Ella, mi ángel.

¡Hola!... Espero que en estos días de fiesta y asueto se la pasen muy bien mis queridos lectores. No se si ya lo sepan, pero personalmente octubre es mi mes favorito del año y no hay nada que mas adore como las fechas de Halloween y día de muertos, así que nada mejor que escribir una historia inspirada en estas fechas.

Les advierto que este fic no se trata de alguna fiesta de disfraces a la que acuden las chicas, tampoco entro en detalles históricos sobre el origen de lo que es el Halloween o el día de muertos… simplemente me inspire para escribir una historia sobre esos seres que están en el mas allá.

Espero les guste y prepárense con su cajita de Klennex.

Cap. 1. En vida y muerte.

Como cada atardecer desde hace seis meses vengo a visitar la tumba de mi querida Lita, mi dulce ángel que tanto me amó en vida. De día bebo hasta perder el sentido, para olvidar un poco esta horrible realidad en que ahora ella ya no está conmigo y de noche, cuando todo mundo duerme vengo al lugar donde descansan sus restos para cambiar el ramo de rosas del día anterior por otras nuevas y frescas.

¡La he odiado tanto como la he amado desde su partida!... ¿Cómo pudo ser tan cobarde para quitarse la vida y privarme de su existencia?... ¡Maldita, maldita y mil veces maldita por haber sido tan egoísta y sólo pensar en ella!... Me dio las mayores alegrías como también desde su partida me ha hecho sufrir como jamás pensé que fuera posible.

Maldita también la muerte que pese a haber intentado quitarme la vida para encontrar a mi amada no me ha querido llevar a su lado.

Hubiera sido tan sencillo no aceptar el compromiso, entonces así no hubiera tenido que conocerla y amarla tanto como hasta ahora la sigo amando, pero aun así, se que si volviera a tener la oportunidad de regresar el tiempo atrás, a sabiendas de que la perdería volvería a elegir tenerla a mi lado y disfrutar de aquella felicidad que fue efímera en mi vida.

¿Cómo la conocí?... Bueno, tenía yo entonces 23 años, estaba satisfecho con mis logros hasta ese momento. Acababa de graduarme como medico, sabía que tenia un futuro prometedor y el siguiente paso que debía de dar era casarme. No es como que estuviera enamorado de mi prometida, incluso muchas veces cuando era mas joven le había dicho a mi padre que si aquella señorita no era muy agraciada le gustara o no rompería el compromiso y así seguí pensando hasta que la conocí durante una temporada que ella estuvo en Londres por dos semanas visitando a unos tíos suyos. Cuando la vi, me pareció que era hermosa como pocas, finas facciones, ojos verdes, cabello castaño y ondulado, educada y con una cuantiosa dote… ¿Cómo podría entonces decir que no?... La señorita Miller era un buen negocio, que por supuesto yo no iba a desdeñar.

Pasados tres meses de aquella temporada en que tuve la oportunidad de conocerla, decidí viajar a Pluckley, no es como que me emocionara mucho viajar a ese pueblo pero debía visitar a mis padres y a mi hermana que estaban viviendo en ese tranquilo lugar desde hace dos años y de paso conocer a toda la familia de mi prometida (sólo conocía a su padre y a ella) para entonces hacer oficial el compromiso y fijar la fecha de la boda. Ese día tenia previsto llegar temprano al pueblo, quería descansar un poco, pues sabia que en la noche se ofrecería un baile en la casa de mis suegros pero para mi mala suerte el hombre que conducía el carruaje comenzó a sentirse mal, tuve que detenerse, lo auxilie y bueno, en un acto compasivo fui yo quien terminó conduciendo el carruaje hasta llegar a Pluckley.

Era bastante tarde cuando llegue a casa, apenas si puede saludar a mis padres y a mi hermana Minna, no tuve tiempo de descansar pues casi inmediatamente tuvimos que partir a la casa de los Miller donde vería a mi prometida.

Al entrar al salón de baile, casi inmediatamente visualice a mi suegro, quien se acercó acompañado de una mujer de alrededor de 40 años, quien pese a su madurez aun conservaba su hermosura. Tras saludarnos me presentó a su acompañante, era su esposa, la señora Rose Miller. La charla entre nosotros no duró mucho, enseguida llegaron más invitados que requerían que los Miller les dieran la bienvenida, así que se apartaron no sin antes decirme que pronto mi prometida haría su aparición en el salón de baile. Mi hermana Minna pronto consiguió pareja de baile y bueno, yo decidí apartarme de mis padres para que fueran a bailar y porque no decirlo, para salir a tomar un poco de aire, pues estaba muerto de sueño y cansancio.

Salí pues entonces a dar un paseo, como era finales del mes de octubre había luna llena y estaba fresco, pero era una noche muy agradable. Poco a poco me aleje de la mansión Miller y entonces en medio de la obscuridad escuche que alguien se movía, alguien corría en mi dirección… de pronto entre las sombras vi una silueta, era una dama que de pronto vi que tropezó. Seguro había pisado el dobladillo de su vestido así que me acerque a socorrerla.

-¿Se encuentra bien señorita?- Me agache y le ofrecí mi mano para ayudarla a ponerse en pie.

