Eternidad Por Siempre
Capitulo: One-Shot
Serie: Card Captor Sakura
Pairings: Eriol/Yue
Category/Raiting: Yaoi. Angs, Drama, Romance. G
Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de CCS, pertenecen
a CLAM y asus respectivos socios comerciales. Ésta solo es una
historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.
Lo único
mío es la historia.
De todas maneras si te gusta la
historia y quieres publicarla, te pediría que antes lo
consultes conmigo.
CAMPAÑA LE FAY : No permitamos que el
PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una
historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos
dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se
vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto
para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más
saldremos adelante. ALZA LA VOZ, NO TE QUEDES CALLADO ANTE EL
PLAGIO.
Tiempo: En calidad de Universo Alterno.
Lugar: Ciudad de Tomoeda, Japón.
FEEDBACK:
MSN: LE FAY : Después
de horas de ingeniar y escribir, me di cuenta que mi trabajo necesita
estar asegurado para que lectores como tú, quienes me permiten
continuar con vida, sepan que lo que leen y está escrito por
mi se encuentra completamente garantizado, en escritura y presencia.
Tú te lo mereces y ésta solamente es una de las pocas
cosas que haré por ti. Gracias por leerme y espero disfrutes
tú lectura. Cualquier comentario, estoy a tus órdenes
en FeedBach
Dedicado: Para Mi Un pequeño obsequio de
cumpleaños por todo lo malo y bueno que he pasado este año.
Ojala podamos vivir un año más, mi querida alter ego
Katrinna Le Fay.
Nota: Realmente Hago hincapié en la pareja de este fic. Si no te agrada entonces no lo leas. De esa manera te ahorrarías algún sentimiento de contrariedad. Pero si te da curiosidad, entonces adelante. Gracias
La
última vez que su corazón había saltado de tanto
gozo y éxtasis, había sido cuando el mago Clow se
encontraba con vida.
Lo vivido a su lado había sido, en dos
palabras: Mágico y Maravilloso.
Pero la muerte de la carne
mortal de su creador le había mostrado también la otra
cara de la moneda, haciéndole experimentar desde Odio hasta la
tristeza más grande.
Por eso se había ocultado,
dispuesto a cargar con su dolor él solo.
Dedicándose
a recordar la maravillosa vida que había tenido al lado del
ser que le había dado la vida, y también, quien se la
había arrebatado a su corazón.
Era una criatura compleja. Mucho más de lo que nadie sabía, pues mitad humano, mitad magia era; y a pesar de haber querido permanecer en la sombra hasta el último instante de vida en ese mundo, su curiosidad no se lo había permitido.
Antes siquiera de
que Sakura abriera el antiquísimo Red Book, o que su misión
de juez se viera requerida, él había dado el paso
autónomo de saber, lo que ser un ser humano era.
Por ello
había construido su personalidad alterna.
Por eso se había
mezclado entre humanos.
Por eso se había forjado una
personalidad totalmente opuesta a la suya.
Solo para conocer el
término que durante toda su vida, Clow le había
relatado.
Se encontró a si mismo siendo presa de la
venta y la demanda. De la alegría por mirar el sol en la
mañana y la luna llena algunas noches.
Se había
admirado de los exquisitos platillos que esas "personas" comían
y que tanto deleite ocasionaban en sí mismo.
Pero sobre
todo, se había maravillado de los sentimientos que como humano
podía llegar a albergar, y los cuales podían ser tan
complejos como su personalidad.
El odio y la tristeza eran
sensaciones que no le agradaban, teniendo a su disponibilidad el otro
extremo de ellos.
La felicidad, la sonrisa, el saludo diario hacia
algún desconocido. Esos eran sentimientos que agradaban a su
nueva persona y los que le hacían recordar a su desaparecido
maestro Clow.
Todo era diferente desde la perspectiva humana, y lo que había comenzado como una simple prueba de reconocimiento, se había convertido en parte importante de su vida, asentándose en el mundo como otro más de sus ocupantes.
