido herido, tal vez golpeado con saña. Heridas de tiempo atrás que sanaron y dejaron marcas en sus huesos. También tiene muchas cicatrices en la espalada.
Por eso creen que su amnesia se debe a que no quiere recordar. El dolor de cabeza es un esfuerzo desesperado del inconsciente por mantener esos recuerdos ocultos.
De pronto un grito, una voz que da la alarma. Hyoga se ha desplomado, el dolor de cabeza es tal que se lleva las manos a ella. La gente se arremolina a su alrededor, otra vez está teniendo un episodio. A veces estos son tan fuertes que ha llegado a vomitar y a perder el conocimiento.
El chico no es consiente de que lo cargan para llevarlo a su habitación. En su cabeza todo se nubla y sólo oye gritos desesperados y de dolor. Gritos que le angustian pues son un eco de su último recuerdo, voces agónicas que su cabeza no recuerda pero que el corazón sabe que le son importantes pues se le clavan como alfileres.
Le hacen beber un té y luego lo meten a la cama, lo arropan con mucho cuidado y se quedan con el esperando que pronto se quede dormido como generalmente sucede. Conforme los gritos de su mente se callan, el rubio se va dando cuenta de los cuidados, los ojos se cierran pues los parpados se sienten pesados. Aun así salen lagrimas.
-¿Volviste a escuchar los gritos? –Le pregunta la hermana Marie.
-…Sí…- contesta en un susurro.
-Ya paso…trata de dormir. Te prometo que aquí todos te vamos a cuidar.
Ante todo por lo que esta pasando el joven, lo único que pueden hacer las monjas es quererlo mucho.
Y mientras se va quedando dormido Hyoga da gracias de que alguien lo cuida.
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Sueños: Manzanas y cítricos
Un aroma placentero … está envuelto por un perfume de paz.
Esto es tan agradable … es calido … y el aroma … instintivamente se acomoda, extiende los brazos para rodearlo, hunde el rostro en ese perfume que le resulta adictivo y siente que lo abrazan con mucha delicadeza.
Mucha luz, demasiada, no le permite ver con claridad.
Ventanas por las cuales entra la luz. Nubes pasando. Y risas, como ríen. ¿Está en un autobús? Descansa en el pecho de alguien. Huele delicioso, a sudor y cítricos, realmente le resulta embriagador. Y es tan suavecito, tan cómodo.
Una discusión acalorada y muchas risas. Discusión de asiento a asiento. Hyoga por estar en el regazo no puede ver su rostro. En los asientos junto a ellos se encuentran los dos con los que está discutiendo la persona que lo tiene abrazado. Pero la luz de la ventana tras ellos no le permite verlos bien.
-Me los acabe todos. Me los acabe todos. –Festeja uno.
-Malvado, sabes que me encantan los Takoyakis. –Dice el que lo tiene en brazos y lo estruja. Adiós a la comodidad.
-¿Acaso nos diste chocolate? ¿No verdad? Tú y Hyoga se los comieron todos y no nos dieron.
-Es diferente.- Alega enderezándose y pasando el brazo alrededor del cuello de Hyoga. Ahorcándolo sin darse cuenta.
-¿En que? ¿Tú puedes ser tacaño con tus chocolates y nosotros no podemos ser díscolos con los takoyaquis?
-Sí, sí puedo. Porque yo no anduve presumiendo los chocolates como ustedes sus Takoyaquis.- Refuta aquel que trae al rubio entre sus brazos, como si fuera de trapo.
-La maldad máxima.- Dice un chico pegado a la ventana. Su pelo es muy largo. – Todavía nos quedan takoyaquis.
-No puedo creer que sean tan crueles. –Hyoga es azotado contra el asiento, aquel chico quiere pasar encima de él. –¡Se los comieron frente a mi! ¡No puedo creer tanta maldad! –Se escuchan las risas de los otros.- Pues que les aprovechen sus takoyaquis.- Dice nada enterado que esta aplastando a Hyoga.
-Mira que sabían muy ricos.
-Los más deliciosos que he probado.
-¡Ojala que se indigesten!
-¡Y que tus chocolates te saquen barros!
-Para que lo sepan, a mi también me queda comida. Tengo una manzana cubierta de caramelo y no les voy a dar.
-Nosotros también traemos manzanas. –contestan.
-Ya me hartaron, par de montoneros. Que destino tan cruel vine a sufrir con ustedes.
