Disclaimer: Bueno, primero lo primero: este fic participa en el Festival Top!Draco 2015, festejado por las páginas I love BottomHarry y We love Drarry. Y precisamente porque se trata de un evento TOP!DRACO supuse que tendría que dejar sus roles como... MUY en claro... lo que quiere decir que este fic contiene smuth/hard (y los que ya me conocen saben que eso del smuth no se me da). En fin, este fic es una combinación de un montón de cosas nuevas (casi me atrevo a llamarlo "experimental") y... bueno, esta es mi manera de pedirles que no me odien mucho si no les gusta el resultado heh... Anyway, los dejo leer. Ojalá les agrade uwu
Por último, quiero darle un agradecimiento especial a Chuliot por ayudarme a resolver muchas cosas cuando me trabé y por animarme a terminar esta historia.
Con luz de día
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
-Pablo Neruda, Poema XIV
.
-Acuéstate.
Un escalofrío le recorrió la espalda mientras, desnudo, se recostaba sobre la cama todavía tendida.
Cuando vio aquel auto negro detenerse frente a él, jamás se imaginó que las cosas se desenvolverían de esta manera. Una mamada en el asiento trasero del auto, diez minutos en un motel barato, cinco en un callejón oscuro; esas eran las cosas a las que Harry estaba acostumbrado. Cada noche, después de las once, en la esquina de siempre, un auto se detenía frente a él para ofrecerle unas cuantas libras a cambio de un poco de su tiempo… de su cuerpo. Y Harry estaba perfectamente bien con eso. Sabía cómo funcionaba todo esto, un "llegas, comes y te vas", nada del otro mundo. Pero esto era otra cosa.
Por supuesto, al principio (cuando comenzó a intercambiar sexo por dinero, claro) había sido… no difícil, pero sin duda diferente. Muy diferente. La primera noche en que tuvo que salir a ofrecer su cuerpo casi se muere de frío antes de que el primer extraño se le acercara, discretamente, como si lo hubiera encontrado ahí por error. Harry detestaba a esa clase de hombres, a esos que se hacían los mustios a la hora de negociar por sexo, como si no supieran lo que hacían ni cómo habían llegado a los barrios bajos de Londres. Patético. Aun así, Harry les daba tratos de rey; se arrodillaba frente a ellos y les desabrochaba el pantalón él mismo, con una desesperación que sus clientes confundían con un acalorado impulso apasionado, pero que generalmente solo era un apresurado intento de terminar lo antes posible. El tiempo es dinero, bebé, y Harry no iba a desperdiciarlo con un sujeto que no se atrevía a mirarlo a los ojos por vergüenza. Durante los dos años que Harry llevaba en el negocio, había visto casi de todo: cicatrices enormes, penes pequeños, fetiches por las cuerdas, el cuero y la ropa de mujer. Era difícil, por no decir extraño, que alguien consiguiera sorprenderlo y, ¿por qué no decirlo? Asustarlo. Hay toda clase de personas en este mundo y uno nunca sabe. Solo un par de veces había tenido que lidiar con esos tipos raros a los que les gusta sacar navajas, pero nunca iba más allá del susto.
En efecto, Harry estaba completamente acostumbrado a esta dinámica de coger por dinero. Era algo que sabía hacer y, por lo general, le dejaba buen dinero. Ya ni siquiera podía recordar por qué había comenzado a hacer esto en primer lugar, pero la fuerza de la costumbre y la indiferencia lo habían dejado atado a la misma esquina de siempre, a los mismos hombres de siempre…
Por eso, cuando ese auto negro se detuvo frente a él, no supuso nada extraño. Es otro sujeto que viene por sexo, pensó, y se acercó a la ventanilla abierta del copiloto.
-¿Buscabas algo, guapo?- preguntó, recargando los codos contra la puerta, con su mejor sonrisa… pero de inmediato sus labios titubearon. En el asiento del conductor no aguardaba el típico marido insatisfecho de clase media, el homosexual de clóset que solo pagado podía darse gusto… No, dentro aguardaba un hombre ¿cómo decirlo? ¿Elegante? El coche no era último modelo y su ropa definitivamente no era de marca, pero algo en su forma de sentarse, de sostener el volante como si con él pudiera dominar el mundo… era un poco intimidante (y vagamente familiar, también). Fuera de eso, Harry no tuvo ninguna objeción y se subió del lado del copiloto, esperando. Fue hasta entonces cuando el extraño se volvió para mirarlo, con una media sonrisa autosuficiente que casi lo hace enojar. De no tratarse de un cliente especial y atípicamente atractivo, se habría bajado del coche con un portazo tan solo por ese estúpido gesto de su rostro.