-Gracias.- Contestó ella cuando se puso en pie, riéndose de si misma por haber tropezado y limpiándose el vestido.- ¿Aun sigo muy sucia?

Era preciosa, tenia un rostro de ángel, facciones delicadas, como si hubiera sido echa a mano, ojos verdes y vivaces, pero mas que eso lo que me encantó fue el sonido melodioso de su voz y su sonrisa.

-Pues solo un poco.- Dije acercando mi mano a su rostro para quitarle un poco de lodo en la mejilla.- ¿Por qué venia corriendo?... ¿Alguien la venia siguiendo?

-¡Oh no!- Exclamó.- Estaba buscando a mi gata, sólo que me aleje demasiado y corrí porque me di un miedo.

Los dos nos quedamos en silencio por unos segundos, mirándonos el uno al otro, hasta que ella rompió el silencio.

-Ha sido muy amable.- Me dijo ella.- Bueno, debo seguir buscando a Lucy, supongo que viene al baile. Disfrútelo.

Intentaba seguir su camino, sola, sin mi, pero apenas había dado unos pasos la detuve.

-¿La puedo acompañar?- Le dije.- No creo que sea seguro que una señorita ande paseando sola, menos en la noche.

-No creo que sea muy apropiado que pasee con un desconocido.- Sonrió ella de nuevo. ¡Como me encantaba su sonrisa!... Era como si se estuviera burlando de mi propuesta y al mismo tiempo me estuviera coqueteando.- Pero de acuerdo, acepto su compañía.

Le ofrecí mi brazo, que ella por supuesto aceptó y para su buena suerte no tardamos en encontrar a aquella gata negra llamada Lucy a la que parecía ella adoraba. Al tenerla consigo se tranquilizó y me confesó que no quería entrar al salón, ya que al parecer estaría presente un tipo que la cortejaba pero que a ella le desagradaba, me explicó que igual sus padres estarían mas al pendiente de su hermana, así que ella pasaría desapercibida y yo, como si me hubiera olvidado de mi prometida, sin decirlo ni planearlo me quede a hacerle compañía.

Cuando menos lo pensé ya había logrado conocerla mas lo que había conocido a otras señoritas con las que antes hubiera tratado. Me hizo saber que adoraba a los gatos, montar a caballo a escondidas pues sus padres se lo prohibían, leer, cocinar y escribir poesía.

-¡Me encanta ese vals!- Susurró de pronto emocionada cuando escuchó que la orquesta dentro de la mansión tocaba una pieza que le gustaba.

-Entonces, milady… ¿Me concedería el honor de esta pieza?

Con palabras no me dio una respuesta, pero entonces aceptó mi mano y ahí, alejados del bullicio dentro de la mansión comenzamos a danzar al son de esa pieza… Esa fue la primera vez que la tuve tan cerca, tomando su mano, estrechando su cintura, perdiéndome en el verde mar de sus ojos y aspirando el delicioso aroma a jazmines de su cuerpo y su cabello… Con ella me olvide de mis padres, de mi prometida, del mundo, sólo éramos yo y aquella encantadora dama… No lo pensé mucho, pero cuando la música cesó la tome de la barbilla y probé el dulzor de sus labios, cuando la falta de aire nos obligó a separarnos me provocó ternura ver el carmín en sus mejillas, por su forma de besar me había dado cuenta de que era la primera vez que alguien la besaba.

-Perdón por el atrevimiento.- Le susurre.- Pero me encantas.

Por un momento no supe si iba a abofetearme… Tal vez me lo tuviera merecido, pero la verdad prefería pedirle perdón que permiso.

-¿Sera que puedo cortejarte?... Si me dices quienes son tus padres podría hablar con ellos.

De pronto escuchamos tres voces que llamaban a alguien, más bien a alguna mujer llamada "Lita", poco a poco se acercaban y entonces me di cuenta del temor reflejado en su mirada.

-¡Me están buscando!- Exclamó asustada.- Si me ven con un hombre a solas me regañaran… Búscame dentro del salón.

Mi amada entonces salió corriendo en dirección a aquellas personas que la buscaban, yo por un momento me oculte entre las sombras para que no fueran a percatarse de que estaba con ella, por nada del mundo quería que fueran a regañarla. Después de que se alejaron lo suficiente volví a asumir de nuevo mi realidad, estaba comprometido con otra y entonces me lamente de haber aceptado ese compromiso.

Desde aquel día en que la conocí y tuve oportunidad de tratarla fue como si supiera que jamás podría alejarla de mi vida, aun cuando yo lo quisiera. No quería regresar dentro del salón de baile porque sabía que en algún momento tendría que ver a mi prometida, bailar con ella y entonces me presentarían a todo mundo como su prometido… pero ahí dentro del salón también estaba esa mujer que acababa de conocer y de la que había quedado prenda. Si no entraba dentro no sabría quienes eran sus padres, donde vivía, nada de ella, así que me dije que regresaría, la buscaría, me despediría de ella y tras averiguar quien era su familia partiría con la promesa de ir pronto a visitar su casa para pedir permiso a sus padres para visitarla. Así, entonces me encamine dentro del salón, para mi buena suerte la mire no muy lejos de la entrada platicando con otra señorita. Pensaba hablarle para despedirme de ella pero entonces escuche una voz a mis espaldas:

-Yerno, hasta que te encuentro.- Escuche tras de mi y entonces al dar media vuelta me encontré con don Joseph Miller y su hija Wanda.