-Pues sabes que, le damos gracias a la vida por no reencarnar como tu pato de peluche.
-Yo no se como te aguanta.
-¿Aguanta? …
- Pues no es nada ligerito.- Contesta el rubio.- No debo dejar que mi niño coma tanto chocolate, lo vuelve demasiado hiperactivo.
-¡Por Atena! –Se acaba de dar cuenta que está encima de un aplastado y zarandeado rubio. -¡HYOGA!
De nueva cuenta es jalado hacia el regazo. Aquel lo abraza con fuerza, sus verdes cabellos le pican la nariz.
-Perdón, perdón, perdón. – Y no se da cuenta que Hyoga necesita respirar, lo esta aplastando otra vez en la fuerza de su abrazo. Afortunadamente la euforia le pasa rápido. -¿Quieres manzana? La compre especialmente para ti. Se que te fascinan.
Se acomodan en el asiento, aquel se recarga en la ventana y lo jala hacia si. Hyoga se gira para acomodarse mejor. El otro lo rodea con sus brazos.
Y aquella manzana pasa frente a él, mientras le quitan la envoltura. Su dulce sabor y el aroma de cítricos que despide aquel muchacho es lo último que siente antes de que una poderosa luz lo ciegue y que el agudo dolor de cabeza lo invada.
Escucha gritos agónicos.
Es demasiado el dolor. Tanto que grita
-A la cuenta de tres despiertas Hyoga. 1,2,3
Su respiración es agitada, se siente fatal y el doctor toma sus signos vitales. Está en el consultorio del psicólogo. Otra vez tuvo una sesión de terapia de hipnosis que termino igual que las otras, cada vez que intentan acceder a los recuerdos bloqueados sufre un fuerte ataque de dolor. Pero al menos esta vez tuvo una visión hermosa.
-Tranquilo. – le susurra el padre mientras con delicadeza le seca las lagrimas. El pobre chico está temblando y suda frío.
-Descansa Hyoga. –Le dice el doctor. – Te traeremos un café.
Ambos hombres salen para darle tiempo de recuperarse y para hablar.
-Definitivamente el dolor es psicológico, cada vez que se cuestiona por el pasado aparece el dolor como una barrera que le impide pensar.
-Nosotros suponemos que vio algo tan horrible que no quiere recordar.
-Es una posibilidad. Quise llevarlo a un momento donde se sintiera seguro y feliz, un sitio cómodo que quisiera explorar, con personas que ame, pero el dolor lo invadió con más fuerza. Hasta le bajo la presión. Fue como si algo muy adentro de él no los quisiera recordar. Como sea, está va a ser la última sesión.
-¿La última?
-No creo que sea bueno abrir la caja de Pandora, si realmente le sucedió algo tan traumático que el mismo ha bloqueado sus recuerdos, hacerlo enfrentarlo podría llevarlo a la locura y por otro lado, su organismo no soporta las sesiones. Su pulso se altera demasiado, se pone muy mal. –Dice mientras le agrega bastante azúcar al café. –Dejemos pasar el tiempo y veamos que pasa. Que se estabilice emocionalmente. Se que les preocupa la profunda depresión que padece. Pero es normal considerando la situación y no siento que necesite medicamentos. Manténgalo ocupado, que no tenga tiempo de pensar en el pasado, para que las migrañas disminuyan.
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Voces en la oscuridad
-¿CÓMO PUEDES HACERNOS ESTO?
-¡HYOGA! ¡NO ME SUELTES!
-¡HERMANO!
-¡HYOGA! ¡HYOGA! ¡ ¡ ¡ ¡ ¡ ! ! ! ! !
El joven rubio se despierta alterado. El corazón late como mil latidos por segundo. Le cuesta trabajo respirar. Suda frío. Esas voces, esos gritos desesperados. Las lagrimas acuden a sus ojos y se maldice por haberse soltado.
Sólo hay gritos, no puede ver nada. La luz es demasiado brillante, alguien estaba con el, lo sujetó con todas sus fuerzas desesperado para que no se lo arrebataran. Y Hyoga llora todas las mañanas por que se soltó. Por que escucha esa voz llamándolo con todas sus fuerzas, opacando todas las demás voces. Incluso la suya propia que también lo llama a gritos cuando esa fuerza se lo lleva en contra de su voluntad.
