Twilight y sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía

Temas fuertes (violencia, violaciones, lenguaje, etc), que pueden fomentar pensamientos negativos a audiencias jóvenes. Se aconseja prudencia. Solo para mayores de 18.

Sarai, me has puesto en una hiper mega dificultad como escritora al pedirme esta historia jajaja de verdad espero que te guste, gracias por confiar en mí en esta y en todas las locuras que se me ocurren.

Yani, muchas gracias por ayudarme con esto porque se que realmente no te gusta, asi que entiendo el esfuerzo y lo agradezco mil!

Muchas gracias chicas. Las invito al grupo: Erase una vez... Edward y Bella en Facebook


Edward no siempre había sido esta clase de fisgón.

En realidad, nunca había sido un metiche, para nada. Mucho menos un voyerista, y sin embargo, mientras veía cómo la humana gritaba y luchaba retorciéndose contra las manos de dos hijos de puta que intentaban violarla, no podía simplemente irse.

—¡Ayuda, por favor! —gritó la mujer en una forma estrangulada y tan dolorosamente agónica, que le puso increíblemente dura la verga.

—¡Cállate, perra! —siseó uno de los hombres atravesándole la mano en la cara, lanzándola al suelo—. ¿No pensabas lo mismo mientras estabas con Mike, no?

—¡James, ya te dije que él no significa nada!, tú eres mi novio, solo tú, por favor…

—¡Ya no importa!, y aunque todavía estés enojada por lo que pasó el otro día, realmente te va a gustar lo que te haremos ahora, pero si sigues portándote así…

El vampiro suspiró. Los humanos eran esa especie rara que estaba por acabarse el mundo. No les bastaba con arrasar con el medio ambiente, el jodido ecosistema, cualquier animal, no. Ellos mismos iban a llevarse a la autodestrucción. Raros putos simios.

—Apresúrate, Alec —jadeó con esfuerzo el tipo llamado James mientras tiraba de la chica hacia un lugar más apartado y oscuro.

Los hombres se veían sucios, pero no precisamente como unos vagabundos, más bien parecían unos tipos mimados que tuvieron una larga noche de fiesta y mezcla de drogas, incluso uno llevaba una chaqueta con el estampado de una prestigiosa universidad. Edward sonrió, los hijos de puta con dinero y clase a veces eran los peores retorcidos. El rubio finalmente sometió a la chica, después de arrancarle las bragas se adentró por fin en ella, robándole un grito desgarrador, y casi al mismo segundo, el otro se acomodó frente a ella conduciendo su verga tan profundo en su garganta que la mandó directo a la inconciencia. Ambos estuvieron jugando con ella, follándosela por minutos hasta que la mujer volvió en sí con un grito agónico, su chillido entre rugido y pérdida-total-de-la-cabeza, realmente lo sacudió. Ella estaba perdiendo la batalla. Podía escucharlo en sus quejidos ahora agónicos, en la forma desesperada en la que sus uñas arañaban el suelo, o cómo despertaba parcialmente tan solo para irse a la inconsciencia de nuevo.

Edward sabía que tenía esta fijación extraña por el morbo que iba más allá de solo verlo. En el pasado nunca dio una mierda acerca de cuáles cosas retorcidas le excitaban. Algunas personas se masturbaban con lo vulnerable, y luego estaba él, que deseaba esas rarezas como a otro nivel, como follar mientras le robaba la vida a cualquier perra, o justo como lo que estaba pasando frente a sus ojos. Pero entonces, mientras estaba ahí empalmado y con los colmillos casi al descubierto por la necesidad de sangre y sexo, la hembra volvió de donde sea que estuviera en su mente y clavó sus oscuros ojos en él. Aquello fue como una descarga, una corriente que golpeó directamente en su verga y todo el camino a sus bolas cuando sus miradas conectaron.

—Ayúdame —suplicó en un murmullo tan bajo que si no fuera un puto vampiro jamás hubiese escuchado. Su boca goteando sangre, su rostro bañado en maquillaje corrido.

—¿Qué dijo la perra? —rio el tipo llamado James, antes de morderle el pezón hasta hacerla chillar y gritar cuando le sacó sangre.

—Ignórala —gimió el otro.

Pero la hembra a pesar del dolor y de sus ojos nublados por lo que sea que estaba pasando por su mente, no le quitó la vista de encima a Edward. Siguió suplicándole entre balbuceos y chillidos, y a pesar de que uno de los hijos de puta miró en dirección hacia el bosque que se extendía frente a ellos, no pudo verlo y no le tomó real importancia mientras continuaba bombeando. Y verla así, tan increíblemente vulnerable lo hizo jadear con excitación.

