Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece, es propiedad de Masami Kurumada y licenciado por Toei Animation.
De la Z a la A
-Zodiaco-
El día había empezado demasiado tranquilo dentro del santuario. El verano se resistía a alejarse, y a finales de Agosto, cuando normalmente el clima acompaña la estación que está por arrancar, el calor seguía presente estoicamente, dando batalla para no marchar.
Y Saori odiaba el clima caluroso y pegajoso. La ponía de mal humor. O quizás era su lado humano el que aborrecía esos días donde la temperatura trepaba por encima de los treinta grados, obligándole a quedarse encerrada dentro de su templo, usando ropa ligera y cómoda, y bebiendo litros y litros de agua, suspendiendo algunas de sus actividades como divinidad, y solo saliendo al exterior cuando llegaba la noche, y la brisa nocturna se encargaba de alivianar un poco el ambiente.
A veces en esas mañanas en las que permanecía en su habitación, sentada en el suelo de mármol solía observar por la abertura de la pared, y veía a sus amigos, ahora caballeros y santos guardianes, alejándose hacia el coliseo a entrenar. Era una completa locura entrenar bajo ese sol quemante, pero ¿quién podía hacerlos desistir? Seiya era el que usualmente lideraba el grupo con su usual entusiasmo, cuando pasaban bajo su ventana extendían las manos saludándole, y ella no podía evitar sonreír como una chiquilla devolviendo el saludo a cada uno de ellos, sintiéndose en extremo preocupada por el clima asfixiante, el sol, y rogando en silencio que ninguno de ellos se deshidrate o se insole ante tan cruel clima.
Así pasaban todo el tiempo, sea verano o invierno. Era una de las actividades favoritas de los jóvenes, y la cual se mantenía vigente año tras año. En las primeras épocas, cuando recién se mudaron al Santuario, también tenían por costumbre encontrarse en su templo, y usando la sala principal, se reunían cuando caía la noche, para compartir la experiencia diaria, o lo mucho que a algunos les costaba esa nueva vida. Una vida donde lo santo y divino se hacia carne conforme el tiempo transcurría.
Saori entendía que esos momentos en los que estaban juntos por la noche, todos sentados en el suelo formando una ronda y riéndose de tonterías como antes, o contándose cosas de la infancia que recordaban, terminarían por acabarse cuando la falsa sensación de no pertenecer allí terminara, o cuando la rutina finalmente se estableciera. Entendía que era esa sensación ajena, la de no pertenencia lo que los obligaba a buscarse, intentando salvar algo del relación, o de la vida humana que llevaban.
Pero todos crecieron imperceptiblemente, y las obligaciones de adulto pronto reemplazaron esa camaradería que los retos y batallas habían forjado entre ellos. Algunos comenzaron a faltar a esa cita nocturna en el templo de Athena, hasta que una noche tan solo quedaron Seiya y Saori frente a frente, sentados en el suelo, y como habrá sido de confusa la situación, la atmósfera, que ninguno de los dos supo de que hablar. Como si repentinamente fueran dos extraños. Dos extraños compartiendo un tiempo de dialogo que ni siquiera existía.
Ella recordaba haber mirado a los cristalinos ojos castaños del Pegaso y no reconocer a ese joven que tenía en frente, porque allí no se encontraba su pequeño rival de juegos, sino su guardián, alto, gallardo… hermoso. Y ella ya no era Saori la joven millonaria, sino la diosa Athena, protectora de la Tierra.
Luego de ese día pareció que el vínculo con sus ex caballeros de bronce terminó de disolverse, ya no era la relación de amigos, sino de diosa- guardianes. Y con el Pegaso, con quien dicha relación se había desgastado mucho antes, prácticamente pasaron a verse solo durante las asambleas, o cuando alguna misión accidentalmente los involucraba. Ella, la divinidad, en su templo. Él, ellos, en sus moradas.
Todavía solían salir a entrenar en las mañanas, pero cuando de camino pasaban bajo su ventana ya no volteaban a ver si ella estaba ahí sonriéndoles y saludándoles, y esta ni siquiera se dignaba a darles una segunda ojeada cuando pasado el mediodía y bajo el agonizante sol del verano, ellos se encontraban aún entrenando sin prisa en el coliseo. La distancia entre ambos era tan profunda, tan extraña que ninguna de las partes sabia como había ocurrido, y con eso finalmente comenzaba a cerrarse su ciclo como humana.