La cabeza le empieza a doler. Cada mañana cuando se interroga sobre ¿quién es? ¿qué fue lo que paso? ¿quién es el que no lo quería soltar? La migraña lo ataca de tal forma que siente que la cabeza se le parte. Es tal el dolor que se retuerce entre las mantas. Ha llegado a creer que es un castigo de algún dios vengativo. El dolor lo obliga a negarse la búsqueda del pasado. Lo obliga a pensar en el presente y en el futuro, sólo así se calma. Así pues, Hyoga se dice mentalmente todas las actividades que tiene que hacer durante el día. El dolor pasa y el joven rubio se levanta al escuchar las campanadas. Da gracias al dios misericordioso que lo trajo aquí. Sea como sea, tiene techo, comida y sobre todo, personas compasivas que cuidan de él. Rápidamente se asea, se arregla, se pone el traje negro de seminarista y acude a preparar todo para la misa.
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Un ángel perdido
Un chico de tristes ojos azules va siguiendo al padre por las callejuelas del poblado. Se ha vuelto habitual que lo acompañe a todos lados; por lo que ya es popular. Es difícil no quererlo, el rubio es bastante retraído y temeroso, pero es tan bello que ese carácter sólo hace que lo quieran más.
Entran al mercado y se detienen a comprar algunas cosas.
-Padre ¿cómo pudo hacernos esto?- Le reclama una señora ya mayor y dependienta de la tienda.
-¿Hacer que?- Pregunta preocupado el padre.
-Le cortó el cabello a Hyoga.
En efecto el chico ahora trae el cabello corto.
-Lo perdonó sólo por que se ve muy guapo.
-Menos mal, pensé que me ibas a linchar.
Con una gran sonrisa aquella mujer le entrega el paquete de compras a Hyoga y algo más.
-Espera Hyoga, aquí hay unos dulces que tienen tu nombre.
-Gracias.- Contesta tímidamente el chico, habla tan quedo que apenas sí se oye.
De ahí el padre sigue su camino hasta llegar a una vecindad.
-Padre ¿cómo pudo hacernos esto? –Expresa el joven portero al verlos llegar.
-¿Te refieres al corte de pelo de Hyoga?
-Está viendo la jauría de mujeres que suspiran por él, y usted le corta el cabello para que se vea todavía más lindo. Uno de estos días se lo van a robar.
-Pobre de la que lo intente, se tendría que enfrentar a la furia de la hermana Marie y a la dragona de la madre Camila.
-Eso es cierto.- Dice entre risas.- Padre Abraham ¿vino a ver al señor Nicolai?
-Sí … -el padre voltea a hablar con Hyoga.- Espérame aquí, voy a confesar así que no se cuanto me tarde. ¿Te lo puedo encargar, Ivan?
-Claro padre.
Momentos después, tras terminar sus deberes cristianos, el padre Abraham sale y contempla al chico rubio que está sentado en las escaleras, bajo la supervisora mirada de Iván. Junto a Hyoga hay una niña que le está leyendo un cuento con dificultad. La pequeña se traba mucho con las palabras largas.
El padre sabe que frente a sus ojos se está obrando un milagro. Le parece que Hyoga es un ángel caído del cielo. Tardo en darse cuenta de este fenómeno. La gente quiere al muchacho, es algo más que la simple simpatía que les despierta por lo desamparado que luce. Pues aun la gente más huraña le sonríe. Es como si escucharan una voz en sus cabezas que le pide que lo protejan.
Como si fuera una necesidad imperiosa.
Esto va más allá de la caridad que las personas siempre muestran, es algo mágico. Lugar al que entra con él, lugar que se llena de paz. Todos reaccionan a su presencia y a sus necesidades. Si están discutiendo se calman para no asustarlo, si están charlando lo unen a la platica aunque este no diga nada, si sienten que hay algún peligro de inmediato lo ponen bajo resguardo, si sucediera algo y ya no pudiera quedarse en el hospicio varios lo recibirían con gusto en sus casas.
-Gracias por cuidarlo Iván.
-Descuide padre.
-¿Ya se lo va a llevar?- Chilla la niña.
-Tiene que volver a casa.- Le explica Iván.- Vamos despídete.
La niña no quiere, está a punto de hacer berrinche, pero Hyoga se le adelanto dándole unos dulces.- Hasta luego.- Dice tímidamente.
-Vuelve pronto Hyoga. –Responde la niña de mala gana.
