—Aquí su cambio, ¿Los nombres para el café?—la chica detrás del mostrador trató de llamar la atención de la pelinaranja, sin embargo ya era algo tarde puesto que Blossom ya había dejado de prestarle cuidado a lo que le decía la empleada hacia un rato, su vista desviándose en la dirección en la que Buttercup se sentaba. La pelinegra sin percatarse de que la estaban observando apoyaba el rostro en su mano mientras de manera desinteresada miraba por la ventana, desde esta se mezclaban pequeños rayos de luz (sólo eran las siete en punto de la mañana) y golpeaban la cara de la chica de una manera en la que hacía que sus ojos se vieran de un verde más bonito de lo que ya eran. Para Blossom Buttercup siempre había sido la chica más bonita de todas, y constantemente se lo recordaba disfrutando de cada una de las reacciones que recibía dependiendo del estado de ánimo de la menor ese día. Como decía, Blossom podría quedarse observando a Buttercup por mucho tiempo, pero la cajera dándose cuenta de que estaba siendo francamente ignorando se aclaró la garganta muy fuerte y le dirigió una mirada cargada de molestia a la pelinaranja.
Blossom, estando de demasiado buen humor no le tomó importancia y se encogió de hombros diciéndole sus nombres a la chica para luego ir a sentarse en la mesa que la de ojos verdosos les estaba reservando. Sonrió de vuelta cuando se sentó al frente de su novia y esta cambió su mueca de siempre por un pequeño levantamiento de sus labios rosados. Con el tiempo, Blossom descifró casi todo acerca de Buttercup, no le sorprendería si ya conociera todo de ella.
Dispuesta a tomarle la mano a la más joven y brindarle afecto movió el brazo sobre la mesa y cuando iba a atrapar los dedos delgados de Buttercup entre los suyos la molesta voz de la chica que atendía de antes interrumpió la acción. Algo frustrada y con pasos fuertes se levantó de su asiento, bajo la mirada burlona de su novia quién se había dado cuenta de lo que iba a hacer, recogió las bebidas. Le pasó la suya a Buttercup, casi esperando con impaciencia la frase que sabía iba a venir.
—Ni siquiera me gusta el café.
Blossom por fin le tomó de la mano y sin decir nada y dejando en la mesa su vaso luego de tomar un sorbo de su café, acarició el rostro—que de nuevo, según Blossom era esculpido por los Dioses.—de Buttercup, y juntó sus labios.
Los besos con Buttercup parecían batallas que al final Blossom siempre se encargaba de ganar al final. Sonrió en medio del beso cuando la pelinegra la atrajo más hacia a ella sin importarle que la mesa estuviera en el medio de sus cuerpos.
Se separaron y sus labios hicieron un "pop."
Buttercup en silencio tomó el primer sorbo de su café.
Era rutina.
