Disclaimer: Fairy Tail pertenece a Hiro Mashima.
Notas: Primero que nada, no se hagan esperanzas porque soy un asco para actualizar Long-fic, así que probablemente tarde un mundo en terminar esta cosa. Segundo, si bien habrán algunas parejas mucho Romance esto no tendrá, en cualquier caso espero les guste. Último, no sé que tan largo vaya a ser, me parece que mucho, repito que soy un asco para actualizar.
Advertencias: Menciones a abuso y violación, mucha violencia, temas algo fuertes.
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Capítulo I
La carretera.
La luz del sol se colaba a través de las ventanas de aquel baño, haciendo visibles las partículas de polvo que flotaban en el aire de ese repugnante lugar. La chica rubia allí presente suspiró al reparar en su situación, tirada en el baño de un bar y sin dinero, o al menos sin dinero con el que pagar algún medio de transporte. Lo que la dejaba varada en medio de la carretera entre Hargeon y Magnolia.
Maldijo su suerte mientras contemplaba el retrete que se hallaba frente a ella, el cuál no tenía tapa y una sustancia de extraña y probablemente muy repugnante procedencia teñía el agua de un color verdoso, y si lo que se hallaba al lado del excremento que flotaba en medio de aquella pestilencia era efectivamente un trozo de fideo, podría afirmar con relativa certeza que alguien vomito y luego defeco, no necesariamente la misma persona ni en el mismo orden. Soltó un bufido mientras contenía las ganas de vomitar, ella definitivamente era incapaz de orinar ahí, y eso que era el baño más decente de todos, los demás le provocaron tal sensación de repugnancia que prefería no pensar en ellos, o probablemente sí acabara vomitando. Pero no le quedaba de otra, después de todo tendría que caminar todo el tramo que le quedaba de carretera y eso le tomaría días, era lógico que la mejor opción era pasar al baño antes de continuar su camino. O bien podía en ese mismo camino orinar algún arbusto, sonaba bastante mejor que hacerlo en ese baño.
Dio la vuelta y salió de aquella pestilencia, encontrándose con alguien en los lavabos. Le sorprendió, no la había oído, quizás por estar demasiado ocupada analizando las partes solidas de la mezcla verdosa presente en el retrete del que acababa de salir. Se acercó lentamente hasta llegar al lado de aquella persona, dirigió su vista a sus manos y su expresión se transformó en una de sorpresa y preocupación.
—¿Estás bien? —Medio gritó la pregunta, sobresaltando a la joven, la cual volteó sorprendida con una expresión asustada en el rostro, pero sin responder a sus palabras—. ¿Me escuchas? —Llevó sus manos hasta las ajenas, contemplando el enorme corte que tenía en una de ellas—. ¿Estás bien? —repitió.
La joven asintió y alejó sus manos, llevándolas nuevamente al chorro de agua fría.
—Me corte —habló al fin.
—Eso se nota.
—Con un vaso, no es nada. —La joven se quedo en silencio—. Fue una vaso, solo un vaso, no tiene importancia.
—Entiendo.
Se quedaron en silencio. La chica mantenía la vista fija en el agua en tanto ella analizaba las facciones ajenas, las que le producían una inexplicable sensación de malestar.
—Lucy.
—¿Eh? —La desconocida volteó a verla, confundida.
—Me llamo Lucy —aclaró.
—Ah, entiendo.
—¿Y tú? —preguntó.
Hubo un nuevo silencio, hasta que la joven habló.
—Mi... —bajó la vista al piso, apenada—, mi esposo no me deja hacer eso.
—¿Eh? —No entendió del todo el significado de esa oración.
—Hablar con extraños —aclaró la joven—, él no me deja hablar con extraños.
Lucy tardó unos momentos en asimilar aquello.
—¿Tu esposo? —La extraña asistió, cosa que la sorprendió bastante ya que se veía casi de su misma edad e incluso eran de alturas similares, solo que aquella chica era de cabello blanco y ojos azules—. ¿Estás casada?
Un leve asentimiento con la cabeza. Casada, tan joven.
—Gracias Lucy. —Le dijo de pronto, sorprendiéndola, no entendía el motivo por el que le agradecía.
—No hice nada —respondió.