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Un futuro para un chico desamparado
-Demos gracias al señor.- Exclamo la madre superiora aliviada después de contar el dinero.- Este mes nos alcanza para comprar las medicinas, comida y hasta un par de mantas.
-Gracias señor, por la idea del padre de poner a Hyoga a cargo de la mesa de caridad.
-¡Hermana Marie! – Exclamó la madre superiora.
-Pues es verdad. Lo ponemos a vender y todo se nos acaba, lo ponemos en la mesa de caridad y recibe muchas donaciones, desde que ayuda con la misa la iglesia se llena de devotas y todas sonríen cuando pasa con la charola de la limosna.
-Hermana todo lo recibido es por bendición del señor.
-Claro, no dudo que el señor nos lo mando, por eso el padre al terminar la misa nos recuerda que Hyoga va a estar en la mesa de caridad esperando todas las amables donaciones y vendiendo el rompope.
-¡Hermana Marie!
-No la regañe madre Camila.- Dice el padre entrando.- Que a fin de cuentas no está diciendo mentiras.
-Pero padre…
-Sabe cuantas pegaron el grito en el cielo, por que Hyoga entro de oyente al seminario. (Por no mencionar todas las que se confiesan a la semana por tener pensamientos impuros hacia el rubio).
-Estoy segura que muchas. –Dijo la hermana Marie con singular alegría.
-Me he cansado de explicar que si metí a Hyoga al seminario fue por que el chico necesita un lugar donde lo eduquen, necesita leer, distraerse en algo. Si no mantiene su mente ocupada la migraña lo ataca.
-Es verdad.- Confirmo la madre superiora.- Desde que va al seminario las migrañas han ido disminuyendo.
-Pero nunca pensé que se haría tanto escándalo. –Prosiguió el padre
-Es que es muy guapo.
-Pues hoy lo confirme, ya me regañaron por que según estoy encaminando a Hyoga como sacerdote cuando el chico probablemente no tenga vocación.
-¿Lo regañaron?
-Pues tuve que explicar la situación de Hyoga y el señor obispo coincide con todas las damas del patronato. Hyoga tiene que ver el mundo y ya se están moviendo influencias para colocarlo en una escuela. Que estudie para que no vea como única opción el sacerdocio.
-Alabado sea dios, mis oraciones fueron escuchadas.
-¡Hermana!
-Sí es una buena noticia.- Dijo ella.- que estudie y se haga doctor, arquitecto, modelo, actor o lo que sea. Si ya teniendo opciones el señor lo llama al sacerdocio, pues muchas tendrán que resignarse.
-Cuando entre a estudiar ya no lo tendremos en la mesa de caridad.
-Dios bendito.- Exclama la madre superiora.- Se acabo la época de las vacas gordas, voy a ponerme a rezar el doble.
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Los que te buscan
Como todos los días el joven rubio esta muy ocupado, tiene muchos deberes, hace los preparativos para la misa, después ayuda a las monjas con los enfermos, más tarde acude a clases en el seminario, está en la mesa de donaciones.
Tiene la tristeza metida en el alma pues, algo le falta, a alguien añora con todo su corazón, mas al hacer todas estás cosas lo ayuda. Se siente útil y agradecido por haber caído en este lugar.
Cuando el señor obispo llega, lo encuentra sentado en la mesa de caridad, vistiendo la túnica negra que hace resplandecer aun más en su pecho la cruz del norte. Está entretenido leyendo un libro acerca de la vida de un santo o algo así. Lo mira con escudriño por varios minutos pero Hyoga por estar concentrado en el libro no se da cuenta.
-¿Te llamas Hyoga, verdad?
-¿Eh? … ah sí, perdón estaba distraído.
-Descuida. Hyoga es un nombre muy peculiar, nunca lo había oído, ¿sabes por que te llamas así?
-Es japonés, mi madre me puso así por que mi padre era originario de aquel país.
-Ya veo, voy a pasar a hablar con el padre.
-Claro, está en las oficinas.
El padre y el obispo hablaron por largo rato. El asunto es serio, cuando trataban de tramitarle documentos para ingresarlo a alguna escuela, alguien dio con una pagina web. Aparentemente Hyoga es el hijo extraviado de una prominente familia en Japón.
El señor obispo sale acompañado del padre, quien le ha pedido hacerse cargo de comunicarse con aquellas personas que lo buscan.
Después, contrariado el padre Abraham se reúne con el rubio.
-Hyoga … ¿eres feliz aquí?
