Hola una vez más, fanfiction.

Tiene AÑOS que no escribo nada. AÑOS. Y también tiene años que no publico nada, precisamente porque no tenía nada nuevo escrito o bien no quería empezar a publicar algo que, dudosamente, podría continuar. Digamos que la Literatura y yo nos peleamos durante muchos años y apenas ahora estamos haciendo las pases.

Esta historia empezó a ser escrita, según Deviantart, que fue donde publiqué partes, en Noviembre… del 2010. Y hoy, y ayer, y hace tres días empecé a escribir cosas nuevas sobre esta historia. ¿Por qué? Ni idea. Literatura me está perdonando y yo a ella, espero. No prometo un flow super duper constante, no sé qué sigue aquí, tampoco sé a dónde quería llegar en un principio y voy a editar algunas cosas. Por ejemplo, Saintia Sho no existía cuando empecé a escribir esto, pero dado que existe ahora, voy a usar el concepto de las Saintias porque esa era más o menos la idea que yo tenía. Ya sabrán a qué me refiero cuando llegue el momento. Lost Canvas tampoco estaba terminado en ese entonces. No sé si cambiaré algo sobre eso, pero en fin, ya se verá.

La idea siempre fue que esto fuera parte de Cooperacha Zodiacal, pero así como escribí esa historia y como está esta… no cuadran del todo, pero no se fijen en eso. Tomen Cooperacha como una side story. Y por cierto, a mi me siguen haciendo gracia las babosadas que escribí en esa historia.

Afortunada o desafortunadamente, algunas cosas en mi vida cambiaron, que afectaron específicamente a un personaje, el cuál, ahora, dejará de salir y será editado completamente. También hay cameos de personajes de algunas amigas, porque en ese momento, bueno, eramos un grupo relatívamente unido de fanfiqueras y en su momento les pedí permiso para usar sus personajes. De cualquier modo, personajes de ellas sólo quedan dos en esta historia.

Creo que ya me extendí mucho, es solo que, no sé, tenía ganas de publicar de nuevo, y me dieron ganas de escribir de nuevo, lo cual es un milagro enorme. Espero que les guste, y, de nuevo, tomen en cuenta que esto lo escribí hace 8 años.

Alfa Lázcares

De cómo cambié de maestro

—Con eso terminamos por hoy —sonrió Aldebarán mientras le extendía la mano a su alumna para ayudarle a levantarse.

Alfa sonrió y se puso en pie, luego ambos salieron del Coliseo para dirigirse a los Doce Templos.

—Hay algo que quería comentarte Alfa. He pedido una audiencia con el Patriarca para mañana. El resto de los Santos Dorados también estarán ahí. Es para discutir sobre tu futuro.

De pronto la joven sintió un apretado nudo en el estómago.

—¿Estoy en problemas?

Aldebarán sonrió.

—Para nada. Es sólo que necesitamos discutir la técnica que estás creando.

Alfa miró al frente. No era la primera vez que el tema de esa técnica salía en las conversaciones. Exhaló un suspiro. Aún había días en los que se preguntaba qué rayos hacía en ese lugar.

Su vida había sido normal, aunque no del todo. Desde muy chica, sus familiares habían notado una cierta energía en ella. La niña era capaz de curar heridas sólo con sus manos. Y ese tipo de energía siempre la acompañó, pero ella nunca hizo alarde de eso. Fue entonces que por azares del destino había llegado a Grecia. Y de ahí, había cruzado caminos con Aldebarán de Tauro. El carácter alegre y abierto del de Tauro logró hacer migas con ella. El Santo al instante había percibido el cosmo de la chica. No dudó en comentárselo a ella y cautivarla con la historia del Santuario de Pallas Atenea. Al descubrir que la chica era también Tauro, quiso ser él quien la entrenara. Y para la sorpresa y escepticismo de muchos, la joven había aceptado.

Eran muy raras las ocasiones en que se aceptaban aprendices de esa edad. Alfa tenía 21 años al momento de llegar al santuario, es decir, era un año menor que Alde. A ese punto, la gran mayoría de los Santos Dorados tenían aprendices. Mu tenía a Kiki, Deathmask contaba con una aprendiz llamada Dicro, Camus tenía a una chica llamada Vivien, Shaka tenía a una chica llamada Gabriella y Afro tenía a una chica llamada Lena.

Y la trataron muy bien, aunque con un tanto de recelo. Todos ellos habían comenzado los entrenamientos desde muy jóvenes, y se habían ganado el privilegio de ser entrenados por los Santos Dorados. El hecho de que de pronto llegara una chica que no tenía ni las más mínimas nociones de defensa personal no les cuadraba del todo. Menos aún cuando de buenas a primeras tenía a un Dorado como maestro.

Pero en realidad no era como si a la joven Alfa le importara. El primer par de meses se la pasó sólo con Aldebarán, sin hacer siquiera intentos por hacer migas con el resto del Santuario. Poco a poco había terminado por conocer a los Santos y aprendices, aunque se llevaba más y mejor con los maestros que con los alumnos.

Así que la siguiente mañana, la Élite Dorada se reunió en el último Templo, en presencia de Atenea, para discutir la técnica que estaba desarrollando la joven.

Alfa y Aldebarán estaban de pie, de frente a todos. Las miradas fijas en ella no la amedrentaban, pero lo que sí la ponía de nervios era el saber que iban a criticar una técnica que todavía no perfeccionaba y que menos aún sabía de dónde había salido.