-Quisiera pasar la noche contigo.
El corazón le dio un vuelco dentro del pecho. Ojos bonitos tenía una voz profunda, también.
-¿Y a qué esperas?- murmuró él, y el auto comenzó a moverse.
El resto del camino lo habían pasado en silencio. Se había formado una atmosfera tan extraña que Harry no se atrevía a hacer nada que pudiera perturbarla; además, no era como si tuviera algo que decir. Conocía el camino que estaban tomando: se dirigían a la zona hotelera y eso no era nada de extrañarse.
-¿Cómo te llamas?
La pregunta casi lo hace saltar en su asiento. Eres un profesional, se recordó aclarándose la garganta y regresando a su sonrisa coqueta.
-¿Cómo quieres que me llame?
Era el cliché más grande del mundo, sí, pero Harry no era ningún tonto, y no iba a soltar su nombre a la primera. En primer lugar, porque cuando te dedicas a esta vida no debes de dar tu verdadero nombre; en segundo, porque quería molestar un poco a su recién adquirido cliente. Ojitos no le dijo nada, pero sí volteó a verlo y alzó una ceja, casi burlón.
-¿Por qué no me dices cuál es el tuyo?- dijo Harry, cruzándose de brazos. El otro dejó de mirarlo, regresando su atención al camino, pero Harry pudo ver que negaba la cabeza, sonriendo. ¿De qué se reía este idiota?
-Draco. Mi nombre es Draco.
Harry alzó las cejas. Era un nombre extraño y, en otras circunstancias, habría jurado que era inventado, pero por alguna razón le creyó. Un nombre raro para un hombre raro, concluyó.
-Eso no quiere decir que vaya a decirte el mío,- se obstinó.
-Ya me lo dirás.
-Mírame.
Harry alzó la mirada desde la cama, observando el cuerpo también desnudo de Draco, sentado tranquilamente frente a él. Su cabello rubio estaba un poco desordenado y sus ojos grises casi parecían brillar al mirarlo y, de no ser por la evidente erección que tenía entre las piernas, Harry creería que no lo deseaba del todo.
Este juego había comenzado desde que entraron a la habitación del hotel más decente que Draco había encontrado. A penas habían cerrado la puerta, Draco comenzó a hablar.
-Cuéntame sobre tus clientes,- pidió, y como era un tema que no le importaba mucho, Harry se encogió de hombros.
-No hay mucho que decir, son gente común que buscan un buen rato, un poco de placer libre de compromisos.
-En un día, ¿cuántos?
-Varía de los días y del humor en que esté pero, si de verdad quieres saber, diría que unos seis, en promedio.
-Y después de esos seis, ¿sientes placer?
¿A qué diablos venía todo esto?
-No lo sé, a veces.
-¿Aún te tocas? Cuando llegas a casa, después de estar despierto toda la noche, con ellos.
-Por supuesto que sí, hombre, no soy de piedra.
-Perfecto.
-Escucha, mi tarifa es por hora, y si querías alguien con quién charlar creo que mejor me voy,- dijo Harry, sin moverse. No quería irse aún, no en realidad, tan solo quería molestarlo un poco.
-Claro, por supuesto. ¿Siempre eres así de directo?- rio suavemente y Harry tuvo que tragar en seco.
-Nada aquí sucederá en contra de tu voluntad, así que si te sientes incómodo con algo, puedes decirlo.
-Si me siento incómodo con algo, me largaré sin decir una palabra.
Era verdad, Harry tenía sus políticas bien establecidas, pero lo había dicho con una sonrisa.
-Suena justo. Anda, ven aquí, quiero quitarte la ropa.
