Disclaimer: Thor no me pertenece (para mi desgracia), blah blah blah, tampoco ninguno de sus personajes, solo este humilde fanfic. Y más blah blah blah.


Sif abrió los ojos lentamente y estiró los brazos, acariciando las suaves sábanas que cubrían el lecho. Se tomó unos minutos para si misma observando como la luz exterior se colaba por las cortinas que rodeaban la cama, dándole un aire íntimo y acogedor, y sonrió. No necesitaba correr hacia su habitación, sabía que tenía su tiempo para ponerse decente, no importara cuanto tardara. Thor jamás la había corrido de sus aposentos como si hubiese sido una más, claro que no. Ella era Lady Sif, y nadie la trataba como a cualquier otra.

Él había sabido ser muchas cosas: su amigo, el hombre que confió en ella cuando nadie más lo hizo, su ejemplo a seguir en el campo de batalla. Y ahora, su amante. No había amor entre ellos, lo sabía. Bah, ''entre ellos''. Sif podría haberlo amado con todo su corazón, si se hubiese sabido correspondida. Pero Thor era muchas cosas, menos un sentimental. Un luchador excelso, un arrogante y muchas veces vanidoso, cualidades que en cualquier otro lugar le ponían los nervios de punta, pero que entre esas cuatro paredes, le producían sensaciones totalmente distintas. Esa cama había sido testigo de la pasión de los besos, las caricias; pasión y nada más. Ó si, si había algo más. Pasión y complicidad, por que se sabían ocultos de los ojos del mundo, en un lugar donde podían ser ellos mismos.

Sif se puso de pie y caminó desnuda por la inmensa habitación, digna del Príncipe de Asgard y el futuro Rey, buscando su vestido. Estaba arrugado, pero no le importaba, no le gustaba demasiado. En realidad, no le gustaba para nada. Odiaba andar con esas pintas, la hacía recordar cuando no era más que una niña caprichosa y desvalida. Metió los brazos en las mangas y lo cerró, sosteniéndolo con la mano, dejando el escote abierto, y los hombros al descubierto. Buscó con la mirada el lazo, y en eso estaba, cuando sintió tres golpes a la puerta.

Sonrió de lado. El único que entraba en los aposentos del Dios del Trueno era él mismo, así que no tenía de que preocuparse. Nadie osaría importunarlo temprano después de un banquete.

—Pase— dijo, mientras cogía el cordón de terciopelo del suelo y se lo pasaba por la cintura. La puerta se abrió suavemente, pero los usualmente notorios pasos de Thor no se oyeron. Sif no prestó atención al detalle. —Si has venido por una segunda ronda… lo siento, pero no puedo llegar tarde al entrenamiento— comentó con altivez, todavía de espaldas. No hubo ruido alguno, por lo que su sonrisa se ensanchó. El Padre de Todos había dicho que los midgardianos tenían un dicho, el que calla otorga. No podría ser más apropiado en ese momento.

—Aunque… unos minutos más no matarían a nadie— su cuerpo se tensó ligeramente, esperando sentir el roce del dios en la cintura, pero en vez de eso, unas suaves manos le acariciaron los hombros, y sintió el aliento cálido en el cuello, seguido por un suave beso. Sif echó la cabeza a un lado, disfrutando del roce de aquellos labios que le acariciaban la clavícula, el lóbulo de la oreja…

—A pesar de ser… bastante atractiva, mi querida Sif, no he venido aquí para ahogar pasiones entre sus piernas, como hace tu muy preciado Thor — la voz la hizo estremecer, y se echó hacia delante, con gesto horrorizado. ¿Quién más podría ser ese ser, con sus comentarios desagradables?

Loki, Loki, Loki. Ella, la guerrera más grande de Asgard, tendría que haberlo notado. El sigilo, las manos suaves (y no ásperas, como las del Dios del Trueno), cosas que tendrían que haberlo delatado al instante. Se subió los hombros del vestido por inercia, como queriendo deshacerse del rastro imaginario que habían dejado los labios, dedos sobre su piel, y se ciñó aún más el lazo a la cintura.

—Loki. ¿Has sido dejado de la mano de Odín, que vas por ahí acosando nobles damas? — preguntó, apretando los dientes, furiosa. Era un… un pérfido, eso es lo que era. Un perverso. El dios se sonrió, sardónico, y negó con la cabeza, mientras la examinaba de pies a cabeza. La mirada de ningún hombre la había cohibido nunca, pero la del príncipe era tan descarada que la hacía sentirse incómoda. ¿Quién se creía que era?

—¿Acosando? Yo solo vengo en busca de mi hermano… y perdón que difiera, Lady Sif, pero yo no veo a la dama por aquí.— Se odiaban, se odiaban desde aquél incidente en el que Loki… bueno, ''sin querer queriendo'', la había dejado casi calva. Aunque luego le había regalado una peluca de oro para que su cabello volviera a crecer sano y mejor, no había sido lo mismo. Había pasado poco tiempo y su cabellera se había vuelto azabache, no quedaba rastros del color dorado de antaño. Además, él nunca había sido tan agradable como su hermano. Jamás la había tratado como correspondía a una Lady. Siempre que la llamaba por ese título era con un deje de sarcasmo e ironía que hacían que quisiera meterle el báculo ese por donde le cupiera, como estaba haciendo ahora. Se burlaba de ella.

Sif cerró los ojos y soltó un suspiro. Volvió abrirlos y terminó por sonreír. —Claro, no tiene un espejo cerca, mi señor— la mueca de Loki cambió rápidamente y frunció el ceño. Estúpida mujer, siempre tenía un contestación para el. Se creía muy superior, como si la mitad de Asgard no supiera que cuando estaba lo suficientemente aburrida iba a calentarle la cama al futuro Rey, como cualquier ramera. Se preguntaba que dirían sus padres, los Tres Guerreros… Aquella mujer, la guerrera, era una ofensa en toda regla.

—Escúchame pequeño intento de guerrera, no estoy aquí para escuchar tus berridos, ahora te exijo que…— Ya estaba. Sif estaba harta de oírlo. Cogió una espada de gran tamaño que descansaba colgada de la pared y descargó, con un movimiento rápido y fuerte, todo el peso sobre el cuerpo del dios del engaño; pero justamente, la había engañado. En menos de un segundo, la figura de Loki había desaparecido sin dejar rastro. Sintió un tirón del cabello –su preciado cabello- y fue a caer al piso, soltando la espada. Se dio vuelta sobre si misma y vio a Loki, parado con las piernas a los lados de sus caderas. El cogió el arma gracilmente y le alzó el mentón con esta.

—Vas mejorando, querida— susurró, esbozando una sonrisa ladina. Y Sif… bueno, Sif no pudo hacer más que devolvérsela.


Y eso es todo, amigos. Estoy tan insegura acerca de esto… hace diez mil años que no escribo un fic, más o menos, pero no pude evitarlo. LokixSif son demasiado perfectos, demasiado asdfghjkl. Esto me recuerda a cuando escribía sobre Twilight, que épocas (si, que tengo otra cuenta, abandonada). Espero que os haya gustado, por que pensaba seguirlo como una serie de Drabbles… bah, necesito su opinión. Rewiews honeys, ¡que no tienen calorías!

• Synese.