Wanda estaba feliz de verme, y como es la costumbre le dedique un alago a su hermosura y bese el dorso de su mano. No mentía, en verdad Wanda era preciosa, físicamente no tenia nada que pedirle a la dama que acababa de conocer hace poco… pero vamos, Wanda tenia de bonita lo que tenia de seria, aburrida, siempre diciendo lo que era correcto, lo que tenia que ser, muy distinta que la dama que acababa de conocer que hablaba y hablaba sin parar, opinando, preguntando, despreocupada por lo que yo pudiera pensar de ella.

Estando de espaldas, pedía que Lita no me viera y se enterara de que ya tenia un compromiso, pero entonces para mi mala suerte de pronto llegó a donde estábamos Joseph Miller, mi prometida y yo conversando. Me regaló una sonrisa y yo que poco oraba o iba a la iglesia entonces le pedí a dios que no fuera tan amiga de mi prometida y no fueran a presentarme a ella como el prometido de Wanda, pero entonces me lleve una sorpresa cuando se acercó a mi suegro dirigiéndose a él como papá.

-Lita... ¿Dónde andabas?- La reprendió.

-Andaba saludando a la señorita Kellaway… ¿Pasa algo?- Dijo Lita sonriendo.

-Andrew, mira, esta es mi hija menor la señorita Lita Miller…. Hija, este es el señor Andrew Hansford, hijo de mi amigo Arthur Hansford y prometido de tu hermana.

En ese momento la sonrisa se desdibujó del rostro de mi amada, nadie se daba cuenta, pero sus ojos vivaces entonces reflejaban decepción y tristeza. Me quede como un tonto, sin decir nada, hasta que de pronto ella esbozó una falsa sonrisa y rompió el silencio:

-Hasta que al fin tenemos el placer de conocerlo señor… ¿Cómo es que se llama?

-Andrew Hansford.- Le respondí.- El placer es mi señorita Miller. Es usted preciosa.- Le dije mientras besaba el dorso de su mano. Solía alagar a todas las señoritas con cumplidos cuando me las presentaban, no importando que fueran poco agraciadas, pero con ella en verdad que estaba siendo honesto.

Sobre lo que sucedió aquella noche no tiene mucho caso hablar, me la pase bailando cada vals con Wanda con quien trataba de sostener una charla amena, pero de vez en cuando me perdía en el dialogo, pues mi mirada se iba siguiendo a la otra señorita Miller que se dio el lujo de bailar con cuanto caballero bien parecido la solicitaba para un baile. De vez en cuando al danzar nuestras miradas se encontraban y entonces, en aquellos orbes color esmeralda podía ver que estaba decepcionada.

Después de aquella noche en que la conocí, y que para mi mala suerte mi suegro fue presentándome con todo mundo como su futuro yerno visite mas de una vez la casa de los Miller para ver si tenia oportunidad de hablar con ella, pero eso era algo que nunca se daba pues cuando estaba ahí, Wanda no se me despegaba y nunca se me daba la oportunidad de ver a mi Lita a solas. En ocasiones mi suegro nos invitaba a comer a mi familia y a mi y en ese momento mas de una vez nuestras miradas se encontraban mientras todos estaban perdidos en la charla, mi hermana pronto se hizo muy amiga de Lita y entonces una vez me atreví a confesarle a mi hermana que estaba enamorado de su amiga; mi hermana entonces se ofreció a llevarle una misiva que yo le había escrito, donde le pedía disculpas por lo sucedido aquella noche y donde le decía que la amaba y que ella era la única razón por la que cada día frecuentaba la casa de sus padres.

Mi carta aquella vez no obtuvo respuesta. Minna me la regresó cerrada como yo se la había entregado, me dijo entonces que Lita ni siquiera la abrió y que de insistirle entonces no podrían ser amigas.

Así pasaron dos meses en que ella no me dirigía mas la palabra, sólo podía verla cuando iba a casa de los Miller, pero ella me ignoraba. Estaba tan interesado en ella que por mi hermana me entere mas de la vida de Lita que de mi prometida, supe entonces que Lita no era hija de Rose Miller, que Joseph la había engendrado con otra mujer esperando que le diera un hijo varón que continuara su apellido, ya que su esposa después de Wanda había tenido embarazos fallidos, pero en vez de tener el tan anhelado varón nació una niña.

Un buen día, entonces la suerte quiso ponerse de mi lado. Me había levantado de madrugada ya que alguien había ido a buscarme a la casa de mis padres para atender a un hombre que había sido herido de bala. Al regresar a casa, cuando los primeros rayos de sol estaban apareciendo en el horizonte me dirigí entonces en dirección a la mansión Miller y entonces, cuando aun faltaban mas de 10 minutos para llegar a los terrenos pertenecientes a mi futura familia política vislumbre a mi adorada Lita que estaba sentada en el pasto leyendo un libro, apoyando la espalda contra el grueso tronco de un árbol. Al escuchar el trote de mi caballo entonces levantó la vista, nuestras miradas se encontraron y ella se puso de pie queriendo huir de mí pero le di alcance.