Y eso había hecho. Por primera vez en mucho tiempo, alguien se estaba tomando la molestia de desnudarlo antes de comenzar a manosearlo. No era algo nuevo, pero sí una grata sorpresa. Draco era un hombre paciente (y aparentemente rico también, tomando en cuenta lo mucho que se estaba tardando en quitarle la camiseta), rozándole los brazos con las yemas de los dedos, apoyándose en una rodilla para desabrocharle el pantalón, pero sin tocarlo más de la cuenta.
No fue sino hasta que terminó de desvestirlo cuando volvió a hablar de nuevo, solo para decirle:
-Acuéstate.
Y Harry obedeció, observando cómo Draco se tomaba su tiempo para desvestirse a él también. Poco a poco, el pulso de Harry comenzó a acelerarse, esperando a que el rubio se lanzara sobre él a penas terminara de desvestirse, pero no fue así; en lugar de ello, Draco se sentó en el sofá que daba de frente a la cama, y lo observó.
-Muéstrame.
-¿E-el qué?
-Quiero ver cómo lo haces cuando estás tú solo.
Titubeante, Harry se llevó una mano al abdomen y la bajó lentamente hasta su entrepierna. No era la primera vez que se masturbaba en un cuarto de hotel, se recordó, así que rodeó su pene con una mano y cerró los ojos.
Arriba, abajo, despacio. Esto era un poco aterrador, demasiado intimo para su gusto, pero era algo nuevo y a Harry le gustaban las cosas nuevas. Su miembro creció en poco tiempo, el saberse observado era un estímulo curiosamente alentador y…
-Mírame.
Y comprobar que provocaba la misma reacción en Draco era especialmente satisfactorio. Aun cuando Draco parecía sereno, al prestarle más atención, Harry se percató del sonrojo que comenzaba a subirle por el cuello y lo mucho que le estaba costando mantener su respiración bajo control. Satisfecho por las reacciones de Draco, Harry continuó, desinhibiéndose cada vez más.
Mordiéndose el labio, Harry separó las piernas, sin despegar sus ojos del rubio.
Draco lo miraba con una intensidad casi penetrante, como si pudiera sentir el recorrido de sus ojos ardiendo sobre su cuerpo, perforándole la piel y las piernas y los brazos…
Harry tragó, echando la cabeza hacia atrás para dejar de mirarlo, pero aún podía sentirlo; como si sus sentidos hubieran incrementado por el placer o el calor, como si pudiera escucharlo respirar agitadamente desde el sofá, apretando los dedos contra la tela.
La situación era excitante (Harry estaba seguro de que usaría el recuerdo de esta noche para cuando estuviera solo en su cuarto), y comenzaba a perder el control sin darse cuenta.
Era como si, de pronto, Draco tuviera poder sobre él, de todo su cuerpo, y sus manos ya no fueran las suyas, sino las de él, las de ese extraño que lo había levantado de su esquina de siempre para hacerlo sentir como nunca: las manos de Draco.
Y de pronto Harry se tocó el pecho con la mano que tenía libre, pero sintió los brazos distintos y su cuerpo más pesado, como si dentro de él habitaran dos y no uno, como si en lugar de acariciarse los pezones con sus dedos lo hiciera también con los de Draco. En ese momento Harry ya no era de sí mismo: era de ambos, y esa mano que acariciaba su miembro tomó velocidad, tomándolo por sorpresa y, sin poder evitarlo, su voz escapó de su boca, también ajena, sorprendiéndolos a los dos.
-Ah, Draco…- gimió, alzando las caderas, perdiendo noción de lo que sucedía a su alrededor unos instantes.
Entonces sintió algo diferente, como si el cuerpo le ardiera desde dentro. Creyó escuchar algo a lo lejos, pero no prestó mucha atención. La cama se hundió debajo de suyo, pero bien podía ser él mismo quien se fundía con las sábanas.
No fue hasta que abrió los ojos de nuevo (no se había dado cuenta de que los había cerrado) cuando se dio cuenta que Draco se había levantado de su lugar y, suavemente, le acariciaba los muslos con los dedos.
-Puedes detenerme cuando quieras,- susurró el rubio, pero Harry solo se estremeció.
Draco abrió la pequeña botella de lubricante que tenía en su otra mano y, empapándose los dedos, comenzó a abrirse camino dentro del cuerpo del moreno.
