Hola. Antes de nada, quiero aclarar unas cosas:

Tenía otra cuenta por aquí, pero hace un año o más que no entro (la vida, que es muy dura) y no tengo ni idea de que mail usé ni nada y me da mucha pereza, así que me he hecho otra y lo colgaré todo aquí.

Este fic lo empece a escribir antes de que saliera el libro de la next gen, y no va a ser fiel a lo que sale ahí.

Es bastante oscuro. Mucho.

Y todo lo que reconozcáis pertenece a J.K. Rowling.

Dicho todo esto, os deseo una buena lectura! (XD)


PRÓLOGO


"Carry my soul into the night
May the stars light my way
I glory in the sight
As darkness
takes the day"

In Noctem, Nicholas Hooper


Era como si el mundo hubiese muerto.

Podía sentirlo en mi piel, en mis huesos—el corazón temblando, su eco muriendo en mis venas. Podía sentirlo en el vacío que se extendía a mí alrededor, profundo y oscuro, carente de cualquier tipo de luz que pudiera mostrar cualquier silueta, cualquier camino, cualquier peligro.

Parecía la muerte.

Podía sentirlo en el gélido aire que cortaba mis labios, en el escalofrío que recorría mi cuerpo, en el susurro que perseguía a mi mente—

Este es tu destino

Este es mi destino.

Cogí aire e incliné la cabeza, enfocando la mirada a un cielo inexistente, un cielo cegado por la oscuridad y lo prohibido, un velo negro carente de luna y estrellas que envolvía aquella nada con el más terrible de los abrazos. Y me dejé abrazar—ojos abiertos, pies hundidos en la nieve, manos acariciando el aire.

Me dejé abrazar, y ese fue mi final.

Serva me, servabo te

La nieve cosquilleaba mi piel, colgaba de mis pestañas, se fundía en mis labios. Como un ángel caído, la luz seguía su camino al abismo y se dormía entre mis pies—gruesa, gélida, muerta—haciéndome caer, tropezar, volver a caer.

Pero corrí.

Seguí corriendo—aunque mis huesos estaban entumecidos como el aire de invierno, mis pulmones quemaban con el primer rayo del sol, mis ojos lloraban con el último deshielo del alba.

Seguí corriendo, el sonido de las olas más cerca, gimiendo y gruñendo y gritando, esperándome—

Serva me, servabo te

Mi aliento se difuminó, ancló palabras en el vacío, fundió los copos de nieve en un ajetreado ataque. Mis muslos se contraían, las rodillas se flexionaban, los pies se hundían en la nieve. Mis manos buscaban algo—rasgaban aire, buscaban, buscaban a alguien—y mis labios, ardientes y entreabiertos, jadeaban u gimoteaban y susurraban entrecortadamente—

Serva me, servabo te

Podía sentirle. Allí, detrás, no tan lejos como deseaba. Imploraba. Deseaba. Imploraba—

Serva me, servabo te

Estaba corriendo, también. Con sus largas piernas, su cuerpo atlético, sus firmes pulmones. Corría y corría, veloz y directo, como un depredador tras su presa.

Ladeé la cabeza, horrorizada y alerta, curiosa—

Tropecé.

Caí al suelo.

Me hundí en la nieve.

Ese era el fin.

Serva me, servabo te

Él se detuvo entre la lluvia helada y la victoria.

Estaba cerca.

Muy cerca.

Demasiado cerca.

Cerré los ojos.

Una lágrima besó a un copo de nieve.

Mis labios temblaron.

Mis latidos invadieron el silencio.

Me llevé las manos al corazón.

Me aferré a él.

Serva me, servabo te

El diablo me cogió del pelo. Tiró bruscamente. Solté un alarido, seguí el movimiento, abrí los ojos.

Y le vi.

Como ver al sol en un día nublado, le vi.

Grité. Retorcí mi cuerpo. Me deshice de su agarre. Me levanté. Le golpeé en la cara. Corrí hacia el precipicio.

Anclé mis pies en el borde y respiré un océano de aire.

Le sentí—detrás, cansado, furioso, inacabable.

Di un paso más—

La nieve caía—y nosotros también.

Sálvame, y te salvaré