Disclaimer: Personajes pertenecientes a Rumiko Takahashi.
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Primera parte:Los rayos solares amortiguaban el frío del viento invernal que la azotaban sin piedad aquella mañana. Los cabellos azabaches revolotearon de forma descuidada con cada paso que ella daba y la bufanda verde en su cuello le daba el toque aniñado a su angelical rostro con los pompones en tonos lima que colgaban de ellos.
Kagome Higurashi miró a ambos lados antes de cruzar la avenida que la separaba de su edificio destino. Ese día, era su primer día de facultad y estaba más que feliz. Años de esfuerzo era finalmente recompensados con...
—Kagome.
Kagome no pudo evitar sonreír cuando Inuyasha apareció detrás suyo con la sonrisa tonta en su rostro que siempre tenía cuando la veía a ella. Sonrió un poco cohibida, aquella mañana no era una mañana normal que digamos.
—Hola, Inuyasha ¿como est...?
No pudo terminar, el habitual beso en la mejilla de Inuyasha la había interrumpido, las manos masculinas se encargaron de acomodar bien la verdosa bufanda antes de hablar.
—Yo estoy bien, pero tu no lo estarás si no te abrigas bien. –dijo mirándola con una sonrisa.
Sonrió agradecida y algo incómoda; Inuyasha siempre había sido así con ella. Eran amigos desde los diez años y él le había confesado que se había enamorado de ella. Eso la había dejado un poco en shock. Luego, solo le había dicho la verdad, ella no le correspondía.
Pensó que había entendido, trató de ser lo más suave posible, pero Inuyasha era insistente. Hacia años, exactamente diez, que lo conocía y se le había declarado en su adolescencia. Aún así, no se habia rendido, podía decir que era persistente teniendo en cuenta que ya habían pasado cinco años del acontecimiento, sin exagerar.
—Gracias. –dijo con una pequeña sonrisa.
Inuyasha la miró extrañado, Kagome estaba rara esa mañana, las bromas de mal gusto y sus negativas adelantadas no estaban allí. Si era verdad que Kagome lo había aguantado bastante tiempo, unos cinco años en realidad, con sus constantes palabras de amor y los celos casi diarios. Le había dicho que se había enamorado de ella y quería que fuera más que una simple amiga pero ella lo había sutilmente rechazado. Pero desde hace algunas semanas la sentía tensa y hasta podía decir que un poco distante. No le había dado importancia hasta ahora que ella movía su rodilla de forma constante y agarraba con fuerza su mochila.
—Kag, ¿pasa...?
—Sabes, antes de que digas nada estúpido déjame decirte algo que he estado pensando con seriedad. –interrumpió ella atropelladamente en casi un grito.
Inuyasha había quedado mudo, Kagome no era de gritar y que estuviera tan seria no le gustaba nada. Kagome por su lado estaba un poco inquieta. El decirle a Inuyasha que no insinuara cosas que no eran cuando lo decía en chiste era una cosa; pero ahora estaba dispuesta a decirle que dejara de insinuar que eran algo..., frente a los demás. Era una nueva etapa de su vida, su etapa adulta y que Inuyasha no dejara que ningún hombre se le acercara no estaba en sus planes ese año. Era difícil, a veces pensaba el porque no aceptar a Inuyasha y siempre llegaba a la conclusión de que no sentía nada más que una fuerte amistad con él, una casi hermandad. Por eso estaba nerviosa, no quería herir sus sentimientos.
Inuyasha se había puesto tenso después de pensar en varias razones por las cuales Kagome quería hablar. La que si lo había asustado era que por la culpa de sus sentimientos ella quisiera terminar su amistad, no..., él la amaba, no se perdonaría jamás si Kagome le decía aquello por sus estupideces.
—Kagome, si lo que quieres es terminar con nuestra amistad por las estupideces que...
—¿Que? –dijo ella confundida. –¡No! –negó. –, yo nunca jamás te pediría eso... –respondió algo agitada.
Inuyasha suspiró, bueno ya se había sacado un peso de encima. Así que solo se acomodo la bufanda y guardo sus manos en los bolsillos de su chaqueta. El parque que quedaba justo en frente de la Facultad donde Kagome estudiaría estaba bastante concurrido y ellos estaban parados justamente al lado del semáforo, Inuyasha miro a las personas pasar antes de mirar fijamente a Kagome de nuevo.
–Entonces, ¿que quieres decirme?
Ella suspiró.
–Verás... –empezó insegura. –¿hace cuantos nos conocemos tú y yo, Inuyasha?
Él pareció tomar con sorpresa la pregunta al principio. Lo entendía, era una pregunta estúpida.
–Pues, yo te conozco desde los doce así que ya serán diez años.
Ella asintió con una sonrisa.
–Diez fantásticos años. –coincidió ella. –, y... ¿hace cuanto te has, umm, declarado?
Él sonrió.
–Cinco años, y debo decir que soy realmente optimista.
Ella rió, Inuyasha quería aligerar la tensión.
–Pero ya, deja de dar vueltas ¿que es lo que quieres decirme?
Ella tragó duro, respiro hondo para poder hablar.
–Inuyasha, yo quisiera que dejaras, ya sabes, de insinuar cosas que no son.
Él la miro confundido y ella continuó.
—Digamos, estoy por entrar a una nueva escuela y quiero que seamos para el mundo lo que somos, solo amigos.
Inuyasha tardó un poco en comprender pero luego suspiró. Sabía que después de cinco largos años Kagome se cansaría de sus insinuaciones, creía que con el tiempo ella lo vería como algo más que su mejor amigo. Así que solo sonrió, ella no quería terminar con su amistad y, que se pidiera, significaba mucho para él.
—Muy bien, Kag, te daré tu espacio, seremos lo que somos, amigos.
Ella pudo respirar, que Inuyasha pudiera entender significaba mucho para ella.
—Pero te advertiré que aunque me dejes en la friendzone mis sentimientos por ti no cambiarán. -agarró su mano y ella se ruborizó como era de costumbre. -, ya sabes que te amo ¿verdad?
—Lo has dicho tantas veces que me es difícil de olvidar –trató de bromear y él rió. –, y yo te quiero mucho Inuyasha.
Soltó su mano y se la llevó al pecho.
—¡Auch! Eso dolió demasiado, nena. –bromeó y ambos rieron.
—¡Kagome!
En el portón de la facultad estaba Kikyo, su mejor amiga. Kagome le hizo una seña con la mano y ella levantó el dedo pulgar en forma de afirmación. Kagome miro su reloj y vio que la primera clase estaba a punto de empezar, no podía llegar tarde el primer día.
—Inuyasha, debo irme, la clase...
—Ya sé, yo también entró en media hora así que ¿te veré a la salida? –preguntó él y ella alzó una ceja. –, cálmate, le prometí a tu madre que te llevaría a salvo a casa.
Ella asintió con una sonrisa y él correspondió. Estuvo a punto de inclinarse hacia ella pero se detuvo al tiempo que lo pensó bien. Kagome vio confundida como Inuyasha musitaba un débil «nos vemos luego» y se alejaba caminando.
Y por primera vez en diez años Kagome no sintió el beso en la mejilla que Inuyasha le daba cada vez que se despedían. El sentimiento de amargura la embargó por unos segundos mientras caminaba a la primera clase y, por un instante, se preguntó si lo que hizo la dejaba realmente satisfecha.
Lunes veintidós de octubre.
