Todo el mundo tiene pesadillas ¿no es así? Todos hemos tenido una, y de las pesadillas nadie se salva, ni las naciones.
Siguiendo con el hilo de este relato; las pesadillas nos acechan, disfrutan de nuestro dolor e inquietud, se alimentan de nuestra vulnerabilidad cuando estamos recostados en los brazos de Morfeo. Son crueles, y les divierte desenterrar nuestros malos recuerdos, tristes, terroríficos, desolados. Son uno de los mayores enigmas de la psicología, hasta algunos dicen, predicen el futuro.
(O desentierran la agonía del pasado)
-¡No por favor! Te lo ruego ¡Es una niña!- El rubio gritaba a los cuatro vientos, con toda la rabia en su garganta, tirado en el piso, sus manos encadenadas y una pistola en la nuca.
Alemania, con una mirada más opaca que nunca le miro, tenía un arma en la mano, apuntando a una pequeña polaca de pelo negro y largo y ojos azules, llevaba un oso de felpa blanco en las manos, las que tiritaban sin parar.
En medio de Varsovia, reinando gritos, fuego, escombros, disparos y sangre. Con Polonia ya capturado, la niña que se interpuso en medio de los oficiales nazis, con un simple pijama, huyendo de su casa en llamas, lloraba y rogaba perdón.
Los oficiales reían, era tiempo de probar a su nación, la nación más poderosa, de raza aria, debía de desasearse de ese estorbo inferior a él.
Por un momento Feliks, tuvo la esperanza en la humanidad de Ludwig, el no era solo Alemania, también era Ludwig, una persona. Pero en los momentos de guerra era cuando toda nación, perdía esa humanidad y cegado por todo cumplía su accionar de acuerdo a las órdenes, ellos no tienen habla, deben de seguir mudamente los mandatos de un gobierno de turno.
-Dispare, tenemos cosas que hacer.- Dijo un oficial, que para ser de un rango tan bajo mucho le mandaba al rubio.
Tan rápido como un rayo de luz, el proyectil impacto la cabeza de la niña, manchando de rojo el oso que tenía en sus manos. Su cuerpo pequeño cayó sin vida.
Siento todas y cada una de las muertes de mi pueblo, todas duelen, y cada noche puedo escuchar los gritos de mi gente, pidiendo ayuda.
Con un pequeño salto despertó, con el corazón a mil por hora, dando un inmenso respiro. Una pesadilla.
Estaba en su gran cama, de cobertores rosados, la lluvia sonaba con el techo de su casa.
La soledad le invadió, junto sus piernas y se acurruco en un rincón. Siempre tenía pesadillas con eso y lo odiaba, el dolor de su alma no le dejaba en paz. Y las lágrimas corrían sin control.
En la vida real disfrutaba de la plenitud, tenía amigos, como Lituania, Hungría e Italia quienes le apreciaban, se sentía seguro. Pero en el mundo de los sueños, el pasado le perseguía sin tregua, culpándolo a él de su propia agonía.
Notas: No tengo mucho que decir, este fic solo fue un extracto de las tantas cosas que pienso en el día, cuando debería estar estudiando. ¡Saludos a la lectora!
