¡Buenas noches!
Debido a que han habido dos personas que me han pedido por privado que por favor siga publicando mis historias en Fan Fiction en lugar de AO3, ya que no saben manejarse, he decidido subir ésta historia que sería una parte de la continuación de "El Intercambio".
Pero sólo he cedido en éste caso, para el resto, sigo en AO3.
Para que os hagáis una idea: la saga cómica continúa en dos ramas. Una estará situada la acción en el reino de Poseidón, con Radamanthys, Saga, Kanon y los generales marinos. Y la otra es ésta, ya que no quiero dejar de lado el Santuario pero ésta vez centro mi atención en Milo. Y por vez primera, los caballeros de bronce tendrán más peso y más apariciones en la historia, ya que previamente no los había explotado tanto.
Sin que sirva de precedente, os dejo con los dos primeros capítulos de la continuación de "El Intercambio" situada en el Santuario.
¡Espero que os guste!
1. Un alumno para Milo
La amenaza que el Patriarca había dictaminado se hizo realidad.
—No puedes permanecer tanto tiempo ocioso, Milo. Si no haces nada de provecho, te aburres. Si te aburres, incordias a los demás para que se entretengan contigo y si se entretienen contigo no realizan sus funciones en el peor de los casos— dijo Shion, sentado en el trono dorado—. Además, te recuerdo que aún no has recibido tu castigo por aquellas tarjetas de estudio de los alumnos rellenados de esa manera tan…en fin, voy a dejar de calificarlas porque cada vez que lo pienso me hierve la sangre. Así que por estas razones te encomiendo la tutela de un alumno.
El caballero de Escorpio no pudo ni quejarse. Se había quedado en blanco al oír aquello. Sólo Camus, quien permanecía a su lado, fue quien pudo preguntarle al Sumo Sacerdote por la identidad del pupilo de su amigo.
—Bueno, visto que muchos caballeros de bronce, entre los que se encuentra tu alumno Hyoga, ya poseen el nivel para portar la armadura de oro de Acuario, creo que no sería descabellado sacar partido de aquellos que han demostrado tener ciertas aptitudes para la batalla y, en un futuro, que pueda portar la armadura de Escorpio. Por otra parte, el hecho de que Milo se encargue de un joven le aportará esa madurez que brilla por su ausencia en su temperamento.
El francés repasó mentalmente todos los caballeros disponibles, mientras su amigo gruñía por el rapapolvo proveniente del Patriarca.
—No te molestes en pensar demasiado Camus. El alumno que le he asignado a Milo será Jabu, de Unicornio.
—¿Qué?— gritó Milo, despertando del estado de shock en el que se hallaba sumido—. ¿Jabu? ¿El rival de Seiya?— y se giró hacia Camus—. ¿Ese crío es escorpio?
Su amigo asintió levemente y recordó al otro candidato que hubiera estado con él de no haber sido porque en el último momento cambiaron las tornas.
—No te quejes, que a mí casi me encasquetan a Ichi— recordó el caballero de Acuario—. De todas maneras, Jabu no es un mal muchacho…un pelín repelente en su actitud, pero tiene buen fondo.
Milo gruñó por lo bajo.
—Yo no quiero encargarme de nadie. Soy feliz teniendo el templo para mí solo. Vamos a tener problemas de territorialidad.
El Patriarca frunció el ceño al escuchar aquello.
—Milo de Escorpio, te guste o no, vas a encargarte de Jabu, y eso implica que irá a vivir contigo al octavo templo, de manera temporal. Y no hay más discusión al respecto. Podéis iros.
Los dos guerreros se incorporaron y se dirigieron fuera del templo del Patriarca.
Camus, preocupado por su amigo, le dijo que le acompañaría a darle la noticia al joven.
—Es igual— murmuró el griego—, iré a buscarle ahora. Así puedo hacerle limpiar mi templo que está hecho un desastre.
—¡Milo! ¡Un alumno no es un sirviente, que te quede muy claro!— aleccionó el francés—. Es una responsabilidad, porque tienes que entrenarle a fondo para que vaya desarrollando sus sentidos dormidos, no para que sea capaz de fregar el suelo en dos segundos.