Clow le había dicho alguna vez que sus
memorias se perderían poco a poco, y eso era lo que tal vez a
él le había sucedido.
Reprimir el dolor de perder a
su ser más amado y recompensarlo con la posibilidad de volver
a "renacer", fue motivo suficiente para dejar a su ente mágico
dormido, y vivir lo que su nueva oportunidad le pusiera en el
camino.
Habían sido experiencias maravillosas que vivió y disfrutó como ninguna.
Pero todo cambia en la vida, hasta el corazón; y su existencia permanente como humano fue quien obró esa diferencia.
Al conocer a Touya Kinomoto su mundo cambió, recordándole a su nueva forma humana lo que era emocionarse.
No sabía lo que le había
atraído de él. No sabía si había sido esa
habilidad suya para hacerlo prácticamente todo, o esa dura
mirada que escondía más humanidad de la que podía
siquiera mostrar.
La atracción había sido inmediata
y fue eso lo que tal vez, había forjado la amistad que
sostenía con el mayor de los Kinomotos.
Si recordaba
los inicios de su relación de amistad, realmente en nada se
parecía a lo que muchos podrían contar.
Sin embargo
para él, había sido lo más grande que como
humanos se había encontrado, y era por eso que la preservaba
en su alma con gran fervor.
Todo había comenzado un
día, cuando en su forma de Yukito había conseguido un
trabajo de medio tiempo en un restaurante.
Jamás le habían
interesado los estudios, pero tras moverse de ciudad en ciudad, todo
pensamiento podía cambiar.
En esa nueva labor se encontraba
un chico. Sus compañeros lo apodaban "el todólogo",
pues bien podía lavar la loza con eficacia; cocinar pasta,
carne y sushi al mismo tiempo, y reparar cualquier cosa sin perder su
toque.
Ese muchacho era sin dudarlo, sumamente especial.
Pero
recordaba que tenía un defecto: Demasiado callado y aislado de
los demás.
Touya, como descubrió después que
se llamaba, se mantenía alejado de todos en sus ratos libres y
prefería irse rápidamente a casa después de su
turno a quedarse y conversar con ellos cinco minutos.
El chico
alto, fornido, de cabellos ébanos y ojos azules, era todo un
nuevo espécimen de humano que le interesó, pues muy
remotamente podía percibir que ese chico estaba lleno de magia
y luz.
No había existido mucha comunicación
entre ellos, a pesar de que realizaban las mismas tareas.
Una
buena amistad no se forja en dos días, y a Yukito le tomó
tres meses para acercarse al muchacho que lo atraía de alguna
extraña manera.
Un día, y tras salir de su
turno, ambos se habían topado en la parada del Bus.
Era
tarde y al parecer habían perdido el último transporte,
por lo que él, no queriendo importunar al ojiazul, comenzó
a caminar hacia su casa.
Tres cuadras después se dio cuenta que Touya lo seguía a prudente distancia, y tras detenerse, lo aguardó con una ancha sonrisa en los labios.
-"Al parecer vamos por el mismo camino". Comunicó el alvino, obteniendo solo un asentimiento seco por parte del pelinegro.
Yukito se había sentido más que agradecido con ese "comienzo" y sin borrar su sonrisa caminó al lado de su improvisado compañero, quien no hubo pronunciado nada.
El trayecto no era largo cuando se contaba con la apropiada compañía, y aunque el duo no era el más normal del mundo, ambos se sintieron bien de aquella improvisada reunión.
-"¿En dónde vives?". Había
sido la pregunta que exaltó a Yukito.
-"Oh. Por esa
dirección". Respondió el alvino, señalando una
calle poco alumbrada.
Touya entonces se había detenido a mirar, para posteriormente arrugar un poco el entrecejo.
-"¿Y pasas por ahí todas las noches?".
