Disclaimer.
Los personajes de Naruto aparecidos en estos párrafos no me pertenecen, son obra y propiedad de Masashi Kishimoto. Esto fue escrito sin fines de lucro.
Leyenda.
Narración. – Primera persona.
–Diálogos–
"Pensamientos"
Recuerdos y/o Sueños
Especificaciones.
Resumen. – "La Montaña de los Dioses, era el lugar donde se dice habitaban espíritus malignos. Allí al final de la escalera de piedra, bajo el arco de madera, comenzamos a mirar hacia el verano."
Rating. – T
Género. – Romance, Slice of Life, Family, Friendship.
Capítulos. –La historia comprende un largo de 10 capítulos exactamente.
Pareja. – Principal. Uchiha Sasuke x OC. Secundaria. Uzumaki Naruto x Hyuuga Hinata (NaruHina), Uchiha Fugaku x Uchiha Mikoto, Uchiha Itachi x Haruno Sakura (ItaSaku).
Universo Alterno.
Banda Sonora.
1. Yamagami no Mori e. Artista. Makoto Yoshimori. Álbum. Hotarubi no Mori e OST.
2 Sigo Aquí. Artista. Alex Ubago. Álbum. El Planeta del Tesoro OST.
Nota de Autor.
Muy bien estoy de vuelta con un nuevo proyecto, el cual tengo avanzado hasta un poco más de la mitad total de los capítulos, por lo que probablemente no me tardaré en publicar como en mis otras historias.
Bueno, esta idea nació hace mucho tiempo en mi cabeza y no podía verla con ningún otro personaje ni pareja. La OC es creación compartida mía y de mi hermana, un personaje que espero les agrade y que ya había utilizado previamente en otro de mis trabajos.
Si se han sentido engañados por la selección de personajes que usé en el buscador, me disculpo. Pero tiene un motivo de ser y poco a poco, a medida que avance la trama y sigan leyendo —claro si se animan a continuarlo; entenderán el por qué.
¿Qué más puedo decir? La inspiración me vino y siguiendo consejo de mi madre escribí bastante antes de publicarla, para no dejarlos en espera y aunque sé que debería estar actualizando mis otras historias, les digo que no podía contenerme de escribir esta.
Espero la disfruten.
Natsu wo Miteita
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El sonido de sus pasos era amortiguado por el musgo y el césped que había crecido salvajemente por los viejos peldaños de piedra.
El sonido de las cigarras y demás animales escondidos en la vegetación daban una pequeña sensación de familiaridad que contrastaba con lo que el paso de los años había cambiado.
Alguno que otro rayo de sol se filtraba por entre las ramas de los árboles, brindando un poco de luz al lugar.
Al final del camino podía ver como el viejo arco de madera gastada se iba haciendo más grande, a medida que subía por aquella escalera que tantas veces había recorrido hacia ya mucho tiempo.
Entonces pudo sentir como el peso de los recuerdos se acumulaban en su pecho…
"— ¡Apúrate! ¡Eres demasiado lento!—"
1
— El día que nos conocimos —
– 僕たちが出会った日–
Veinte años atrás.
Desde que tengo memoria, siempre he vivido en esta ciudad.
Una ciudad pequeña rodeada por montañas, escondida en algún punto perdido dentro del mapa de un país.
Al ser tan pequeña, la mayoría de sus habitantes se conocen entre sí, o por lo menos saben quién pertenece a cada familia que reside en este lugar.
Por eso todos sabían, la historia de cómo un hombre de la capital se enamoró de una mujer de esta ciudad perdida y decidió quedarse junto a ella.
Pero lo que sigue no es tan feliz y eso también lo saben los demás.
Porque un día, hubo una complicación y la mujer falleció ante los ojos de su amado que tenía en brazos a su segundo hijo, que ella acababa de traer a este mundo.
Esa es la historia de mis padres, y ese hijo soy yo.
Y al igual que los demás, eso es todo lo que sé de los días antes de que yo naciera.
Porque para mi padre recordar era demasiado doloroso, porque mi padre no era un hombre de muchas palabras y yo no quería molestarlo.
Mi hermano en cambio no recuerda gran cosa, apenas contaba con cuatro años y lo máximo que pude conseguir de él fue el saber que nuestra madre era cálida.
Pero eso era todo.
Y la verdad es que no me hubiese interesado, de no ser por las miradas que ponían los demás cuando escuchaban mi apellido.