-Más… más…- suspiró Harry, sin estar seguro de qué era lo que quería exactamente, pero no le importaba: quería más de lo que fuera, comerse al mundo y que la humanidad viviera dentro de su cuerpo: lo quería todo. – ¡Sí!
-Tu nombre,- pidió Draco contra su cuello, pero a oídos de Harry sonaba como una orden, y se olvidó por completo por qué no se lo había dicho desde un principio.
-Ha… Harry… soy Harry.
-¿Harry?- repitió Draco, introduciendo un segundo dedo simultáneamente.
-Ah… Sí…- asintió, y sintió como si su cuerpo comenzara a crecer más allá de él.
Los nervios se me adhieren al barro, a las paredes, (1)
Y sintió deseos de abrazar al universo con los brazos abiertos, de ser uno con todos y desaparecer por completo; deseó ser todos los hombres y mujeres del mundo que en ese instante hacían el amor, y compartir con ellos el placer que sentía en ese momento.
abrazan los ramajes, penetran en la tierra,
Porque a eso se refería cuando pensaba que lo quería todo, cuando le pedía más a Draco; porque de pronto reconocía en sí mismo el vacío que llevaba dentro desde los quince años, desde ese momento en el que se había quedado solo en el mundo y había comenzado a dedicarse a vender narcóticos para mantenerse; porque reconocía ese vacío que se había ensanchado a sus diecinueve, cuando se dio cuenta de que se gana más y se está más seguro vendiendo sexo que comerciando con adictos.
se esparcen por el aire, hasta alcanzar el cielo.
De pronto era consciente de todas las manos que habían estado sobre su cuerpo, de todos los hombres que habían pasado por su boca y se sintió sucio y solo y vacío.
De pronto era consciente de cómo se le erizaban los vellos de la nuca y se le abrían los poros en toda la piel y de los labios del rubio sobre los suyos, y sintió que todo ese placer se acumulaba, limpio, dentro de él, cubriéndolo todo. ¿Cómo iba ese poema?
El mármol, los caballos tienen mis propias venas.
-Por favor,- pidió, Harry cuando Draco se alejó de él, y el rubio asintió.
-Ven conmigo,- le dijo, y de pronto lo hizo levantarse y caminar hasta el sofá.
Las piernas le temblaban y apenas podía sostenerse en pie, pero lo siguió de todas formas.
Draco se sentó primero, con las piernas abiertas, ofreciéndose como un premio. Harry se dio cuenta del preservativo y el exceso de lubricante que tenía puestos el rubio y casi se ríe por lo absurdo que le pareció todo: era la primera vez que alguien se dignaba a traer un lubricante decente en lugar de improvisar con lo primero que encontraba.
Desesperado y trémulo, Harry apoyó las rodillas a los costados de Draco, acomodándose para él. Para los dos. Y se dejó resbalar hacia abajo, penetrándose.
-Ahh…
Harry no estaba seguro de a quién pertenecía ese gemido, pero a estas alturas bien pudo haber sido de los dos. Bajó la cabeza, mirando el rostro sonrojado y apuesto de Draco, recién notando lo fina que era su nariz, lo marcados que estaban sus pómulos, y sintió unos deseos incontrolables de tocar su rostro, así que lo hizo: colocó sus manos sobre las mejillas del rubio y Draco cerró los ojos, alzando la cabeza, como si después de todo lo que había sucedido en ese cuarto fuera esto lo que más placer le hacía sentir. Y, de alguna forma, también era así para Harry.
Los dos se quedaron quietos en esa posición por un momento, tratando de recuperar el aliento. Draco le rodeó la cadera con las manos y dijo su nombre:
-Harry.
Así, como un murmullo, apenas, pero solo eso bastó para enviarle una corriente eléctrica por todo el cuerpo.
-Draco- dijo él, lamiéndose los labios antes de comenzar a moverse de nuevo. –Draco.
Pronto, los dos estaban cubiertos de sudor, hablando incoherencias. Repitiendo sus nombres sin poder cansarse de ello. Entonces Harry pensó que, en realidad, no le importaba una mierda sentir lo que sentían las personas que estaba haciendo el amor en ese preciso momento, porque no era posible que nadie en todo el mundo pudiera sentirse como él se sentía en ese momento. Sin embargo, todavía no era suficiente.
