Saludos a todos:
Si por aquí alguien me recuerda, diré: Es un enorme gusto estar de vuelta.
Y si nadie por aquí me recuerda, diré: Sigue siendo un enorme gusto volver.
Si se toman la molestia de ver en mi perfil, verán una historia con el nombre similar y ambientada en el mismo universo. Pues bien, si están pensando que tiene que ver con ella, diré que sí y no. Sí porque sigue la misma línea, técnicamente este trabajo se desarrolla dos años después. Y no porque esta historia se puede leer de forma independiente, no existe ninguna referencia cuya omisión entorpezca la lectura. O sea, que aquí la única continuidad se da en el nombre y en el autor. Además, si todo sale bien, contando esto serán únicamente tres capítulos. Nada de complicaciones, sólo diversión.
Desde ya aclarar que Pokémon, ese pedazo de infancia de muchos, pertenece a Nintendo y que cualquier crítica, constructiva y destructiva, será muy bien recibido.
Y sin nada más que añadir, los invito a pasar, sean bienvenidos.
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−¡Doctor, despierte!
Lo hice. Con semejante grito, demasiadas alternativas no me quedaban.
Al hall donde nos hallábamos no le faltaba iluminación. Al despertar, las vértebras del cuello protestaron al unísono. Como si eso no hubiese sido suficiente, tardé en recuperar una perspectiva nítida del entorno. Cuando las manchas desaparecieron y el lugar dejó de girar, me vi a mí mismo sentado en uno de los sillones disponibles con la Enfermera Joy sentada frente a mí.
−Disculpe, yo…
−Doctor, ¿me estaba escuchando?
−Si alcancé a roncar, lo dudo –falta no hacía verle la cara, salía más provechoso bostezar un poco.
−¡Se trata de algo serio!
−Tan serio que no pudo esperar a una hora decente, ¿verdad? –Al menos la Enfermera Joy tuvo la decencia de mostrar cierto bochorno–. Estoy haciendo horas extras por amor al arte, podría invitarme a un café ya que estamos, ¿no lo cree?
Tenía que ser el único Centro Pokémon presente en esas latitudes. Tenía que estar en la necesidad de hallar hospedaje. Tenía que toparme con la única Enfermera Joy en quizá cuántos jodidos kilómetros a la redonda con problemas que, según ella, encajaban en la categoría de "psicológicos". Y tenía que ser el único psicólogo presente en esa región y en quizá cuántas más y relativamente disponible a la hora.
Hay días en los que desearía no ser yo, es una mierda. Pero resulta ser lo único en lo que soy bueno. Qué remedio.
¿En qué carajos estaba pensando cuando decidí convertirme en psicólogo? Ciertamente, en nada coherente. Eso o no estaba pensando. Que ni eso pueda recordar…
Sé psicólogo, decían. Hay tan pocos que no te faltará trabajo, decían. Te respetarán, trabajarás y tendrás tu independencia, decían. Al menos esa noche, habría dado de buena gana todo eso y un brazo por una hora de sueño. Y en lugar de perderme entre las sábanas y el calor nocturno, estaba obligado a hacerle caso a mi conciencia profesional y a la joven que creía que la inmensidad de su problema "psicológico" bastaría para sacarme de la cama a las tres de la mañana.
Y que tuviera razón…
Por supuesto, a la joven en cuestión la había visto más veces de las deseadas, lo quisiera o no. De haber sido otras las circunstancias, la habría hasta felicitado reconociéndola como la primera Enfermera Joy que se convertía en mi paciente, alguna medalla me habría inventado para la ocasión. Con eso ya tenía bastante para destacar, porque por lo demás, no distaba de ser una Enfermera Joy estándar. Ahí estaba el típico uniforme blanco, variando apenas la simétrica cruz, un verde que no recordaba haber visto, el típico cutis pálido y el cabello rosado con aquel curioso peinado que corroboraba la existencia del turno nocturno. Porque no podía imaginarla a esa hora tomándose semejante molestia sólo para sacarme de la cama con sus mal contenidos lagrimones asomando y preguntando:
−¿Es psicólogo? ¿Un psicólogo de verdad?
−Lo era antes de dormir –conseguí responder a duras penas.
De haber bastado con eso, no me habría visto en ese hall "escuchando" a Joy con mi adormilado amigo Natu en el regazo, manteniéndose en pie con dificultad. Casi habría sentido culpa de verlo así de no ser por el recuerdo de los picotazos matutinos que me obsequiaba puntualmente.
Cuando volví a abrir los ojos, una taza humeante de café aguardaba por mí. Lo último que esperaba era que tomara en serio mi sugerencia. Y lo último que quería, dicho sea de paso, era espantar más el sueño. Un ardiente sorbo después, empezaba a replantearme la posibilidad de dormir bajo las estrellas.
