Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, sino a su autor Kishimoto-sama, este fic lo hice solo y únicamente como diversión
Parejas: SasuxNaru
Autoras: Hatake Saori y Youko Saiyo (Lizerg-chan).
Aclaraciones y Advertencia:
Beta: Usarechan
El jardín de la noche
Capitulo 1.- Nacido en eclipse
En un magnífico castillo que se erguía imponente, elevándose orgulloso al cielo, como queriendo alcanzar el deseo impío de su creador: Sentirse como un dios.
Aquel día distaba mucho de cualquier otro. No había una sola nube en el firmamento, ni un solo animal daba señales de vida. No faltaron los supersticiosos que aseguraban que aquello, era sin duda signo de un mal augurio, ¿Qué otra cosa se podría pensar cuando la naturaleza misma conspiraba para ello?
No todos disfrutaban de aquel extraño silencio, en una de las tantas habitaciones del castillo, los gritos y gemidos adoloridos de una mujer, rompiendo la calma de lugar.
Era una joven de largo cabello negro, estaba acostada en una amplia cama, su piel perlada por el sudor causado por el esfuerzo del parto. La habitación estaba repleta de parteras que se desvivían por atender a su señora.
— ¡Puje! —le ordenó la más anciana de las comadronas, se encontraba entre las piernas de la parturienta.
Afuera, en el momento mismo en el que el bebé nacía, el cielo se oscurecía y el sol era cubierto lentamente hasta apagarse por completo, ocasionando el pánico de los ignorantes.
—Es el demonio —murmuró la anciana al tener al recién nacido entre sus brazos.
Fuera de la habitación, un hombre caminaba nervioso de un lado a otro del corredor, ansioso, esperando cualquier noticia proveniente de la habitación.
—Tranquilícese Fugaku-sama, estoy seguro de que todo saldrá bien —intentó animarlo un joven hombre de cabellos plateados y rostro cubierto —. Mikoto-sama es una mujer muy fuerte, y su hijo lo será también.
—Pero Kakashi, ¿acaso no has notado que día es hoy? —preguntó el otro hombre desesperado —. Estoy seguro de que este eclipse no traerá nada bueno, son malos augurios.
El peliplateado iba a replicar cuando la puerta de la habitación fue abierta por una anciana que salió de la habitación seguida del resto de las parteras.
— ¿Y…? —esperó expectante el padre las palabras sobre el estado de su esposa y su segundo hijo.
—Su hijo está maldito—soltó la anciana, ocasionando que el hombre saltara sobre ella arrinconándola contra la pared.
— ¿De qué estás hablando, vieja estúpida? —gritó Fugaku sujetando a la mujer de las solapas.
—Señor —intentó intervenir Kakashi, pero la anciana hizo un movimiento para que se calmara y miró al moreno a los ojos.
—No es más que la verdad —dijo la mujer con firmeza —. Su hijo ha nacido en el momento justo en que la luna cubrió el Sol.
—Mentira—murmuró el hombre apartándose un poco, después de haber escuchado esas palabras.
—Si no me cree; pregúntele a su mujer, ella le dirá la clase de criatura que ha traído al mundo —dijo la anciana con un gesto de repulsión al recordar al pequeño.
El hombre entró violentamente a la habitación, ignorando el "Fugaku-sama, por favor" proveniente de Kakashi, miró a su mujer, que aún seguía tendida en la cama, pálida y débil pero con una sonrisa en los labios que le dirigía a un pequeño bulto de sábanas que sostenía entre sus brazos.
—Eres muy lindo Sasuke-chan, estoy segura de que cuando crezcas serás tan guapo como tu padre —le hablaba tiernamente la mujer hasta que notó la llegada de su marido—. Pero mira, ha venido ha verte.
—Mikoto—dijo el hombre al ver a su esposa tan feliz, aún con el niño que tenía — ¿A qué hora nació este niño?
La pálida mujer estrechó más a su bebé entre sus brazos mientras miraba asustada a Fugaku, cuyo semblante parecía a punto de estallar de la rabia.
—No le llames así, este niño es tu hijo y se llamará Sasuke es un nombre precioso —dijo Mikoto intentando evadir la pregunta.
— ¿Es cierto o no que nació en el momento justo del eclipse?—explotó Fugaku arrebatándole el bulto de sábanas.
El pequeño lo miraba desde sus brazos. A pesar de llevar horas de haber nacido, lo miraba de una forma tan fija que lo hacía parecer inhumano. Sus ojos y cabellos eran tan oscuros como la noche, en contraste de su piel, pálida como el alba.
—Fugaku, yo… —la mujer no sabia que responderle a su marido, bajó la mirada ocultando sus ojos acuosos.
— ¡Responde! —rugió molesto — ¿Es verdad o no? –repitió nuevamente.
Mikoto asintió débilmente sin atreverse a levantar la mirada. Esta respuesta llenó de odio, apretó al pequeño ocasionando que este comenzara a llorar.
— ¡No lo lastimes! –rogó la mujer, mirándolo con ojos suplicantes —, por favor… no lo lastimes, es tu hijo…
— ¡Es un monstruo! –chilló el hombre afirmando aun más la presión que ejercía en el bebé.
La mujer se levantó de la cama ignorando el dolor y cansancio del parto, arrojándose a los pies de su marido. Lloró, imploró y suplicó por la vida de su pequeño, no importándole humillarse con tal de salvar la vida de su hijo.
Fugaku miró a su esposa: se veía tan débil, tan indefensa. El rey no pudo evitar sentirse enternecido, pero no podía dar su brazo a torcer; ese niño estaba maldito y podría ser la perdición de su reino.
En la habitación lo único que se escuchaba eran los sollozos de la reina y de su pequeño.
—Padre… —aquella voz rompió la atmósfera del lugar. Un pequeño de unos diez años se encontraba en el marco de la puerta, sus ojos ébano miraban a su padre con odio, caminó hasta quedar al lado de la llorosa mujer —, madre, ¿Qué te sucede?
—Nada —la pelinegra no se atrevió a decir más.
— ¿Es ese mi hermano? —preguntó arrebatando al bebé de los brazos de su padre, quien al sentirse seguro dejo de llorar para mirar a la persona que lo sostenía — Es hermoso —comentó el niño al ver como su hermanito le sonreía.
Ambos monarcas miraron a su hijo mayor en silencio. La sola presencia del niño había logrado disipar el odio del hombre, miró a su mujer quien aun tenía esa suplicante mirada. Cerró los ojos dándoles la espalda, dirigiéndose a la puerta, silenciosamente aceptando al pequeño.
Años habían pasado desde que el hijo del eclipse –como lo llamaban –había nacido, condenado a permanecer entre cuatro paredes, alejado de la luz.
Cierto día, cuando el príncipe había cumplido los quince años. El peliplateado le contó a su rey, sobre un hombre, que se decía, había logrado descubrir la piedra filosofal y el elixir de la larga vida: Un alquimista que, según los rumores. Tenía más de doscientos años.
Seguramente él; con su gran sabiduría podría ayudar al príncipe. Asombrado y con renovadas esperanzas. El rey ordenó a sus hombres buscarlo hasta por debajo de las piedras si era necesario.
Continuará…
