Hola, bueno esta historia está inspirada en el maravilloso manga de Crying Freeman y en el simbolismo de los tatuajes, que iré explicando poco a poco.
Resumen: Sakura ha sido testigo de un asesinato y vio el rostro del asesino, él sabe que lo vio. Sakura le teme pero lo desea. Ahora por gracias al caprichoso destino se ve envuelta en el submundo de la mafia.
Parejas: Sakura/Sai, Sakura/Sasuke y un Sai/Ino implícito.
Advertencias: Es un AU y Ooc, violencia, lemon, masoquismo y sadismo. Esta historia es M por una razón así que si no te agradan este tipo de historias, pasa de esta, porque no quiero quejas tontas después. Sobre advertencia no hay engaño ò.ó
Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son de Masashi Kishimoto y la trama está inspirada en el manga del Freeman de Kazuo Koike y Ryoichi Ikegami.
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Máscaras Hannya: es una máscara ritual japonés utilizado en Noh teatro, lo que representa una mujer celosa demonio. Se utiliza para representar la malicia o emociones sublimes de los seres humanos.
Depende del color es la emoción que representa, la máscara de Hannya negro, representan a mujeres pobres y cansadas del mundo.
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Prólogo
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28 de marzo
Hoy por fin cumplo veinticuatro años y estoy completamente segura de que será mi último cumpleaños ¿Por qué? Es lo que te preguntaras.
Bueno la razón es muy sencilla, he sido testigo de un asesinato y él asesino sabe que vi su rostro.
Fue en esa semana en la fui al sur de China de vacaciones, en la provincia de Anhui estaba en lo alto del monte Huangshan, en el mirador tomando fotos del paisaje.
Era muy temprano, aun se podían ver esas nubes como de mar, con los picos asomándose tímidos sus formas extravagantes y accidentados que deseaban sobresalir de una forma u otra; ya sea por su forma o color amarillento como el de un papiro muy antiguo. Un color de entendimiento y tradición ancestral, el amarillo era tan contradictorio pues; también era el engaño y la avaricia. Cualquier significado que le pusieras era lo mismo al final: Soledad.
Como un dragón oro cruzando los cielos permaneciendo aislados del mundo, buscando algo…Como yo en ese justo instante, deseaba encontrar algo en ese silencio, aislada del mundo.
Estaba sola, o eso creía.
De pronto a mis espaldas percibí algunos ruidos a los lejos, gire de inmediato buscando el origen del sonido por instinto. A la distancia fui capaz de ver a un par de personas corriendo en mi dirección.
Seis metros, cinco, cuatro, tres, dos.
Todo fue tan rápido que apenas logré comprender lo que pasaba. El estruendo de una, no, dos detonaciones me llevaron a vislumbrar la magnitud de lo que pasaba justo en frente de mis ojos.
Esos ruidos eran disparos, pensé y entonces lo vi.
Estaba muy impresionada, no podía moverme. Tanto mis ojos como mi boca están a todo lo que daba. Yo solo era una espectadora frente al televisor, muda, quieta esperando a ver qué sucedía en la siguiente escena. Acto siguiente el hombre cayó al suelo después de la segunda detonación.
Una bala atravesó su pecho y eso fue todo para él.
Otro hombre estaba corriendo disparando a la nada entre los árboles, rogando por su vida, pidiendo piedad.
Bang.
Fue todo lo que escuche.
Caí al suelo de la impresión, estaba tan conmocionada que ni respirar podía, estaba viendo a dos hombres muertos, dos cadáveres, era testigo de dos homicidios. Así, de pronto sin más.
Una bala le había atravesado su cabeza, la muerte fue instantánea.
Fue entonces cuando lo vi, caminado a paso lento con el arma apuntando todavía, apreté los labios con todas mis fuerzas y pensé: Este es mi fin, me va a matar y cerré mis párpados presionándolos con violencia, espere un poco. Tal vez fueron minutos o segundos, no lo sé con certeza. Para mí fue una eternidad,no lo pude resistir más. Todo era silencioso, nada pasaba.
Abrí mis ojos para investigar.
¡Qué esperaba para matarme!
La adrenalina me hizo un poco valiente, haciendo que me aventurara alzar la cabeza.
Estaba enfrente de mí y vi sin importarme nada, sus ojos.
El mundo paró, eran…no tengo palabras para describir lo que miré. Se me congeló el corazón había…había tanto dolor, tristeza y sobre todo soledad. Eran un camino directo a su alma, con lágrimas de luto y pena para los que había matado.
