Disclaimer: No soy dueña de Percy Jackson ni de Saint Seiya (Omega). Si lo fuera, hace mucho que las hubiera combinado y le hubiera pagado a algún autor para hacer la novela gráfica de estas historias juntas.
Advertencias:
-Se darán cuenta, mientras leen, que Nico es un adulto. Sólo he leído la primera saga de Percy Jackson. No he leído mucho de "Los Héroes del Olimpo" pero conozco lo básico.
-Tomo en cuenta Saint Seiya Omega, por eso aparece Raki.
-No sé cuando actualice, espero que pronto. Y que les guste este headcanon que les comparto.
Han pasado muchos años desde que tenía diez, eternamente diez mejor dicho. Los recuerdos de su adolescencia son cada vez menos frescos, pero siguen siendo algo pesados, pues las sensaciones de lo que vivió siguen estando ahí.
Nico sonríe, con nostalgia más no con añoranza, porque recuerda mucho de él en esos años. Esos años en los que creía que el mundo se le iba encima, en que su vida entre las sombras era lo más ideal. Y no es que tuviera algo en contra de su don, lo adoraba, sin embargo, la connotación negativa que llevaba consigo… de ese prejuicio no se deshizo sino hasta muchos años después. Sigue sonriendo, y lo hace porque se siente bien, porque es perfecto poder hacerlo, sonreír es un regalo que se negó por tanto tiempo a pesar de lo fácil que es acceder a él.
Era un mocoso ignorante.
No escucha pasos, pero sabe que alguien se acerca.
Su mirada esta puesta en el horizonte, el cielo azul choca en la distancia contra la tierra. Se lleva la mano a la barbilla, su codo en su rodilla y se pregunta si Urano seguirá intentando alcanzar a Gea a pesar de ser la responsable de su caída, de pérdidas y de demasiadas fatalidades ¿O se habrá arrepentido Gea de lo que hizo e intenta alcanzar a su esposo? Sea cual sea el caso, la escena se repita en todas partes del mundo, siendo considerada hermosa. El no la considera hermosa, pero si interesante. Era mejor verlos en Grecia que en Manhattan.
Y la presencia se acerca, no la mira aunque su vista ya la alcanza. Sigue en la misma posición.
Sonríe otra vez, porque le parece curioso haber terminado en el lugar donde todo empezó. Encontrar refugio en donde su padre nació. Aunque considerando que no recuerda mucho de su madre, salvo que era Italiana no tenía caso si quiera buscar algo ahí. De italiano sólo tenía el nombre y el idioma. De griego tenía la sangre. Jamás tuvo a la familia. Pero sigue sonriendo porque verdaderamente ya no le importa. Con el tiempo descubrió que no necesitaba conocer a más hijos de Hades para tener una familia.
Los pasos acompañaron a la presencia, al fin los escuchaba. Y aunque estaba mal visto hacer algo parecido a correr, a quien venía no le importaba.
Entonces sonríe de lado, porque antes, la sola idea de llamar a personas ajenas y desconocidas familia le hubiera parecido descabellado. La verdad es que no lo hace aún, al menos no en voz alta. Las única personas a las que llamó hermanas se llaman Bianca y Hazel y porque verdaderamente lo eran. Pero recordar a la primera hace que su sonrisa se desvanezca. Y no porque la extrañé tanto como cuando era adolescente, sino porque se lamenta que no este ahí a su lado. No la extraña. Lo que tiene es que le hubiera gustado que ella también gozara de lo mismo: paz, tranquilidad y un lugar al que llamar hogar. Y no, tampoco dice eso en voz alta. Pero eso todo el mundo lo sabe. Desde Piscis hasta Aries. Hasta Palaestra y en el campamento…. Y para que negarlo. Desde el Olimpo hasta el Tartaro. Aunque a su padre le molestó y todavía lo hace. La diferencia es que ya no dice nada. Aprendió, con el tiempo, que no tenía derecho.
Los pasos se hicieron más sonoros, pero ya no eran lo único perceptible, ahora había una respiración, y tan agudos eran sus sentidos que también oía la coleta de cabello contra el viento.
Al principio, llegar a ese lugar le había parecido irreal. Ni si quiera sabía de su existencia hasta que su padre tuvo que disponer de él. Tenía que enviar un mensaje, porque por alguna extraña razón que su padre no le quiso ni decir, Hermes no podía hacerlo, a pesar de ser el mensajero de los dioses. También le advirtió que no podía usar sus sombras. Al menos no para llegar a su destino, pero si para ir a un lugar cercano. Un pueblo llamado Rodorio.
Su verdadero destino era "El Santuario".
Al fin baja la vista un poco, y puedo ver a la persona que se acerca. Bueno, las personas. Se sorprende, porque sólo esperaba ver a una de ellas. La primera que sabía que vendría era una mujer de pelo rojo, casi podría jurar que magenta, con dos puntitos en lugar de cejas. Se llamaba Raki.
Raki era todo lo opuesto a él. Le recordaba a su yo de diez años cuando llegó al campamento, cuando conoció a Percy y descubrió que los mitos eran una realidad. Haciendo preguntas, sin darse cuenta que era una molestia, que incomodaba. Era ingenua y muy ruidosa. Le parecía insoportable. Todavía lo era pero se acostumbró. Ahora no puede pasar un día sin escuchar el parloteo de la chica.
