Hola estimado lector, ya sea uno de mis pocos seguidores le agradezco su atención y su apoyo en mi primer historia en Fan Fiction llamado "El Cuervo Y La Mariposa" que está en progreso hasta el día de hoy. Si usted es nuevo seguidor, sea bienvenido al fruto de lo que mi humilde mente le puede ofrecer.
A continuación le presento un nuevo proyecto llamado "Los Mil Y Cuentos IchiRukis", no sé si me alcanzará la vida para cumplir con esa cantidad de cuentos, pero he decidido llevarlas a cabo para demostrar mi fanatismo por la historia que Tite Kubo creó.
Comenzamos con la historia que espero sea de su agrado:
Los Mil Y Un Cuentos IchiRukis
Por: Miguel Iván Hernández Macías
"Ivanichigo Hermaciaki"
— ¡No hay otra opción hermano!, ¡debes entregar mi mano al arrogante Sultán Sharichigo! — expresaba con tristeza en su mirada Rukiarezada, la hermana menor del gran Visir Byakuya.
— Perdóname Rukiarezada, mi trabajo como el gran Visir del Sultán es entregarle a su excelencia la mano de toda mujer virgen del reino. — dijo Byakuya ocultando su indignación con su acostumbrada seriedad cotidiana, ante el desalmado mandato que desde hacía mucho tiempo el gobernante de Tartaria le había ordenado. — No entiendo ¿qué pasó con el joven Sharichigo?, desde que su última prometida asesino a sus padres, ya no es el mismo chico, en que el reino deposito sus esperanzas para traer la paz y la justicia a esta región. — pensó el Visir mientras su hermana lo miraba con algunas lágrimas en los ojos.
— Byakuya hermano, esta crueldad tiene que terminar, muchas chicas del pueblo han muerto, no podemos permitir una víctima más. — continuó la chica de cabello oscuro.
— Lo sé, sin embargo ¿por qué tú Rukiarezada? ¿Por qué tienes que ofrecer tu vida? — manifestó su preocupación el joven Visir ante la decisión que había tomado su imprudente hermana.
— Soy la hermana menor del Gran Visir Byakuya, ¿quién más puede detener las atrocidades del Sultán? — afirmó la muchacha de ojos claros. — Además Sharichigo sigue siendo mi mejor amigo, no puedo permitir que asesine a más niñas por cumplir una estúpida venganza. — comentó Rukiarezada como esperando que la respuesta tranquilizara a su hermano.
— El ya no es el mismo chico que conociste hace unos años Rukiarezada, el dolor por la pérdida de su familia lo ha transformado en un Demonio — trato de advertirleByakuya a su valiente hermana.
Un silencio incomodó invadió la residencia del Consejero, Byakuya pensaba la manera de convencer a Rukiarezada de abandonar esa idea suicida, el Visir sabía que aquel príncipe después de contraer nupcias y pasar una noche al lado de su esposa, a la mañana siguiente ordenaba ejecutarla, no podía permitir que su hermana menor corriera la misma suerte.
— ¡hermano confía en mí solo por esta vez! — exclamo Rukiarezada mientras tomaba las manos frías del Visir, que ya no pudo mantener esa actitud inmutable y comenzó a soltar algunas lágrimas en su rostro.
— ¡De acuerdo, solo prométeme que la razón que te ha dado ese extraño sentimiento de valentía, también te traerá de regreso sana y salva! — aceptó el Gran Visir mientras abrazaba a Rukiarezada, tal vez esta sería la última vez que tendría a su hermana entre sus manos.
Un Carruaje lujoso se detuvo enfrente de la mansión del ministro, mientras los sirvientes del Sultán abrían las puertas y esperaban la salida de la nueva prometida del Rey.
El momento de la despedida había terminado, Rukiarezada con el corazón trastornado, y sacudiéndose el llanto, salió de la residencia y mientras caminaba hacia el coche, su vista se dirigió al palacio "Las Noches", el alcázar donde vivía el monarca de Tartaria, su estructura era majestuosa que los súbditos creían que sus muros eran tan altos, que atravesaban el cielo.
—Es hora de partir — dijo uno de los sirvientes al cochero, después que la chica abordo el carruaje, quién inmediatamente se puso en marcha hacia el palacio.
Rukiarezada miraba por la ventana como el Sol comenzaba a ocultarse, mientras los comerciantes recogían su mercancía, pudo sentir un poco de paz cuando veía a los niños jugar con alegría, pero poco a poco al acercarse a la fortaleza ese sentimiento de tranquilidad empezó a desvanecerse, mientras el nerviosismo se apoderaba de su mente.
— ¿Qué estoy haciendo?, han pasado 5 años desde la última vez que vi a Sharichigo, ¿Será la nostalgia de mi niñez o la simpatía que le tenía a ese niño llorón de cabello naranja, lo que me ha dado la osadía de volverlo a ver? — pensaba la muchacha mientras el fin del viaje se aproximaba.