Aun hoy, cuya fecha en el calendario marcaba el primero de septiembre, no podía evitar la ansiedad propia al sentir que su naturaleza de mujer se exaltaba porque, ni más ni menos, aquel día era su cumpleaños. Ya ni recordaba cuantos años cumplía, pues averiguarlo sería como mostrar cierta debilidad en su porte divino. Porque ella era una diosa, eterna, magnifica, que no envejecía, y que gozaba de belleza y juventud eterna. Y mostrar su lado humano en el santuario no era de lo más acertado.
Pasó la mayor parte del tiempo en completa desazón. Ni siquiera sus fieles guardianes habían ido a ofrecerle sus respetos ¿acaso esa era otra de las costumbres que también quedaba en el olvido?
Se reprendió, Athena no se dejaría llevar por una tonta festividad invento de los humanos. Pero por más que se dijera eso con crueldad, no podía evitar pensar cuando era niña y su cumpleaños se convertía en una celebración sin precedentes.
Saori suspiró y se acercó a la ventana, el clima asfixiante tampoco daba tregua, el sol brillaba sobre las colinas de Atenas sin misericordia. Sin embargo a los muchachos no se los veía por ningún lado, seguramente el calor extremo los había desistido de tanto esfuerzo físico, y se encontrarían disfrutando de alguna buena jarra de limonada, o tal vez disfrutando de los lagos que se formaban en las partes bajas del santuario. Recordó haber descubierto ese lugar cuando recién se mudaron a Grecia, cuando no encontraban que hacer y todos juntos salían a explorar los alrededores y así mantener la cabeza ocupada, y la amistad con sus amigos intacta…
Desistió de tantos recuerdos melancólicos y volvió sobre sus pasos dentro de la alcoba que le pertenecía. Sabía que no debía sentirse tan desgraciada por una tonta festividad, pero por más que se lo dijera, no podía evitar sentirse algo decepcionada de que sus caballeros más cercanos hubieran olvidado su cumpleaños.
Abrió un pequeño cajón de su tocador, y revolvió entre algunos objetos de vanidad femenina, hasta que sus dedos tocaron un trozo de papel añejo con los años. Lo extrajo con cuidado. Era una nota cuidadosamente plegada en dos. Una sonrisa triste delineó sus labios cuando abrió el pliegue, y la caligrafía perfecta aparecía ante sus ojos. Era algo que Shaka le había obsequiado durante su primer aniversario en el santuario. Y siempre que llegaba esa fecha en especial, solía desdoblar ese trozo de papel y leer lo que el caballero de la sexta casa le había escrito. Casi era irónico, y Saori por mucho tiempo no entendió a que se debía ese mensaje:
Signo del zodiaco: Virgo
Modestia, inteligencia y timidez. Conservador y perfeccionista, se preocupa demasiado y su lado duro le lleva a ser excesivamente crítico y duro con los demás. Suele ser observador, y paciente. Puede parecer frío, y de hecho le cuesta hacer amigos. Se le acusa de ser superficial porque teme dar rienda a sus sentimientos, y le falta seguridad. Prefiere actuar con reserva y discreción cuando tiene que ayudar a resolver los problemas de terceros, pese a que carece de confianza cuando debe fortalecer sus relaciones personales. Virgo tiene encanto y dignidad, no obstante a veces es tan meticuloso que retrasa la conclusión de proyectos importantes, o de su propia vida.
Saori cerró los ojos tras leer eso. Soltó un suspiro y en seguida rió con humor, como siempre le pasaba cuando leía esa nota, porque era muy gracioso que Shaka santo de virgo le entregara eso a ella que, curiosamente también era de ese mismo signo del zodiaco.
Y el zodiaco era algo que de un modo invisible la unía con su yo humano. El rubio lo sabía, por eso había deslizado ese pliegue de papel en sus manos cuando fue a rendirle respeto, un primero de septiembre hacía ya muchos años. Ella guardó eso como una especie de obsequio de cumpleaños. Aunque nunca entendió de lleno a donde quería apuntar el santo dorado con esas palabras, pero cada tanto sentía la imperiosa necesidad de leer esas líneas para recordarse, redescubrirse y… ¿por qué no? entenderse.
…Conservador y perfeccionista, se preocupa demasiado y su lado duro le lleva a ser excesivamente crítico y duro con los demás. Suele ser observador, y paciente. Puede parecer frío, y de hecho le cuesta hacer amigos. Se le acusa de ser superficial porque teme dar rienda a sus sentimientos…
Se mordió el labio inferior mientras caminaba por el pasillo. De todo lo que había leído solo una frase resonaba en su mente 'Se le acusa de ser superficial porque teme dar rienda a sus sentimientos…' ¿Por qué Shaka le escribiría algo como eso? Sabiendo que como diosa le estaba prohibido tener emociones. Antes no entendía. Pero ahora sí. Hoy primero de septiembre finalmente entendía el origen y la razón de esa nota. Como una profecía que finalmente se ha cumplido.