-Señorita Miller… buenos días.

No me respondió. Ni siquiera volteó a verme así que insistí.

-Señorita Miller… ¿Sera que puedo hablar con usted un momento?

-No creo que tenga mucho que hablar con usted señor Hansford. Le agradecería mucho si me deja continuar mi paseo a solas.

-Señorita Miller, permítame hablar con usted.- Insistí mientras desmontaba del caballo.- ¿Por qué no quiso recibir mi carta?- Le pregunte dándole alcance e interponiéndome en su camino.

-Porque no me parece correcto recibir cartas del prometido de mi hermana.- Me contestó sosteniéndome la mirada.- ¿Podría dejarme ahora en paz?

-La voy a dejar en paz si así lo quieres después de escucharme.- Le dije y entonces ella no hizo ningún intento por seguir evadiéndome.- ¿Sabes?... Aquella noche en que te conocí no tenia idea de que fueras hermana de Wanda.

-¿Entiendo entonces que el señor quería entretenerse un poco con la mujer que había conocido en el jardín y de paso negar a su prometida?- Me preguntó indignada.

-Le juro señorita Miller que no es así.- Le respondí.- Se que es tonto decirlo, nunca he creído en el amor a primera vista pero desde que mire sus ojos quede prendado de usted y no es solo su belleza física, en verdad me encanta todo lo que hay en su persona…. La manera en que sonríe, sus gestos al hablar, la ternura que desprende cuando cuida de Lucy… me encanta incluso cuando la veo discutiendo con su padre, revelándose ante las imposiciones sociales e incluso la forma en que me mira ahora en que está molesta conmigo. Le juro señorita Miller que esa noche en verdad estaba dispuesto a romper mi compromiso y cortejarla a usted… pero nunca espere que usted fuera hermana de mi prometida.

-Perfecto, ya lo escuche, ahora supongo que puedo irme.

Se dio media vuelta, dispuesta a irse sin decirme nada, pero entonces se detuvo en seco cuando le volví a hablar para recordarle aquel primer beso:

-¿Entonces se piensa ir así sin decirme nada?... No creo que yo le sea tan indiferente, de eso me pude dar cuenta aquella noche en que la bese.

-Aquella noche no existió.- Me dijo sin siquiera darse media vuelta para mirarme a la cara.- Haga el favor de nunca mas volver a mencionarlo.

-Se que se rehúsa a negar lo que siente porque lo considera incorrecto, pero señorita Miller, le advierto que cada amanecer aquí estaré esperándola. Si usted me lo pide incluso rompería el compromiso con su hermana.

-Pues entonces siéntese porque se va a cansar de esperarme.

Dos días después de que tuviéramos aquel encuentro (días en los que deje de visitar la casa de los Miller y acudiendo a las citas donde Lita nunca llegaba) sucedió algo que creo en parte fue un detonante para que nuestro secreto idilio se viera realizado. Era ya de noche, estaba por acostarme a dormir cuando de pronto escuche que alguien tocaba la puerta y enseguida los gritos de mi hermana que me imploraba por que le abriera. Temiendo que hubiera sucedido algo me puse en pie para abrirle y antes de que le preguntara que era lo que sucedía ella me dio aquella noticia que me alarmó:

-Tienes que ir a casa de los Miller.- Me dijo con preocupación en su voz.- Afuera está esperándote uno de los sirvientes, parece que Lita está enferma.

Fue suficiente con saber que Lita estaba enferma para que yo inmediatamente me pusiera de pie y montara en mi caballo para dirigirme a la casa de los Miller. Me habían comentado que al parecer en los últimos días había estado resfriada y que en las últimas horas había tenido fiebre que con nada podían bajarse. No quería pensar que algún mal mortal la hubiera atacado, y los 20 minutos que hice a caballo para llegar hasta su casa se me hicieron eternos.

Al llegar a casa de los Miller inmediatamente subí a sus aposentos y al verla postrada en cama, ardiendo en fiebre y tan demacrada me aterró la idea de que ella pudiera partir de este mundo y privarme de adorarla. En mi mente entonces asocie sus síntomas con la terrible y mortal peste blanca, tan temida por la sociedad como mortal. No había sido necesario que me quedara ahí toda la noche, pero aun cuando sus padres se fueron a dormir yo me quede al pie de su cama cuidándola, acompañado claro de una sirvienta. Confiaban los Miller ciegamente en mi y y yo no iba a dejar sola a mi Lita.

-¿Quiere que le traiga un café señor Hansford?- Me preguntó la joven sirvienta y yo asentí. Tenia tanto sueño que decidí aceptarla.

Cuando la joven bajó, dejándome a solas con mi amada Lita me puse de pie y me senté al borde de la cama. Me di cuenta de que aunque aun tenia fiebre ya le había bajado un poco y entonces en sus delirios la escuche susurrar mi nombre.

-Andrew.

-Aquí estoy mi amor.- Susurre tomando su mano.

-Andrew… te amo.- Susurró apretando mi mano.

