Disclaimer: Los pingüinos de madagascar son propiedad de sus creadores, no me pertenecen a mí.

Bueno, esta es mi primera historia, espero que les guste.

En resumen, hay muchas historias sobre el pasado de los pingüinos y cómo se conocieron, ésta es mi versión.

PLUMAS AL VUELO


Skipper

"Éramos frágiles cositas, como las plumas que de nuestros cuerpos solían soltarse y volar con el viento. Y como nuestras plumas, nosotros también estábamos a merced del viento."

Las manos grandes y ásperas de Steve, el cuidador del zoológico, transportaban al pequeño pingüino envuelto en sus plumas de bebé al hábitat que habían construido especialmente para él, que inauguraría una exhibición totalmente nueva en el zoológico.

Todos sabían; aquella dulzura de pingüino, por más lindo que fuese, nunca podría opacar o compararse con la atracción principal del zoológico: Alex, el león, el rey de New York, alrededor del cual las personas se congregaban a montones, y por donde Steve se tenía que abrir paso para llegar al hábitat del ave marina.

Pero aún así, aunque el pingüino y los que llegarían después no fueran tan sensacionales como Alex, los niños los adoraban y eran de los habitantes más queridos del zoológico.

Steve pasó por la tabla que servía de puente entre el témpano de hormigón en el centro de la piscina del hábitat y el extremo de éste, y dejó al pingüino sobre la plataforma, dándole una sencilla sonrisa antes de irse cargando la tabla en volandas, una de esas sonrisas que reflejan el encanto que uno tiene por su trabajo.

El pingüino observó la espalda de Steve hasta que ésta se perdiera en la multitud, y luego movió la vista a su alrededor. Docenas de personas, sujetas y recargadas en las barandillas que rodeaban su hábitat, sonriendo y señalándolo, riendo y sacándole fotografías con sus cámaras que despedían flashes cegadores. Con las manos llenas de comida que los niños más malcriados le arrojaban, ensuciando su agua y su suave y brillante plumaje de bebé.

Gruñó, encontrando inconcebible ser tratado así, pero sus mentores le habían advertido que no siempre todo sería como un día soleado de campo, y que esa era una de las cosas que aprendías al crecer y que te hacían madurar.

Así pues, no quedaba más que ser paciente y esperar a que las personas se dispersaran, a que no hubiera moros en la costa, y entonces podría examinar lo que realmente le importaba.

A media tarde, antes de la puesta de Sol, el zoológico ya estaba desierto. Los visitantes se habían ido y la jornada laboral de los cuidadores y trabajadores había terminado. El pingüino se había pasado el día sonriendo y saludando, como especificaba la rutina que Manfredi y Johnson le habían enseñado. Naturalmente era, que su aleta estuviera exhausta de estar levantada por tantas horas. Pero ignoró la molestia y se enfocó en lo que debía hacer.

Su mirada voló directamente hacia el tazón de metal, donde hace poco habían estado tres deliciosos pescados que el joven ya había engullido. Revisando una vez más para asegurarse de que nadie lo estaba mirando, levantó el tazón del suelo, haciéndolo a un lado para dejar accesible un hueco redondo por el que cabía perfectamente. Una escotilla que le daba el paso al cuartel secreto que ahora sería su hogar.

Pero la oscuridad que lo engulló al deslizarse dentro de aquél agujero, totalmente desconocido para él, no le produjo ningún calor de hogar. La escalera y el piso que sus pies tocaron estaban fríos. Las tinieblas que lo rodearon le susurraban palabras escalofriantes al oído.

"Los soldados no conocen el miedo," se dijo, animándose.

Se armó de valor y avanzó a ciegas por la oscuridad que se extendía y extendía hasta donde el ojo alcanzaba a ver. Dándole la impresión de que también se extendía y extendía por metros de proporciones inimaginables.

Pero sabemos que todas las cosas tienden a distorsionarse en la oscuridad, debido al miedo que la mayoría siente cuando está sumergido en ella, y de eso se dio cuenta el pingüino al encender las luces, y dejar que el cuartel se iluminara.

Tuvo que contener el aliento ante lo que vio, que no era mucho pero que por alguna razón le maravilló.

Era un lugar cerrado por cuatro paredes, en una de las cuales había una puerta que conducía a otra habitación. Y en la pared contraria a ésta había una redonda ventana por la que se podía ver el agua que rodeaba el búnker. ¡Como en un submarino!

Cuatro literas remetidas en la misma pared en la que la puerta estaba, junto a la escalerilla por la que el pingüino había bajado. Se preguntó fugazmente porqué cuatro, si una vez que Manfredi y Johnson volvieran sólo vivirían tres allí, por lo tanto sólo necesitarían tres literas.

-En fin, -murmuró sin darle importancia.

Había una mesa en el centro, con cuatro ladrillos haciendo de sillas, y haciendo que la pregunta surgiera otra vez en su cabeza, que otra vez decidió ignorar.

También había un periscopio en uno de los rincones del cuartel, gracias al cual podría espiar (vigilar discretamente) todas las actividades del zoológico.

Y básicamente, eso era todo. Sin ampliaciones, ni cuartos o controles secretos, ni modernos y avanzados sistemas de seguridad que vendrían más tarde.

Había una nota colocada cuidadosamente en la almohada de la litera inferior, doblada en cuatro partes perfectamente rectangulares. Sin duda obra de Johnson, y en ella debían estar las siguientes instrucciones que ahora debía seguir.

Y dicho y hecho, en la nota, en un idioma que sólo un pingüino podría descifrar, estaba escrito con la "letra" de Johnson:

Estimado Skipper,

Esperamos que te guste el nuevo cuartel, que será nuestra base permanente a partir de ahora (puede estar sujeto a cambios), puedes estar seguro que fue toda una hazaña construirlo a espaldas del zoológico, pero hay un poco de polvo que tendrás que sacudir. Prométeme que lo harás y no te convertirás en un holgazán sin nosotros cerca.

Lamentamos no estar ahí contigo, pero sabemos que tú mejor que nadie entiendes cómo es el trabajo de un pingüino.

Vigila el zoológico y mantente a salvo y limpio hasta que volvamos y llenemos ese lugar con más reclutas que moldear para nuestro equipo.

Manfredi y Johnson.

Skipper sonrió y bajó la nota para ver nuevamente el cuartel que sus maestros habían construido para que vivieran en él. Ahora Manfredi y Johnson estaban muy ocupados con las arriesgadas y emocionantes misiones que les mandaban del cuartel general, pero una vez tuvieran un respiro, no cabía duda que se reunirían con él y entonces ese sucio y demasiado grande lugar para él solo se llenaría con algo más de calor de hogar.

Sólo ellos tres. Eso era todo lo que hacía falta.


Por favor, review.

Si les gusta, me esforzaré en continuar pronto.