Mi familia sólo consistía de nosotros tres y para mí eso era suficiente.
Pero las personas culpaban de nuestra desgracia, al lugar de la leyenda.
Porque en toda ciudad pequeña, siempre existirá una leyenda que se remonta de cuando estuvieron con vida los primeros pobladores.
Esta era la Montaña de los Dioses.
Dicen que hace muchos años, en la cima de aquella montaña un grupo de monjes habían intentado construir un templo, pero una noche fueron atacados por temibles espíritus que enojados con los monjes por su ofensa los expulsaron de la montaña.
Del templo sólo quedó el arco y la escalera de piedra tallada en el sendero, y desde entonces nadie nunca intentó subir a la montaña de nuevo.
Mis padres ignorando cualquier superstición, se mudaron a una antigua casa de madera, a las afueras de la ciudad, cerca de la Montaña de los Dioses.
Mi hermano me dijo que no creyera en esos rumores, que no existían tales espíritus y menos que les hubiesen puesto alguna maldición a nuestros padres.
Eso estaba bien para mí, pero no para las personas de esta pequeña ciudad que cada vez que alguno de nosotros era reconocido, las personas comenzaban a hablar en susurros sobre la desgracia familiar.
Por eso hace dos años decidí ir a la montaña para comprobar la existencia de tales espíritus, creyendo que así podría hacer cambiar a los demás.
Obviamente no encontré nada y tampoco encontré la forma de demostrarlo.
Pero descubrí que al ser un lugar "poseído" nadie me molestaría, nadie me miraría con pena al saber mi apellido, sólo estaría yo en completa paz.
A partir de entonces, cada verano iba a la montaña.
Y un día del verano de mis diez años, por una coincidencia, el destino o la suerte, el orden natural de las cosas que yo conocía a esa edad fue alterado.
Ese fue el día que la conocí.
Estaba caminando a través del bosque, sin nada que hacer más que ver a las cigarras volando de un tronco a otro cuando al pasar a su lado las asustaba con una rama vieja que encontré en el camino.
Fue entonces cuando escuché el llanto de alguien detrás de los arbustos.
Con sigilo deje la rama en el suelo y agachándome en el suelo, me asomé a través del arbusto.
Allí, abrazando sus rodillas y ocultando su rostro entre sus brazos, estaba una niña llorando.
Aquello no podía estar pasándome a mí.
¿Por qué en el lugar más abandonado del mundo tenía que encontrarme con alguien? Y sobre todo, ¿por qué tenía que ser una niña?
A esa edad, yo era una pobre víctima de la obsesión y el acoso femenino, porque en el momento en que una me veía comenzaba a chillar como cerdo, a decir lo lindo que era y que si me casaba con ella mi maldición se iría.
Las detestaba.
Todas eran una molestia, siempre chillando, haciendo tonterías, llorando si les decía algo "feo", queriendo tocarme con sus sucias manos de niña, llamando la atención de todos.
Definitivamente eran insoportables.
Es por eso que durante esos breves instantes, escondido tras los arbustos, me cuestioné mi mala fortuna.
"Mejor me voy sin que me vea…" me dije a mi mismo completamente decidido a no tener ninguna clase de encuentro o palabra con aquella niña.
Así que cuando estaba dándome la vuelta y me puse en pie, por accidente, pisé la rama con la que había estado perdiendo el tiempo segundos antes.
— ¿Q-quién anda a-allí…?—
Sentí como se me tensaba cada parte de mi cuerpo, al escuchar la pregunta que había salido de sus labios.
"¡Rayos!" pensé frunciendo el ceño y miré con rabia la rama partida en dos "tonto pedazo de madera"
Permanecí unos segundos en silencio pero yo sabía que era demasiado tarde, así que frustrado me giré sobre mis talones y atravesé el arbusto que me separaba de mi futuro castigo.
Lo que siguió después fue tan absurdo que apenas logro recordar cómo fue que sucedió, porque en el instante en que crucé el arbusto ella gritó de una forma que aún hoy me pone los pelos de punta.
A respuesta del susto que me dio yo también grité, lo cual sólo empeoró la situación y ambos terminamos tirados en el suelo con el corazón latiendo a mil por segundo.
— ¿Qué sucede contigo? ¡Casi me matas del susto!— le grité iracundo y con una mirada asesina.
Ella dio un respingo y temblorosa se cubrió la cabeza con ambas manos, encogiéndose aún más en el piso.