No lo pensé mucho, en ese momento me deje llevar y me acerque a sus labios para besarlos suavemente, apenas rozándolos y entonces cuando me separe de su rostro mire como sus ojos se abrían, siendo yo la primera persona a quien miró cuando despertaba.

-¿Eres real?

-Lo soy mi ángel… ¿Te sientes mejor?

-Si.- Me respondió tomando una de mis manos entre las suyas.- Quédate… no te vayas.

-Me quedare contigo. Lo prometo.

Los siguientes cinco días después de aquel día seguí visitando la casa Miller, subiendo a sus aposentos para asegurarme de que estuviera bien y para de paso conversar con ella. Mi hermana Minna solía acompañarme, así que para mi fortuna podía hablar a solas con ella, ya que acompañándome Minna no era necesario que estuviera una doncella con nosotros y mi buena hermana, que se convirtió en cómplice de nuestro idilio se quedaba afuera de la habitación dejándonos a solas e espiando que nadie viniera. Atrás habían quedado los reclamos, su manera tan dura de mirarme aunque yo tampoco había vuelto a insistir diciéndole que la amaba o queriendo besarla.

Uno de esos días en que llegue, al estar por entrar a su habitación la escuche recitar un poema en voz alta, un poema que aunque hermoso era demasiado triste para mi gusto, describía perfectamente lo que había sentido cuando creí que la perdería a causa de lo enferma que había estado:

Alma mía gentil, que partiste
tan pronto de esta vida descontenta,
reposa allá en el Cielo eternamente,
y viva yo aquí en la tierra siempre triste.

Si allá en el asiento etéreo, en donde subiste,
memoria de esta vida se consiente,
no te olvides de aquel amor ardiente
que ya en los ojos míos tan puro viste.

Y si vieras que puede merecerte
alguna cosa el dolor que me quedó
del pesar, sin remedio, de perderte;

ruega a Dios que tus años recortó,
que tan pronto de aquí me lleve a verte,
cuan pronto de mis ojos te llevó.

-Demasiado triste para mi gusto.- Le comente mientras entraba a la habitación.- Nunca lo había escuchado… ¿Quién es el auto?

-Luis de Camoes.- Me respondió con una sonrisa.- Y créeme, si lo lees en Portugués suena mas hermoso.

-¿Sabes hablar portugués?- Le pregunte sorprendido.

-Una de las institutrices que tuve en la infancia sabía y nos enseño.

-Por cierto, traje algo para mi paciente favorita.- Le dije entregándole la caja en color verde metálico con moño dorado que le había llevado.- Minna me comentó que te gustaban los chocolates con cereza, así que espero los disfrutes.

-¡Gracias!- Exclamó emocionada, regalándome una de esas sonrisas que tanto amaba en ella.

Atrás habían quedado los días en que tan mal había estado, ahora sus ojos brillaban, sus mejillas estaban sonrosadas y hablaba sin parar. Tampoco ya nos hablábamos con formalidad, sino por nuestro nombre de pila.

-¿De que quieres hablar?

-Creo que ya lo sabes Lita. Te amo.

-Pero tú te vas a casar con mi hermana.

-Si tú me lo pides puedo romper el compromiso.

-¡No!- Exclamó.- Así entonces nunca mas podría verte. Mi padre te aborrecería por despreciar a su hija mas querida, lo tomaría como una humillación y ni en nuestros mejore sueños aceptaría que tú me ames a mi.

-¿Entonces que quieres que haga Lita?- Le pregunte.- ¿Qué siga callándome este amor que por ti siento?... ¿Qué me case con mi hermana y tengamos que pasar nuestra vida separados o amándonos a escondidas?

-¡Andrew, por favor no sigas!

-Pero tú me amas a mi.- Le dije.- No voy a soportar el día de mañana que tu padre te quiera casar con otro que no sea yo. No voy a poder soportar pasar el resto de mis días casado con tu hermana y teniéndote que amar en secreto… Además… tú naciste para ser adorada, no es justo que tengamos que esconderle a todo el mundo lo que sentimos.

-¡Eso lo hubieras pensado antes de comprometerte con mi hermana!

-¡Y yo que iba a saber que me iba a enamorar de ti!

-¡Silencio!- Escuchamos la voz de Minna que se asomó a la habitación.- Si siguen haciendo tanto ruido alguien podría escucharlos… Además no es prudente que sigas aquí con Lita, hermano… Podrían sospechar, ni con los enfermos de muerte el doctor dura tanto.

-Lita, te voy a esperar a partir de mañana en el lugar donde tenemos nuestra cita a la que nunca llegas.- Le dije.- No vendré mas a casa, ya estas muy sana y no quiero seguir fingiendo que me voy a casar con tu hermana, así que te espero.

Después de aquel día no volví a poner un pie en casa de los Miller. Mi hermana solía visitar a Lita a diario, así que estaba enterado de que no había tenido recaídas. Por su parte mis padres al ver que pasaba mas de una semana en que no iba comenzaron a molestarme con que debía visitar a Wanda y hacerle esos presentes que tanto le agradan a las mujeres, pero la verdad que no me nacía del alma y estaba harto de tener que seguir fingiendo que me casaría con ella, lo que si hice durante esos días fue ir al lugar donde siempre esperaba a Lita y nunca llegaba y así pasaron diez días hasta que me decidí a ir a casa de los Miller, me aceptara Lita o no yo estaba decidido a ponerle fin a mi compromiso con su hermana.

