LA CASA DE LOS FORYXX
A veces me preguntaba si era posible viajar en el tiempo…
Puede que seas tú quien me hizo comprender que nada es imposible,
¿Qué fue lo que nos hizo embarcarnos en tal macabra aventura?
¿Por qué continuamos incluso cuando nos faltaron fuerzas?
Aunque si pudiera elegir cambiar todo aquello… Cree que no lo haría
PRÓRROGO: TODO COMENZÓ…
Aquella noche, Harry se despertó entre gritos. Ron se alarmó, por lo que llamó a Hermione, la única de los tres que tal vez pudiese haber hecho algo. No podía. A Harry le dolía mucho la cicatriz y murmuraba cosas sin sentido. No cesaba de repetir las palabras "Departamento de misterios", "Profecía" y "Sirius Black".
Intentaban hacerle reaccionar, pero nada de lo que ellos dijesen le provocaba la calma. No veía nada más que sus alucinaciones. Provocadas por Voldemort. Y eso no era nada comparado con el hecho de que su cicatriz parecía estar a carne viva.
—Hay que llevarle con Dumbledore, pero Dumbledore no está… —dijo Hermione, firmemente, mientras se pasaba el brazo de Harry por detrás de su hombro e instaba a Ron a hacer lo mismo. —Harry, tranquilo!! —le gritaba Hermione mientras tomaba una de las monedas que utilizaba para comunicarse con los miembros del ED. Solamente Neville y Luna le contestaron. Y quedaron en reunirse con ellos en el despacho de Umbridge, anterior despacho de Dumbledore.
Harry se revolvía demasiado, pero entre ambos lo lograron, las escaleras del despacho del director estaban allí mismo, delante suyo. Mas Hermione no sabía la contraseña. Harry sí, pero no estaba en condiciones para decirla. Ron cerró los ojos.
—Hermione… ¿Dónde está el viejo de los caramelos de limón cuando se le necesita?—preguntó Ronald, confuso, sin dejar de mirar a las escaleras, que, misteriosamente, comenzaron a girar.
Ellos dos lo achacaron a que el destino quería que ayudasen a Harry, pero era más bien por el ansia de golosinas que había dentro de Ron, gracias a lo cual estaban allá dentro, subiendo las escaleras, con un Harry muy débil que gritaba y murmuraba cosas incomprensibles recargado en los hombros de los chicos.
En cuanto llegaron arriba, no vieron a Umbridge por ninguna parte. Pero si que estaban sus horrendos gatos en las paredes colgados.
Umbridge entró de pronto. Y soltando una de sus sonrisas cínicas hizo que Harry se sentase en una silla de color rosa, muy pomposa que ella usaba normalmente.
—¿Qué tenemos aquí? Alumnos a deshora por los pasillos—Dijo con malicia la directora. —Puede que tengamos que expulsarles…
Harry pareció serenarse un momento.
—Déjeme! Tengo que utilizar su red flu!—Dijo Harry, agotado, y con lágrimas en los ojos, antes de que Voldemort volviese a introducirse en su mente.
En ese momento entraron Neville y Luna por la puerta, corriendo y jadeando de cansancio.
—Vaya, más alumnos, parece esto una convención… Draco, haga el favor de ir a buscar al profesor Snape—Le dijo Dolores Umbridge a Draco Malfoy, quien solamente miraba divertido la escena.
—No es necesario. —interrumpió alguien detrás de ellos. Todos se giraron, era el profesor Severus Snape, quien había hablado. Severus paseó la mirada entre ellos y entornó los ojos al ver la situación de Harry en esos momentos, cuando el pobre estaba en un estado lamentable. Severus se estaba pensando si debía hacer algo y Harry le miró con esos ojos verdes enormes que tanto le recordaban a Lily.
—¡Lo tienen! ¡Tienen a Canuto en el lugar donde tu y yo sabemos! ¡Le van a matar! —gritó Harry, desesperado. Severus tuvo un fogonazo de sorpresa en la cara, pero supo disimular. Umbridge le miró de esa forma que solo ella sabía hacer.
—¿Qué es un canuto? ¿Dónde lo tienen? ¿De qué habla? —preguntó la vieja cara de sapo al profesor de pociones. Severus se limitó a encogerse de hombros.
—No tengo ni idea... —respondió.
Dolores Umbridge miró a Snape con el entrecejo fruncido.
—Díselo, Harry!! ¡Si no se lo dices tu, se lo diré yo! —gritó Hermione, a Harry quien no entendía nada. —Dile lo del arma secreta para derribar al ministerio!
Dolores abrió los ojos de par en par. —¿Arma secreta has dicho? —preguntó muy interesada.
La batalla en el departamento de misterios era dura y les superaban en número. Pero Sirius no estaba. Ese era el único hecho que le incitaba a Harry a continuar luchando, el hecho de que su padrino estaba vivo.
Cinco luces Blancas irrumpieron en la sala del velo cuando todo parecía perdido. Bellatrix tenía a Neville, A Luna la sujetaba otro, Lucius mantenía a Hermione, y Greyback a Ron. Harry no sabía que hacer pues había un mortífago más, y el intuía que no era solo un mortífago.
Albus Dumbledore, Ojoloco Moody, Remus Lupin, Nymphadora Tonks y… Sirius Black
—¡Avada Kedavra! —Gritó Bellatrix Lestrange, apuntando a Sirius.
Todo sucedió muy deprisa. El hechizo le dio de lleno. ¿O no? No murió inmediatamente, por lo que seguramente solo le habría rozado.
—Harry… Que sepas que nunca estarás solo. —Murmuró el hombre, antes de caer de espaldas por el velo. Harry parecía querer ir tras el, pero en breves momentos en los que Ron y Hermione se abalanzaron sobre el ojiverde para evitar que cayese… Hermione tropezó.
—¡Hermione, no!—Gritó Harry, angustiado.—¡Hermione!—Gritó de nuevo mientras veía como el velo volvía a estar liso. Una maldición impactó en Ron, quien se bamboleó por culpa del desmaius. Harry tomó su varita y continuó lanzando hechizos.
Sirius… Muerto
Hermione… Desaparecida
Ron… desmayado
Ojoloco… Neutralizando a Lucius
Nymphadora… batiéndose en duelo con Bellatrix
Dumbledore… tirando maldiciones a Greyback Fenrir.
Y Harry… plantado frente a Voldemort.
