Esta historia también había quedado en idioma troll, asi que también la tuve que editar...
Como yo quería que por lo menos, en algún fic, Sirius no muera; pero nadie me hacía el gusto; me lo tuve que escribir yo! Es mi primer fic largo, y le tengo un cariño especial.
Espero que a ustedes también les guste
CAPITULO I
NOOOO!!!
Al fin iba a tener un poco de acción. Después de tantos meses encerrado, se sentía oxidado.
Reconocía que era mejor que Azkabán, pero, el encierro y él no estaban hechos el uno para el otro. Lastima que la primera vez que le permitían salir, fuera a causa de Harry.
Si su ahijado se encontraba en peligro, él iba a sacarlo de ahí, para ponerlo a salvo. No se podía negar que el chico era hijo de James. Él tampoco hubiera dudado en ir a ayudar a uno de los suyos, si lo creyera en peligro…Pero arrastrar consigo a sus amigos…
No dejaba de sentir orgullo por Harry. Era un chico valiente y además, tenía alma de líder. Sus amigos tampoco dudaron en acompañarlo…Que se ocuparan Molly y los demás de reprenderlo. Él no iba a hacerlo.
Llego en el momento justo. Lucius Malfoy había arrinconado al chico. Un par de mortífagos le acompañaban, pero ellos en un instante, tomaron el control de la situación, ordenándoles a los chicos ponerse a resguardo. Después de hacer retroceder a Malfoy, quien lo enfrentó fue Bellatrix…
Que mujer! Habían tenido "algo" hace unos años…Hubieran seguido juntos, pero ella se unió a los mortífagos, y apoyaba ciegamente al Señor Oscuro. ¿Habría podido ella olvidarlo? Él había pensado en ella cada uno de los días que pasó en Azkabán. Con nostalgia, con tristeza. Sabía que ella lo despreciaba por no unírseles.
Haces de luz roja se dirigían a él.
_MIERDA!_exclamo Sirius _PARECE QUE HOY TUVISTE UN MAL DÍA, PRIMITA_
Él esquivaba los hechizos que ella le lanzaba ininterrumpidamente.
_VAMOS! TU SABES HACERLO MEJOR_
Ella aún recordaba su voz, su risa, ese tono altanero que contrastaba ampliamente con su comportamiento siempre guarro. Ni Lord Voldemort había conseguido que ella lo olvide… ¿Por que no le habría hecho caso? Quizás hoy seguirían juntos. Ella no le perdonaba no haberla retenido. Si él hubiera insistido ella hubiera acabado cediendo. Por eso estaba tan enojada con él. Por haberla dejado ir…
Los años pasados en la cárcel no habían conseguido apagar su luz. Él brillaba en cualquier situación, opacando cuanto lo rodeaba. Seguía sonriendo, provocándola, mientras continuaba esquivando sus ataques; siempre había sido mejor mago que ella.
Cuando un haz le dio de lleno en el pecho, su rostro dibujó una mueca de incredulidad mientras buscaba sus ojos.
_Bella…_murmuró, mientras sentía que algo lo empujaba hacia atrás. Miró a Harry, con tristeza; y se vio a sí mismo cayendo en cámara lenta, atravesando un delgado velo que colgaba de un arco de piedra en el centro de la habitación. Escucho los gritos de Bellatrix, y también a Harry, histérico, mientras Remus lo tomaba en sus brazos, evitando que también él fuera empujado al otro lado del velo.
Quiso hablarle, tranquilizarlo, pero las palabras no salían de su boca. Sintió que el aire se le iba, todo se tornaba oscuro y frío…
No tenía conciencia del lugar donde acababa de despertar, ni del tiempo que había transcurrido desde la lucha en el ministerio.
Miró a su alrededor y pudo reconocer que se encontraba en un hospital, pero no era San Mungo. Prueba de ello eran la cantidad de aparatos que sonaban y destellaban a su alrededor y las mangueras que tenía conectadas a sus brazos. Deseoso de aclarar sus dudas, comenzó a llamar.
_HEY! ACA! HOLAAAAA!
Al instante tenía al lado suyo un hombre y una mujer que lo miraban expectantes. Los dos vestían delantal blanco.
_Bueno, bueno_ dijo el hombre _como se encuentra nuestro paciente favorito?_
_Me encuentro bien. Pero voy a estar mejor en cuanto sepa donde estoy, como llegue acá, y hace cuanto tiempo_
El hombre y la mujer intercambiaron miradas, y ella comenzó a escribir en una carpeta; mientras él leía los valores que presentaban los aparatos a los cuales estaba conectado el paciente. Todos indicaban normalidad absoluta.