-Sí.- Responde con una gran sonrisa pese a que sus ojos lucen tristes.
Al padre le duele el corazón, esa sonrisa casi lo convence de decirle al señor obispo que se equivocan. Sin embargo la tristeza en los ojos azul claro del chico son los que le dan la fuerza para comunicarse con la tal familia Kido que lo busca y es que, aunque su mente no los recuerde, Hyoga extraña a la gente con la que vivió antes. Su corazón los añora y eso cualquiera lo puede ver en sus ojos.
Cuando todo esto le fue informado al joven rubio, este no supo que decir. Está amnésico y desamparado; y ahora resulta que hay una familia acaudalada que lo está buscando.
Hyoga no puede creerlo, pero en las manos tiene las impresiones de aquella pagina web. Perdido contempla su rostro en aquellas fotos, aunque no se siente aquel chico, le parece ver a otra persona, a alguien aguerrido y valiente, cosa que no es él; pues es muy tímido y miedoso.
Se hizo un gran escándalo en el pueblo cuando se supo que alguien venia a llevárselo. La hermana Marie fue la que dio el grito mayor, alegó que debía haber una confusión.
Dos días después, un lujoso auto se estaciono frente al albergue. Un hombre calvo vestido de negro, seguido por otros que parecían sus guardaespaldas hablaron largo y tendido con el padre antes de entrevistarse con Hyoga.
Si ya el lugar estaba hecho un polvorín de personas que no querían que se lo llevaran, al ver las pintas de esos tipos, casi sacan las antorchas. Los acusaron de roba chicos, malas personas, feos, torturadores. Sentían que si entregaban a Hyoga lo exponían a las fauces del lobo. Alegaron que el puro, dulce, frágil e inocente Hyoga, no se sabe defender de la gente malvada. Se menciono lo salido en sus radiografías, el hermoso chico había sufrido abusos, ¿que tal si se había escapado de esos tipejos?
Claro que Tatsumi hizo caso omiso al escándalo generado por su llegada, miro con desden y desprecio absolutamente todo y su traductor fue el que se hizo cargo de hablar con el padre y el obispo.
Tras mostrar los documentos que comprueban que efectivamente Hyoga es un huérfano adoptado por la familia Kido. Fue llevado a la habitación de este, pues Tatsumi y su principal escolta querían entrevistarse a solas con el chico para comprobar que efectivamente se trata del mismo.
En su pequeña habitación, el rubio se encuentra sentado a un costado de la cama. Tatsumi sonrió burlonamente al verlo vestido como religioso. Esa sonrisa no le gusto nada a Hyoga, pero no se comparó al desagrado que le provocó el ser observado tan maliciosamente por el que parecía ser la mano derecha de aquel. Por lo que temeroso bajó la mirada.
Tatsumi lo tomó del mentón y lo forzó a mirarlo. Efectivamente se trata de Hyoga caballero de Cygnus y a la vez no. No es el mismo, no hay ni un rastro del aguerrido joven que antes era. Ni siquiera cuando era pequeño lo había visto con tanto miedo, al contrario en aquel entonces tenia una mirada testaruda y rebelde. Siempre fue un problema, siempre fue voluntarioso. Pero ese Hyoga parece que ha dejado de existir, el Hyoga que está frente a él, es un manso cordero que tiembla de miedo. Ni siquiera logró reunir el valor suficiente para impedirle tomar su cruz cuando en otro tiempo lo mataría por este infame acto.
Sabia que podía adueñársela sin que él luchara.
Suspiro molesto, este Hyoga es muy conveniente para él y a la vez es un desastre. Tal vez no le sirva para nada, pero se negó a perder las esperanzas.
-Toma.- Dice devolviéndole su cruz y a la vez le entregó un álbum de fotos. –Todos son huérfanos adoptados por los Kido. Son las personas a las que llamabas hermanos.
Lo ojeo todo aunque eso le produjo un intenso dolor de cabeza, pero ahí estaba él, junto con otros chicos en las fotos, las palabras de Tatsumi le hicieron eco profundamente "hermanos". Aunque no necesitó escucharlo, con sólo verlos le dio un vuelco el corazón.
-¿Me llevaras con ellos?
-Eso depende de ti.
-¿De mí?
-Si quieres verlos los verás, pero hablaremos después. Arreglare todo para que vuelvas a Japón.
