Okidoki, este es mi primer FF de Avatar, pero espero les agrade, pues se ha estado cocinando en mi cabecita durante ya algún tiempo n.n ¡Espero lo disfruten!

Nota: No será Zutara, porque, aunque no tengo nada en contra de esa pareja… pues como que no tienen mucha química para mí :P ¡Gomen-ne! Ah, y antes de que se me olvide, les menciono que esto se da antes de que le vuelen el bote al Príncipe Zuko… Ahora sí, a nuestra historia:

Máscaras

-Zuko…- el gran general Iroh tocó la puerta del camarote de su sobrino, que aún dormía como una piedra. Y es que ser el Espíritu Azul lo deja a uno agotado. El hombre volvió a tocar, y al no recibir respuesta, se decidió a abrir. Su sobrino estaba recostado, roncando con suavidad. Le sacudió por un hombro. Bufando con ligereza, el príncipe despertó.

-Tío… ¿qué pasa…?- preguntó, con uno tono de voz entre adolorido y molesto.

-Zuko… tienes que estar listo en cuento puedas. Y vístete bien, por favor…

-¿Hum…? ¿Y eso por qué?

Iroh suspiró.

-El… almirante Zhao… va a mandar un inspector a cada nave de la Nación del Fuego, para comprobar que todo esté en orden…

-Y la nuestra no es la excepción, supongo…

-No, claro que no…

Zuko bufó con desagrado.

-Bien. Lo único que quiere ese mal nacido de Zhao es buscar indicios del Avatar. Pues bien- se puso de pie- ya verá como recibo a ese enviado suyo.

La tripulación entera se presentó a cubierta cuando un barco de mayores proporciones se acercó a ellos. El puente de embarcación a embarcación fue tendido. Varios soldados salieron e hicieron fila para dejar pasar al emisario. Zuko torció el gesto cuando vio al teniente salir del barco, pensando que tendría que aguantar a ese viejo agrio por tres días. Pero su expresión sufrió un cambio radical cuando vio que el militar se volteaba para ayudar a alguien a descender. Una mano femenina se agarró a la suya para tomar el puente. Zuko abrió los ojos enormemente. Escuchó murmullos alrededor suyo, y, viendo de reojo, pudo notar que no era el único sorprendido. Menos mal.

El teniente y la jovencita pisaron pronto la cubierta de la pequeña nave. Ella, apenas más joven que Zuko, pero muy alta, con cabello negro, y un kimono negro con rojo, mantenía la cabeza baja, en un signo de respeto. El teniente, con el gesto adusto de siempre, anunció que el almirante Zhao designaba para esa nave a la señorita Mitzuko, hija del tercer concejal del señor del Fuego Ozai, Aoshin, para que evaluara las condiciones de nave y tripulación. (Sí, ese hombre siempre hablaba como un libro de gramática.) Iroh, recobrando muy pronto sus funciones motoras, contestó que era un honor, que era bien recibida, etc., con todos los formalismos que se necesitaba usar ante un hombre como el teniente. Éste, acabadas las fórmulas de cortesía, se embarcó con sus soldados y comenzaron en seguida a navegar de nuevo, pues tenían más emisarios que dejar. La chica volteó hacia el barco y les hizo una reverencia de despedida, mientras el barco se alejaba cada vez más. Luego, cuando el barco se hubo perdido en la distancia, se enderezó, irguiendo la cabeza al fin, y volteó a ver a la tripulación, que seguía con la boca bien abierta. Ella se rió por lo bajo y les hizo una reverencia, mucho más ligera que con la que había despedido al cuadrado militar que la escoltaba.

-Es un placer estar en su barco- dijo. Luego los examinó a todos- Pero me temo que no tendré nada que reportar si no se mueven- comentó con una sonrisa. Al general Iroh le dio mucha risa.

-Nos has cambiado nada en estos años, Mit- dijo. Ella avanzó hacia él, contenta, y después de hacerle una reverencia, lo abrazó con brevedad, para aumentar más aún la sorpresa de los demás.

-OH, Iroh-sensei, ¡es muy bueno verlo con la salud de siempre!- exclamó, contenta. Los marineros se miraban entre sí, interrogantes, acordando en silencio preguntar al general la historia en cuanto la enviada del almirante recorriera el barco. Ella, examinando a su alrededor, enfocó su atención en el más joven de ellos.

-Vaya, príncipe Zuko- hizo una reverencia con una solemnidad muy poco convincente- un placer verle de nuevo. Espero que se encuentre bien.

-Sí- contestó él, recuperando toda su seriedad- usted también… señorita. Espero encuentre su estancia agradable.

-Sin duda. Ahora- se dirigió a la tripulación, con una sonrisa educada- me encantaría ver su centro de mando, si no les molesta.

Examinó todo con detenimiento bajo la luz rojiza que figuraba reinar en todas las naves de la Nación del Fuego. Parecía tomar notas mentales de cada cosa… hasta que su vista se posó sobre la mesa de Pai-shoh que se encontraba en el centro de la sala.

-Vaya, sensei, parece que no has perdido tu afición a este juego- dijo con una sonrisa.

-Ni la habilidad tampoco- respondió complacido Iroh- te derrotaré cuando gustes, Mit.

-Tentador- se rió ella- pero primero, el deber llama. Si fuera usted tan amable de mostrarme su nave, Príncipe Zuko, para poder comenzar mi informe… No, no se moleste- dijo al ver que el capitán se levantaba presuroso- no quiero distraerlo de sus actividades, capitán. Además- dijo con una mal disimulada sonrisa de sorna- no le hará mal a su majestad caminar un poco, para variar…- los marineros sonrieron, pero ninguno se atrevió a reír abiertamente, pues ya conocían el temperamento de su jefe. Éste, con resignación, se levantó y le abrió la puerta a su invitada, que cruzó por ella no sin antes reverenciar a los demás. Zuko cerró la puerta tras de sí.

Un nano segundo después de que se cerrara la puerta, ya todos estaban rodeando al general, con la muda petición que les había estado rondando las mentes. El general Iroh solo sonrió.

-Muy bien- dijo- pónganse cómodos, entonces…

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¡Ojalá les haya gustado este primer capítulo! Ah, la vanidad… Gomen, pero no pude resistirme a que esta chica fuera mi homónima :P ¡Espero sus comentarios, gente bonita!