Las colosales puertas de "Las Noches" se abrieron al atardecer, revelando un exótico paraíso en su interior, un enorme jardín cubría el pórtico que conducía a la entrada del palacio, parvadas de aves de múltiples colores volaban en los alrededores, mientras los tigres observaban atentos desde la sombra de los árboles, enormes fuentes esculpidas fascinaban la vista de Rikiarezada y al mismo tiempo despertaban los recuerdos de su infancia junto al pequeño príncipe.
Cuando el carruaje llegó a su destino, la chica fue recibida por Ulquiorra Cifer, el capataz de "Las Noches" y sirviente por más de tres generaciones de la familia real, su extraña apariencia siempre llamó la atención de Rukiarezada, la palidez de su piel y su aspecto indiferente le hizo acordarse de aquella vez que asusto al miedoso de Sharichigo, haciéndole creer que era un vampiro, después de leerle un libro de leyendas occidentales que le regalo su hermano Byakuya.
— Bienvenida a las "Noches" señorita Rukiarezada — menciono con seriedad Ulquiorra.
— Pensé que se olvidaría de mi Señor Cifer — contestó un poco asombrada la muchacha, mientras era conducida por el mayordomo a una habitación.
— ¡Cómo olvidarse de usted si era una chiquilla molesta! — exclamó con reserva el sirviente.
Rukiarezada sonrió al escuchar esto y meditó un poco — El señor Cifer no ha cambiado nada, sigue mostrando esa apatía familiar, ¿Qué habrá cambiado en Sharichigo?, quizás la muerte de sus padres lo ha perturbado tanto que… —
— En esta habitación encontrará el vestido que el Señor Sharichigo ha elegido para el rito. — interrumpió el monologo interno de la chica. — Será mejor que se cambie la boda comenzará en algunos instantes — ordeno Ulquiorra mientras cerraba la puerta de la alcoba, dejando a Rukiarezada en compañía de dos ancianas que se dispusieron a vestirla.
— Un vestido europeo veo que Sharichigo y mi hermano comparten esos gustos tan extravagantes — especuló la doncella, aunque trataba de reconfortarse con pensamientos alegres, no podía evitar estar preocupada de los crímenes que el Sultán había perpetrado.
Rukiarezada estaba lista para enfrentarse a su viejo amigo, aunque no tenía un plan que pudiera impedir las fechorías del Sultán.
— ¿Qué tonta como pude llegar tan lejos sin tener un método para enfrentarme a Sharichigo? — dudó la damisela mientras caminaba por los "interminables" pasillos del palacio, sus pensamientos generaban más incertidumbre a la chiquilla, que sentía se ahogaba en un mar de nerviosismo.
— Señor Sharichigo su prometida esta lista — presentó el capataz a Rukiarezada ante el joven Sultán, quién se encontraba de espaldas, vestido muy elegante como los emperadores occidentales.
— La hermana menor de vuestro Gran Visir: La joven Rukiarezada. — continuó Ulquiorra ante el resto de los sirvientes que presenciaban la ceremonia.
— ¡Rukiarezada! — volteó con el rostro sorprendido el joven Sultán.
— ¡Sharichigo! — dijo sorprendida la chica. — No has cambiado nada, ¡Sigues teniendo la misma cara de tonto de siempre!, ¿ya no te atemoriza el señor Cifer? — se burló la muchacha, quien en esos instantes se olvidó de la tensión y del riesgo que corría su vida.
— ¡Mira quién habla enana, tus dibujos siguen siendo igual de malos que tu humor! — respondió Sharichigo molestó iniciando así una pelea verbal como los que acostumbraban a sostener cuando eran niños.
— ¡Qué dices niño llorón!, ¿todavía crees que el señor Cifer es Vlad el "Empalador"?, no me digas que sigues siendo un cobarde — continuó la discusión Rukiarezada.
— Cállate, chica plana, no sé ¿Cómo pudiste pensar que me casaría contigo? — se defendió el chico esperando dejar en jaque a su prometida.
— ¡Eres un estúpido animal Sharichigo! — termino la pelea noqueando de un solo puñetazo al Sultán.
— Niños molestos — juzgó Ulquiorra mientras levantaba al monarca del suelo, mientras Rukiarezada se arrepentía de golpear a Sharichigo, preocupada esperaba a que el Sultán recuperará la conciencia para encerrarla en la prisión o en el peor de los casos ejecutarla.
Cuando el rey despertó sorprendió a todos cuando ordeno al Juez de Tartaria, iniciara la boda de inmediato.
— Su alteza Sharichigo ¿acepta usted a la señorita Rukiarezada como su legítima esposa, para protegerla, amarla y respetarla todo los días de su vida? — inicio el acto con la parte final del rito, el desconcertado Juez.
— ¡Acepto! — contesto con seriedad el Sharichigo.