−¿Se siente mejor? –Me soltó la Enfermera Joy desde su asiento, a una prudencial distancia y con su respectiva taza sujeta con innecesaria fuerza.
−Tampoco creo que dure demasiado, así que vaya al grano.
−¿De nuevo? –Agradecí estar despierto para contemplar la divertida expresión frustrada de la joven… suponiendo que ella y toda su parentela se rigieran por las mismas reglas cronológicas que afectan al común de los mortales -¿Y todo lo que le dije?
−¿Recuerda el inicio de un sueño?
−Maldita sea… está bien –logro desbloqueado: Conseguir que una Enfermera Joy pierda la compostura–. Beba el jodido café, no le vaya a pasar otra vez.
−Es más seguro que la escuche mientras bebo –un sorbo. Mierda, con algo de whisky, habría sabido mejor.
−Me costó un mundo decir lo que tenía que decir y usted lo olvida…
−Con mayor razón no debiera de costarle, no será la primera vez, ¿no?
−Es difícil de cualquier manera, yo… yo no estoy acostumbrada a hablar de mí –qué poco se le notaba. Tan concentrada se hallaba que no notó cómo el café hirviendo arrasaba con mi esófago–. Es un trabajo difícil, ¿sabe? Tener a cargo un Centro… estar siempre aquí… estar siempre de buen humor… tener disposición para todo… incluso vestir así… llegado un punto… cada mañana, cuesta hacerse la idea.
−Le cuesta a todo el mundo, sin importar el trabajo.
−Pero al menos… al menos usted optó por hacer lo que hace –y no faltaba día en que me arrepintiera, pero falta no hacía que lo supiera. Bastante tenía ya consigo misma–. Desde el principio se esperó esto de mí… desde el principio se dijo qué tenía que hacer… desde el principio estuve limitada a soñar porque ya tenía un rol que cumplir y de mí jamás se esperó nada más salvo que sonriera siempre, que a todo dijera que sí… que me conformara con repetir el patrón seguido por mi madre, mis tías, mis primas, mis abuelas…
−Es una labor importante la que desempeñan, siempre…
−Y usted es la primera persona que lo dice y apuesto que lo acaba de pensar –en silencio me declaré culpable –se da por hecho que tengo que hacer esto… y si lo hago bien, es porque no se esperaba menos.
A decir verdad, su monólogo no me sorprendía. Es más, llevaba años esperando a que una de ellas me soltara algo así. Esperaba a que llegaran en masa en cuanto me convertí en psicólogo. Con los años, sólo esperaba que una apareciera en mi oficina antes de decidir largarme de la ciudad. ¿Por qué carajos Dios quiso cumplir mi deseo esa noche y a esa hora? ¿Y cómo a nadie no se le ha ocurrido pensar que sin importar cuántos kilómetros recorras, en un pueblo te esperará la misma cara y la misma voz en la misma jodida instalación? Está bien que los familiares deben guardar cierto parecido físico que los una, pero aquello iba más allá de lo razonable.
−Entonces… ¿No es feliz con lo que hace? –La cara de la Enfermera Joy fue una oda a la obviedad. Pero qué podía decir. En la universidad no existía la asignatura de Preguntas Acertadas y de haber existido, dudaba que pudiera haberla aprobado al primer intento. O al segundo o al tercero.
−¿Cómo podría serlo? ¿Cree que sonreír no cansa? ¿Cree que no quisiera que alguien se detuviera a pensar en lo que quiero o siento? ¿Cree que todos merecen que sea encantadora? Llevo viviendo con esto desde mucho antes de nacer, ¡estoy harta! –Si se percató de cuánto café había salpicado con su vehemente protesta, no dio la menor señal de ello. El grito, por otro lado, bastó para que Natu, en mi regazo, recuperara parte de la necesaria claridad.
−Sonreír le cansa a todo el mundo, del mismo modo que ser gentil… siendo sincero, Enfermera Joy, usted y miles podrían protestar por lo mismo, ¿por qué no corta las generalidades y me suelta las bombas de una jodida vez?
−¡No soy nadie, maldita sea! ¡Nadie! –Bien, si sus lágrimas no eran una señal para ponerme serio, no sabía qué más podía ser. Tal vez presioné demasiado.
−¿Y con quién he estado hablando todo este rato? ¿Con el aire?