Verlos partir sin el rubio, hizo que los ánimos se calmaran un poco. Iba a pasar un mes antes de llevarse a Hyoga y es que Tatsumi tenia muchas cosas que hacer, habló con los doctores que atendieron a Hyoga, pues quería tener todos sus documentos médicos en orden, además estuvo investigando el sitio donde lo encontraron y aparentemente se tenían que hacer muchos preparativos en casa también. Durante esos días, aquel hombre calvo, representante de los Kido, nunca se paro por el hospicio, aunque si dejo a alguien a cargo de "cuidar" a Hyoga.
A todos les pareció raro que un representante de la "distinguida familia Kido" fuera quien se hiciera cargo de venir por el "amado hijo extraviado". Sobre todo la tardanza en llevárselo, ¿por qué tenían que preparar tantas cosas para recibirlo en casa? El mismo padre busco a Tatsumi para externarle sus dudas, pero este le explicó que aunque Hyoga porta el apellido Kido, al fin de cuentas no es más que un recogido por caridad. Esto molesto sumamente al padre pero Tatsumi no le dio importancia.
-La verdadera familia de Hyoga, son los otros recogidos a los que llama hermanos. El apellido y la familia Kido siempre le importo poco a ese muchacho, y si usaba el Kido, era sólo porque los otros lo portaban.- Fue la respuesta que recibió del traductor de Tatsumi.
El padre Abraham regresó al asilo con la rabia en las entrañas, está seguro que el interprete uso palabras mucho más educadas, a las groseras y sobretodo cargadas de desprecio con que Tatsumi habló de Hyoga. Como si fuera algo sin importancia. Como si el chico no valiera nada.
Cuando cruzo el umbral del asilo, lo primero que vio fue a Hyoga sentado en un rincón hojeando aquel álbum. A estas alturas ya lo había presumido a todo mundo. El rubio es la imagen de la felicidad. A muchos se les encogía el corazón, después de verlo tan contento por esas personas, aun la testaruda de la hermana Marie aceptó que lo tenia que dejar ir.
El padre Abraham se sentó junto a Hyoga y le pidió que se lo mostrara una vez más. Todas son fotos hermosas con jóvenes radiantes, llenos de felicidad. En varias hay un peliverde o un castaño pasando sus brazos alrededor del rubio. Inútil preguntar quienes son, Hyoga no recuerda ni sus nombres, sólo sabe que los ama.
-Cómo que te abrazan mucho. – Expreso el padre.
-Es que son chicos.- Contesto sin pensar el rubio.- El más pequeñito y travieso. –Dijo señalando al castaño. –Segundo pequeñito que le gusta que lo consientan. –Siguió señalando al peliverde.- Luego sigo yo, luego este que es mayor y que lee mucho; y luego gruñón. –Y señalo al pelinegro y al peliazul.
El padre se sorprendió por ese lapso de recuerdo que tuvo Hyoga, sin darse cuenta.
-¿Te quieren mucho?
-Claro que sí … son muy sobre…protectores. –Dice un poco confundido. –Este se enfada mucho si me llaman … me llaman …gaijin. –Y señalo al castaño.
-¿gaijin?
-A mi no me molesta, pues significa extranjero. Pero … le molesta … el dice que …que … Se-i-ya … Seiya, siente como si me hicieran menos hermano suyo.
-¿Seiya?
Hyoga se lleva una mano a la cabeza. Le está empezando a doler mucho. –Seiya. Se … se enoja mucho, dice que aunque nací en Rusia, mi padre era japonés, que soy … que soy japonés igual que él aunque yo no quiera.
-Vamos ya ha sido suficiente por hoy.
Dice el padre ayudando al rubio a llegar a su habitación. El pobre está sufriendo mucho por la migraña.
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Lo que fue y lo que ya nunca será
Está es la última noche que Hyoga pasara en el hospicio. Mientras el chico duerme, el padre, la madre superiora y la hermana Marie; se consuelan contemplando aquel álbum de fotos. Si fuera por ellos no entregarían a Hyoga y es que Tatsumi les da muy mala espina. Les parece una persona cruel o por lo menos que no siente ningún cariño por el rubio.