— ¡P-por favor espíritu no me hagas daño!—
Sus palabras habían sonado tan torpes para mí, que me dejaron en un corto lapso de incomprensión.
— ¿Ah?—
"¿De qué estaba hablando?" pensé mirándola confuso y disgustado al mismo tiempo
Ella comenzó a lloriquear lentamente.
—No me comas espíritu… prometo que no volveré… por favor…—
Sus palabras mezcladas con el llanto y los temblores sólo la hacían ver como una gran boba, a mi punto de vista.
Ella creía que yo era un espíritu.
Definitivamente, todas las niñas son iguales.
—Tonta, yo no soy un espíritu— le dije poniéndome en pie y sacudiéndome la tierra de la ropa.
Ya no le prestaba atención en lo más mínimo.
— ¿N-no he-eres un e-espíritu…?—
—No—
— ¿No estas mintiendo?—
—No—
— ¿De verdad?—
—Sí—
— ¿entonces si lo eres?—
Me exasperé, esto era como hablarle a una pared, es más ni siquiera eso, porque hasta una pared podía ser más inteligente.
— ¡No! ¡No soy un espíritu!— le grité ya harto de la situación y mirándola directamente a los ojos.
Necesitaba que entendiera de una vez por todas, además yo no tenía mucha paciencia.
Entonces su rostro se iluminó con una gran sonrisa.
— ¡Estoy salvada! ¡No voy a morir!— dijo mientras comenzaba a dar pequeños saltos de júbilo y luego tomándome por sorpresa se acercó corriendo hasta mí.
Pero pude reaccionar a tiempo y tomando un puñado de hojas del arbusto se las tiré a la cara.
Eso la detuvo por entero, porque dio un corto alarido de dolor y comenzó a frotarse un poco los ojos.
— ¡Oye! eso dolió— me reclamó molesta a lo cual yo sólo me encogí de hombros.
—Fue defensa personal— le dije con obviedad y atento de cualquier otro ataque.
— ¿Defensa contra qué?—
—Contra tus sucias manos de niña—
— ¿Mis qué?—
—Acaso tengo que enseñarte a hablar, bo-ba—
Eso la molestó aún más, porque me miró en silencio durante unos segundos.
— ¿Qué no te han enseñado a respetar a las damas?—
—Claro que sí, pero no veo ninguna por aquí—
Ella resopló al tiempo que se llevaba ambas manos a la cadera.
—Yo soy una dama—
— ¿Oh, en serio? yo pensé que eras una llorona—
— ¡No soy llorona!—
– ¿Ah, sí? Entonces, ¿qué estabas haciendo hace un rato?—
Eso pareció avergonzarla porque al instante sus manos cayeron a sus costados y sus mejillas se incendiaron.
—Es… que...— dijo bajando el tono de voz mientras desviaba los ojos a otra parte pero sus cejas estaban juntas, fruncidas.
— ¿Qué? No te oigo— dije con sorna.
No pude evitar burlarme de sus acciones.
—Esquemeperdí—
— ¿Qué cosa?—
Apretó fuertemente sus manos en puños.
— ¡ES QUE ME PERDÍ!—
Hubo unos segundos en silencio que se sintieron como una eternidad.
Definitivamente ella era una retrasada sin salvación alguna.
Por eso no pude contenerme, porque ella allí parada con las mejillas rojizas, los labios en puchero, sus brazos tensos finalizados por puños, las hojas en su cabello, la ropa sucia, sus ojos rojos de tanto llorar viendo a sus pies, el fruncido de sus cejas, fue demasiado para mí.
Así que comencé a reírme.
Jamás había reído tanto antes de aquel día.
— ¡N-no te rías!— me dijo torpemente en un balbuceo al tiempo que me miraba molesta y dando una patada al suelo.
Yo seguí riendo, mientras más la veía, más seguro de su falta de cerebro estaba y eso me daba mucha gracia.
Tuve que llevarme mis manos a mi estómago de lo mucho que me dolía.
Ninguna niña me había hecho actuar así.
Ella debía ser una alienígena de seguro.
— ¿Ya terminaste?— me preguntó cruzada de brazos, cuando paré unos instantes en busca de un poco de aire.
Tal vez incluso llegué a lagrimear un poco.
—Es grosero burlarse así de las personas— me riñó intentando de alguna forma recuperar parte de su "dignidad".
