Lo sentía flotando a su alrededor. Parecía revolverle el pelo y acariciar sus pómulos. Sus brazos rodeándole la cintura. Dejando caer lágrimas sobre su pelo…
Parecía acompañarle, advertidle y sobre todo cuidarle. Como siempre había hecho. Aun cuando solo levantaba unos palmos del suelo, se había preocupado por él.
La causa había sido común, pero ya no lucharían nunca más juntos. Se había ido. Ya nunca lo acompañaría.
Su recuerdo le atormentaba, la culpa le roía las entrañas. Debió haber actuado más rápido. ¿Por qué no seguía aun a su lado? ¿Por qué no podía volver? Había jugado con la muerte tantas veces… Pero finalmente, esta, les había derrotado.
Sentía deseos de reencontrase con él, pero sabía que no debía. Debía luchar, debía realizar su causa. Aun huyendo a toda velocidad de los asesinos de su amado, le sentía. Si miraba hacia atrás allí estaría él. Sonriendo en actitud desafiante.
Pero no estaba allí, ni nunca más lo estaría. Tenía a Annie, pero nunca sería lo mismo. Ni ella le amaba a él, ni él la amaba como había creído. Ella no tenía aquellas manos rudas que tan delicadamente podían rozarle y llevarlo hasta lugares en los que nunca había estado.
Ahora, no le tenía, no estaba junto a él. Estaba junto a esas otras tantas personas de las que él mismo había arrebatado la vida.
Nunca más sus labios volverían a recorrer su piel, haciendo que algo gratificante, pero primitivo recorriese sus venas.
No volvería a sentir su calor por las noches. Ni su consuelo al sentirse un asesino.
Miró hacia atrás. Aun sabiendo que no estaría allí. Con el corazón roto en cientos de trozos de vidrio, recogidos en un pañuelo que apretaba contra su pecho, se convirtió en el monstruo.
El rugido salió de su alma y la venganza de aquel colosal titán llegó a todos y cada uno de ellos.