Otra cosa son los chicos de las fotos, se ve que lo quieren y que él a ellos. Entre las favoritas de la hermana Marie están varias tomadas durante el cumpleaños del peliazul, en una, el peliverde y el castaño hundieron la cara del peliazul en el pastel; en la siguiente foto, como el niño que acaba de cometer una travesura, el peliverde trae una cara de pícaro y el castaño fue captado al momento de poner pies en polvorosa mientras el pelinegro se dobla de la risa y Hyoga los mira con cara de "no puedo creer lo que hicieron". En la siguiente el peliazul aun cubierto de chantilly restriega en el rostro del peliverde un trozo de pastel, cobrando venganza, el pelinegro se llevo una mano a los ojos por que el festejo se volvió una guerra de comida, mientras Hyoga ve lo que pasa con cara de espanto. En otra Hyoga esta muy esmerado limpiando con servilletas al peliverde que está muy feliz como diciendo "de todos modos a mí ya nadie me quita lo bailado" mientras que el pelinegro sigue emocionado la persecución del otro. En otra el castaño tomó la mejilla de Hyoga para limpiarse todo el pastel que el peliazul le había dejado en la cara. Ni el pelinegro se salvo, pues en otra fotografía el castaño le embarra toda la cara con chantilly.
-Ese castaño ha de ser tremendo.- Exclamo la hermana Marie y es que en casi todas las fotos esta haciendo escándalo o posando al frente o haciendo caras o huyendo de la escena del crimen.
-Pensé que le iba llamar la atención el peliverde.- Expreso el padre.
-Sí, es lindo y parece bien portado. – Y es que salvo por las fotos de la fiesta, el peliverde se ve tranquilo y sonriente en todas las demás. Casi siempre posando junto a Hyoga, a veces lo abraza o se recarga en el rubio.- Es otro que va para modelo, pero no es más bello que nuestro Hyoga.
-A mi me parece que lo mima mucho.- Dice la madre superiora.
-Nunca lo he negado.- Dice la hermana.
-No usted, el peliverde a Hyoga y viceversa. Pero al menos el pelinegro se ve sabio, me preocupaba dejarlo con gente irresponsable.
Dice señalando otra foto donde los chicos están frente a una escultura en un parque y parece que el pelinegro se esta echando un discurso o les esta explicando algo muy complicado, por que Hyoga y el castaño traen cara de "¿Qué?". Por su parte el peliverde que está recargado en Hyoga, el cual le pasó los brazos por la cintura; no presta la más mínima atención al discurso de su compañero. Está muy ocupado tratando de abrir lo que parece la envoltura de un dulce.
De pronto la hermana Marie, se empieza a reír; y es que en las siguientes 3 fotos aquel joven sigue en su terquedad de abrirlo mientras los otros prestan atención al lugar. Pero lo que le causo la risa a la hermana es que después, en las siguientes fotos es Hyoga quien esta enfrascado tratando de abrir aquello. Mientras el peliverde lo mira esperanzado y los otros siguen en el tour.
En la última foto el castaño está intentando abrirlo con los dientes, en tanto el peliverde espera. Por su parte Hyoga que evidentemente se rindió escucha las cavilaciones del pelinegro quien aparece no decide cual libro comprar.
-Como sea.- Dice la madre superiora señalando al pelinegro.- Este chico compra libros. Espero que sea una buena influencia para Hyoga, ahora que ya no podré vigilar que estudie.
Las monjas siguen observando las fotos, mientras el padre reflexiona, el mundo que les muestran las fotos se ve hermoso y desea de todo corazón que sea ese mundo al que Hyoga vuelva, por que lo están privando de otro que si bien, no es tan acaudalado como ese, si estaba lleno de amor para él. La hermana Marie no para de consentirlo y todos en el pueblo lo aman, al grado que muchos van a llorar cuando se vaya. Iba a entrar a la escuela, haría muchos amigos, estudiaría mucho, tal vez con el tiempo incluso lo mandarían a la capital para que estudiara una carrera. Ya no lo verán marchando a su primer día de colegio, ni sonrojándose por las chicas que le coquetean, ni suspirando por alguna. Ya no habrá más ferias de pueblo donde le compren manzanas cubiertas de caramelo. Todo eso fueron castillos en el aire ya nada de eso será aquí. Ya no serán parte de su vidas, si se llega a sentir mal, si se llega a asustar, serán otros quienes lo cuiden y sólo espera que le profesen la mitad del amor que aquí le brindan.
A la mañana siguiente Hyoga, se despidió de aquel lugar que fue su hogar por casi dos años y de las personas que lo cuidaron y lo quisieron mucho. Realmente pese a la tristeza que siempre lo acompaño, también se sintió bendecido por haber llegado a ese hospicio y aunque se va, como todas las mañanas dio gracias por haber caído allí.