El de ojos castaños había asentido, sin borrar su sonrisa del rostro blanquecino.
Los ojos azules del pelinegro descansaron largos
momentos sobre la persona a su lado, haciéndole sentir cosas
que hasta ese momento como ser humano no había
experimentado.
Jamás había borrado su sonrisa y
jamás había presionado a Touya para hablar más
de lo que deseara. Y fue, tal vez eso, lo que había provocado
que el ojiazul relajara sus facciones un poco y le medio sonriera a
su interlocutor.
-"Vamos. Te acompaño".
Yukito
habría querido decir que no era necesario, que él mismo
conocía el camino de memoria, pero por algún extraño
motivo, no lo había dicho.
De esa manera se dejó
acompañar todos los días a partir de ese momento.
No
había sido necesario hablar. El silencio que los rodeaba cada
vez que estaban juntos, era el suficiente para hacerse entender.
Con
el tiempo el joven Kinomoto se fue abriendo a su nuevo y único
amigo, el cual correspondió a su amabilidad de la misma
manera.
Con el tiempo Yukito se fue adentrando en ese dolor que
Touya perfectamente guardaba con su pose estoica, sintiéndose
halagado por ser el único que tenía cabida en la vida y
corazón del cotizado Kinomoto.
Con el tiempo se dio cuenta
de la familia amorosa que había ganado, incluyendo una
admiración platónica por parte de la hermanita de su
ahora, mejor amigo.
Con el tiempo supo lo que era reír y
hablar de lo que le preocupaba, y ser correspondido con un abrazo o
una sonrisa de esos labios que eran expresivos solo con él.
Con
el tiempo se dio cuenta de que había adquirido una eterna
amistad, pero también algo más que hasta ese momento no
había experimentado jamás.
Con el tiempo se olvidó
de que él realmente no era un ser humano y que vivía a
través de la apariencia de uno.
Con el tiempo dejó
de memorar una vida pasada, dónde alguien con tal grado de
importancia en su corazón le cuidaba y protegía, para
dar paso al presente que por sola curiosidad había
buscado.
Con el tiempo creyó que él también
era humano y que nada más grande que eso le había
ocurrido en ese mundo.
Pero toda su perfección cambió
cuando "él" reapareció, e hizo la luz dónde
solo había hecho olvido.
Por eso era que su corazón
latía deprisa, al ritmo incontrolable que solo una emoción
tan grande puede darle a la vida.
Por ello era que sobrevolaba las
calles de la ciudad, en busca de ese ser que había
reaparecido, recordándole desde hacía unos días,
todo lo que había pretendido olvidar para vivir en paz.
Se
sentía extraño. Fuera de lugar, pues aunque había
pretendido saber quien era y lo que era, nada era comparable con
reconocer esa poderosa magia que lo llamaba a su encuentro.
Que lo
motivaba a volar a su presencia y quien le oprimía el pecho,
en una clara muestra de llanto y felicidad.
Era en esos
momentos, cuando la lujosa mansión de "él" lo
recibía con gusto, que afirmaba que nada de lo que había
vivido como humano y ente mágico se comparaba a ese
maravilloso momento.
Pues solo quien ha amado de verdad una vez,
reconoce la intensidad del hermoso sentimiento.
Con lágrimas
plateadas en los ojos se hizo presente en una de las habitaciones,
buscando de izquierda a derecha a aquel ser que le abría los
brazos en total bienvenida.
Con el corazón saltando de gozo
y emoción, busco a aquel por quien siempre, sin recordarlo,
había esperado toda una vida, encontrándose a alguien
muy diferente a lo que intuía.
-Nos volvemos a encontrar, Yue.
El ángel enarcó una ceja, cruzando los brazos a modo de evasión.
-No me mires de esa forma. Solo he venido a darte la bienvenida.
Pero el ente
mágico se negó a conversar con esa mujer. Con esa
persona quien lo exasperaba visiblemente, siendo Yukito o Yue.
