hooolaa eh vuelto.. jeje espero les guste esta historia tan linda. kiero decirle a mi fiel lectora Naty ke te ekivokaste kerida jeje esta historia narrara la historia entre Alice y Jasper jeje espero les guste

recuerden de ke nada me pertenece

Capitulo 1

Había estado antes en palacio. La primera vez, casi siete años antes, le pareció un cuento de hadas en tres dimensiones. Ahora era más mayor, aunque no sabía si también más sabia. Cordina era un Estado. El palacio, un edificio. Un bello edificio. Y los cuentos de hadas eran para los muy jóvenes, los muy ingenuos o los muy afortunados.

Albergaba a la familia real, y era admirable, pese a ser de piedra y mortero, y no de deseos y sueños. Relucía con una blancura de pureza casi prístina en lo alto de un dentado promontorio que miraba al mismo tiempo al mar y a la ciudad. Una pureza casi prístina, sí, pero no escindida de la realidad. Y, ciertamente, tampoco plácida.

Sus torres alanceaban el cielo, desgarrando el azul con blanco. Las torrecillas y contrafuertes atestiguaban su antigua función defensiva. El foso había sido colmatado, pero resultaba fácil imaginárselo. En su lugar, había complejos sistemas de vigilancia y seguridad. Las ventanas, unas claras, otras tintadas, relucían. Allí, como en cualquier palacio, se había dado el triunfo y la tragedia, la intriga y el glamour. A ella aún la asombraba haber tomado parte en ello.

En su primera visita, salió a una de las terrazas con un príncipe y, por designios del destino, ayudó después a salvarle la vida. El destino pensó Alice mientras la limusina atravesaba las enormes puertas de hierro y dejaba atrás a los guardias de rojos uniformes, siempre estaba metiendo sus manos en las vidas comunes y corrientes.

Unos años atrás, las circunstancias la habían conducido al pequeño principado de Cordina para acompañar a su hermana, Chris, amiga y antigua compañera de clase de la princesa Bella. Si las circunstancias hubieran sido otras, esa noche el príncipe Emmett podía haberse encontrado con cualquier otra mujer en la terraza. Quizá ella nunca lo hubiera conocido, ni hubiera tomado parte en los capítulos finales del complot político que perseguía a la hermana del príncipe y al resto de la familia real.

Y quizá no se habría encariñado con el encantador palacio de aquel país de cuento, ni se habría visto impelida a volver a él de cuando en cuando. Sin embargo, esta vez no se había sentido forzada a volver exactamente. En realidad, le habían pedido que fuera. Por orden regia. Alice arrugó la nariz al pensarlo. Lástima que aquella orden procediera del único miembro de la familia real que le desagradaba: el príncipe Jasper, hijo mayor del monarca reinante y heredero del trono.

Alice observó los árboles cargados de capullos rosas que inclinaba la brisa mientras el coche pasaba de largo. Su Alteza Real Jasper Robert Armand de Cordina. Alice no sabía dónde había aprendido su nombre completo, ni por qué lo recordaba. Para ella, era solo un título rígido y carente de humor, como el hombre que lo ostentaba.

Qué pena que no se pareciera más a su hermano. El solo hecho de pensar en Emmett la hacía sonreír y avivaba el placer del viaje. Emmett era accesible y encantador. No llevaba esa corona invisible, pero de algún modo tangible, que parecía llevar puesta su hermano cada minuto del día. Jasper era como su padre. Deber, Estado, familia. Apenas tenía tiempo para relajarse.

Pero, en fin, ella tampoco estaba allí para relajarse. Estaba allí para hablar con Jasper, y, además, para hablar de negocios. Los tiempos habían cambiado, y ella no era ya una muchacha impresionable que se dejara obnubilar por la realeza o herir por la tácita desaprobación de los otros. No. Jasper era demasiado cortés como para expresar en voz alta su desaprobación, pero Alice no había conocido a nadie en toda su vida que fuera capaz de transmitirla más claramente. De no ser porque deseaba pasar unos días en Cordina, le habría pedido que fuera él quien volara a Houston. Alice prefería hablar de negocios en sus dominios y en sus propios términos.

Esbozando una sonrisa, salió de la limusina. Ya que había cedido al primer envite, tendría que ganar el segundo. Batirse en duelo con Jasper, y ganar, sería todo un placer.

Las puertas del palacio se abrieron justamente cuando comenzaba a subir la amplia escalinata de piedra. Alice se detuvo. Sus oscuros ojos grises adquirieron un fulgor travieso cuando se inclinó para hacer una profunda reverencia.

- Alteza.

- Alice -dejando escapar una risa rápida, llena de placer, Emmett corrió escaleras abajo, hacia ella.

Venía del establo, pensó ella mientras la abrazaba. El olor acre y prosaico de los caballos se le había pegado. Siete años atrás, cuando se conocieron, Emmett era un hermoso joven que solo pensaba en mujeres y en pasar un buen rato. Echándose hacia atrás para mirarlo, Alice vio que era, naturalmente, más mayor, pero que en poco más había cambiado.

- Me alegro de verte -la besó con fuerza, pero la pasión de aquel gesto era simple amistad y nada más-. Te prodigas muy poco, Alice. Han pasado dos años desde la última vez que estuviste en Cordina.

- Soy una mujer trabajadora, Emmett -ella le tomó de las manos-. ¿Cómo estás? Por tu aspecto, se diría que estás de maravilla. Y, si lo que dicen las revistas es cierto, al parecer estás muy ocupado.

- Todo es cierto -él sonrió, y su rostro de líneas puras, casi poético, se hizo irresistible-. Vamos dentro. Te prepararé una copa. Nadie me ha dicho cuánto tiempo vas a quedarte.

