PRÓLOGO
Mi vida nunca ha sido exactamente normal. Soy la quinta de nueve hermanos, e hija de Rachele y Damien Griffin. Mi nombre es Syleena, y tengo actualmente dieciséis años. Tener tantos hermanos como yo los tengo te hace pelear por lo que quieres, y nunca tienes nada servido, porque los demás también aprovechan la oportunidad.
Bien, la cosa es que me encanta leer, y uno de los mejores libros que he leído es HARRY POTTER.
Todo estaba normal, hasta mi cumpleaños número 16. A mitad de la noche me desperté con la frente ardiendo y la garganta seca, por lo que procedí a bajar las escaleras para tomar agua y cuando estaba por la mitad todo se volvió negro y caí desmayada.
Un grito agudo me hizo volver a la conciencia y con lentitud abrí los ojos.
—¡Llamen a la directora! —pidió una voz infantil haciendo que mi cabeza punzara. Sentía el cuero cabelludo mojado y algo adormecido, y un olor a sangre inundó mis fosas nasales.
—Apártense —ordenó otra voz, esta vez de un adulto, y alguien me alzó en brazos. Mi vista borrosa distinguió el rostro serio de ¿Snape?
Dejé escapar una risita. Éste era un sueño raro. Mis párpados me comenzaron a pesar y un adormecimiento se apoderó de mi cuerpo.
—No se duerma, señorita Griffin —dijo Snape—. Manténgase consciente.
—Mhmm —respondí parpadeando para no dormirme. Era extraño dormirse en un sueño—. ¿Quién… quién es usted?
—¿No me recuerda? Mmm, esto es grave —murmuró él—. Mi nombre es Severus Snape, profesor de Pociones de Hogwarts, y jefe de la Casa Slytherin.
Mi cerebro se congeló. Verdaderamente, mi vida estaba loca.