El griego observó dubitativo a Camus.
—Perdona, pero si no recuerdo mal, cuando iba a visitarte a Siberia, Isaak e Hyoga eran quienes preparaban y servían la cena. Después les hacías fregar los platos y dormían en el suelo para que yo pudiera dormir en su cama.
—Eso es distinto— respondió el francés, tornándose colorado—. Se habían portado mal y aquello era parte de su castigo.
Milo se alejó de su amigo con una sonrisa en la boca.
—Claro…un castigo…
Caminando en dirección a la palestra, el caballero de Escorpio se cruzó con Seiya.
—Buenas tardes Milo— saludó el japonés, alzando la mano a modo de saludo.
—Buenas tardes Seiya, ¡oye, espera un minuto!— pidió el griego. Seiya frenó en seco su andar y se quedó junto a su compañero—. Es que estoy buscando a Jabu, para…bueno, no es de tu incumbencia…en fin, ¿sabes dónde puedo encontrarle?
—Está en la palestra, peleando contra Nachi, ¿por qué? ¿Le necesitas? ¿Para qué? ¿Me lo vas a decir? ¿Por favor?— prorrumpió emocionado Pegaso, acribillándole a preguntas.
Milo aguantó las ganas de arrearle un tortazo y bajarle el estado alterado, pero recordó que si Marin se enteraba de ello, recibiría un puñetazo de vuelta de la amazona.
—Nada importante. Me voy, gracias por la información.
Dicho esto, Milo siguió adelante.
Encontró al caballero de bronce en el lugar indicado y entrenando contra Nachi, tal y como le había dicho Seiya.
El griego miró al japonés vencer sin ninguna dificultad a su rival, y se acomodó en la grada.
Cuando terminó de pelear, Jabu fue en busca de una toalla para retirarse el sudor cuando escuchó al caballero de Escorpio llamarle.
Alzó la vista y se dirigió hacia la grada.
—Buenas tardes Milo— saludó al griego.
—¿Estás ocupado?— preguntó el caballero dorado, observando a la gente alrededor.
El muchacho se colocó la toalla sobre el hombro y negó con la cabeza.
—Ya he terminado de darle una paliza a Nachi, así que estoy libre. ¿Qué deseas?
—Acércate un poco más, hombre— exigió Milo al chaval, quien compuso una cara de asombro—. ¡Que no te voy a hacer nada malo! Es que tengo que comentarte una cosa y no quiero que se entere mucha gente…
Jabu lanzó una mirada suspicaz al griego y le advirtió "sin mariconadas, eh", comentario que provocó la ira del caballero de Escorpio.
—¡Déjate de bobadas y atiende! Tienes que venir conmigo. Ahora.
—¿Contigo? ¿Para qué?— preguntó el caballero de Unicornio, aún más confuso ante tal proposición.
Milo se dio media vuelta dirigiéndose a la salida.
—Que vengas conmigo y punto— ordenó sin especificar nada más.
Sorprendido ante este hecho, Jabu se despidió de Nachi y salió de la arena, al encuentro del caballero de oro.
Una vez juntos, Milo lo arrinconó contra una columna.
—El Patriarca me ha encargado ocuparme de ti— espetó el griego—. Sí, no pongas esa cara que a mí me hace menos gracia que a ti, así que, por el bien de ambos, debemos comportarnos durante el tiempo que estime oportuno el Patriarca. Dice que es temporal, así que haz el favor de hacer este suplicio algo llevadero, ¿de acuerdo?
Aún sin podérselo creer Jabu tragó saliva y parpadeó un par de veces.
—¿Yo? ¿Contigo? ¿Tú mi maestro?— balbuceó incrédulo. A continuación estalló en una carcajada que provocó las miradas interrogantes del resto de guerreros que pululaban por allí.
Milo frunció el ceño y le instó a cesar su risa.