-Tócame- pidió Harry, sin dejar de moverse. –Tócame.
Draco obedeció de inmediato, lanzándose sobre su pecho, probándolo, robándole el aliento.
Harry dejó caer el cuello hacia atrás, abrazando la cabeza de Draco contra su pecho, sin dejar de moverse, y apretó los ojos con fuerza. Sintió un fuerte espasmo recorrerle el cuerpo entero y de pronto tuvo un miedo irracional a quedarse ciego. De pronto estaba muy lejos, en todas partes al mismo tiempo, como si acabara de devorar al mundo entero.
Nunca veas a una puta con luz de día, (2)
Cuando abrió los ojos, ya había luz de día filtrándose en la habitación. No tenía caso regresar a las calles tan tarde (o tan temprano), así que no se levantó de la cama. Su cuerpo olía a sudor y a sexo pero podía soportarlo un poco más. Tenía que tomar una ducha rápida, vestirse y quizá ir a casa a dormir otro poco…
Es como mirar una película con la luz encendida.
Había sido una noche muy larga y, francamente, estaba exhausto. Se estiró perezosamente, abarcando la cama con todo su cuerpo e hizo un esfuerzo por ignorar el hecho de que el otro lado de la cama estaba vacío.
Como descubrir que ese poema que te hizo llorar a la noche, al día siguiente apenas te interesa
Sinceramente, no le sorprendía. Ni quiera le molestaba que no le hubiera pagado (no había dinero a la vista) y aunque lo hubiera hecho… quizá habría sido peor que sí le hubiera pagado. Harry estaba muy consciente de que esto era una de esas cosas que pasan una vez en la vida, uno de esos cometas que brillan sobre tu rostro durante unos segundos y después no vuelven a aparecer hasta que ya estás muerto; Draco había llegado a él como por una alineación planetaria, como un eclipse de cuerpo a cuerpo que lo desapareció por completo durante unos instantes… y por eso, Harry no podía aceptar ninguna cifra a cambio o se arriesgaría a devaluar todo el evento, a ponerle precio. Como pretender comprar una nube, pensó, como tratar de encerrar las estrellas en un frasco de conserva.
Como el vacío cuando te pagan y no sentís ni siquiera un poquito.
Cansado, volvió a acostarse boca abajo, respirando profundamente. Las almohadas todavía olían como Draco, a esa mezcla de jabón común y loción de marca. Casi se sentía aliviado por no haberlo escuchado marcharse en la mañana. Casi.
No era como si tuviera algo que decirle, de todos modos. Este era un guion que los dos ya habían leído, y Harry sabía muy bien cómo terminaba todo (con él, solo en un cuarto de hotel, tratando de rescatar las migajas de lo que había sucedido la noche anterior).
Como la tristeza cuando te pagan y sentiste por lo menos un poquito.
En las películas de acción, siempre hay un momento en que los personajes principales se dicen: "personas como nosotros no se quedan con la chica", porque su vida heroica siempre les impide tener relaciones estrechas con las personas por temor a ponerlas en peligro.
Harry no era ningún héroe (demonios, si le preguntaran, ni siquiera podría decir que era el villano). Simplemente era un hombre que había tomado muchas malas decisiones, y ahora se encontraba aquí: solo, cansado y oliendo las sábanas de un hotel barato como un lunático... y sin la chica. Era patético, sí, pero esta era su parte en el guion, este era el papel que la vida había hecho especialmente para él: el del hombre que se queda solo, esperando quién sabe qué.
Es como sería este puto mundo si hubiera que soportar las cosas tal y como son.
Dicen que Lázaro se levantó al tercer día.
En la opinión de Harry, eso estaba mal dicho. Si le preguntaran, él diría que levantaron a Lázaro al tercer día. El hombre necesitó de alguien que le dijera "levántate y anda" y todo eso, ¿cierto? O por lo menos eso le habían dado a entender. Harry no era la persona más adecuada para hablar de religión, pero dadas las circunstancias, creyó que esa metáfora le quedaba bien. Pero, de nuevo, eso también estaba mal dicho: porque cuando llegó el tercer día –el tercero después de Draco- y por fin decidió regresar al trabajo, no había nadie en la puerta de su casa para decirle que se levantara.