_Permítame presentarme. Soy el dr. Raymond, y ella es la dra. Connery. Usted se encuentra a cargo nuestro, señor…?_
_Sirius Black. Por favor, podría decirme…_
_Si. Perdón. Pero comprenda, usted fue encontrado inconsciente, en un callejón cercano hace tres meses. No llevaba encima ninguna documentación .La persona que lo encontró, la sra. Allyson Parker, lo trajo acá de inmediato. Un par de veces usted dio señales de querer despertar, pero sólo murmuraba frases sueltas algo como "no, Bella, no" y "Harry, nunca voy a abandonarte";para después volver al estado anterior. Este es el Hospital General de Londres; y si usted quiere ponerse en contacto con alguien, gustosamente vamos a avisarles. Su familia debe estar preocupada…_
Sirius no salía de su asombro. Tres meses. Hospital muggle. Callejón. Inconsciencia.
No podía explicarles a estas personas cual era su situación. ¿Como decirles que a sus allegados no se los ubicaba por teléfono, sino por lechuza? o que él era buscado por haber escapado de Azkabán? Además, necesitaba que lo dejen solo, para poder comprobar algo.
_No. Yo no tengo familia, ni a quien avisarle nada_
_Bueno, en ese caso, no se preocupe; ahora descanse. Cualquier cosa que necesite no tiene mas que llamarnos_ mientras, le señalaba un interruptor que había al alcance de su mano.
Lo primero que hizo al quedarse solo, fue intentar un hechizo. Nunca necesito una varita para hacer magia. Pero esta vez falló. Igual que todas las veces que le siguieron a esa.
Su mente era un torbellino. Por lo menos ahora le iban a servir de algo sus conocimientos del mundo muggle. A él siempre le había gustado vivir entre los dos mundos. Reconocía las cosas buenas de ambos, y hace muchos años, al huir de la casa Black, había vivido una época en el Londres muggle; así que eso no representaba ningún problema para él. Incluso tenía una cuenta en un banco, de modo que podría sobrevivir en esta situación.
Lo otro lo preocupaba mas. No sabía porqué, o como, pero sus poderes se habían debilitado; o ,lo que era peor, habían desaparecido.
Unos días mas tarde, seguía sin poder hacer magia. Eso lo alteraba. Mucho. Los médicos no entendían por qué, por momentos sus signos vitales se alteraban completamente, y él tampoco podía explicarles…
Una tarde vio una mujer que se acercaba a su cama sonriendo. Él, un seductor nato, mientras supuestamente, miraba hacia otro lado, la observó ampliamente. No muy alta, delgada, morena, cabello largo con rulos de un color rojizo claro, rasgos armónicos. Era el tipo de mujer, que a su juicio, merecía una segunda mirada. Ella ya estaba a su lado. Seguía sonriendo. Epa! Ni tirado en una cama de hospital ,las mujeres dejaban de sentirse atraídas por él.
_Es un placer conocerte despierto._Su voz era agradable, y sus ojos, de color verde, tenían un brillo muy atractivo. Estiró su mano hacia él._Soy Allyson. Yo te encontré en la calle y te traje a este lugar. Y por lo visto hice bien, porque tu aspecto actual es mucho mejor que el del día que te traje_
De manera que esta mujer era la responsable, podía decir, de que él siguiera con vida.
_Encantado de conocerte_ Algo en ella lo turbaba, Y eso no era algo que le suceda a menudo._Según una costumbre oriental, ahora eres responsable de mi vida_ Al ver la expresión de ella, él lanzo una carcajada._No te asustes, no vas a tener que cargar conmigo. Pero en oriente se dice que cuando alguien le salva la vida a una persona, adquiere un compromiso de por vida con ésta. Pero por suerte no estamos en oriente, de modo que no tienes que preocuparte.
Ella lo miraba curiosa. Lo estudiaba sin mostrar ningún pudor. Y lo que vio le gustó.
_y bien?_pregunto Sirius _Te parece que valió la pena tu buena acción?_
Se miraron y se reconocieron en los ojos del otro. Ellos dos tenían mas cosas
en común de lo que ellos mismos imaginaban. Ella no cargaba un pasado tan duro como él, quizá por eso ese brillo en sus ojos; pero en el resto, eran almas gemelas. Los dos amaban su libertad mas que a ninguna otra cosa, los dos estaban solos en la vida, y se aferraban a la misma con pasión. Podían ser distinguidos y guarros al mismo tiempo, sin perder la compostura. No querían ataduras de ningún tipo. Iban por la vida a su antojo. No conocían puntos medios, podían ser tozudos, como pocos; pero ambos eran personas nobles. Y los dos conocían de pérdidas…
Al rato conversaban y reían, como viejos amigos. Tanto que se acercó una auxiliar, a pedirles que por favor, mantengan la compostura; que se encontraban en un hospital y había gente que necesitaba descansar. Los miraba severamente, y Sirius sintió que estaba otra vez en el despacho de la profesora McGonnagal, escuchando sus sermones.
Cuando ella se hubo ido, Sirius experimento una sensación de desamparo tan grande, que no pudo evitar que un par de lagrimas rodaran por su curtido rostro. Pero ella le había asegurado que iba a volver. Y así lo hizo.
Cuando un mes mas tarde, él fue dado de alta; se trasladó a la casa de ella.
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