—No me estaba burlando, si veo algo gracioso me río, sólo eso– le respondí encogiéndome de hombros y con una media sonrisa—
Ella abrió y cerró la boca en un intento de decir algo más, pero al final terminó frunciendo el ceño y haciendo un puchero, para luego girarse y recoger una mochila azul del sitio donde hace unos minutos estuvo llorando.
Hasta ahora no me había fijado en ese detalle.
— ¿Qué llevas ahí?— le interrogué mirando lo abultado de aquella mochila.
Ella guardó silencio, pasó sus manos a través de las correas para colgarse la mochila en su espalda y se giró a verme con una sonrisa engreída.
—Eso no es tu problema, chismoso— dijo y luego me sacó la lengua.
Fruncí el ceño y la miré con rabia.
¿Qué se creía esa niña tonta para decirme "chismoso" a mí?
—Hmp— bufé introduciendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón.
Ahora fue ella quien comenzó a reírse.
Su risa clara y musical, no se parecía a sus balbuceos cuando estaba llorando o cuando gritó asustada por un "espíritu", era mucho más suave y fue entonces cuando realmente le presté atención.
Ella aunque no lo pareciera al principio, era más baja que yo, su cabello rojo como una manzana lo llevaba recogido en dos coletas que caían onduladas por sus hombros, su sonrisa iluminaba su cara y sus ojos eran castaños como las hojas en otoño.
"Ella es bo…" me detuve horrorizado al instante, sintiendo como mi estómago se retorcía en mi interior, así que sacudí mi cabeza para alejar esos espantosos pensamientos.
Ella era una niña, sí, una niña sucia, molesta, llorona, chillona y tonta, muy tonta, absolutamente tonta.
Nada más.
— ¿Y bien cuándo nos vamos?— me dijo sonriente observándome con atención —tengo un poco de hambre porque me vine sin almorzar y…—
— ¿Huh?— solté viéndola como si fuera un bicho raro, aunque ese pensamiento no era tan errado.
— ¿Cómo que "huh"? ¿No, que nos íbamos a ir de aquí?— me preguntó ella aún sonriendo y ladeando un poco su cabeza.
Al instante comprendí su punto, y sonreí internamente cuando mi cerebro comenzó a trabajar em la venganza.
— ¿Íbamos? Eso suena a mucha gente, y yo ando solo— le dije mirándola de reojo al tiempo que le daba la espalda y comenzaba a alejarme.
— ¡E-espera!— me gritó mientras me seguía y pude notar el miedo naciendo en sus ojos.
Perfecto.
— ¿Por qué?—
— ¿¡Por qué!? Pues porque yo no sé cómo salir de aquí, ya te dije que me perdí—
— ¿Y?—
—Creí que tú me ayudarías—
Su voz sonaba a mi espalda acompañado por el sonido de sus acelerados pasos sobre el césped, yo caminaba a grandes zancadas lo cual la obligaba a ella a estar en una constante carrera para poder alcanzarme.
—Yo nunca dije eso—
—P-pero si no me ayudas un espíritu podría c-comerme y nuca saldré de la montaña…—
Detuve mis pasos.
Estaba aterrorizada lo supe con sus palabras, y yo lo estaba disfrutando.
Giré un poco mi rostro por encima de mi hombro, al instante ella se detuvo.
—Eso no es mi problema— dije con burla y una media sonrisa.
Abriendo mucho los ojos, sus mejillas enrojecieron y sus cejas se fruncieron, ya a unos cuantos pasos de mí.
Nuevamente volví a retomar el rumbo, enteramente satisfecho de mi venganza hacia aquella niña que se había atrevido a reírse de mí.
Porque a esa edad, era muy rencoroso y cuando herían mi orgullo lo tomaba muy personal.
Unos segundos después escuché sus pasos sobre la grama pero mucho más enérgicos y rápidos que antes.
El buen humor se me estaba comenzando a ir.
—Deja de seguirme— le advertí seriamente.
— ¿Seguirte? yo no estoy haciendo eso— me contestó intentando sonar relajada pero la pesadez de su aliento lo contrariaba.
Apresuré mi caminata.
—Yo soy libre de ir por donde yo quiera—
Ella estaba de verdad poniendo un gran esfuerzo.
—Pues no eres libre de perseguirme como acosadora—
—Ya te dije que no te estoy siguiendo—
— ¿Ah sí? ¿Y qué estás haciendo?—
Fui a girar mi rostro para saber la respuesta que me daría pero para cuando me di cuenta ella ya estaba a mi lado con una expresión de determinación en su mirada y una sonrisa.
