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Capitulo 1: Criminal


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Cuadros hermosos, esculturas finas, vino de la mejor calidad, mujeres muy elegantes y guapas, hombres apuestos y adinerados, melodía suave. La fiesta del año, así lo llamaron los asistentes. Había por todos lados gente riéndose o conversando amenamente sobre sus planes de viaje, vida, matrimonio, cualquier tontería de ricos, pero algunos solo hablaban del chico que se encontraba al costado del hombre más poderoso en Escocia.

—Scott, que chico tan bello te haz conseguido—Decía un joven francés con su copa de vino en la mano.

El pelirrojo frunció el ceño al escuchar ese halago a algo que era de su propiedad, era por eso que no quería traer a su nueva joya a la fiesta…la gente lo miraba mucho.

—Cuidado Francis, ya tiene dueño—Amenazaba el pelirrojo abrazando a su pareja, un joven de clase alta que pasaba por problemas económicos.

Arthur Kirkland, ese era su nombre.

Literalmente fue vendido por su padre a este pelirrojo millonario para poder pagar gran parte de su cuenta pendiente,

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Pero, padre. Nosotros nunca hemos tenido un problema de tal magnitud, estamos casi en la bancarrota y necesitamos mucho dinero para el tratamiento de mamá. ¿No ves que está muriendo día a día? ¿Qué te la pasas haciendo todo el día en ese despacho? Antes no era así—Reclamaba un inglés totalmente enojado, por la noticia y reclamándole el comportamiento a su padre.

¡Antes teníamos dinero! Simplemente el dinero se ha esfumado—Trato de justificarse vagamente el hombre de hebras rojas y ojos pardos.

¿Qué paso con ese dinero? ¡Dime, papá!

Un golpe se escuchó en toda la habitación, dejando en silencio a los que discutían. El padre de Arthur le había propinado una cachetada, este al reaccionar se tocó la mejilla-ahora algo roja- y bajo la mirada.

¡Yo soy tu padre! No tengo porque rendirte cuentas, hablas como si todo estuviera perdido—Trato de calmar poco a poco su enojo, el chico que tenía frente suyo se estaba volviendo cada día más rebelde.

No tenemos dinero, ¿qué esperas que haga? —Murmuró esperando a no recibir otra cachetada.

Hay una salida.

¿Cuál?

Ayer, cuando te fuiste con tu madre a ver el costo del tratamiento que ella necesita. Vino, un amigo escoces. Lo conoces, se llama Scott.

Arthur tenía un mal presentimiento.

Te casaras con él.

Espera, ¿qué?

Arthur tardo un par de minutos para procesar la estupidez que dijo su padre.

Debes estar bromeando, no lo hare.

Lo harás, ya está pactado. Se casaran cuando él lo quiera, por el momento empezaras a ir a eventos formales con él, serás lo que él quiera, una pareja, un esposo o un acompañante —Respondió con toda la seriedad que el hombre podía aparentar en ese momento.

Me vendiste a ese hombre, discúlpame, pero no pienso hacerte caso— Hablo el más bajo, tratando de contener las lágrimas. Se sentía traicionado.

Eres un inconsciente, Arthur.

¡¿A mí me dices eso?! Tú fuiste el que desapareció el dinero—Gritó el anglosajón, rodando los ojos y cruzando sus brazos.

¿No piensas en tu madre? Ella necesita dinero.

Silencio otra vez, había tocado su punto débil.

Escúchame bien, Arthur. Si no me haces caso, te largaras de aquí y no volverás a ver a tu madre. Nunca podrás pisar esta mansión y si en determinado caso, ella muere. Tú cargaras con el peso de su muerte.

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Y así es como termino en aquel lugar, tan aburrido, lleno de gente tan superficial y adinerada.

Arthur era sencillamente hermoso, por algo el escoces había pagado una fortuna por él, tenia unos grandes ojos verdes profundos, cabello rubio claro, piel muy blanca y suave al tacto, unas singulares cejas muy cómicas por no decir otra cosa, pero solo hacia resaltar su belleza. Contextura delgada y era de estatura normal. Una joya como lo llamaba normalmente el pelirrojo.