Abrazando fuertemente el álbum, subió al avión que lo llevaría a Japón.
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Notas de la autora
Cualquier comentario acera de este fic es bien recibido, aun si es sobre la trama, aun los jalones de oreja.
Me van a matar, por que teniendo tantos fics en línea e inconclusos me atrevo a subir otro. Pero la idea me anduvo rondando, y una mañana la historia estaba acomodada en mi cabeza todita. Es que llevo mucho tiempo con ella en la cabeza, nació cuando vi el final de la película la overtura, así que esta situada después de ese ova pero nomás no lograba sacarla y cuando por fin el meollo se arregló en mi cabeza pues comenzó atravesárseme cuando pensaba en las otras historias.
Por cierto creo que lost canvast tiene toda la culpa, es que llevo un buen de días imaginándome a Hyoga vestido como Alone. Para colmo le corte el pelo, cuando hice el dibujo de cómo se vería me dije "¡Ou! ¿Así o más clon de Alone?". El cambio en el peinado es importante para la trama. Al menos para mi, pues este no es mi Hyoga … mi valeroso y siempre seguro Hyoga. No, este es más dulce y delicado. Es más tierno que mi Shun. Antes de que me maten sus fans por lo dicho, es que mi Shun es un poquito travieso y si come chocolate pues se vuelve hiperactivo (^_^ ). Pueden ver el dibujo del nuevo look de Hyoga en el metroflog, estoy como Liluelazul.
Por otro lado cuando veo a Shun siento que debe oler a cítricos. Será por esos pelos verdes. Pero como el sudor sabe a sal y la sal huele deliciosa; se me viene a la mente naranja con sal. Debería ser limón, pero Shun es dulce. Siempre pongo a Hyoga en su regazo, así que mi caballerito ya lo ha olisqueado muchas veces. El sentido del olfato está conectado al área del cerebro que almacena los recuerdos, por eso las personas que tienen la desgracia de perder el olfato, sufren trastornos emocionales y se vuelven tristes y depresivas. Como los aromas nos llevan a los recuerdos quise que el recuerdo de Hyoga empezara con el olor de Shun.
Al menos a mi Hyoga le parecería exquisito el olor de Shun, es bien sabido que nos enamoramos por los aromas, en este fic no serán pareja, no se hagan ideas, la razón por la que nos enamoramos no es sólo por las feromonas, pues el sistema inmunológico tiene mucho que ver en nuestro perfume, cada sistema huele diferente y estamos programados para preferir uno que complemente al nuestro.
Las personas nos complementan, de muchas maneras, hay caracteres afines, vibraciones cósmicas, ideologías, reencarnaciones, fisiología y demás. Y es un gran punto para el anime de Saint Seiya el haber complementado a Hyoga con Shun. Me encantan los dos juntitos, en todas sus escenas. Es obvio que Hyoga prefiere hacer equipo con Shun, pues el mismo lo sugiere en Geminis, Hyoga es una persona muy protectora que usualmente escogería al más débil, pero con Shun siento que no es así. Es el único personaje que no duda jamás de Shun. Seiya y Shiryu dudan y no por su fuerza, si no por su gentileza, el mismo Shun duda demasiado sobre si mismo también. Hay una escena donde Ikki esta alterado por Shun y Hyoga le recuerda que Shun es un caballero que se sabe defender. (aunque en esos momentos Shunny estaba convertido en piedra). Por eso se me hace muy curioso, el rubio es de esos que pregonan, "no necesito ayuda" es arrogante y orgulloso, pero siempre se deja proteger por Shun, es harto visto, cuando se quedo sin fuerzas cuando enfrentaron a los caballeros de los abismos o cuando se enfrentaron a los caballeros de plata Dante y Capela, entre otras. En la saga de Hades me encanta cuando llegan al santuario y se topan con que Shaina no los va a dejar pasar. Hyoga luego, luego se enciende pero basta con que Shun intervenga para que se apague y no por que lo considere más sabio o más entendido, sino por ser simplemente su Shun. Lo complementa.
En cuanto a los dulces, creo que Carito es la culpable. La obsesión de Shun por los dulces en su fic "el color de la casualidad" se me contagio. Yo usualmente lo hacia adicto a los takoyaquis (albóndigas de pulpo) por que en todos los animes se pelean por ellos.
¿Por qué siempre hago nototas? Si nadie las lee según Sakura (TToTT)