— Y usted Señorita Rukiarezada ¿acepta usted como su legítimo esposo a su excelencia Sharichigo? — prosiguió el Magistrado.
— ¡Jamás aceptaría a este imbécil como mi esposo! — respondió con dignidad la doncella.
— Ella ha dicho que sí, continué — ordenó el Sultán.
— Estás sordo dije que no — mantuvo su posición Rukiarezada.
— No la escuche y prosiga ahora con el rito — decidió Sharichigo por la chica.
— ¡Por el poder que emana del reino, los declaró Rey y Reina de Tartaria! —finalizó el Ministro mientras el resto de los testigos contemplaban sorprendidos tan inusual unión.
Rukiarezada unió su vida pero no sabía con quién lo había hecho, si con el despiadado Sultán que asesinaba al amanecer a sus esposas, o con Sharichigo aquel niño tímido y ruiseño con quien miraba las estrellas hasta el amanecer.
— Dime la verdad Rukiarezada, ¿Por qué decidiste casarte conmigo? — interrogó el rey a su nueva esposa.
— ¡Idiota, tu decidiste por mí!, ¿Qué no lo recuerdas? — aclaró la chica molesta, mientras cruzaba los brazos.
Sharichigo tomo de las manos a Rukiarezada y la llevó al balcón del dormitorio que compartirían esa noche, situada en la parte más alta del palacio, donde como en su infancia mirarían las estrellas una vez más.
— Hace mucho tiempo que no levantó mi mirada al cielo, Rukiarezada contigo no puedo ocultar mi pasión por las estrellas. — se sinceró el joven Sultán.
— Sharichigo ¿recuerdas lo que te dije la primera vez que miramos el firmamento? — preguntó la chica ocultando su rostro sonrojado.
— ¡A ti también te gustan las cosas que a nadie le interesan! — contestó el muchacho de cabello anaranjado.
— Si — suspiró Rukiarezada, se encontraba ante el escenario menos esperado, un sudor frío invadió sus manos, y sentía mariposas en el estómago, — ¿Qué me sucede?, no es el momento para sentir, se suponía que Sharichigo era un rey hambriento de venganza, pero solo puedo ver a ese niño con quien compartía la misma lluvia, el mismo sueño y la misma Luna. — pensó la muchacha.
— ¿Por qué Sharichigo?, ¿Por qué has cometido esos pecados tan espantosos? — interrogo la doncella al monarca, esperando escuchar una justificación que la liberara de sus sentimientos hacia el muchacho.
Sin embargo Sharichigo permaneció en silencio un momento, después una sonrisa siniestra emergió de la oscuridad de su rostro, se incorporó, caminando lentamente hasta llegar enfrente de la chica, la tomo por el cuello y le dijo:
— ¡Venganza!, ¡una mujer a la que le di toda mi confianza me destruyo por completo! — reveló el Sultán intentando asfixiar a Rukiarezada.
— Ahora lo entiendo todo, esa mirada no es de Sharichigo, eres un demonio que ha poseído su cuerpo — descubrió la damisela.
— Así es mi nombre es Ogichiyinn, pero no necesitas recordar esto, ya que mañana serás ejecutada. — dijo entre carcajadas el malévolo demonio. — Necesito más sangre de mujeres vírgenes para saciar mi hambre de justicia. — remató el hollow interno del Sultán.
— Debo admitir que Sharichigo tenía una novia muy hermosa, aunque muy enana. — Se burlaba el extraño ser, mientras sus piel se aclaraba hasta ser blanca y sus ojos se fundieron en la oscuridad.
Rukiarezada parecía estar condenada, por una parte su corazón se encontraba en paz, ya que Sharichigo no era el culpable de una retorcida venganza, y por otro lado podía sentir la tristeza de Byakuya al no cumplirle su promesa.
Cuando todo parecía perdido un libro cayó de entre el vestido de la chica, abriéndose en una página donde mostraba la ilustración de un caballero enfrentándose a un dragón.
— ¿Qué es eso? — Se sorprendió Ogichiyinn, quien soltó el cuello de Rukiarezada y se dirigió a curiosear el libro.
— Es un libro de cuentos — explicó Rukiarezada.
— Cuentos, adoro los cuentos — manifestó eufórico el demonio.
— En serio es una lástima me has condenado a muerte, si tuviera un día más de vida te contaría uno de mis cuentos favoritos. — habló con inteligencia la muchacha, esperando que su estrategia diera resultados.
— ¡Esta bien, cuéntame una historia, si es buena te dejaré vivir un día más pero si fallas tu vida es mía! — propuso Ogichiyinn.
Rukiarezada no podía creerlo, ahora su vida y la de las chicas del reino estaba en sus manos, solo tenía que cautivar al Demonio que poseía a Sharichigo, el tiempo suficiente para pensar en una estrategia que le permitiera cumplir su promesa.
La doncella tomo su libro y se sentó a contar su primer cuento IchiRuki.
— Había una vez en un país muy lejano… —
Continuara…