—Te lo pueden robar, Scott — Reto el francés, mirando de pies a cabeza al inglés, que solo suspiraba y miraba alrededor de forma desinteresada, perdido en sus recuerdos y pensamientos.

—A mi nadie me quita mis cosas —Coge al anglosajón por la cadera y lo acerca a él, dando a entender que era totalmente suyo. Arthur solo se limita a hacer un gesto de desagrado, estaba harto de esa personalidad tan posesiva y obsesiva que tenía el escoces.

Francis se va dejándolos a la pareja solos, no puede dejar de ver a ese inglés y claro que no era el único, mientras se dirigía a un sirviente para que le trajera más vino, no pudo evitar el escuchar los murmullos de algunos sobre el joven anglo-parlante, al parecer era alguien que no se dejaba ver en eventos como estos. ¿Cómo una joya como él termino con Scott?

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—¿Qué mierda estas mirando? —Susurro Scott mientras cogía del brazo a Arthur, viendo que este no le miraba.

—¿Tampoco puedo mirar el techo o las paredes? —Respondió en tono agrio, "1,2,3…respira hondo, no hagas una tontería" se repetía Arthur mentalmente. Sabía que en cualquier momento explotaría.

—Respóndeme bien, maldito conejo. Solo mírame a mí—Agarro el mentón del oji-verde y lo obligo a mirarlo, este no soporto más y se soltó para escapar de sus brazos. Salió sin pensar en las consecuencias, era obvio que sabía cómo era el temperamento de este chico, no por nada le nombraban a espaldas de él como "Demonio rojo".

El escoces se limito a voltear porque Francis había vuelto y estaba algo confundido, ese francés siempre estaba en los peores momentos según el más alto. Solo lo soportaba por los "buenos" negocios que tenían, de buenos solo tenían la ganancia. Él sabía perfectamente que los mejores negocios eran los peores y más riesgosos.

—¿Qué paso? —Preguntó el francés.

—Nada, ahora vengo.

"De esta no te libras, conejo". Scott con el ceño fruncido y con los puños cerrados duramente, salió en busca del inglés, dejando atrás al francés.

—Pobre chico —Suspiro Francis tomo un sorbo de su copa para luego dirigirse a un grupo de señoritas y ver si alguna de ellas quería algo de amor con él. Al final, eso era lo que más le encantaba de estos eventos, las finas señoritas o señoritos que aparecían en las fiestas de este tipo. L' amour.

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Arthur iba saliendo de la fiesta, se puso su saco ya que corría mucho aire y dispuesto a pagarle a alguien para que lo regrese a casa o llevarle a un hotel y quedarse ahí para al día siguiente afrontar lo que hizo, pensando que lo mejor sería lo segundo, sintió como lo detenían y jalaban, no faltaba ver para saber quién era.

Al voltear miro literalmente al demonio en persona, el escoces esta furioso.

—¿Qué mierda te pasa? — Gruño molesto Scott apretando el brazo del inglés haciendo que este se queje por el dolor.

—No soy un objeto—Trato de zafarse del agarre, este tipo era un bruto de lo peor y su fuerza era demasiada como para defenderse

—¡Así te vendieron! —Le soltó pero solo para darle un puñetazo en la cara y gritarle — Eres mío y te trato como se me dé la gana.

Kirkland cansado de la situación y con un dolor insoportable en el rostro, le trato de regresar el golpe aunque fue en vano. El pelirrojo lanzo una sonrisa de burla, cogió la cabeza del rubio y lo estrello contra su rodilla, dejándolo en el suelo. Se estaba empezando a descontrolar y lo sabía, tenía que detenerse. Había luchado tanto para tenerlo a su lado y cada vez lo alejaba, había estafado, engañado y hasta ha matado para tener a su precioso conejo a su lado. Y lo trataba de esa manera, pero Arthur a veces sabia como sacarle de quicio.

