Por odio o Por amor:

Summary: Nos conocíamos desde muy jóvenes, había sido la mejor amiga de su hermana melliza. Y no podía negarlo, apenas pisé la adolescencia me había enamorado de sus ojos color esmeralda y los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando reía. Pero algo había cambiado en esta historia, Alice y él ahora eran diferentes. Ahora eran vampiros y Edward deseaba mi sangre.

Disclaimers: Los personajes que aparecen en la siguiente historia son creación de Stephenie Meyer, salvo algunos de mi creación (que aparecerán paulatinamente), no gano nada con la publicación de este fic, sólo desarrollar mi imaginación y entretenerlos a ustedes (es mi aspiración).


Los Nuevos Vecinos:

Bella POV:

Mi nombre es Isabella Swan. Bella Swan. Tengo diecinueve años, vivo en Forks. Y estoy enamorada un vampiro que anhela mi sangre.

La historia de mi amor imposible comienza cuando tenía siete años. Pra entonces mis padres estaban divorciados desde hacía cuatro años, por ello pasaba un año escolar en Phoenix con Renée (mi madre) y su marido Phil y el siguiente en Forks, con Charlie mi padre. Era un trato difícil de llevar para mí, por el cambio de colegios y compañeros anualmente, pero los quería tanto a ambos que no me imaginaba vivir permanentemente con uno y sólo pasar las vacaciones con el otro.

A pesar de ello siempre prefería la casa materna, el sol brillante, la calidez en mi piel... Y ese año me tocaba ir al frío y lluvioso Forks, a la aburrida casa de mi padre, quien era oficial de policía. A decir verdad papá no tenía mucho tiempo que dedicarme, por lo que me cuidaba una chica de la Push que se llamaba Emily, pero además de ella, yo no tenía más compañía. Él por su parte era un hombre solitario, dedicado a su trabajo, sus únicos amigos, que también vivían en la reserva, se llamaban Harry Clearwater, quien tenía dos hijos: Leah de nueve años y Seth de tres; y Billy Black que tenía tres retoños: las mellizas de diez años y el travieso Jacob de cinco.

Sin embargo, aquel año cuando llegué había una novedad, por fin alguien había comprado la casa frente a la nuestra y teníamos vecinos. ¡Mejor aún esos vecinos tenían hijos más o menos de mi edad! Se trataba de la familia Cullen: el señor Carlisle, el papá era médico, y había entablado excelentes relaciones con Charlie. La señora Esme, la madre era decoradora de interiores, tenía una sonrisa amable y era muy amorosa con sus hijos. Y tres pequeños: Emmett que tenía diez años, y los mellizos Alice y Edward de siete.

Gracias a la simpatía de nuestros nuevos vecinos, tanto Charlie como yo nos acercamos a ellos y en poco tiempo entablamos una bonita amistad. Yo estaba feliz, por fin tenía amiguitos cerca y no sólo los chicos de la reserva a los que veía sólo algunos fines de semana. Y Charlie estaba abriéndose de nuevo a la vida social que había clausurado cuando mamá lo abandonó.

Entre mis nuevos amigos Alice era una niña delgada y risueña, de desordenados cabellos negros y ojos verdes. Muy simpática pero enormemente hiperactiva, que me acogió desde la primera vez en su habitación y me invitaba semanalmente a dormir a su casa para hacer pijamadas y cosas por el estilo. Edward, su mellizo tenía el cabello cobrizo, tan desordenado como el de su hermana y los ojos también verdes, él era introvertido y contemplativo, cariñoso y amable. Emmett era la joya de la familia, era tan hiperactivo como Alice, burlón y sarcástico.

Durante ese año fui muy feliz en Forks, asistía en las mañanas a la escuela en el auto del doctor Cullen junto a sus tres hijos, luego de las clases íbamos a la casa de los Cullen y los cuatro hacíamos las tareas juntos con ayuda de la señora Esme, para después merendar e ir a dormir la acostumbrada siesta. Luego jugábamos hasta más o menos las seis, cuando Charlie pasaba por mí para llevarme a casa.

En la escuela veía la mayoría de las clases con Alice y Edward. Alice era muy persistente, era la princesa de Carlisle y por eso siempre se salía con la suya. Edward era el niño mimado de Esme, pero no por ello era malcriado. Y poco a poco Emmett se fue convirtiendo en nuestro guardaespaldas personal. Era muy tierno tras toda esa actitud bravucona y aunque tenía su propia habitación, muchas veces terminábamos durmiendo los cuatro en el cuarto de los gemelos.

Ese año, cuando se acercaban las vacaciones de verano yo ya no quería volver a Phoenix, no quería perder a mis nuevos amigos. Desee tan fervientemente que mamá decidiera dejarme otro año con Charlie, que por mucho tiempo me culpé de lo que pasó después…