"Hola… me llamo Hipo"

"¡Hola, Hic! ¡Soy Jack!"

Las primeras palabras que intercambiaron fueron tan al azar como el café que eligieron para que el destino los uniera.

Hipo había entrado después de un arduo día de trabajo, para descansar un poco y ordenar un chocolate caliente. Esa se había vuelto su costumbre luego de algunos días de haber comenzado a trabajar en una oficina a algunos metros de allí; Todas las tardes salía del trabajo e iba directo a pedir un chocolate, esos días de frío que había últimamente eran perfectos para bebidas calientes.
Se sentó sobre su mesa más común, o al menos la que siempre le reservaban las camareras, una con un gran ventanal que daba a la plaza principal de la ciudad, llena de niños jugando y parejas de paseo en esos días nevados. Sonrió y, como era su costumbre, sacó sus materiales de dibujo que con recelo guardaba en su maletín. Una vez esparcidos sobre la mesa, tomó una buena bocanada de aire y la lanzó como un suspiro, tratando de inspirarse y comenzar a dibujar, lo que no tardó demasiado. A los pocos minutos llegó su orden, y ahora sí comenzaba la magia. No había nada que adorara tanto como sentarse después de tanto esfuerzo y hacer explotar su creatividad para plasmarla en la hoja.

Había comenzado a notar que la gente se acercaba de vez en cuando, admirando su trabajo de lejos o de cerca, siempre sorprendidos con la concentración del joven muchacho, y a veces halagándolo y acompañándolo durante las tardes.

Jack, que esa tarde sólo pasaba por allí, no era la excepción de esta costumbre. Se pidió un café, sonriéndole a la chica de la caja como siempre, y casi desmayándola como siempre también. Cuando iba a sentarse, se sorprendió al ver al chico de siempre aún allí, hacía algunas semanas que venía a admirar las horas que pasaba el muchacho dibujando, y nunca se cansaba, pero había un problema: Aún no sabía su nombre.
Sonriendo, se acercó al joven y se sentó frente a él, sonriéndole con esa típica sonrisa suya, una traviesa pero siempre amistosa. Claro que no notó el ligero ruido que había hecho al sentarse, quien sí lo notó fue el joven de cabello castaño, quien al instante levantó la mirada para encontrarla con el contrario, habiendo un corto silencio entre ellos hasta que el pecoso hablara.

- Uhh… Hola, Soy Hipo. –Una sonrisita inocente se delineó en los labios del ¿Niño, joven, adolescente? – Tengo 19 años…

- ¡Hola, Hic! ¡Soy Jack! – Dijo alegre el albino, una sonrisa aún más amplia presentándose sobre sus labios.

Los otros clientes del café no tardaron en notar la nueva amistad formándose allí en la esquina del local, las risas y expresiones, las conversaciones largas se hicieron costumbre de aquel café, tanto como la presencia de ambos muchachos cada tarde al dar las 6:00 P.M.