Summary: Existen veces en las que uno no puede arriesgarse a compartir un secreto, porque podría poner en peligro mucho, mucho más que la propia dignidad. Y cuando eso ocurre, el silencio en el que se vive acaba convirtiéndose en el peor y más traicionero enemigo.
Advertencias: Si no habéis leído HP6, no leáis esto. Los futuros capítulos pueden contener escenas no aptas para el público inocente. Quedáis advertidos! (Ehh! Ehh!! No os asustéis, que tampoco soy ni una pervertida ni una sádica! Sólo lo justo! Puede haber sexo y escenas violentas (estamos en guerra o no?))
Rating: M
Prólogo.
Hermione Granger, a sus 18 años, era vista como una de las brujas más brillantes de su edad. Capaz de realizar hechizos de los más difíciles la habían convertido en un ejemplo a seguir: disciplinada, inteligente, irónica y capaz de dar la cara.
Bobadas.
Ella no era feliz.
Ella no era así.
Detestaba ser vista como la perfecta estudiante cuya felicidad estaba basada obtener la máxima graduación. El hecho de que no fuera difícil de mirar solía llevar a la gente a pensar que su vida era un camino de rosas.
Mentira.
En un camino de rosas no hubiera tenido que soportar cómo torturaban a su amiga Ginny hasta dejarla inconsciente de dolor. No hubiera tenido que aguantar ver como un grupo de mortífagos violaba y asesinaban a una madre e hija muggles, dejándola a ella inmovilizada e impotente e sin poder ayudar. Habían querido que viviera con el peso de no haber hecho nada. Y la habían querido dejar ir, para que sus temores fueran contados y la gente temiera más y más a lord Voldemort. Y así con tantos otros. Tampoco hubiera tenido que abandonar los estudios para luchar por una causa en la que ocho novenas partes del mundo mágico creía pero por la que sólo una se atrevía a dar la cara.
Oh, si. Sentía que estaba quemada por dentro. La gente, al verla a ella y a sus compañeros de la orden les felicitaba¡incluso el ministerio! Todos estaban encantados de que alguien hiciera algo, pero nadie quería ver que era su propio cuello el que estaba en el festival de luces verdes.
Por suerte, era una mujer de principios. Iba en contra de su moral esconderse en las sombras y dejar que el valor se hallara tan sólo en sus deseos, convirtiéndolos en una frustración.
Por eso había acudido a la llamada de la orden una vez más. Se trataba de un camping muggle. Des de la muerte de Dumbledore, la orden había sufrido muchos cambios. Habían aumentado en número, haciendo más difícil coordinar cualquier cosa que quisieran hacer. Ese era el motivo por el cual habían decidido repartirse las tareas. Ella ayudaba a Harry y a Ron a destruir los horcruxes, de los que a nadie de habían hablado. Otos trataban de contener a los mortífagos y desenmascararlos y se aseguraban de que el menor número de muggles saliera malherido. Y otros se ocupaban de proteger a personalidades del mundo mágico: por cobardes que fueran en el ministerio la gente necesitaba seguir creyendo que el orden reinaba y los mortífagos eran un grupo sanguinario pero controlado. Voldemort controlado. Qué tontería...
Que la hubieran llamado en busca de ayuda no podía significar nada bueno. No sólo estarían perdiendo sus compañeros, sino que además no tendrían camino para la retirada. Los mortífagos últimamente acostumbraban a poner barreras que sólo con la marca tenebrosa en el antebrazo se podían cruzar.
Había llegado al camping hacía escasos minutos. Muggles colgados por los tobillos; algunos muertos, otros medio vivos. Se veían por todas partes. Encima, la marca tenebrosa no pasaba para nada desapercibida. Vio que había luces en el bosque que rodeaba la zona, claramente de hechizos lanzados, y se aventuró a seguirlas. Agarró con fuerza su varita. Ni Merlín sabía que le esperaba ahí.
