Tori: ningún personaje y ni la película me pertenecen. Este fic participa en el Reto Drabble "Elsa" del foro Mundo Frozen espero guste.

Solo quiero uno:

Bueno, uno no hace daño, ¿verdad?

Como toda una espía, buscó con la mirada que nadie anduviera por el pasillo.

Pero, nadie debía andar a esas horas por los pasillos, ¿o sí?

Salió de puntillas, cuidando no hacer ningún ruido.

Las lámparas de aceite estaban apagadas, por lo que lo único que iluminaba los pasillos era la luz de la luna, que traspasaba las cortinas.

Bajó escaleras y corrió por pasillos.

Casi se cae doblando en uno.

Para la próxima no llevaría medias.

-al fin- suspiró viendo el par de imponentes puertas que la separaban de su festín.

Con mucho cuidado, abrió una de las puertas.

-no- susurró algo asustada.

Desde su sitio podía ver a su hermana montada en un banco, estirándose lo más posible para coger…-ya casi-.

Mmmm, chocolate.

Su estómago gruñó y ella tuvo que esconderse detrás de un mesón.

Uff, casi y Anna la encuentra.

-¿Quién anda allí?- oh, tuvo que taparse la boca para no ser escuchada por su inocente hermana. Llevaba toda la boca con chocolate, una mueca asustada, y uno que otro chocolate asomándose por los bolsillos de su vestido.

Oh, pero que gracioso era eso.

Escuchó unos pasos.

-no- murmuró una muy asustada Anna bajando de un salto del banco.

Debía ayudarla.

Sacó una mano de los bolsillos de su camisón y apuntó a la puerta.

La puerta se sacudió, pero no se abrió.

Había funcionado.

Anonadada, Anna no perdió tiempo y salió corriendo a otra puerta.

Suspiró aliviada.

Había hecho bien.

¿Pero qué? ¿Por qué volvía? Humm, Anna.

-gracias, fantasma del castillo- siempre tan Anna.

Rodó los ojos por eso.

No debía darle las gracias al fantasma, nop, se las debía dar a ella.

Mañana en la mañana se lo diría.

Ahora, ahora solo tomaría un chocolate antes de…

-¡su majestad!-.

Je.

-hola, Gerda- se giró lentamente.

Ugh. No, estaba en problemas.

-mi reina, ya es muy tarde para que usted esté fuera de sus aposentos- le regañó como una madre a su hija.

Hizo un puchero- solo es un chocolate, Gerda- la miró esperanzada.

Además, ella es la reina, puede hacer lo que quiera y cuando quiera.

La mujer entrecerró los ojos- no debió congelar la cerradura-.

Fue por una buena causa.

-Gerda- gimió recostándose del mesón más cercano.

-tómelo- nunca podría decirles que no a ese par.

Genial.

-dígale a su hermana que le va a dar diarrea-.

Como no esperarse eso de esa mujer.

-le diré, Gerda-.