Me sentí conmovida por sus lágrimas, por su pena, por su dolor, su tristeza y sobre todo por su infinita soledad. No pude evitarlo, estas emociones no me son desconocidas, yo misma me siento así ahora. Ni siquiera me asusto el hecho de haberlo visto matar o ver la sangre correr.
Un sentimiento nuevo y desconocido se cruzo en mí ser.
¡Tal vez solo estoy enloqueciendo! No lo sé, lo único que pude pensar en ese instante al ver sus ojos fue: Que él gritó ¡Gritó! Sin emitir sonido.
Solo esas lágrimas cual gotas de lluvia adornaban su bello rostro. Nunca pensé que un asesino de verdad pudiera llorar así. Era muy hermoso, o quizá, sí, quizá solamente vi lo que deseaba ver.
Su vista transmití una tristeza sin igual ¿O, no? No lo sé en realidad. Lo que sí sé, es que me conmovió el alma.
Ya no estaba sola.
Busque desesperada la cámara sobre el suelo, tenía que capturar el momento a como fuera lugar.
Enfoque la lente y apreté el botón tan rápido como me lo permitieron mis temblorosas manos, trague grueso impactada. Él solo me observaba impávido con ese precioso lamento sobre sus oscuros orbes tan profundos como el mar.
Lo vi manejar el arma, la envolvió con una especie de masa y lanzarla a lo lejos.
Exploto.
C 4, razone después de la explosión
Su atención se situaba en mí de nuevo.
"Bien, ahora es mi turno. Perfecto no moriré en cuclillas como un animal asustado e indefenso ¡No eso no! Moriré con dignidad con la cabeza en alto". Me propuse en silencio mientras me levantaba.
Nos vimos cara a cara y lo examine a conciencia.
Un hombre bastante alto, vestía ropas chinas, un bello qipao color azul marino de seda, cuerpo muy atlético pero delgado, su rostro níveo era perfecto, sus labios eran del tamaño ideal, ni muy delgados, ni muy gruesos, nariz era recta, fuerte y esos ojos eran tan oscuros como su cabello del color de la noche.
Esos luceros seguían clamando y no podía seguir viéndolo así. Era demasiado para mí, observarlo me afectaba demasiado, así que saque un pañuelo del bolsillo de mi pantalón y se lo ofrecí. No sé porque lo hice, pero lo tomó para mi grata sorpresa y me devolvió la mirada agradecido mientras se limpiaba.
—Eres fotógrafa—dijo como afirmación al ver mi cámara.
Y ahí estaba yo, mirándolo fijamente sin perderme detalle de él como una tonta. Como si no lo acabara de verlo asesinar a sangre fría, en definitiva eso no me importo en esos momentos.
¡Ya no quería estar sola!
—No, solo soy una aficionada —respondí tímidamente, estaba algo apenada. Creo que lo noto, pues dejo de mirar la cámara y se concentro solo en mí.
— ¿Japonesa?
—Si —respondí, y por alguna extraña razón desee que supiera mi nombre —Mi nombre es Sakura Haruno.
Después de decirle mi nombre se interno nuevamente al bosque, no sin antes girar su cabeza y decirme su hombre.
—Me llamo Sai —dijo con una sonrisa en su rostro antes de perderse en el bosque.
Sai, es un nombre muy interesante y lo que me pareció aun más interesante fue que me digiera su nombre. Pues en China cuando un asesino se presenta así mismo significa que serás su próxima víctima.
Estoy muy asustada pero al mismo tiempo lo deseo, estoy tan sola.
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Sakura dejo de escribir en su viejo diario, su más fiel compañero. Sus lágrimas ya estaban inundando sus ojos cual jade, deseaba parar pero no podía. Su mente estaba plagada de recuerdos que venían una y otras vez a su memoria.
Su madre ya había pasado a mejor vida.
Ella fue una de las mejores especialistas en cardiología de todo el Japón, tenía fama y fortuna. Eran tan felices.
La gran Tsunade Senju era su mamá. Aun que era madre adoptiva eso no importaba, ni siquiera recordaba a sus verdaderos padres. Ambos habían muerto en la tragedia del gran terremoto junto con el prometido de Tsunade, Dan. La única que sobrevivió fue ella. Las dos perdieron ese día a alguien importante, así pues la legendaria reina de la cardiología la tomó bajo su ala. Ella era la única madre que tenía, su única familia…La amaba tanto.
Sakura iba en el último año del nivel medio superior, deseaba estudiar medicina como su madre, ambicionaba seguir sus pasos. Se había esforzado muy mucho para tener siempre las mejores calificaciones, ser la mejor estudiante, su vida entera eran los estudios nada mas importaba.