Esa
mujer que al parecer ahora estaba al lado de ese por quien tanto
había esperado, y que en otra vida lo había estado con
Touya.
-Al parecer no te simpatizo, ¿verdad?.
La sonrisa de la mujer empequeñeció, mostrando así lo que él se negaba a expresar con palabras.
-Entiendo
que me odies. Murmuró la pelirroja, dejando una estática
y diminuta sonrisa en sus labios.-He causado sufrimiento a quien más
quieres en esta vida.
-Yo no te odio. Pronunció el Ángel
tras levantar su voto de silencio.-Solo me eres indiferente.
La mujer parpadeó antes de sonreír extensamente.
-Claro.
Que tonta soy. Yo en tú lugar haría lo mismo.
-Te
equivocas. Replicó el ente azul.-Tú en mi lugar me
habrías matado.
Y ella tuvo que reconocer que el ángel tenía razón. Por mucha magia, prudencia y empatía que pudiera transmitir, en el fondo no era más que un ser humano; que alterado, podía hacer barbaridades si se lo proponía.
-Supongo que estas aquí para verle.
Recordó la pelirroja en tono afable.
-Tú lo has
dicho.
-Él estará contigo en unos momentos. Cómo
te dije, yo solo he venido a darte la bienvenida.
Sabiendo que
no había peligro, Yue se atrevió a guardar sus halas y
a contemplar a la mujer frente a él con toda la dureza que su
esencia le permitió mostrar.
Kaho Mizuki le era
indiferente, si, pero no podía evitar que algo parecido al
enfado recorriera su ser.
Esa mujer le parecía insensible e
impredecible.
-Es increíble. Pronunció Kaho.
Yue solo frunció el entrecejo.
-Es
increíble lo diferente que puedes ser en tus dos formas. Como
Yukito eres simplemente adorable. Pero como Yue…
-Eso es algo
que no te incumbe a ti, indagar. Manifestó el ángel,
con un poco de brusquedad.
Pero a la pelirroja solo le causó gracias y no por ello se amedrento.
-Lo sé, Yue. Solo
estoy comparando tus dos personalidades. Sin embargo aun me queda una
pequeña duda.
-Exponla. Retó el ente azul, mirando
desafiantemente a la mujer que continuaba sonriendo y que sin más
se acercó a una de las puertas a su lado.
-Desde que te
conozco, han surgido en mi, grandes dudas que se disipan a su tiempo.
Pero ahora, cuando las batallas se han terminado y tú sabes
ahora que "él" ha reencarnado, no puedo dejar de
preguntarme si serás capas de olvidar todo lo que haz forjado
como humano hasta ahora, y te entregarás a lo que desde
siempre habías estado aguardando.
-¿Es eso una
duda?. Inquirió el ángel un poco molesto, haciendo
brillar con enfado sus orbes grises.
-Si, lo es. Y aunque no lo
creas, es algo que no se resuelve olvidando, ni mucho menos con
magia.
Yue friccionó sus manos. Esa mujer se estaba burlando de él.
-Espero volver a verte, Yue, sino….fue un placer conocer al ser que Clow tanto amó en vida.
Kaho
no dijo más, retirándose hacia la habitación
contigua de dónde provenían algunas voces que él
identificó de inmediato.
Más no pudo contener un
golpe al muro. Un golpe que debía ser destinado a una persona
que con sus sínicos comentarios solo se merecía una
bofetada como escarmiento.
Ella no tenía derecho a fraguar
cosas alrededor de su vida.
La odiaba, si, la odiaba, pero también
se odiaba a sí mismo porque Mizuki solo había expresado
con palabras, todo eso que él jamás se había
atrevido a decirse a sí mismo desde que Clow había
reaparecido.
Se dejó caer sin más, apoyando su
rostro en las rodillas.
Respirando agitadamente tras haber
golpeado la pared.