−Usted… ¿Sabe usted lo que se siente vivir cada día recordando que es sólo un número? –Dudaba que las manos le bastaran para secarse los ojos y evitar el daño–. Qué más da… qué más da que no estés, otra como tú ya llegará, te cubrirá y quién… quién notará la diferencia, ¿eh? Un número más… obligada a replicar los pasos… obligada a ser de una forma, a no cometer errores… pero qué importancia tenía si había más y aun así… aun así…
−Su taza no es mero adorno, ¿sabe? Beba –y mientras lo hacía, lamenté no llevar conmigo la libreta. No habría tardado en apuntar "Conflicto grave de identidad"–. Respire profundo… tranquilícese… eso es, cuente hasta cuatro, inhale… cuente hasta cuatro, exhale… ¿Mejor? –A duras penas consiguió asentir, reprimiendo en parte los sollozos y la aparición de nuevas lágrimas–. Joy… y desde un comienzo… ¿Qué es lo que más ha deseado?
−Es… cielos, ahora que lo pregunta, parece tan estúpido…
−Haga la prueba.
−Quería ser… quería ser piloto de carreras –dada la elevada tasa de mortalidad y daños del mencionado deporte, decir que era una estupidez era quedarse corto, pero quién era yo para decirle nada si cuando era niño soñaba con ser recogedor de basura, siendo la profesión de psicólogo lo más cercano–. Quería tantas cosas… quería… ¿Es que Joy es el único nombre que existe? –Esperé tantos años a que alguien hiciera esa pinche pregunta que a punto estuve de abrazarla–. Que a nadie le molestara… que dejara de sonreír… sentir que existían más opciones que trabajar hasta el fin el Centro Pokémon… no me malentienda, me gustan los pokémon, pero…
−No me lo tiene que explicar, está bien –vivimos rodeados de ellos, están en todas partes, no hay nadie que no tenga uno, o te gustan o te sacan por cansancio, en eso no era diferente de nadie. Me pregunté si sería muy tarde para incluir "Presión externa"–. Dígame… ¿Vive sola?
−Si me hubiera hecho antes esa pregunta diría… pero ahora yo… yo… −conocía esa clase de suspiros. Era mi talento. Salía de una y me metía en otra. Sería una noche eterna−. Cielos… no lo sé.
−Explíquese –pendejo, ¿no podías dejar que el tema muriera ahí? ¿Qué carajos tenía que ver eso con el conflicto de identidad? En mi regazo, Natu intentaba contener la risa. Buen trabajo.
−Yo… yo tengo una pareja –lástima, porque estaba buena. Algo que pudiera alabarle a esa imparable fotocopiadora a escala industrial que era su familia–. Es… es una relación larga, ¿sabe? Llevamos… llevamos un tiempo ya…
−Independiente del tiempo, no dudó porque sí –y a mí qué me importaba cuánto llevaran, tantas vueltas innecesarias… claro, ella debía de estar acostumbrada a los turnos nocturnos mientras yo rabiaba contra la prohibición de fumar en recintos cerrados.
−No me reconoce –terminó por soltar la joven, apretando los dientes–. Tanto tiempo compartido y a ella le importa más el trabajo… le importa más lo que pueda decir la gente que darme un lugar definido en su vida.
−Bueno… usted tampoco lo hace nada mal –como era de esperarse, no tardó en mirarme de la misma forma en que miraría a un loco corriendo desnudo por su amadísimo Centro Pokémon–. Ah, por favor, ¿no lleva los mejores años de su vida quemándose la cabeza por lo que dicen los demás, los mismos que no le dan su lugar, cuando está en sus manos tomar una decisión y hacerse su lugar?
−Son… son dos cosas completamente diferentes –qué buena onda, pero la palidez espectral que cubrió su ya de por sí pálido cutis no tardó en darme la razón.
−En ese caso… ¿Cuánto lleva de relación con su princesa?
−Digamos… unos cinco años…
El tiempo vuela cuando pierdes el juicio, ¿eh?
−Fascinante, ¿la conoce su familia? –Resultó divertido contemplar la expresión de Joy, como si acabara de soltar un juramento ruso –Cinco años es un número respetable, ¿la ha presentado a sus padres? Bien, desde otra óptica, ¿les ha hecho alguna mención de sus preferencias?
−No sé… no sé cómo reaccionarían…
−No la creo la mujer más sola del mundo, no creo ser ni mucho menos el primer pendejo con el que sostiene una conversación, ¿se lo ha dicho a alguien? A una mujer como usted no le faltará ocasión para presentarla como su pareja, ¿lo ha hecho? –Conté los segundos. Sólo cuando el silencio alcanzó el minuto, me permití sonreír–. Tan bien como ella, si me permite opinar.
−Bien… tal vez… tal vez tenga razón –reconoció a regañadientes. La razón… a quién carajos le sirve, todos lo olvidan un rato después–. Pero existen… existen cosas más allá del exterior… cosas que podría hacer… cosas…
−Instrúyame.