-¡Andrew, bienvenido!- Exclamó Wanda al verme llegar esa tarde.- Hace mucho no venias a visitarme. Tenías más de una semana sin venir por aquí.

-Buenas tardes Wanda.- La salude besándole el dorso de la mano.- ¿Se encuentra tu padre?... Me gustaría hablar con él.

-Claro que si, ahora mismo mando a una de las sirvientas a buscarlo. Mientras ven a sentarte conmigo. Tengo mucho que platicarte… ¿Sabes?... He estado preparándome para la vida de casada.

El señor Joseph Miller no tardó en encontrarse conmigo. Al hacerle saber mi deseo de tener una charla a solas con él me hizo pasar al despacho.

-Siéntate yerno y dime de que quieres hablar

-Gracias señor Miller, pero no me sentare porque voy a ser breve.- Le dije y para entonces él ya estaba en su asiento.

-¿Por qué me miras con tanta seriedad Andrew?- Soltó una carcajada.- Ya te dije que dejes de hablarme con tanta formalidad, pronto seremos familia… a menos claro que vengas a decirme que quieres cancelar la boda.

-Señor Miller, antes que nada le pido una disculpa sincera. Se que probablemente pierda su aprecio y lo lamentare mucho, pero con mucha pena vengo a romper mi compromiso con su hija.

-Estas bromeando… ¿verdad?... Eso no es gracioso.

-Estoy hablando en serio señor Miller y en verdad créame que lo lamento, pero no me voy a casar con su hija.

El señor Miller entonces clavó sus ojos en mi como si quisiera matarme. Se puso de pie y me habló enérgicamente:

-Andrew, no puedes hacer eso… ¿No eres consciente de que eso seria una afrenta al honor de mi hija?... Seria un escándalo en Pluckley

-Podemos decir que su hija rompió el compromiso si así gusta. Ponga el pretexto que quiera.

-¡Es que no se trata de quien lo rompa!- Me gritó.- Como sea mi familia sale afectada… ¿Qué no te importa que mi hija se convierta en el motivo de habladurías de la sociedad?... Mira Andrew, eres joven, yo también tuve tu edad comprendo que pues a lo mejor estés encantado por alguna mujer de burdel o incluso de alguna otra jovencita decente… pero dime… ¿Quién podría ser mejor partido para ti que mi hija?... No solo posee una buena dote y es virtuosa, también me atrevo a decir que es la joven más hermosa de Pluckley, incluso más que mi hija menor.

Joseph Miller trató de convencerme de una y mil maneras de que no desistiera, al ver que no cambiaba de parecer incluso me suplicó ofreciéndome duplicar la dote, diciéndome que si amaba a alguna otra mujer la tuviera como mi concubina pero al ver que estaba firme en mi posición me echó de su casa.

-¡Eres un cobarde!- Me gritó cuando ya estaba afuera, alarmando a su mujer, a Wanda y a Lita que estaban afuera.- ¡No te vuelvas a parar por aquí si no cambias de parecer!

-Lo lamento mucho señor Miller pero mi decisión está tomada.

Al llegar a casa inmediatamente hable con mi padre y le conté lo sucedido. No me sorprendió que se encolerizara al saber lo que había echo, eso de alguna manera afectaba su amistad con el señor Miller y por tanto los negocios que tenían juntos. Trató de convencerme de una y mil maneras de que recapacitara, de que una señorita mejor que Wanda no iba a encontrar pero al no lograrlo habló de desheredarme, cosa que la verdad no me importaba.

Mi madre al enterarse rompió en llanto, quiso fingir que se pondría mal de salud ante mi decisión, pero sabía que desde hacia muchos años esos chantajes conmigo ya no funcionaban. Al siguiente día, al ver que seguían con aquella postura de no apoyarme hice mis maletas, me despedí de Minna y me fui a rentar el cuarto de una posada en el pueblo. Al menos ahí nadie me molestaría con dramas.

Los próximos días, como de costumbre seguía yendo a mi cita a la que finalmente un día llegó, desde entonces a diario nos veíamos a solas aunque sea por poco tiempo durante el día. Me había enterado de mi padre había roto amistades con el suyo, de que Wanda estaba dolida, yo entonces le proponía hablar con su padre y se negaba. Le propuse también la idea de que nos fuéramos de Pluckley a otro lugar donde pudiéramos amarnos sin que nadie nos lo impidiera pero ella se negaba porque el maldito remordimiento de conciencia no la dejaba tranquila.

Así pasaron 6 meses en que solíamos mirarnos a escondidas, hasta que entonces dejó de ir a nuestras citas. Por tres días me dejó plantado y al cuarto día decidí que si no llegaba iría a buscarla a su casa pero entonces se escuchó el sonido ensordecedor de un trueno, enseguida las gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo empapándome. Decidí retirarme, le daría de plazo hasta el siguiente día antes de ir a buscarla, pero cuando estaba a punto de montar en mi caballo la escuche llamándome:

-¡Andrew!