Quería que solo lo mirara a él, pensara en él y le…amara a él.

El chico en el suelo empezó a retorcerse del dolor y este dejando sus sentimentalismos y todo lo que Arthur significaba para él, desde que lo vio por primera vez, desde que entendió el por qué su figura no salía de su cabeza, desde que empezó a entender el porqué de sus sueños húmedos con ese chico, por qué nadie podía complacerlo pero al verlo a él todo desaparecía.

Cuando entendió su obsesión con Arthur Kirkland.

Si el conejo no entendía a las buenas, lo hará a las malas.

Una patada en el estómago de Arthur, basto para que este gimiera de dolor. Y ese sonido a Scott, le encantaba, se inundó en una repetición de patadas contra este. Algunos miraban la escena, sabían que con ese demonio no podían meterse, tantos rumores y quién sabe si era verdad, otros sentían pena por ese joven, querían salvarlo pero nada se podía hacer. Egoístas.

Alguien hablo entre ese pequeño cumulo de personas que miraban el espectáculo pero sin ser demasiado obvios.

—Oye, no deberías de tratarlo así— Sugirió un chico alto y rubio.

Scott ni siquiera se dio el tiempo de mirar quien le había dicho tal cosa, seguía haciéndole daño a su conejo, parecía tan concentrado en sacarle gemidos a su futuro conyugue que solo se limitó a decir:

—Lárgate de aquí.

Un insulto susurrado fue escuchado antes de lo que dijo.

—Te lo advertí.

El chico se saco el casco y lo dejo en el asiento de su motocicleta, sabiendo que lo que iba a hacer era una mala idea, salió de la moto. Trono sus dedos para luego agarrar el hombro al escoces y le tiro un puñetazo dejando a este en el suelo, algo rápido y fácil.

Y así empezó una pelea entre estos dos.

Arthur, quien luego de ya no sentir las constantes patadas propinadas por el otro, decidió reponerse y ya parado, vio la pelea que se había formado. Trato de separarlos pero ni al caso, no pudo, esto acabaría con alguien en el piso, inconsciente o conociendo a Scott, muerto.

Luego de unos minutos, y Arthur rogando que nada malo pasara vio como el rubio que lo había defendido se había dado la vuelta con un poco de sangre en la cara y una sonrisa. Él había ganado, le dio un vistazo a Scott, quien yacía en el suelo con los ojos cerrados y con la respiración pesada, estaba vivo pero mal herido.

—¿Nos vamos? —Sugirió el de casaca de cuero negro de manera desinteresada y sin mirar detenidamente a la persona que había defendido, frotando sus manos tratando de pasar el dolor luego de haber golpeado tanto a ese.

—Espera.

Arthur fue hasta Scott y con una pequeña sonrisa en el rostro, le dio una patada en las bolas, provocando un grito de dolor por parte del pelirrojo. "Por hijo de puta"

—Ahora sí.

El más alto le dio el casco al anglo-parlante, este se lo puse y sin pensar mucho las cosas y las consecuencias de estas, se montó en la moto, abrazo al extraño y así empezaron a alejarse de esa fiesta, de la vida de Arthur.

Arthur, ¿En qué te metiste?

Él no lo sabia, era raro que se subiera a la moto de un extraño que parecía alguien de clase media, un chico sumamente encantar cabe destacar, tenía el cabello rubio dorado, un mechón raro pero gracioso, piel blanca-bronceada, unas facciones muy varoniles, un cuerpo notoriamente trabajado y sobre todo…unos hermosos ojos azules.

—¿Y como te llamas? —Preguntó el más alto bajando la velocidad de la moto.

—Arthur Kirkland, ¿tú?

—Alfred, solo Alfred.

— ¿A dónde vamos?

—Supongo que a uno de mis infiernos.

Arthur sonrió, por primera vez se sintió vivo.