Lo que le ocurría era confuso.
Loco.
Él no había pretendido enamorarse de un
humano.
Él solo había vivido para aguardar a Clow y
nada más.
Él no había querido forjar la
personalidad de Yukito y sentirla tan distante ahora que recuperaba
sus memorias y sentido de vida.
Él no había querido
sentirse tan confundido por algo que solo debía darle
alegrías.
Como Yue, jamás había llorado,
y como Yukito prefería reprimir las lágrimas y
convertirlas en sonrisas.
Pero en ese momento se permitió
hacerlo, pues amar requería de una enorme gamas de sensaciones
que en ocasiones dolían, y en otras causaban extrema
felicidad.
Un sentimiento tan ambivalente no podía ser
real. Ni bueno, ni malo. Solo lo necesario para hacer al mundo
moverse y crear conciencia de paz, de armonía y
sensibilidad.
Se sentía tan perdido. Cómo
aquella vez, cuando sostuvo contra su pecho el cuerpo inerte de su
maestro y creador.
Como cuando se sentía desaparecer por la
falta de magia de su nueva ama, o cuando comprendió que Yukito
realmente era una parte con la que tendría que vivir el resto
de su vida.
Sentir era algo confuso y mortal, después de todo.
Percibió entonces, una caricia suave y llena
de amor sobre su rostro.
No se atrevió a elevar la mirada y
mostrar su derrumbamiento ante ese ser que le había dado la
vida.
Se sentía patético y poca cosa, por lo que
prefirió quedarse cómo estaba.
Pero con lo que no contaba, era con ese afecto que la persona frente a él le profesaba. Ni tampoco con ese abrazo que le abrió el alma.
-Mi querido Yue, no temas más.
Esas
palabras bastaron para que se refugiara en el acto bajo la protección
de quien lo esperaba.
Que sintiera un río de emociones
surgir de dónde pretendía dejarlo todo en el
olvido.
Que percibiera la devoción con la que era calmado y
bien recibido.
-Clow. Susurró, desde el fondo de su
corazón, y fue recompensado con una eterna caricia sobre su
largo cabello.
-Aquí estoy. No sucede nada. Fue la
respuesta que verdaderamente el ente no esperaba.
-No sabes cuánto
te he esperado. Comunicó el ángel tras elevar los ojos
y encontrarse con un par índigo que le sonreía.-No
sabes la falta que me has hecho.
-Lo sé. Murmuró el
chico, acunando aun más a ese ángel caído.-Lo sé
y lamento que hayas tenido que sufrir tanto.
-Te extrañé,
amo Clow. Te extrañé tanto. Susurró, parpadeando
por si sus ojos le engañaban de alguna manera.
Pero no
era así. Clow, su reencarnación estaba justo frente a
él. Sonriéndole, acariciándole, hablándole
como hacía muchos años.
Suspiró con alivio, y
se atrevió a aferrarse aun más a él en busca de
protección.
-Todo está bien ahora, mi querido
Yue. Todo está bien.
-No. Negó el ente sobre el
cuello blanco de su creador.-Todo está mal ahora. Todo yo soy
una confusión.
Eriol, antiguo mago poderoso,
simplemente sonrió.
Era la respuesta que esperaba.
Sin
embargo continuó con su labor.
-Eres lo más
hermoso que el mundo ha visto jamás, Yue. Y por ello todo tú
eres magnífico.
-Pero yo…
-Shhh. Acalló Eriol
con la misma bondad.-Yo sé todo lo que tú corazón
sufre en este momento y me apena tanto no poder hacer
algo.
-Solo…solo dime que me quieres. Imploró el ente,
sin despegar sus labios del cuello a su lado.-Solo dime que me
quieres y para mi será suficiente.
El chico de anteojos
sonrió.
Yue estaba experimentando la confusión
propia de los seres humanos; sabiendo de antemano, que sus destinos
se habían separado desde hacía mucho tiempo.