Era gracioso, como de pronto su forma de medir el tiempo había cambiado a un antes y un después de Draco. El hombre se había convertido en el hito de su vida, besarlo había sido un acto revolucionario, pero todavía ignoraba cuáles habían sido los resultados.
Sonriendo sin humor, Harry comenzó a ponerse un pantalón de mezclilla.
Salió, como todas las noches, cuando ya estaba bien entrada la noche y comenzó a caminar hasta su esquina de siempre. Hacía frío pero, por primera vez en mucho tiempo, Harry había salido bien abrigado.
Al llegar (una hora más tarde), a su lugar de siempre, se cruzó de brazos y se recargó en un muro, esperando sin saber qué esperar.
Era una noche como todas las otras noches: con gente caminando frente a él, de aquí para allá y los autos haciendo rugir sus motores a lo lejos. Las chicas que compartían calle con él ya estaban en sus puestos, armadas con su maquillaje y ropa diminuta. Carol estaba de pie, debajo de un farol, fumando un cigarrillo (tenía un pequeño en casa, así que solo podía permitirse fumar cuando estaba afuera); Judith mascaba un chicle de menta con su muela izquierda (uno de los inconvenientes de vivir así era la falta de un seguro dental), y Robert estaba más allá, con ambas manos en los bolsillos de su pantalón de cuero desgastado, tratando de mantener una mirada coqueta e insolente (pero de vez en cuando sus hombros se sacudían por el frío y la falta de una camiseta más gruesa). Todos estaban en su lugar de siempre, usando un nombre que no era el suyo, a la misma hora de siempre. Era una noche como las otras noches. Excepto que no lo era. Esta vez lo mismo de siempre lucía diferente, las luces de los autos, la gente, la calle… Era como si alguien hubiera conservado el escenario exactamente igual pero hubiera cambiado solo unos cuantos detalles. Como si estuviera viendo el negativo de la fotografía de siempre.
Pero eso era ridículo, todos lucían igual que antes. Entonces se le ocurrió que quizá era él, y no todo lo demás, quien había cambiado.
Algo en él estaba distinto. Quizá por eso, en todo el tiempo que llevaba parado en la calle, nadie se le había acercado. Quizá por eso nadie lo había mirado dos veces. Quizá por eso todo se sentía tan ajeno y extraño. Suspiró. Hacía un frío del diablo y, si de todas formas no estaba de ánimos para trabajar, no tenía caso estar afuera por nada.
Levantó la espalda del muro y se sacudió el pantalón, listo para irse. Entonces un auto negro se detuvo frente a él, con la ventana del copiloto abierta y Harry se acercó, casi atreviéndose a sonreír. Era él, Draco, bien vestido y sujetando el volante, igual que la última vez… pero diferente.
Los dos se miraron un instante, sin decir nada, pero las palabras flotaban entre ellos tan claras como si las hubieran dicho en voz alta. Entonces Harry abrió la puerta del auto y entró, y el auto comenzó a andar.
Vení a dormir conmigo. (3)
-Sigues escapándote como si de verdad me debieras dinero,- dijo Harry aun recostado, sin abrir los ojos. Escuchó una risa suave a su lado y sintió un beso ligero contra su mejilla.
-Lo dices como si no quisieras que me fuera.
-Lo dices como si desearas que no lo quisiera,- rebatió con la voz ronca, aun desnudo y cansado. Desde la segunda vez que vio a Draco, no había noche en la que no se encontraran en la esquina de siempre. Era una especie de acuerdo tácito entre ellos: Draco detenía su coche negro y terminaban pasando la noche juntos… solo para que a la mañana siguiente ya no hubiera rastro alguno del rubio. A veces Harry creía que estaba volviéndose loco; quizá Draco no era más que una alucinación, un buen sueño. Todas las mañanas eran iguales: Harry despertaba en una cama vacía, se daba una ducha y regresaba a casa. Era así desde hace un par de meses. Harry detestaba las mañanas. De verdad lo hacía. Detestaba sentirse solo y pequeño dentro de una cama tan grande, y de no ser porque las noches eran tan diferentes a las mañanas, ya habría dejado de hacer esto desde el segundo día. De no ser porque en las noches Draco no solo estaba con él, sino que estaba en él; como sangre e infección, como un cáncer que le crecía por todo el cuerpo y lo consumía. Y eso le encantaba.