—Lo siento Milo— respondió Jabu agarrándose la tripa—, pero tus bromas son muy divertidas…ahora ya, sin coñas, ¿qué quieres de mi?
El rictus serio del griego confirmó que no estaba bromeando como era habitual en él. El semblante de Jabu empalideció ante la que se le avecinaba. Confuso ante la idea de que aquel hombre pudiera ser su maestro se le antojaba realmente disparatada. Era consciente de que Milo no había deseado nunca tener un alumno, en parte porque adoraba demasiado su espacio personal y detestaba que fuera invadido sin previo aviso.
Aún recordaba con terror aquella vez que se le ocurrió investigar el templo de Escorpio en compañía de Seiya. El griego, al percatarse de la presencia de los dos espías, los echó a patadas de su templo, amenazándoles con dejarles el cuerpo como un colador.
—Bien— repuso el griego cruzándose de brazos—, veo que ya te has dado cuenta de lo delicado de esta situación. Así que venga, recoge los trastos que tengas en la cabaña esa que compartes con tus compañeros y vente a mi templo. Ah por cierto— dijo antes de irse—, en el cuarto de invitados no hay cama. Ya que pasarás por el templo de Leo, dile a Aioria que haga el favor de pagarme la que me rompió.
—¿Y por qué no se lo dices tú?— gruñó Jabu mientras veía al caballero de Escorpio alejarse.
—Porque ahora debes obedecer mis órdenes, recuerda que ahora soy tu maestro. Mala suerte.
Bufando de rabia, el joven Unicornio se dirigió a las duchas y seguidamente a su cabaña.
Su compañero Geki le saludó alzando la mano amigablemente, mientras terminaba de afeitarse.
—¿Qué hay Jabu? Esta noche hay una fiesta en Rodorio, en el bar Atlantis. ¿Te apuntas?
Por respuesta, el japonés lanzó una mirada de soslayo y comenzó a recoger sus bártulos, metiéndolos de mala gana en una bolsa de deporte.
—Me voy— dijo escuetamente.
El caballero de Osa Mayor dejó caer la cuchilla de afeitar y miró a su amigo.
—¿Pero qué estás diciendo?— dijo preocupado—. Jabu, ¿qué pasa? ¿Y esa cara?
El japonés dejó de recoger y suspiró al sentarse en su cama.
—Pues que por orden del Patriarca, ahora estoy al servicio de Milo de Escorpio.
Al principio, Geki se quedó unos segundos mirando incrédulo a su compañero, para a continuación esbozar una gran sonrisa.
—¿Qué te hace gracia?— preguntó Jabu, molesto.
—¡Pero si esa es una grandísima noticia, hombre! Eso significa que el Patriarca te está considerando para suceder a Milo como santo de oro. En cuanto se enteren Seiya y los demás, se van a poner muy contentos.
Pero Jabu permanecía con semblante preocupado.
—¿Tú crees? Según el caballero de Escorpio, es sólo temporal. Además— dijo incorporándose y metiendo más ropa en la bolsa—, no está para nada contento de que vaya con él. Va a ser un infierno estar bajo sus órdenes. De momento ya tengo una misión, y es pedirle a Aioria que me compre una cama nueva.
Geki comenzó a reírse con fuerza y palmeó a su compañero.
—No será para tanto. Cierto es que tiene un poco de mala fama, pero Hyoga ha dicho que eso es al principio, que luego es un hombre muy divertido. Ten en cuenta que él y Kanon son el azote del Santuario en lo que respecta a las bromas. Y si sigue de morros contigo— dijo con serenidad—, pues siempre puedes amenazarle que si se sobrepasa, se lo dirás al Patriarca. Y dudo que desobedezca al Sumo Sacerdote…
Ponderando la situación, Jabu atemperó los nervios que le atenazaban con fuerza y asintió ante las palabras de su amigo.
Una vez que tenía su pequeño equipaje listo, los dos se despidieron con un fuerte abrazo y el caballero de Unicornio caminó en dirección a las temidas escaleras que daban a los diferentes templos, donde habitaban los caballeros más poderosos de la Orden de Atenea.