Por eso
hizo lo que sus recuerdos como mago, lo que los vestigios del corazón
de Clow con debilidad le indicaban.
Sería lo último
que haría por esa criatura maravillosa que en otros tiempos,
unos mucho menos complicados, había sido su vida
misma.
Acariciando las mejillas blancas del ángel, recorriendo su hermoso cabello. Grabándose cada pequeño fragmento del cincelado y bello rostro, es cómo cerró la distancia, atrapando los labios rosas del ente mágico que tembló ante el contacto.
Era el primer beso de Eriol, y
el primero que Clow le daba a Yue.
Por ello ambos se entregaron
como si la vida misma habitara en ese contacto.
Suave danza al
compás de labios explorando, disfrutando, grabándose el
sabor que permanecería por siempre en sus memorias.
Degustaron
la suavidad, el vaivén delicado que unos labios con textura a
pétalos de rosa y otros de fruta exótica, les hicieron
experimentar con tan solo profundizar el beso.
Era difícil
para Yue describir ese contacto.
Representaba todo lo que había
estado esperando. Todo lo que había añorado por
siempre. Todos sus sueños y esperanzas.
Clow, siendo mago o
reencarnación, le quería. Le quería como nadie
jamás lo querría y dejó correr un par de
lágrimas de felicidad. Lágrimas que se confundieron en
sus labios, entre saliva y lenguas deseosas de explorar más y
más.
Pero nada dura para siempre, y ambos despertaron de la ensoñación tras un suspiro de felicidad.
-No
solamente te quiero. Murmuró Eriol sobre los labios del ángel
que se acurrucó aun más en sus brazos.-Te amo, Yue. Te
amo como jamás he amado ni amaré a nadie.
-Y yo te
amo a ti, Clow.
Eriol sonrió, acariciando las sonrosadas mejillas de su ángel.
-Lo sé. Siempre
lo supe. Perdóname por jamás decírtelo.
Pero
Yue le habría perdonado incluso que le hubiera aniquilado.
Pues el sentimiento del amor era tan grande y poderoso, que todo lo
perdonaba.
-Pero tú sabes. Objetó el chico de
lentes tras un momento de silencio.-Que no podemos estar juntos. Por
mucho que nos amemos, esta vida nos ha hecho reflexionar y tomar
otros caminos.
A mi se me otorgó la vida nuevamente, y esa
vida no se encuentra aquí.
Yue asintió. Sabía que eso llegaría.
-Y a ti.-Sonrió, delineando
los finos rasgos del ente.-Se te concedió una oportunidad más
por la cual vivir.
Seríamos malagradecidos con la vida si
lo despreciáramos, ¿no crees?.
-Lo sé. Aceptó
Yue con cierto dolor.-Pero…¿no me odias por eso?.
Eriol sonrió, besando repetidamente los labios que le recibieron con el mismo sentimiento de amor.
-¿A caso te preocupaba que yo no entendiera lo que sucedió?.
Yue asintió.
Su mayor temor y preocupación era que su amo, el amor de su
corazón, no comprendiera que había emprendido una vida
diferente y que en esa vida alguien más había
entrado.
Siempre amaría a Clow, a Eriol o como su amo se
llamara. Siempre lo haría, porque para él era el
complemento de su alma.
-Yo entiendo mejor de lo que piensas, mi querido Yue. Susurró el chico tras ayudar a su ángel a incorporarse.-No debes preocuparte más. Mejor, vive con tranquilidad.
El ente asintió. Al final esa despedida
no era tan dolorosa cómo lo había imaginado.
Había
llegado a esa casa lleno de dudas y porqués; pero eso ya no
importaba.
Todo estaba en paz en esos momentos y él podía
agradecer a la vida por haberle permitido amar a alguien como a su
amo.
-Debo regresar a Inglaterra mañana. Espero que
algún día pueda volver a verte.