Más todo su mundo se desborono de un momento a otro. La ruina total embargo a su pequeña familia, el lado oscuro de su madre había salido a la luz.
Sus vicios secretos: El alcohol y las apuestas.
Todo se fue al carajo. Tsunade había perdido su empleo, su permiso para ejercer la medicina, su casa y todo su dinero. La bancarrota total, lo peor vino después, cuando un accidente automovilístico acabó con la vida de su madre. La había perdido para siempre.
Todos lo que alguna vez amó o se preocuparon por ella terminaban muertos. Pensaba que estaba maldita; aun que Sakura sabía que eso en definitiva no fue un accidente.
—¿Mamá, por qué? — Esa era la pregunta que venía una y otra vez en su mente.
Su pregunta se perdió en el aire, nuevamente. Cerró sus párpados, dejando caer las lágrimas que tenia aprisionada en sus orbes jade. Sabía perfectamente bien que su madre se había suicidado, más bien, la habían ayudado a acabar con su propia vida.
Tsunade tenía algunos contactos en el submundo, por sus ya mencionadas aficiones secretas e incluso llegó a salvarle la vida a uno de los líderes más respetado y temido del hampa: Orochimaru.
Este terrible hombre la había ayudado a fingir el accidente automovilístico. La razón, fue el seguro de vida que tenía.
Era suficiente dinero para pagar sus deudas con el clan Uchiha, y déjale a su hija suficiente para poderse costearse la carrera.
Tsunade se había sacrificado, por su amada Sakura.
Hizo todo lo posible, por pagar su deuda, pero simplemente no lo logro y temía por la vida de su hija. Era todo para ella, no sobreviviría si algo llegaba a pasarle.
Hizo lo que tenía que hacer.
Sakura cogió el sobre que Orochimaru le dio ese fatídico día. Era la última voluntad de su madre.
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A mi muy amada hija: Sakura.
No espero que me perdones. Mis elecciones, no, mis errores fueron los que llevaron a esto ¡Solo yo y solamente yo! Tengo la culpa de esta catástrofe.
Sé que en este momento debes de estar muriéndote se tristeza amor, y te preguntaras una y otra vez el por qué de mis acciones. Solo te diré cariño que lo siento fui una estúpida. No supe medir las consecuencias de mis acciones, me deje llevar por el momento.
Siempre dijiste que mis apuestas me meterían en problemas algún día.
Ay, ya no vale la pena sermonearme con esto. Lo hecho, hecho esta y fue la mejor decisión te lo aseguro. Tenía que pagar mi deuda a como dé lugar, sino irían por ti amor.
¡No soportaría perderte! Lo eres todo para mí.
Sé que estarás muy triste. Pero recuerda Sakura lo que siempre te he dicho de los muertos: El muerto al pozo y el vivo al gozo.
Cariño, yo tome mi decisión y lo volvería hacer, sin duda alguna te lo aseguro. No te culpes por esto, la culpa es enteramente mía.
Las penas no matan, pero ayudan a morir Sakura. No quiero por ningún motivo que te eches abajo por esto. Llora, grita, ódiame si quieres por lo idiota que fui ¡Pero sigue adelante! ¡Eso es lo que quiero! Si en verdad quieres horrar mi memoria Sakura, vas a seguir adelante. Te levantaras con la frente en alto y seguirás viviendo por ti, por mí.
Lo que deseo que hagas ahora, es que sigas con tú vida, que cumplas tus sueños, que tengas una familia y recuerda que cuando pienses en mí yo estaré a tú lado.
Siempre te amere...
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No puedo continuar leyendo, le dolía demasiado. La pena la acogía porque tal vez no lograría cumplirle a su madre.
Ya habían pasado casi seis años de eso.
Había ingresado a medicina, ahora era residente en uno de los mejores hospitales de Tokio, era la residente número uno. Iba a especializarse en cardiología como su madre, su asenso al éxito en el mundo de la medicina era inminente.
Sin embargo se sentía tan sola y triste. Se sentía vacía, su vida giraba únicamente alrededor del trabajo, era introvertida y solitaria. No tenía amigos, ni familia.
Lo más cercano a una familia era Orochimaru ya que le juro a Tsunade que se haría cargo de ella, él era su padrino y nadie se le acercaba a ella debido a la amenaza latente que significaba Orochimaru-sama.
Si, la gente la miraba con miedo todo el tiempo. Sakura sabía que su "querido" padrino la vigilaba todo el tiempo entre las sombras, y que gracias a él había sido aceptada en el programa de residentes de aquel hospital, ya que la reputación de su madre se había enlodado por completo y por consiguiente a ella misma. La sociedad médica la veía como la peor de las lacras.
