Disclaimer: Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada, mientras que el spin off Saint Seiya: The Lost Canvas fue escrito e ilustrado por Shiori Teshirogi.
Advertencias: Lime, Personajes OC.
Aclaraciones: Mucho gusto, soy aishiteru-sama y es un placer estar en esta sección. Es la primera vez que escribo algo sobre el universo de Saint Seiya, a pesar de que fue el primer anime que vi en mi vida. Conocí el DefAsm gracias a un pequeño grupo de rolplay, y gracias a otros fic que leí en esta sección, decidí intentarlo. Es una pareja preciosa, con mucho potencial, así que me disculpo por el natural OC que manejaré ya que no estoy acostumbrada a tratarlos. Espero que con el tiempo logre hacerlo de forma más adecuada.
Ahora, el tema de las viñetas de este fic está basado en la Tabla Amorosa de Musa Hetaliana. No tienen orden cronológico ni son una continuación entre sí.
Sin más que decir, espero lo disfruten.
Owari~
"The Question"
01# Abrazo
Había pocas cosas en el mundo que sorprendían a Asmita, o más bien, eran rarísimas las ocasiones que podían tomarlo por sorpresa.
Tal vez se trataba de pasiva amargura, tal vez de calmada indiferencia, o quizá de la perpetua sensación de predecir el movimiento de todo a su alrededor.
Como si fuese capaz de leer las intenciones y los rumbos antes de que todo sucediera.
El sonido de la lluvia antes de chocar contra las hojas, las alas de un pájaro que estaba a punto de esforzarse por alzar el vuelo; los pasos que aceleraban progresivamente el ascender o descender entre los templos, el ganador de un enfrentamiento amistoso por la vibración de sus cosmos…
Y esa respiración de Defteros, disimulada y calmada, disparada en un segundo dependiendo de sus movimientos por el lugar, más cerca o más lejos de su escondite entre las sombras.
A pesar de sus ojos muertos, la percepción aumentaba tanto que se pensó incapaz de impresionarse, guardándose en la casa de Virgo aspirando por una iluminación extracorpórea…
Sin embargo, ese hombre que lo observaba dentro de su propio templo, como un curioso intruso que le rehuía aun cuando él era quien lo buscaba…
Lo percibió, su propia capacidad de sentir sorpresa cuando distinguió su presencia por primera vez, siguiéndolo por los rincones del Santuario.
Aquella ocasión no quiso delatarlo, pensó que no habría diferencia alguna si no lo permitía, y lo dejó estar como quien se deja llevar en la corriente, sin preocupaciones ni ofensas.
Conforme pasaron los días, sintió sus pasos tras él cuando meditaba en los bosques cercanos, al bañarse bajo la caída de las cascadas, en su paseo por los jardines de Athena.
La curiosidad era una luz fugaz que se apagaba con el conocimiento primario, se necesitaba de convicción para continuar con la exploración y eso, siendo él quien estaba bajo observación, representó una verdadera impresión.
¿Qué había en él que despertaba un objetivo misterioso en alguien que lo encarnaba por sí mismo?
Siguió el tiempo, y hubo más y más sorpresas en pequeños detalles como las variaciones de su cosmos, la velocidad de su respiración, el aroma propio de jazmines que se impregnaba en el otro.
Admiró su perseverancia de meses, siguiéndolo y observando de cerca; con la palpable necesidad de acercarse pero deteniéndose al final, en guardar sus palabras a pesar de mostrarse con mayor frecuencia.
Tal vez por ello no quiso hacerlo esperar más después de tanto tiempo, haciendo evidente su presencia aquella ocasión con algunas palabras e invitándolo, ofreciéndole su compañía que parecía despertar una intriga que jamás provocó en otro.
Pero no se dio cuenta antes. No fue capaz de predecir el siguiente movimiento cuando, luego de algunos encuentros dentro y fuera del Santuario, Defteros rompió el espacio entre ellos.
Lo rodeó con sus grandes y ásperos brazos, llenos de calor y de una fuerza que provocaron un jadeo propio.
De pronto, él fue quien tuvo dificultad para respirar. Inesperadamente, su piel fue la que se estremeció como nunca, quemándose por el contacto directo con la de Defteros.
Sorprendido, él correspondió el gesto de igual forma, llenándolo de su aroma a jazmín e impregnándose de la fragancia de yerbas salvajes del otro.
Tan cálido, y tan desconocido a la vez.
— ¿Te molesta? — lo escuchó susurrar a su oído, y solo pudo asirse con insistencia.
— En lo absoluto — respondió también.
¿Qué estaba a punto de decir? No lo sabía en lo absoluto.
— ¿Crees que podríamos hacerlo con frecuencia?
No tenía idea de nada acobijado en sus brazos.
— Por supuesto.
De nada.