¿Quizás porque finalmente está preparada para asumir lo que se venga?
Se sentó en el suelo luego de dar varios paseos dentro su templo, apoyó los brazos en el marco de la ventana y se dedicó a contemplar el paisaje de lo que restaba del día. Su día.
La tarde cayó tiñendo de naranja el cielo y levantando una agradable brisa, que endulzó un poco el clima. Sus doncellas llegaron y ella las despidió diciendo que no tenía apetito. No cenaría. Las luces del sol se apagaron y la noche se hizo presente en todo su esplendor. Apretaba la nota añeja entre las manos y sonreía sin poder evitarlo. A pesar de todo fue un cumpleaños agradable. Algo melancólico por pasarla sola, pero…
- ¿Athena…?
La divinidad volteó sorprendida al oír esa voz jovial que reconocería a la perfección, tres siluetas estaban hincadas ante ella en profunda reverencia. Ni siquiera las había oído llegar. Un joven de cabello verde levantó la cabeza, de entre los demás regalándole una hermosa sonrisa. Él era el que había hablado.
- Feliz cumpleaños Saori…
Y ella rió sorprendida en tanto sus ojos se llenaban parcialmente de lágrimas. Asintió con un mohín, advirtiendo que la humedad bajaba por sus mejillas en cascadas. Se puso de pie aproximándose hacia ellos.
- Gracias Shun- declaró con voz quebrada.
- Feliz cumpleaños Saori.
- Sí, feliz cumpleaños.
Sonaron las otras dos voces restantes en las personas de un muchacho rubio, algo bronceado por el clima veraniego de Grecia, y otro joven de largo cabello negro que había regresado a su profunda reverencia nomás decir esas palabras.
- Gracias Shiryu, Hyoga….
- Ikki te envía sus respetos…-agregó Shun siempre sonriendo alegremente -Sucede que actualmente está desaparecido…Bueno, ya tú sabes como es él.
La divinidad sonrió, quitando algunas lágrimas de las comisuras de los ojos -Lo sé Shun, gracias. De verdad estoy muy agradecida con todos ustedes por no haberlo olvidado…
- Nunca lo olvidamos Saori, es decir Athena…- Shiryu alzó la cabeza -Solo que no sabemos si aún te hace ilusión el celebrarlo, después de todo es una fiesta mundana, y según nos han dicho ninguna atadura terrenal debe mantenerte anclada a este mundo- y agregó -Aunque nosotros no lo creemos así, y sabemos que tú tampoco…
Asintió intentando alargar la sonrisa en sus labios, pero mirando las cabezas inclinadas de sus tres caballeros sintió una pequeña desazón en el pecho al advertir que faltaba uno, pero no se atrevió a preguntar por él. Entendía que debía sentirse halagada de tener la presencia de tres de sus guardianes, pero la desilusión que le quemaba por entera parecía de pronto enorme, y difícil de esconder. Se mordió el labio dándoles la espalda y agregó lentamente.
- Pueden ponerse de pie…
Hubo un ligero silencio antes de que la voz profunda y calmada de Hyoga se oyera, y ella supo que silenciosamente habían debatido para ver quien hablaría a continuación:
- Seiya salió muy de mañana y aún no ha vuelto. Nosotros creemos que se ha marchado de excursión hacia las montañas… Ya sabes como es él, de un momento a otro desaparece y aparece de la nada. En algunos aspectos se está pareciendo a Ikki.
Saori se giró, la mano en su pecho intentaba calmar los extraños saltos de su corazón ¿Por qué le afectaba que Seiya no estuviera allí?
- No tienen que excusarse por él- murmuró y les hizo seña de que rompieran su pose de veneración, aún le costaba seguir esos ridículos pasos protocolares. Tanta veneración y respeto a veces la hacía conciente de lo sola que se encontraba en ese imponente templo…
- ¿No me han traído obsequio?- intentó bromear salvando el ambiente distendido y relajado entre ellos.
Los tres se miraron entre si antes de hablar, Shun se adelantó suspirando -Quisimos hacerte un pastel, pero nunca nos pusimos de acuerdo en quien de nosotros lo haría…
Saori rió con ganas. Aquello era tan de ellos, que no podía molestarse. Otra vez se encontraba de buen humor.