-Solo llámame
y acudiré a ti. Confesó el ángel, abrazando al
chico que le correspondió intensamente.
Eriol había
planeado otro tipo de despedida.
Sabía que había
llegado el momento en dónde Yue lo enfrentaría y le
reclamaría su falta de acercamiento hacia él.
Pretendía
despedirse sin desmoronar sus sentimientos, que aunque reencarnado,
continuaban siendo los mismos que alguna vez le había
profesado a su Ángel guardián.
Pero al mirarlo en el
piso, totalmente derrotado y confuso consigo mismo, no pudo hacer
nada más que seguir sus sentimientos y reconfortar a esa
criatura a la cual amaría por siempre.
-Hasta pronto.
Susurró el Inglés, tras cerrar el ciclo y robarle un
último beso a los labios que le correspondieron.
-Hasta
Pronto. Amor mío. Fue el murmullo de Yue cuando la puerta se
cerró tras de Eriol.
Su amor era algo maravilloso e indescriptible, que había sorteado a la existencia misma, y sobrevivido como nada jamás.
Su amor perduraría siempre, unidos por algo que iba más allá de lo impensable, y que culminaba en una gratitud infinita que se fusionaba con la eternidad.
Yukito y Yue vivieron su momento escrito,
compartiéndolo con Touya, quien los proveyó de dicha
infinita.
Eriol por su lado prefirió reservarse su destino
y vivir como siempre lo hacía: un paso a la vez.
Y sin
embargo, una mañana, cuando Eriol alcanzaba los cuarenta y
tantos y su figura era ya semejante a la que alguna vez había
sido con Clow, ante él apareció un ángel, que
bajaba desde el cielo solo y explícitamente para él.
Le
sonrió con dulzura y felicidad. Con ese carisma propio de su
sangre solamente.
Y el ángel se refugió en esos
brazos que siempre aguardarían por él. Se dejó
querer por ese amor que había permanecido siempre tan vivo en
sus corazones, pero tan inexplicable como su sola existencia lo
era.
-Ya es tiempo. Murmuró Yue, al besar efímeramente
los labios de Eriol.
-Lo sé. Nuestra espera valió la
pena.
El ángel azul asintió. Su historia junto a Touya había terminado con la mayor de las alegrías, pues había sido provechosa y feliz. Pero nada es para siempre y tras esa pérdida, regresaba a dónde el destino le indicaba, a quedarse con el amor inconfundible que albergaba hacía su creador, pero a recibir el amor que le profesaban también.
Sin
querer comprenderlo todo, se sintió agradecido con la vida,
con el destino, porque había adquirido mucho más de lo
que pensaba. Porque le habían obsequiado tanto amor y
felicidad que esta aun no terminaba.
Sus oraciones siempre habían
descansado en su corazón, dirigidas a ese que lo guió
con sumo cuidado a la sombra de un viejo roble inglés, y que
con devoción lo recibió, profesándole el
asombroso cariño que no había menguado ni un
ápice.
-Ahora podemos estar en paz, amor mío.
Fue el susurro de Eriol, el cual fue recibido con total aceptación
por el ángel.
Nacer y morir son inevitables para vivir, y
eso incluye a los entes de magia que poco a poco se apagan entre los
brazos de quien tanto les amó.
Eriol no pudo evitar llorar esa perdida. Su Yue ya descansaba en paz, y sin embargo, tras besar los labios inertes de a aquel a quien tanto había amado, se dejó caer también poco a poco en las manos de Thanatos. Entre el baile lento de las hojas, y su sonrisa serena y eterna..
No hubo sufrimiento, no hubo temor o negación, simplemente la placidez y la confianza de saber que existían en un Eternidad por siempre, y que probablemente el destino los juntaría para profesarse ese maravilloso amor eterno.
FIN
Porque la vida es simplemente una
bella eternidad.
Feliz cumpleaños
19 Julio 2006