Voltee a verla, corría a encontrarme llevando una sombrilla en mano pero en su camino tropezó cayó al piso. Me acerque a ella ofreciéndole mi ayuda y de nuevo se puso en pie. No importaba que estuviéramos empapados o que el vestido de ella estuviera lleno de lodo, la levante en brazos y entonces nos besamos apasionadamente. Cuando la falta de aire nos obligó a separarnos me di cuenta de que estaba llorando.

-¿Qué sucede preciosa mía?- Le pregunte mientras le quitaba un poco de lodo que tenia en la mejilla.- ¿Te dolió mucho?... ¿Por qué me tenias tan abandonado?

-Padre me tenía encerrada en mi habitación. Me castigó porque no quiero casarme con Zafiro Black.

-¿Qué estas diciendo?

-Zafiro Black ha estado visitándome desde tres días, fue a pedirle mi mano a mi padre pero yo le hice saber que no quiero. Dice padre que debo casarme, que Zafiro es un buen partido y que si no acepto me encerrar en mi cuarto hasta el día de la boda.

-Iré a hablar con él.

-¡No!- Me pidió ella.- Solo empeoraras las cosas. Entonces me encerrar y nunca mas podremos vernos.

Me quite la gabardina y entonces la puse sobre sus hombros, después, bajo la lluvia la estreche entre mis brazos.

-Te amo.- Me susurró.

-Me encanta que me lo digas preciosa.- Le dije mientras la tomaba de la barbilla para besarla.- Yo te adoro.

Me quede en silencio un momento, aspirando el delicioso olor de su perfume. No quería que nadie le apartara de mi lado, pero ella tenia razón, su padre jamás consentiría que yo hubiera roto el compromiso con su hija favorita para pedir la mano de la menor.

-Lita, se que no te gusta que te lo diga, pero huir es la única alternativa, les harás daño, pero si no lo hacemos me harás daño a mi al no poder tenerte y te harás daño a ti misma por hacer un sacrificio que nadie te agradecerá.- Entonces tome su mano y bese suavemente su dorso.- Huyamos, se que no es lo que una señorita decente espera, que hubiera deseado una boda y llegar al altar tomada del brazo de tu padre pero te juro hermosa mía que te adorare como si fueras mi diosa y cuidare de ti y de los hijos que me des por toda la vida.

-¿A dónde iremos?

-A Bristol. Ahí puedo trabajar como medico, tengo muchos amigos ahí que pueden incluso recomendarme. Te prometo que en cuanto salgamos de este pueblo nos casaremos y cuando lleguemos a Bristol te comprare una casa linda donde viviremos juntos.

-Si Andrew, acepto mi amor.

-Entonces no hay tiempo que perder, vámonos.

-Mañana Andrew.- Me pidió suplicantemente.- Al menos déjame pasar este último día con mis padres y mi hermana.

-Lita, vámonos ahora.- Le suplique.

-Andrew, por favor. Esto es difícil para mí. Déjame pasar un día más con mi familia.

-De acuerdo hermosa mía. Te espero aquí mañana cuando todos duerman. Así cuando se den cuenta de que no estas nosotros ya estaremos muy lejos.

-Gracias por comprenderme Andrew.

Aquella noche antes de separarnos bese apasionadamente sus labios, después la deliciosa piel de su cuello y el inicio de sus pechos. Ansiaba más que nada en el mundo hacerla mía, que me perteneciera en cuerpo y alma, quería llenarme de ella, por un momento perdí la cordura y ella se olvidó del recato, sabía que su cuerpo por mi ardía pero entonces me separó de su lado.

-Aquí no Andrew.

-Perdón amor.- Le dije tratando de controlarme.

-Tengo que irme. Ya es tarde y se podrían dar cuenta de que no estoy.

Me dio un beso fugaz y se dio media vuelta dispuesta a irse, pero entonces la alcance y la rodee con mis brazos, no quería que se fuera, quería llevármela conmigo esa noche. No quería esperar, tenia miedo de que si dejara pasar el momento entonces ya nunca pudiéramos estar juntos.

-Vámonos ahora.- Insistí.

-Hoy no Andrew.- Me miró suplicantemente.

-Si es por lo que acaba de suceder, tienes mi promesa de que no te hare nada que tu quieres. Si tú lo deseas puedo esperar a casarnos para hacerte el amor. Perdóname por lo que acaba de suceder.

Ella llevó sus manos a mi rostro, acariciándome y me regaló una sonrisa.

-No tienes que pedirme perdón Andrew, yo también lo deseo. Me entregaría a ti ahora mismo si estuviéramos lejos de aquí, sin importarme que estuviéramos casados o no.

-Tengo miedo.

-¿De mi padre?

-No- Le conteste.- Él podría incluso apuntarme con un arma y no tendría miedo. Me da miedo que suceda algo y que no pueda tenerte a mi lado.

-Nada pasara Andrew. Nadie sabe que huiré contigo. Mañana me visitara Zafiro y actuare como si estuviera encantada con la idea de casarme con él y cuando caiga la noche vendré a tu encuentro y nos iremos juntos. Te lo prometo. Sabes que tampoco podría irme sin traer a Lucy conmigo.