- La intensión es…- comenzó a decir con voz relajada, cuando advirtió que alguien más irrumpía en su morada. Las luces artificiales sorprendieron a un alto joven castaño que llegaba hasta ellos jadeando, al contrario de los otros tres que lucían sus armaduras, este vestía ropa normal y sin pensarlo se echó a los pies de la joven apenas llegó ante ella. Exhibiendo en sus manos un pequeño ramo de anémonas blancas algo descuidadas y marchitas.
- Feliz cumpleaños Saori…- y hundió la cabeza entre sus hombros, elevando el pequeño ramo hasta ella, instándole a que lo tomara.
Saori se inclinó y recibió de esas manos el pequeño bouquet de flores silvestres. La sonrisa se escapó de sus labios sin poder evitarlo.
- Muchas gracias Seiya.
El nombrado levantó la cara mostrando su rostro algo sucio y lleno de pequeños raspones. Antes de que alguno de los otros caballeros pudiera interrogarle por su aspecto terrible, el joven añadió:
- Subí más allá del monte Olimpo para traerle a Saori algo que valiera la pena…- se despeinó el cabello riendo nerviosamente -Sufrí algunos accidentes, y las flores también…
Ella le puso la mano en el hombro -Levántate Seiya de sagitario.
El joven hizo una profunda reverencia y se puso de pie. Saori no pudo evitar descubrir cuan alto se había vuelto. Y cuan apuesto también… Aún con su cabello alborotado, su rostro lleno de raspones, y esos increíbles ojos castaños, era un espécimen digno de admirar.
Desechó esos pensamientos al darse cuenta que estaban frente a frente viéndose, como si nunca lo hubieran hecho. Ella dio media vuelta y apretó el bouquet contra su pecho antes de esconder la nariz en sus pétalos.
- Muchas gracias a todos por recordar mi cumpleaños- habló luego con voz solemne -Me hubiera gustado que los demás caballeros también lo recordaran, pero que el gesto haya venido de ustedes, mis amigos, es más de lo que hubiera podido pedir.
Los cuatro asintieron, antes que de mutuo acuerdo se sentaran en el suelo riendo alegremente. Saori los miró con curiosidad hasta que entendió: querían que tomara asiento con ellos, como antes. En esa costumbre infantil que tenían años atrás. Y así lo hizo, desplegó la falda cubriendo sus piernas, y con el descuidado bouquet en su regazo rió con gusto cuando Hyoga y Shiryu le hacían bromas a Seiya por su aspecto desaliñado, y Shun le defendía, como antes, como siempre.
Saori cerró los ojos y se dio cuenta que era muy feliz, allí con sus amigos. En su cumpleaños numero veintiuno, si la memoria no le fallaba. Desvió la vista hacia sus guardianes y la sonrisa que portaba se ensanchó todavía más. Inevitablemente recordó la nota de Shaka.
…teme dar rienda a sus sentimientos, y le falta seguridad…
…carece de confianza cuando debe fortalecer sus relaciones personales…
… es tan meticuloso que retrasa la conclusión de proyectos importantes, o de su propia vida…
La fuerza invisible del zodiaco la había elegido para portar a virgo y Shaka estaba enseñándole cuanto de naturaleza humana aún quedaba dentro de ella. Era algo con lo que tendría que aprender a convivir de ahí en más, por que eso no se acabaría, ni desaparecería por arte de magia. Aunque por dentro Saori deseaba eso.
Miró el bouquet de flores una vez más y la sonrisa murió abruptamente. En medio de las risas de los demás, sus ojos se encontraron con los de Seiya, y lo que vio en ellos la asustó. Pero no era un miedo irracional hacia él, su querido guardaespaldas, era un temor hacia ella misma, hacia su obrar, o sus acciones. Y hacia las cualidades humanas que aún poseía, las que podían obligarle a hacer algo por lo cual luego arrepentirse.
…-...-…-…-…-…-…-…-…-…
Nota:
Bien, aquí yo otra vez rompiendo vuestra paciencia con un nuevo reto! Supongo que ya saben cual es no? el reto del ABC Challenge! Como verán le he dado una pequeña vuelta de tuerca y empezarlo de atrás para adelante… no pregunten porque, pero creo que todo se debe a que empecé este mismo reto en Pokémon (allí es donde escribí por diez años O.o) y nunca lo terminé, llegué hasta la J y me quede en blanco :O
Así que para que no me ocurra lo mismo, he decidido empezarlo de atrás para adelante y contando una sola historia. Si, señores cada letra será un oneshot de una historia conectada entre sí: hoy vemos Zodíaco, la próxima letra será Yelmo
Como siempre agradezco sus comentarios! Si tienen ideas para próximas letras háganmelas llegar!
Nos eestamos leyendo:
Sumi Chan :)