—Yo casualmente estoy caminando en la misma dirección, tonto—
La miré con los ojos bien abiertos, deteniéndome al momento y buscando las palabras para contestarle pero no me venía ninguna.
Y allí mientras ella comenzaba a reírse con su clara risa, sentí como mis orejas se calentaban y mis mejillas se enrojecían del coraje de haber perdido.
Ella se detuvo y girándose sobre sus talones me extendió la mano, con una gran sonrisa.
—vámonos a casa ¿sí?—
La dulce mirada de sus ojos castaños sólo me puso más incomodo y para evitar que viera mi vergüenza, giré mi rostro desviando mi vista a otro lado.
—Hmp— bufé caminando con firmeza y pasándola de largo, rechazando así su mano extendida.
Eso pareció divertirle porque se rió un poco más antes de volver a correr y colocarse a mi lado, sujetando con ambas manos las correas de su mochila.
—Eres un niño muy grosero, ¿lo sabías?— me dijo ladeando la cabeza en un intento de verme directamente a los ojos, cosa que no le permití.
—y tú una niña tonta— le respondí mordaz y nuevamente ella se comenzó a reír — ¡deja de reírte!—
Pero ella simplemente me ignoró.
—Aunque también eres muy gracioso—
— ¡Cállate fastidiosa!—
El calor en mis orejas era ya insoportable y estaba completamente seguro de que mis mejillas estaban mucho más rojas que el cabello de ella, lo sé porque mi piel era muy pálida.
Haciendo caso omiso a mi comentario, ella sólo sonrió ampliamente.
Después de eso no volvimos a hablar, pero durante todo el camino que nos tomó llegar hasta el arco del templo al pie de la escalera, de sus labios salió una canción sin letra que no reconocí.
Y allí siendo rodeado por el chirrido de las cigarras y la brisa que agitaba las hojas de los árboles, de alguna forma me sentí bien.
— ¡Llegamos! ¡Estamos vivos!— festejó dando saltitos bajo el viejo arco del ya inexistente templo.
—Lo dices como si hubiésemos estado a punto de mo…— comencé a decir con fastidio pero ella me interrumpió acercándose a mí con una sonrisa.
—dime, ¿cómo te llamas?—
Yo la miré un poco ofuscado, ¿para qué quería saberlo?
Ella se mostraba expectante, y tuve el presentimiento de que no se marcharía hasta saberlo.
Solté un suspiro mientras reclinaba mi peso en la pierna derecha.
—Uchiha Sasuke—
Sus ojos se sorprendieron un poco al escucharme y su sonrisa se evaporaba lentamente, en ese momento me arrepentí de haberlo dicho.
Fruncí el ceño y bajé mi vista a un punto muerto en mis pies.
Había metido la pata.
Porque en una ciudad pequeña todos se conocen, era obvio de pensar que al escuchar mi apellido, ella lo asociara con la historia de mi familia.
Con la "maldición" que tuvieron mis padres.
No debí decírselo, ahora ella me miraría con lástima y saldría corriendo a pedir refugio con sus padres.
Y de alguna forma el pensar en eso me hizo sentir mal dentro de mi pecho.
— ¡Wow!—
Inesperadamente sentí como tomaba mis manos entre las suyas y me obligaba a verla directamente a sus ojos castaños que estaban a una distancia muy corta.
Estaba tan sorprendido y confundido a la vez, que sentí como mi cuerpo se quedaba estático al tiempo en que observaba la enorme sonrisa en su rostro y el olor de la vainilla llegaba hasta mi olfato.
— ¡Qué nombre tan genial!— dijo emocionada y de pronto me volví a sentir incómodo, avergonzado y definitivamente confundido.
— ¿Ah?—
¿Ella no estaba asustada? ¿Por qué no lo miraba como las demás personas de esta ciudad? ¿Por qué tampoco gritaba como el resto de las niñas diciendo que me quitaría la maldición? ¿Por qué sus manos eran tan suaves? ¿Por qué tenía que estar tan cerca?
En mi pecho sentí mi corazón palpitando con fuerza, algo que nunca había hecho.