—¿Qué harías si te ayudo? —preguntó roncamente Edward, en ese susurro especial que únicamente sería escuchado por ella. La joven se tensó, pudo verlo en sus ojos y la forma en la que de pronto parecía más despierta que nunca.

—¡Lo que sea! —lloró en un grito—, haré lo que sea… pero por favor…

—¡Demasiado tarde, zorra! —canturreó James, empujando con más fuerza, haciéndola gimotear—. Ahora eres mía, ¿lo ves?, ¿me sientes?

Alec la sujetó del cabello, forzándola de nuevo hacia su verga. Era casi tan delgado como la humana, pero no tenías que ser tan grande para dominar a alguien tan pequeño como esa hembra, era fácil para cualquier hijo de puta someterla.

—Por favor —rogó entre sollozos cada vez más apagados, como si estuviera de nuevo zarpando en el barco de la inconsciencia, mientras peleaba con el agarre de los humanos.

—Tu palabra es lo único que tienes —murmuró Edward viéndola de nuevo.

Ella asintió frenética, pero cuando Alec no logró someterla volvió a golpearla, esta vez con el puño cerrado. Sus ojos oscuros fueron y vinieron en intervalos, como un foco que se va fundiendo poco a poco, antes de sostenerse una última vez sobre los suyos dorados.

—L-Lo que sea, lo juro —repitió, antes de quedar inconsciente.

—Bueno, hijos de puta, la fiesta aquí se ha terminado —dijo Edward saliendo de su no-tanto-pero-algo-así escondite detrás de los árboles.

El macho Alec, que estaba conduciendo su pequeña verga a los labios de la inconsciente chica, dio un tumbo hacia atrás, luciendo asustado, su pequeño miembro desinflándose colgando fuera de su bragueta. El rubio, por alguna razón, parecía un poco poseído por la idea de que alguien hubiera interrumpido su pequeño acto de violación. Salió del interior de la chica, poniéndose de pie de una forma torpe, pero arrastrando a la hembra contra su pecho, como si fuera su jodida presa.

—No tienes nada que ver aquí, lárgate —siseó el rubio.

—Yo creo que sí.

—No. Vete a la mierda, no hay nada que hacer ni ver, ella es mía.

Tal vez fueron sus palabras. Tal vez fue la forma en que él se refirió a ella, como si la poseyera. Tal vez fue que este era el simio más enervante y sin sentido de preservación que hubiera conocido en años, fuera lo que sea, el caso era que iba a morir. Ahí. En ese jodido segundo. Lo que pasó a continuación fue todo como en cámara lenta. Un videojuego violento que se lleva a cabo en un suburbio bajo y de mala muerte de Rainer Beach, donde un humano corre gritando por su vida mientras un vampiro lo persigue a una velocidad inhumana antes de desgarrarle la jodida garganta con su cuchillo dentado preferido. El rubio pareció recuperar sus cabales, de hecho estaba intentando subir a la humana a su auto tirando de su cuerpo y de su cabello frenéticamente, pero no llegó muy lejos. Edward lo arrastró del cabello, y lo empotró contra la pared, sonriendo al oler el azufre en su cuerpo, el olor del miedo y un poco de orina casi volviéndolo loco de asco.

—¿Q-Qué rayos eres? —medio chilló, sus ojos inyectados en sangre agrandándose, su rostro palideciendo al mirar sus colmillos—. E-Espera, esto no tiene por qué terminar así.

—¿Ah no? —preguntó el vampiro en una voz gutural.

—Por favor no, ella tan solo era una puta, ¡lo era de verdad!

—Supongo que lo sigue siendo porque no ha muerto, a diferencia de tu amigo. —James se estremeció como si hubiera sido pateado en las bolas.

—Escucha, por favor, te daré lo que quieras… quédatela, por favor, no me comas, te lo suplico, por favor… —Edward se echó a reír.

—¿Comer? —Sacudió la cabeza, la sonrisa todavía plasmada en su rostro—. Drenar.

—¡No, por favor, no! —lloró, sosteniendo sus manos en su cuello—. ¡No soy un tipo malo!

Edward dejó salir un largo suspiro, el cual se tornó en un bostezo. No porque estuviera cansado, sino por el rubio y toda la situación poniéndose aburrida como el infierno.

—No creo que seas un tipo malo, y no soy nadie para juzgarte. —Ladeó la cabeza—. Pero desafortunadamente para ti… —Se relamió los labios, observando su yugular—. Yo lo soy.


Hola nenas, ¿cómo están? bueno sobre aviso no hay engaño, no les prometo una historia dulce, no es común tampoco y esto solo es resultado de mi otro lado, jaja el desviado, así que bueno, a ver que les parece, ¡un abrazo a todas!