Nada de Teen Titans me pertenece y esta historia es por entretenimiento. Y porque siempre me ha parecido que Chico Bestia esta muy desaprovechado siendo solo un alivio cómico.
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El pedido de ayuda había venido desde unas instalaciones a las afueras de la ciudad. Todo lo que sabía era que se trataba de un laboratorio supersecreto en el que las cosas se habían salido de control. A diferencia de otras ocasiones, esta vez no había ningún villano que derrotar. Solo tenían que ayudar a evacuar al personal, llevarlos lo más lejos que pudieran en el menor tiempo posible.
No hubo tiempo papa indagar en la naturaleza de los experimentos que se realizaban allí.
Una vez dentro del complejo se dividieron, como era de esperarse. Una estridente alarma se hacía oír en cada cuarto que a su vez era teñido de rojo por las luces de emergencia. Los científicos e ingenieros huían despavoridos con el horror reflejado en sus rostros. Era imposible pedirles detalles de lo que estaba pasando pues su miedo no los dejaba expresarse con claridad, pero por suerte estaban dispuestos a cooperar en la evacuación.
Chico Bestia convertido en un sabueso corría por los pasillos siguiendo los distintos aromas que su olfato llegaba a percibir. Todo iba bien al principio, pese a su edad los adultos seguían sus indicaciones, o mejor dicho las indicaciones de Robin que él repetía, y eso lo hacía sentirse importante. Esa confianza por parte de los civiles era una prueba de que se estaba ganando una reputación como héroe ante la opinión pública. Si las cosas seguían así pronto tendría que pensar en cambiarse de nombre: estaba dejando de ser un chico. Su mente comenzó a jugar de nuevo con la idea de tener un nombre genial como Hombre Bestia y una sonrisa de júbilo se formó en sus labios.
Pero estos felices pensamientos terminaron cuando llegó ante una puerta metálica de doble hoja. Un cartel de SOLO PERSONAL AUTORIZADO se exhibía en ella y para abrirla se necesitaba una tarjeta de acceso. Sin embargo, Chico Bestia podía percibir un aroma humano del otro lado. Una rápida inspección le reveló que este llegaba por una rendija de ventilación, así que sin perder tiempo se convirtió en una mosca para volar hasta ella e introducirse entre las ranuras.
Le llevó unos segundos alcanzar el otro extremo de la ventilación y la fuente de aquel aroma. Era un cuarto rectangular de gran tamaño rodeado por monitores que no dejaban de transmitir una serie de datos que a él le resultaban indescifrables. Tampoco era que fuera a tratar de entender lo que estaba pasando allí, lo único que importaba era el hombre colocado ante un panel de control. Tecleaba con rapidez y sin prestarle atención a la alarma que a esas alturas ya le estaba causando dolor de cabeza al joven héroe.
Este salió de la ventilación y regresó a su forma humana para colocarse tras el científico que no se apartaba del panel.
"Oiga, señor. Tengo que sacarlo de aquí"
Pese a que habló con la mayor seriedad de la que era capaz, el sujeto ni siquiera se molestó en verlo. Estaba absorbido en su trabajo.
"¡Hola! Amigo tenemos que salir de aquí."
"Silencio"
La voz era fría, distante y lo suficientemente autoritaria como paralizar a Chico Bestia.
"No puedo irme ahora. No cuando estoy a punto de terminar el trabajo de mi vida"
"Lo que va a terminar es tu vida sino vienes conmigo"
Puso una mano en el brazo del hombre y se sorprendió de lo fornido que era bajo la bata de laboratorio.
"Oh, vamos ¿Qué puede ser tan importante como para…"
Solo entonces se percató de la máquina que se hallaba frente a ellos. Un gran aro de metal suspendido en el aire y en cuyo centro destellaba una luz rojiza. Eran apenas unas chispas, pero con cada segundo que pasaba se extendían, abarcando más y más el interior del aro. Fuera lo que fuera parecía estar descontrolándose; la estructura metálica comenzó a estremecerse como si una gran fuerza invisible estuviera presionándola.
Chico Bestia salió de su estupor cuando los monitores empezaron a estallar. Chispas doradas revoloteaban a su alrededor y una serie de pequeñas explosiones dejaban al descubierto los cables electrificados que suministraban el poder a la máquina. Aquello no podía ser una buena señal.
"Mira amigo, he visto suficientes películas como para saber que esta es la parte en la que el científico loco hace algo estúpido. Así que mejor evitemos esa parte ¡y pasemos al final feliz!"
Sin esperar una respuesta, Chico Bestia se convirtió en un gigantesco triceratops y cargó contra la puerta blinda atravesándola como si fuera papel. Regresó a su forma humana y volteó a ver al científico que seguía centrado en su trabajo.
"¡¿En serio?!"
Ya estaba pensando en convertirse en un gorila para sacar al sujeto cuando su comunicador empezó a sonar. La voz de Robin se notaba alarmada.
"Equipo, tenemos que dejar las instalaciones ¡Ahora!"
"Eh, jefe, tengo un problemita aquí…¿Jefe?"
La estática se adueñó del aparato antes de que este estallara en la mano del joven héroe. De no ser por sus guantes se habría lastimado, pero eso no impidió que gritara de miedo.
"¡Éxito!"
La voz del científico lo hizo alzar la vista a tiempo de ver como la luz de la gran máquina engullía toda la habitación. Quiso gritar de nuevo, pero el miedo lo paralizó. Sintió una gran fuerza arrastrándolo a lo que quedaba del aro de metal. Ni siquiera se molestó en tratar de convertirse en algo lo bastante pesado como para resistir el arrastre. La fuerza que lo estaba reclamando era superior a cualquier cosa que tuviera en su arsenal de bestias.
Lo siguiente que supo fue que el rojo lo envolvía.
Luego, solo hubo oscuridad.
La explosión comenzó en el cuarto del aro de metal y desde allí se extendió por todo el complejo. Unos minutos después, las instalaciones no eran más que unas ruinas humeantes y solo cuatro de los cinco jóvenes habían logrado salir de allí.
Ahora contemplaban atónitos lo que creían era la tumba de su amigo caído.
"Chico Bestia"
Cuatro voces angustiadas pronunciaron su nombre, ignorantes de lo que realmente había sucedido.