- Es que aún no lo sé. Depende.

Alice entró en palacio del brazo de Emmett. El interior del edificio era fresco, amplio y blanco. A un lado del vestíbulo principal se hallaban las escaleras, que ascendían describiendo una curva hasta más allá del altísimo techo. Allí, Alice se sentía siempre a gusto, reconfortada por el aire de antigüedad y tradición que lo impregnaba todo. Los tapices se extendían por las paredes, las espadas con sus hojas cruzadas relumbraban. Una mesa Luis XIV sostenía un jarrón de planta labrada de ramos de jazmín.

- ¿Qué tal el vuelo?

- Hmm. Largo -dejaron atrás el vestíbulo principal y entraron en un salón en el que las cortinas habían sido corridas de par en par y el sol entraba a raudales. Sus rayos se habían comido los colores de las tapicerías, difuminándolos agradablemente. Allí, emergiendo de jarrones de porcelana y de cristal, había rosas. Alice se dejó caer en un sofá y aspiró su olor.

- Digamos que me alegro de estar en tierra firme. Y de estar aquí. Cuéntame qué tal están todos, Emm. ¿Cómo está tu hermana?

- Bella está de maravilla. Tenía pensado ir a recogerte al aeropuerto, pero su hijo pequeño tiene catarro -Emmett eligió una botella de vermú seco y lo sirvió con hielo. Uno de sus mayores encantos era que nunca olvidaba los gustos de una mujer-. Todavía, a pesar de los años, me resulta difícil hacerme a la idea de que mi hermana es madre. Y madre de cuatro, nada menos.

- Le he traído una carta de Chris y tengo instrucciones de entregársela en persona. Mi hermana también quiere que le haga un informe exhaustivo sobre su ahijada.

- ¿Y cuál es su ahijada? Ah, sí, Camilla. Puedo decirte por experiencia que es un diablillo. A sus hermanos los vuelve locos.

- Para eso están las hermanas -sonriendo, ella aceptó la copa-. ¿Y Edward?

- Está bien, aunque no hay duda de que se sentiría más a gusto si pasaran todo el año en América, en esa granja suya. Han hecho maravillas con la pequeña granja que tienen aquí, pero Bella sigue siendo oficialmente la primera dama de Cordina. El pobre Edward está deseando que Jasper se case para que su mujer se haga cargo de sus deberes.

- O tú -dio un sorbo, mirando a Emmett por encima del borde de la copa-. Si te casaras, Bella podría librarse de algunas de sus responsabilidades.

- Quiero a mi hermana, pero no hasta ese punto -Emmett se recostó en el sofá, estirando sus largas piernas enfundadas en botas.

- Entonces, ¿no son ciertos esos rumores sobre lady Irina Denaly? ¿O era la honorable Jessica Mansfield?

- Chicas encantadoras ambas -dijo él con desenfado-. He notado que tienes el tacto suficiente como para no mencionar a la condesa Milano.

- Es diez años mayor que tú -su voz adquirió el tono de una anciana tía aficionada a los sermones, a pesar de que seguía sonriendo-. Y yo siempre tengo tacto.

- En fin, ¿qué me cuentas de ti, Alice? -cuando la conversación se acercaba a terrenos peligrosos, Emmett era el rey de la evasión-. ¿Cómo te las arreglas para mantener apartados a los hombres?

- Es por el Kárate. Soy cinturón negro.

- Sí, lo había olvidado.

- Pues no deberías. Te tumbé dos veces.

- Oh, no. Fue solo una -él estiró el brazo sobre el respaldo del sofá. Parecía lo que, en efecto, era: un hombre arrogante, alegre y seguro de sí mismo-. Y, además, me dejé ganar.

- Fueron dos veces -ella dio otro sorbo-. Y te pusiste furioso.

- Pura suerte -dijo él con firmeza-. Además, siendo como soy un caballero, no podía hacer daño a una mujer.

- Embustero.

- Querida mía, hace un siglo habrías perdido tu linda cabecita por decir eso.

- Alteza -dijo ella, devolviéndole la sonrisa-, dejas de ser un caballero en cuanto se trata de competir. Si hubieras podido tumbarme primero, lo habrías hecho.

- ¿Te importa que lo intentemos otra vez?

Alice era absolutamente incapaz de rechazar un reto. Tomó un último sorbo de vermú y se puso en pie.

- A su servicio, Alteza.

Emmett se levantó y apartó con el pie la mesa del sofá. Tras echarse hacia atrás el pelo con una mano, la miró achicando los ojos.

- Que yo recuerde, te agarré por detrás... así -un brazo musculoso rodeó el diafragma de Alice- y luego...

El resto de la frase se perdió cuando Alice, haciéndole la zancadilla, le hizo levantar los pies del suelo y lo dejó tumbado de espaldas.

- Sí -se sacudió las manos, mirándolo desde su altura-. Así es exactamente como lo recordaba.

- No estaba preparado -Emmett se apoyó sobre un codo.

- Ha sido un combate justo, Majestad -riendo, ella se arrodilló a su lado-. ¿Te he hecho daño?

- Solo en el orgullo -masculló él, dándole un tirón de pelo.

Cuando Jasper entró en la habitación, vio a su hermano tendido en la alfombra turca, tocando la abundante cabellera negra de Alice. Tenían las caras muy juntas y sonreían. Sus cuerpos se rozaban levemente. Jasper apretó la mandíbula y se puso muy rígido.

- Siento interrumpir.


holaa ke les parecio?

espero sus reviews, si no me mandan reviews no actualizare juumm jejej

byeee