−Podría llamarme desde el trabajo, es lo que hago; o podría preguntar cómo estuvo mi día; o podría sencillamente preguntar cómo estoy, sin importar el momento; o podría hablar sabiendo que tenemos problemas; o podría aceptar que no porque trabaje armada será la que tenga la voz cantante en todos los asuntos; o que es mi trabajo sonreír cada jodido día, no le coqueteo a medio mundo; podría confiar un poco más en mí, ¿es mucho pedir?
Ah, qué cosa el amor…
−Imbecilidad transitoria.
−¿Disculpe?
−Encantadora historia –acomodé la cabeza, las vértebras crujieron. No me atreví a mover nada más. Ya estaba en posición de cerrar el tema–. Si le interesa mi opinión… qué digo, claro que le interesa, pero en fin, si usted aspira a encontrar la pareja perfecta, tenga por seguro que no la encontrará…
−Sé bien que…
−Nadie es perfecto, todos lo sabemos y más a la hora de las relaciones, pero… ¿Sabe qué hace que tantas relaciones alcancen la plenitud? Saber que no son perfectos, pero intentar a diario serlo –cuando vacié mi taza, el contenido había perdido más de un par de grados, bastando para aliviar el dolor causado por las quemaduras internas–. De buenas a primeras, por otro lado, no es como que esa chica pareja suya haga el intento siquiera de serlo.
−Doctor…
−Dudo, por otro lado, que usted sea una taza de leche, hay responsabilidad compartida, así es toda relación, así que… antes de tomar una decisión con respecto a ella, haga un examen de consciencia, ambas merecen respeto, ambas merecen lo mejor y si es sincera, ya sabrá qué hacer.
−Doctor, es… es algo difícil…
−De amor no se muere, hágase un favor y afronte las consecuencias –por primera vez, agradecí los picotazos. El dolor tiende a ser subestimado–. En cuanto a lo que nos convoca… imagino que hace ya bastante que no tiene contacto regular con su familia.
−Pues… eso creo, sí.
−Hay muchas Enfermeras Joy, ¿verdad? Qué digo muchas, cientos, si acaso no son más, contando las que están en ejercicio, las que se entrenan…
−Gracias por recordármelo…
−¿Cuánto daño puede hacer que una mande todo a la mierda? –Me gustó su desconcierto. Una señal alarmante, que hubiera tan pocas cosas que me produjeran verdadera satisfacción–. La identidad es algo más que su cara, que su cabello… que un puñado de genes si lo quiere, es más que un papel o un nombre, la identidad es lo que usted se permite, cómo usted se forja, cómo sueña y vive, así que usted seguirá siendo nadie mientras no acepte que usted es más que lo que puedan ver, empezando por lo que puede hacer y decidir… y si quiere algo… si tanto le molesta ese sistema dictatorial… ¿Qué tanto daño podría hacerle si empieza con los cambios que tanto desea? Es muy joven…
−Pero… qué dirá…
−Qué más da lo que digan, importa lo que hagan y dudo que puedan hacer algo a estas alturas de su vida, ¿verdad? Ni usted ni nadie vino al mundo para dar en el gusto a sus antepasados.
−Bueno… una menos no hará la diferencia –qué curioso me resultó verla sonreír con cierto alivio. No, qué alivio. Significaba que ya se había prolongado lo suficiente.
−Se busca lo contrario… aunque depende de la óptica –dicho esto, me puse de pie, estando a punto Natu de ir a dar al piso.
−Doctor… no sé… no sé cómo agradecerle –una vez incorporada, Joy me pareció más menuda que en un comienzo, pero también más aliviada. Una verdadera lástima, sí estaba buena.
−Ah, yo sé cómo –y apenas tuve tiempo de gritarle mi petición mientras me dirigía hacia mi habitación–. Déjeme dormir hasta tarde, carajo. Y si tanto me lo agradece, no me vuelva a buscar.
Nunca ha dejado de sorprenderme la cantidad absurda de disparates bonitos que se pueden encadenar bajo presión.
Casi creí adivinar el sonrojo en su rostro. Por otro lado, el aire había perdido densidad. Mierda, ya estaba por amanecer y esperaba que quedara algo de sueño en mí. A Natu no le costó nada volver a dormir. Yo tendría para un largo rato aguantando el ansia de fumar. Bonita noche para ver cumplido uno de mis mayores anhelos profesionales. Bonita noche para volver a ser un psicólogo después de tanto tiempo sin ejercer. Bonita ocasión escogí para volver al país después de darle la vuelta al mundo.
Sucede que desearía no ser yo, es una mierda. Pero resulta ser lo único en lo que soy bueno. Vaya mierda. Nací jodido. Nací para joderla.
Si a eso llamaba vacaciones…