Iba a decirle algo, pero entonces se paró de puntillas y besó mis labios, enredando sus manos en mi cabello, yo la tome del talle, correspondiéndole con pasión, me encantaba el dulce sabor de sus labios, el olor de su cabello, de su cuerpo, pero el tiempo no era eterno y ella al fin se separó de mi lado.

-Te veo aquí mañana amor mío.

-Y yo te esperare mi ángel- Le dije mientras apretaba su mano.

Al final se soltó de mi agarre, me lanzó un beso en el aire y echó a correr a su casa. Al verla partir, cada vez más lejos de mí y perdiéndose de mí vida sentía como el alma me dolía, un dolor que no me podía quitar ni siquiera pensando en que a la siguiente noche estaría con ella, huyendo lejos de todo y de todos.

El siguiente día entonces llegó, era el día de nuestra partida y en todo momento estuve ansioso. Por la mañana atendí a mis pacientes, que fueron muchos y después me pase a visitar a una mujer parturienta. Por la tarde sabia que no tendríamos nuestra cita así que fui a visitar a mi hermana Minna para despedirme de ella y decirle que me iría. Con mis padres ni siquiera hable, seguían molestos conmigo, ya cuando estuviera lejos entonces les mandaría una misiva.

Al caer la noche fui montando a caballo para encontrarnos en el lugar donde quedamos vernos. Llegue 10 minutos antes por si acaso ella ya estaba ahí, pero no fue así y la espere hasta que se dieron las 12:00.

Pasaron 15 minutos más y me dije que debía conservar la calma. Pronto llegaría.

Pasó una hora y entonces me dije que tal vez estuviera arrepentida.

Estuve ahí esperándola hora tras hora, haciéndome muchas conjeturas… que si se había arrepentido, que si tenia miedo, que si su padre la habría descubierto… así entonces se hizo de día, estaba realmente desesperado y pensando en que debía presentarme a casa de los Miller para saber que había sucedido pero cuando me ponía en marcha mire a John, uno de los sirvientes saliendo a todo galope de los terrenos pertenecientes a los Miller:

-¡John!.. ¿Qué sucede?... ¿Por qué va tan deprisa?

Al verme, el hombre detuvo al caballo. No me pasó desapercibido el dolor en su mirada y entonces un escalofrió me recorrió.

-Señor Hansford, justo salía a buscar un medico… Es la pequeña señorita Miller… ¡Creo que está muerta!

Al escuchar las palabras de John sentí como si se me fuera la vida. Me negaba a creer que mi Lita estuviera muerta y rápidamente eche a correr hacia la mansión de los Miller, la puerta estaba abierta, entre sin pedir permiso y subí las escaleras hasta llegar a su habitación, ahí estaban la señora Rose y Wanda llorando abrazadas mientras que su padre contemplando su cuerpo inerte. Nada mas entrar, la señora Rose me suplicó que salvara a su pequeña Lita, pero no fue necesario, yo me acerque a ella, tome su pulso y comprobé que su corazón había dejado de latir.

-¡Lita, Lita mi amor despierta!- Le suplique a su cuerpo inerte y entonces por primera vez en mi vida llore como nunca lo había echo, sin importarme que eso no fuera lo correcto en un hombre.

Me aferre a su cuerpo, besando sus labios aun tibios, suplicándole que abriera sus ojos pero no lo hizo. Joseph Miller me pidió que me retirara, no le hice caso, quería estar con mi Lita y él no iba a prohibírmelo, pero al final cuatro de sus sirvientes se encargaron de apartarme de su lado y echarme de la casa Miller. Al siguiente día en que su cuerpo fue enterrado el señor Joseph Miller ordenó a sus sirvientes que me impidieran ir a darle el último adiós a mi querida Lita, pero en cuanto todos se fueron y dejaron su tumba vine aquí a llorarle, a reclamarle que hubiera acabado con su vida.

Con el pasar de los meses todo mundo volvió a su vida normal. Nadie ha vuelto a visitar su tumba, claro excepto yo que con su muerte también parece que murió el alma mía. Sin ella los días son grises, han perdido su color, he intentado dos veces acabar con mi miserable existencia para poder estar a su lado o por lo menos acabar con esta agonía pero la maldita muerte que me la quitó de las manos se rehúsa a tomar mi vida.

De pronto, escucho que en el silencio del camposanto alguien camina, volteo hacia atrás y veo a Lucy llegar. Claro, también su gata le llora y la echa de menos.

-También la echas de menos ¿Verdad?- Pregunto a Lucy como si ella pudiera contestarme.

Como desearía tener a mi amada Lita a mi lado, por lo menos una vez mas, no pido mucho, tenerla conmigo para decirle que la amo, hacerle el amor y entonces morir a su lado.

En fin, aquí está el primer capítulo de este fanfic que he hecho para celebrar estos días. Aquí no termina la historia, mañana publicare el segundo capitulo y el sábado posteare el final. No se me asusten, el de mañana es mas cortito, tiene la mitad de palabras que este tiene y el del sábado tiene menos de 2000 palabras.

Saludos.

Atte:

Mademoiselle Rousseau.