— ¡Tienes un nombre increíble!— me dijo y sus ojos brillaban con sus palabras — ¡y la forma en que lo dijiste, fue mucho mejor que los superhéroes de los mangas!—
Soltó mis manos y comenzó a caminar en círculos mientras decía que mi nombre parecía el de un personaje importante de algún anime, o el de un increíble villano de algún cuento, hablaba rápido y simplemente no la estaba entendiendo.
Yo aún no adivinaba el por qué no estaba haciendo lo mismo que los demás.
No podía comprenderlo, me resultaba extraño e insólito que ella pensara eso, nadie nunca lo había dicho, ni siquiera yo lo había considerado.
Y sobre todo, no sabía el significado de que aún pudiera sentir la calidez de sus manos.
A mis diez años mi entendimiento no era muy extenso y lo poco que ya sabía, ella simplemente le había dado la vuelta.
Pero tenía que preguntarle.
— ¿Tú… no lo sabes?—
Ella se detuvo y me miró confusa.
— ¿Saber qué?—
—Sobre la maldición…—
— ¿Maldición?—
Realmente no parecía que estuviera mintiendo, y considerando lo tonta que era al creer en los espíritus de la montaña, supuse que estaba diciendo la verdad.
Ella no sabía nada de la desgracia familiar.
Y me sentí muy bien por eso.
—Olvídalo— le dije quitándole importancia.
Me miró aún más confundida.
— ¿Qué cosa tengo que olvidar?—
—Nada—
—Pero hablaste de una maldición…—
—Te dije que no es nada—
—Pero…—
La corté en el acto enviándole una mirada molesta, era demasiado persistente y eso la volvía un poco fastidiosa.
Ella me miró durante unos segundos y se llevó un mechón de cabello suelto tras su oreja.
—De acuerdo, si tú lo dices…— dijo encogiéndose de hombros para luego formar una sonrisa.
Dio un paso hasta mí y por un instante pensé que me volvería a tomar de la mano, y por un instante quise que lo hiciera.
Pero no lo hizo.
—Hey, ¿podemos ser amigos?—
Una brisa veraniega nos envolvió trayendo el sonido de las hojas al moverse, haciendo que el vestido amarillo pastel de ella danzara un poco al igual que su cabello.
Mi corazón palpitó con más fuerza aún, al instante en que mis orejas se calentaban nuevamente.
Sus ojos castaños expectantes me miraban llenos de felicidad y dulzura, haciendo juego con su sonrisa y el aroma de vainilla que provenía de ella.
Sin decir una palabra, asentí levemente con la cabeza pero para ella fue más que suficiente porque comenzó a reír alegre.
— ¡Qué bien! entonces nos vemos mañana— me dijo y girándose comenzó a descender por la escalera de piedra.
Yo me adelanté hasta el primer peldaño con el corazón en la garganta.
— ¿Mañana?— le pregunté confuso frunciendo el ceño.
Estaba ya a la mitad del camino, pero se giró para contestarme.
— ¡Sí! ¡Nos vemos bajo el arco después del almuerzo!—
Yo la miraba completamente absorto mientras ella volvía a descender dando pequeños brincos en cada escalón.
Entonces fruncí el ceño, y bajé dos peldaños más.
— ¿Y si no quiero?—
Ella comenzó a reírse y nuevamente se detuvo para verme.
Cada vez estábamos más lejos.
— ¡Te esperaré todo el día!—
–entonces te quedarás esperando–
—No importa, yo te esperaré para así buscar a los espíritus de la montaña juntos—
—No vendré—
Mi voz sonó rotunda y como respuesta sólo me dio otra sonrisa antes de volver a bajar. Mis pensamientos iban a toda velocidad y sentía una adrenalina en todo el cuerpo.
Yo no pensaba venir, ella era sólo una niña tonta que encontré perdida en el bosque, en la montaña no había espíritus así que no tenía ningún sentido el venir a "buscarlos".
Pero de alguna forma sentí que me estaba mintiendo a mí mismo.
Entonces me acordé, de algo que necesitaba saber.
— ¿Cómo te llamas?— grité con toda mis fuerzas. Ella ahora sólo era un punto rojo con amarillo en la distancia, pero su voz llegó clara hasta mis oídos.
— ¡Kurumi, Shiragiku Kurumi!—
Después de eso no la pude seguir viendo.
Durante unos minutos, me quedé allí parado al comienzo de la escalera, bajo los irregulares rayos de luz que se filtraban en los árboles, con el sonido del canto de las cigarras y la fresca brisa veraniega.
Una sonrisa se formó en mi rostro.
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— Fin del capítulo —
