SUPERNATURAL

The Book of the Dead

(Escrito por Federico H. Bravo)

1

El Libro de los Muertos

Universidad de Miskatonic.

Arkham City, Massachussets.

Llovía torrencialmente y mientras el viento hacía golpear las ramas de los árboles contra la ventana de su oficina, el profesor Henry Hermitage se sobresaltó. Levantó los ojos de la lectura de su libro y los fijó en la puerta. Unos ruidos como de pasos se hicieron sentir en el pasillo contiguo.

¿Quién podría ser? Hermitage estaba solo en la Universidad a aquellas horas de la noche, a excepción de los guardias de seguridad. ¿Acaso serian ellos, dando su ronda nocturna de vigilancia por el predio?

Para salir de la duda, el académico se levantó y fue hasta la puerta. La abrió y contempló el pasillo sumido en la oscuridad.

-¿Jones? ¿Davidson? ¿Son ustedes? – preguntó. Nadie le respondió, salvo el eco de su propia voz.

En ese momento un rayo cruzó el cielo y por un breve instante el pasillo quedó iluminado. No había nadie a la vista.

Nervioso pese a todo, Hermitage retrocedió hacia su oficina. En cuanto cerró la puerta y se volvió, se llevó el susto de su vida. Un hombre se encontraba sentado frente a su escritorio, en el mismo lugar donde momentos antes estuvo él, sonriéndole.

-¿Quién es usted? ¿Cómo entró? – preguntó Hermitage, con el corazón latiéndole a mil por hora en el pecho.

-Buenas noches, profesor. Me llamo Crowley. He venido por el libro.

Hermitage parpadeó. Iba a preguntar al intruso sobre qué libro se refería, cuando lo recordó…

Era aquél libro, el que nunca, jamás de los jamases debía caer en malas manos.

-No tengo idea de lo que dice. No sé como entró, pero ésta es una institución privada. Llamaré a seguridad si no se marcha de inmediato.

Crowley suspiró. Hizo una seña y dos de sus hombres, salidos de la nada, aparecieron tras Hermitage sosteniéndolo de los brazos, inmovilizándolo.

-¡Suéltenme!

-El libro, profesor. ¿Dónde está? Sabemos que usted lo guarda – Crowley se levantó y se le acercó amenazadoramente – Entréguemelo.

Hermitage se resistió. Se negó de lleno a decirles dónde se hallaba oculto lo que buscaban.

-Estamos perdiendo tiempo valioso – otro hombre, esta vez de piel negra, había aparecido súbitamente uniéndose a la escena. Con una mirada dura y severa se acercó al cautivo, apartando a Crowley – Nos dirás donde lo guardas. Ahora mismo.

-¡Nunca!

Rafael le colocó una mano en la cabeza. Los lacayos de Crowley se apartaron. Una potente luz envolvió al erudito. Cuando acabó, Hermitage yacía en el piso con el cerebro chamuscado.

-¿Era necesario matarlo? – preguntó el demonio - ¿No deberíamos averiguar antes donde tenia guardado el libro?

-Idiota. Ya lo he averiguado. Con mi toque he extraído la información que necesitábamos. Sé donde lo tiene.

El arcángel caminó en dirección hacia un gran cuadro. Lo corrió y una caja fuerte quedó al descubierto. Sin tocarla, Rafael la abrió destrozando la pesada puerta de acero y sacó de su interior lo que buscaban: un grueso libro viejo, encuadernado en piel de reptil. A simple vista, Crowley calculó que tendría como ochocientas páginas.

En la parte frontal, sobre su lomo, había un dibujo de una estrella de cinco puntas invertida y un titulo en letras arabescas:

El Necronomicón

Rafael sonrió. Miró a Crowley.

-El fin está por comenzar…