Ella fue la primera en recibirlo al llegar a ese lugar que parecía detenido por siempre en la época gloriosa de la antigua Grecia. La niña le había preguntado que deseaba y le dijo que tenía que encontrar a una tal "Saori Kido" tenía un mensaje para ella, pero la niña en lugar de llevarlo con la persona que buscaba lo llevó con un hombre con las mismas características que ella, pero era pelirrojo zanahoria y estaba estar ocupado trabajando con armaduras que se le hicieran familiares. El hombre lo saludo con una sonrisa. Antes de si quiera decir más mando a la pequeña niña por algo con el vecino. Ella acató la orden y apenas se fue algo había cambiado, en el ambiente y especialmente en el hombre frente suyo. Lo primero que hizo fue preguntarle quien era y él dijo la verdad, su padre le había dicho que no había problema.
"Nico di Angelo. Hijo de Hades."
La expresión amable del hombre cambió. Su sonrisa se volvió una fina línea recta, sus ojos se entrecerraron y por primera vez supo lo que fue que te atravesaran el alma. No supo que lo sorprendió más. El cambio de humor o el hecho de que un humano tuviera una presencia tan abrumadora como aquella. Porque a pesar de que Nico se recompuso en menos de tres segundos, el simple hecho de lograr eso en él, un hijo de Hades… quería decir que ese hombre que estaba frente a él no era normal.
Detrás de Raki, viene otra mujer, alta de piel oscura, pelo castaño y rizado. Usando un atuendo diferente. Nico la reconoce porque era su hermana, Hazel. Ella sonríe al sentir su mirada y sube corriendo los últimos escalones de las escaleras donde él esta sentado. Después de tantos meses sin su compañía, verla y poder abrazarla fue lo segundo mejor que le pudo pasar ese día.
El hecho de que el hombre se comportara así cuando lo conoció no le pareció raro, todo el mundo lo hacía. Los hijos de Hades parecen ser deseados sólo por sus padres. Fuera de ahí eran como una plaga o un gato negro. El hombre le preguntó por su verdadero propósito y el dijo la verdad: un mensaje para Saori Kido, y únicamente para ella.
"Es la primera vez en más de treinta años que un semi-dios viene al Santuario. Pero es la primera que lo hace un hijo de Hades. No son especialmente bienvenidos."
"No lo somos en ningún lado, a decir verdad" confesó. Le sostenía la mirada al hombre y estaba poniendo todo de sí para emanar esa aura a muerte que hacía que el resto de los semi-dioses y algunas deidades menores huyeran de él. Pero este hombre era impenetrable.
"Debo asumir que tu único propósito es entregar el mensaje ¿cierto?"
"En persona, así es."
"Entonces nos veremos al atardecer a la entrada de las doce casas. No te perderás, todo el mundo sabe donde es, inclusive tu lo sabrás. Te estaré esperando."
"No puedo esperar tanto" le había recriminado. Tenía cosas que hacer en el campamento en esos momentos.
"Nico di Angelo, hijo de Hades" le llamó, y la verdad le había parecido exagerada tanta formalidad, y tanta solemnidad. Porque ese hombre no sólo lo trató como si fuera un posible enemigo. Lo hacía con respeto. Algo que nunca antes alguien había hecho, salvo sus amigos… "La persona a la que desea ver no guarda una estrecha relación con su padre. Hades atentó contra su vida hace veinte años. Contra la de ella y el mundo como lo conocemos a decir verdad. Entenderá que su visita no será vista con los mejores ojos. Si es una emergencia entregar el mensaje, lo mejor será que esperé. Tenemos que arreglar todo para su encuentro con ella."
"Estoy seguro que si hubiera querido matarla, lo hubiera hecho hace bastante tiempo."
Y el hombre sonrió, le sonrió con ironía, con burla…
"No dudo de sus habilidades, joven, estoy seguro que son iguales a las de su padre. Pero créame, ni si quiera usted puede matar a la señorita Saori con tanta facilidad. Su mismo padre lleva desde la época del mito tratando deshacerse de ella y no ha podido hacerlo."
En ese instante todo se lleno de preguntas en su mente. ¿Quién era "Saori Kido"? No era un nombre griego entonces ¿Era acaso una semi-diosa? Pero la mejor preguntar era… si su padre tenía problemas con ella ¿por qué mandarlo precisamente a él?
"Hasta el atardecer Nico di Angelo, hijo de Hades. Lo estaré esperando."
"Llámeme Nico" le dijo, le pidió. Tanta formalidad, un título de esa longitud era raro, antinatural… "¿Cómo se llama?"
"Kiki" respondió, y le sonrió antes de continuar "Kiki de Aries. Caballero dorado de la orden de santos que juró proteger a la encarnación humana de la diosa Atena, Saori Kido".
El hombre se había ido, dejándolo solo, con muchas preguntas, aún más confundido que cuando llegó y preguntándose a qué lugar lo había mandado su padre.
Nico, al despegarse de Hazel sonríe una vez más. Por que ella esta ahí, con él, en el santuario.
Hay continuación pero la dejo hasta aquí porque tenía tarea que hacer...