Aunque sabía que el puesto de residente fue comprado, no le importo en lo absoluto puesto que se merecía aquel lugar, lo había demostrado y con creces. Su asenso a la cima está asegurado, su trabajo lo demostraba por sí solo. Su vida entera era su trabajo nada más.
Estaba tan sola, la soledad la estaba matando lentamente, la vida no tenía ningún sentido. Se odiaba a si misma tanto…Lastima qué era demasiado cobarde para quitarse la vida.
Los deseos de su difunta madre también la detenían, deseaba honrarla. Era la excusa perfecta para seguir.
Pero sus sentimientos se contradecían tanto por la soledad, el deseo de honrar a su madre, el odio, el dolor, la desesperación de no ir a ningún lado con su vida. Un círculo vicioso del cual aun no lograba recuperarse; tal vez nunca lo haría. La depresión profunda en la que se encontraba le hundía en un abismo interminable de oscuridad.
Deseaba huir y acabar con todo de una buena vez.
—Sai —murmuro con melancolía al recordarlo, mientras acariciaba la foto del rostro que había tomado.
Había revelado la foto en su pequeño estudio improvisado de su departamento. No iba a mostrársela a nadie jamás, eso era algo que le pertenecía exclusivamente a ella. Era su consuelo y tormento, el secreto sucio que más le complacía. Algo que no podrían quitarle jamás.
Sakura sonrío por primera vez en mucho tiempo.
—Cuantas cosas se pueden saber con tan solo una mirada —dijo la chica mientas tomaba su copa de vino tinto —¡Brindo por ti, Sai! Porque vengas pronto por mí ―inclinó la copa al retrato con una sonrisa coqueta y las mejillas pellizcadas de carmín por el alcohol.
Su deseo de escapar de ella misma, de su vida, de todo lo que la rodeaba era un hecho innegable. Veía en Sai su única vía de escape plausible.
En sus ojos vio algo, aun no entendía que exactamente. Sentía que tal vez Sai era el único ser que podía entenderla, Sakura Haruno ya no quería luchar. Lamentaba defraudar a su madre, es que simplemente no tenía nada en este mundo que la retuviera. Su trabajo como médico le era indiferente, era una autómata. Solo hacia su trabajo, la gente iba y venía, los pacientes vivían o morían. Estos hechos a estas alturas le daba completamente lo mismo, la vida le era en pocas palabras le valía lo mismo que una roca; sin valor y estorbosa.
Su deseo de morir era intenso.
Solo había una cosa que deseaba antes de morir, su último deseo: La petite mort.
Sakura cerró sus parpados lentamente dejado escapar una lágrima traicionera, soplo suave y delicadamente a la única vela que adornaba su pequeño pastel, pidiendo su deseo.
"No quiero morir sin ser amada y sola" anheló en silencio.
—Sai, si has de matarme primero habrás de hacerme mujer ―pronuncio un poco ebria antes de tomarse el último trago de la noche.
Él sería su Eros, su libertador de deseo y pasión.
Él sería su Tánatos, su muerte gentil, dulce y suave.
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Definiciones:
La petite mort, también conocida como La pequeña muerte o La petite mort en francés, hace referencia al período refractorio que ocurre después del orgasmo sexual. Este término ha sido interpretado generalmente para describir a la pérdida del estado de conciencia o desvanecimiento post-orgásmico que sufren las personas en algunas experiencias sexuales.
Eros Y Tanatos: Concepto psicoanalítico. En Más allá del principio del placer (1920), Freud modifica sustancialmente su teoría de los instintos. Como consecuencia de una reflexión de índole más filosófica que psicológica, a partir de este momento, Freud considerará que existen dos fuerzas en todo organismo biológico, fuerzas que determinan el curso de sus actividades y de apetencias:
*Los instintos de vida o Eros, caracterizados por la disposición que crean en el sujeto para formar unidades siempre mayores; Eros es siempre apetito de unión y, por ejemplo, se manifiesta en el amor, la actividad sexual y el afán por mantener la propia unidad física y psíquica.
* Y los instintos de muerte o Tanatos. Seguramente influido por la experiencia traumática de las primeras décadas de la política europea del siglo veinte, Freud consideró que todo ser vivo manifiesta también una disposición a la disgregación, a la ruptura de la unidad entre sus distintas partes para volver al estado desorganizado y, en último término, inanimado. Tanatos es siempre un apetito de pasividad, de separación y de disolución de unidades. Las manifestaciones patológicas de este instinto son el sadismo, el masoquismo, el suicidio.
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