—Aldebarán, has expresado un cierto grado de… preocupación con respecto a la nueva técnica que está desarrollando tu alumna.

—Excelencia, Atenea. Es verdad que mi alumna ha logrado habilidades que me parece es necesario discutir —dijo el Santo de Tauro.

—¿Qué es lo que puedes hacer? —preguntó Shion directamente a la chica.

—Puedo ver el mayor miedo del enemigo y representarlo en su mente. Como una pesadilla. El oponente queda paralizado, dándome tiempo de atacar y derribarlo. Al menos esa es la idea. A menos de que el oponente sea lo suficiente fuerte para desprenderse de la técnica, lo cual, he de decir, podría pasar.

—Entonces conoces las probables fallas —apuntó Saga.

—No ha sido perfeccionada. La otra idea sería que el oponente sea manipulado de tal manera que se mate a sí mismo al experimentar la técnica.

—Podrías llevarla todavía más allá —dijo Saga.

—Manipulando al enemigo para que mate a otro oponente mientras esté siendo controlado.

—¿No sería eso llevarlo demasiado lejos? —preguntó Shura.

—Sería casi darle el poder del "Satán Imperial" —dijo Kanon pensativo.

—Eso sin mencionar que, es en realidad, una técnica cruel —opinó Aioria.

—Ese es el meollo del asunto —fijo Aldebarán. —Creo que ella es capaz de llevarla a ese nivel, la pregunta aquí es si sería prudente que lo hiciera.

—Sin duda sería una técnica muy poderosa —dijo Shion. —Aunque concuerdo en que sería cruel sacar el peor temor de los enemigos.

—¿En realidad sería capaz de hacerlo? —preguntó Deathmask de brazos cruzados.

—Por el momento puede leer el más grande miedo de las personas —contestó Aldebarán.

—¿Puedes demostrarlo? —preguntó Milo.

Todas las miradas se posaron en Alfa y ella miró al Patriarca, quien asintió.

Alfa los miró uno a uno. De cierta manera era como si sintonizara un radio. Le llegaba mucho ruido e imágenes rápidas, hasta que una captó toda su atención. Lo vio como una película en su mente. No hizo ademán alguno, así que ninguno de los Santos sabía en quién estaba ella pensando. La chica dio algunos pasos en dirección al Patriarca, lo miró a los ojos y lo hizo ver lo que ella había visto momentos antes. El Patriarca miró de reojo a sus Santos y asintió.

—Tiene la capacidad, de eso no hay dudas.

—Si es así, entonces opino que no podemos desaprovechar ese potencial —dijo Saga.

—Pero, ¿sería seguro? —preguntó Mu.

—Como dijeron, si la llega a dominar, tendría un poder, al menos, parecido al Satán Imperial —dijo Camus.

—Y sigue siendo una técnica cruel —dijo Aioros.

—¿Las Agujas Escarlata, no? —preguntó Milo.

—Pero es distinto. Aquí estamos hablando de crueldad psicológica —dijo Aioria.

—No creo que haya una técnica que no sea "cruel". El objetivo es derrotar al oponente. Y ellos no siempre van a tener la misma ética que nosotros. Si la decisión estriba entre ser "cruel" con el oponente para derrotarlo, o dejar que llegue a Atenea… no creo que ninguno de nosotros elija la segunda opción —dijo Saga.

—En ese sentido creo que Saga tiene razón —dijo Shion. —Y también estoy de acuerdo en que no deberíamos desaprovechar el potencial que Alfa ofrece. Fue traída al Santuario de una manera muy poco ortodoxa. Y fue hecho así porque sabemos que ella tiene potencial. Creo que sería bueno que desarrollara esa técnica hasta el máximo.

—Lo que me lleva al siguiente punto —dijo Aldebarán. —Para ser sinceros, las técnicas psicológicas o bien psíquicas no son mi fuerte, por lo tanto, el entrenamiento de Alfa lo debe seguir alguien más.

—¿Tienes a alguien en mente? —cuestionó Shion.

—Sí, pensaba en Saga, Kanon, Mu o bien Deathmask.

—Si se me permite interrumpir… yo no creo ser la mejor opción —dijo Deathmask.

—Yo estoy dispuesto a aceptarla como discípula —dijo Saga mientras miraba a la joven.

Alfa le sostuvo la mirada mientras enarcaba una ceja. Un cambio de maestro era algo que no se había esperado. Aunque viéndolo bien… como que no le molestaba. Sólo esperaba que no se notara mucho la escurrida de baba que seguro le daría al tenerlo de maestro. Parpadeó cuando notó que la mirada de Saga seguía fija en ella. Aldebarán sonrió.

—Pues si todas las partes están de acuerdo, entonces a partir del día de mañana, Alfa pasará a Géminis. Necesitaré que me entreguen un reporte semanal de los avances. Saga, Aldebarán, reúnanse a discutir los detalles. Eso es todo. Queda disuelta la reunión.

Todos se dirigieron a sus respectivos templos. Alfa iba siguiendo a Saga, Kanon y Aldebarán, un paso detrás de ellos mientras bajaban. Ellos discutían los puntos fuertes y débiles de la joven. Eso a ella no le molestaba. Era bueno que su nuevo maestro se enterara de esas cosas.