-¿Y qué si lo hago?
Harry abrió los ojos de golpe, negando con la cabeza de inmediato. Siempre con las bromas, pensó Harry, sentándose en la cama con una sonrisa sin humor.
-Cada vez que te veo, tu humor se vuelve más y más negro…
Draco estaba sentado a su lado, a medio vestir, sosteniendo el peso de su cuerpo con una mano contra el colchón. Su camisa blanca seguía abierta, pero su cabello estaba húmedo y le goteaba en los hombros, y Harry sintió ganas de besarlo hasta que volviera a necesitar otra ducha. Pero se contuvo.
-O tal vez tú eres demasiado incrédulo como para darte cuenta cuando te hablan en serio.
-La vida me ha enseñado que nadie toma en serio a alguien como yo, así que ¿por qué tendría que hacer yo lo contrario por los demás?- dijo Harry, cruzando sus brazos por detrás de la cabeza.
-¿Soy como los otros, entonces?- preguntó Draco, sinceramente curioso.
-No,- dijo, y agregó para sí: tú eres peor. -Pero tampoco eres diferente.
-¿No lo soy?
-Lo preguntas como si te sorprendiera.
Draco sonrió, agachando la cabeza. Mechones de cabello rubio, apenas oscurecidos por el agua, cayeron sobre sus ojos.
-Tienes razón,- asintió Draco, sin mirarlo. –Pero temía que…- dijo, frunciendo el ceño.
-¿Qué cosa?- preguntó Harry, riendo un poco. Era raro ver a Draco inseguro con cualquier cosa. Por lo general, en la cama, Draco siempre sabía lo que hacía.
En algunas ocasiones, cuando sus cuerpos no podían más, se murmuraban cosas de sus vidas, y Draco le contaba sobre lo bella que era su madre o sobre lo complicado que era su padre, le hablaba de cuando era más joven y comenzó a sentirse asfixiado por su propia familia, pero nunca entraba en detalles, y cuando Harry trataba de indagar, Draco le besaba los hombros y le decía que tenía lunares en la espalda y, noche tras noche, se los contaba uno a uno hasta que Harry se quedaba dormido. Así eran las ocasiones en las que Draco se mostraba abierto y relajado con él, pero esta vulnerabilidad era nueva. Este Draco vacilante era una novedad.
Por un momento, Draco permaneció en un silencio tan grave que Harry sintió ganas de abrazarlo, de decirle que no importaba, que olvidara lo que había dicho y que regresara a la cama…
No dijo ninguna de esas cosas, por supuesto, pero si se levantó de su lugar y se acercó a Draco, rodeando sus hombros con los brazos, recargando su pecho desnudo contra la espalda húmeda del rubio, y le besó el cuello.
Draco se inclinó para dejarle más espacio, suspirando.
-Temía…- dijo en un susurró, -que si me quedaba a verte despertar, no fuera capaz de irme nunca.
-Entonces no lo hagas: quédate.
Y Draco se dejó arrastrar de vuelta a la cama.
No haremos el amor: él nos hará.
1. Comunión plenaria, Oliverio Girondo.
2. Anónimo.
3. Rayuela, Julio Cortázar.
N.A: muy bien, esto no se acaba hasta que se acaba. Todavía falta una segunda parte con el POV de Draco (donde se explican un poquito mejor las cosas).
En fin, hasta ahora ¿qué les pareció? ¿Es demasiado raro? ¿Muy horrible? ¿Pésimo? (sean gentiles QWQ) pero ya, en serio, me interesa saber qué les pareció xD todavía tengo muchas dudas sobre este fic.
De cualquier forma, si no les gustó, juro que los siguientes fics no serán tan raros xD tengo en mente mucho fluff y humor y tramas más elaboradas (pero eso hasta que acabe el trimestre porque me voy a morir).
Espero que estén muy bien y que tengan un buen día (o noche, no sé xD). Ojalá nos leamos pronto..
Chanee~