—Gracias. —repitió la joven, cerrando la llave del agua para luego dirigirse a la puerta—. Hace mucho que no hablaba con otra chica, me hizo feliz, gracias por eso.
—¿Eh?
La vio irse por la puerta, sin decir nada más, y por alguna razón algo en esa situación le molesto. Quizás lo poco dicho acerca del esposo, algo le decía que no debía ser muy buen sujeto. Después de todo la chica era joven y sin embargo tenía esa típica expresión que tienen las mujeres mayores cuando llevan años en un mal matrimonio, como la que acostumbraba llevar su madre antes de morir. Además la chica tenía un profundo corte en la mano, y a juzgar por la expresión cuando se lo dijo, le sonaba a excusa lo del vaso, la veía demasiado incómoda hablando de ese tipo.
Se quedo pensando en eso a la vez que miraba los lavabos cuando una idea cruzo su mente: ¿y si orinaba en ellos?
Bien, no estaba tan desesperada y definitivamente no iba a hacer eso con la única cosa limpia en ese lugar. Suspiró nuevamente y avanzó hacia la puerta. Buscó con la mirada a una chica albina cuando llegó a la barra pero no la encontró, decidió no darle más importancia, compró un poco de comida y salió de aquel asqueroso bar. Contempló el camino y los pocos autos que pasaban. Debido a la cada vez más decadente situación de Magnolia ya casi nadie se dirigía hacia allá, de hecho la gran mayoría del casi inexistente trafico de aquella carretera era en sentido opuesto respecto del lugar donde se dirigía. Colgó su bolso al hombro y continuó su camino, avanzando por la poca vereda que proporcionaba el estacionamiento del bar hasta que sus pies se hallaron en un camino de tierra. Maldijo nuevamente su suerte y avanzó a un lado de la carretera durante un largo tiempo.
El calor había disminuido y el sol se iba acercando al horizonte cuando sus piernas no le dieron más y cayó al piso. Tenía hambre y sed, y comenzaba a creer que eso de caminar no iba a resultar, porque no había avanzando casi nada en ese tiempo, no para la distancia que tendría que recorrer. Maldijo por quien sabe qué vez ese día y abrió su bolso, sacando la última golosina que le quedaba de cuando compró en el bar. No estaría en esa situación si los que iban a llevarla no la hubieran dejado botada varios kilómetros atrás, obligándola a caminar. Era totalmente injusto tomando en cuenta que le habían prometido algo y luego se habían mandado a cambiar en cuanto se detuvieron para que ella fuera al baño, debió suponer que esa parada en el bar era sospechosa.
Se quedo quieta, descansando y maldiciendo su situación mientras el tiempo pasaba y el sol se acercaba cada vez más al horizonte hasta que un bocina la sobresaltó, se estaba quedando dormida. Volteó la vista en dirección al camino y vio a un chico haciéndole señales desde un auto, se quedo pensativa unos instantes hasta que la bocina se escuchó de nuevo y se levantó con algo de prisa, acercándose al vehículo.
—¿Qué? —Le preguntó al chico de cabellos negros que conducía en cuanto llegó hasta él.
—¿Que haces ahí tirada? —Fue la respuesta de él.
—Descansaba.
—¿Descansabas?
Asintió, algo molesta de que la hubiera llamado solo para preguntar eso cuando una pelirroja hizo acto de presencia, estirándose sobre el chico para poder acercarse a la ventana del conductor.
—¿A donde vas? —le preguntó.
—A Magnolia.
—¿Y piensas ir caminando? —La joven se acercó aún más a la ventana, ganándose un reclamo del conductor—. ¿Tienes idea de lo lejos que está?
Asintió, nuevamente, y por alguna razón trato de excusar su comportamiento.
—No tengo dinero para un transporte —dijo.
La pelirroja la miró detenidamente.
—Vente con nosotros, te llevamos —le ofreció.
Lucy lo pensó, y decidió que no era una mala idea, después de todo parecían de edades cercanas y no creía que esos chicos fueran criminales o algo así.
—Gracias. —Sonrió por primera vez en todo el maldito día.
La chica le sonrió de vuelta y se alejó de la ventana, pasando entre los dos asientos delanteros para abrir la puerta trasera.
—¡Muévete Natsu! —ordenó—. Alguien más se va a sentar.
Lucy se apoyo en la puerta y se inclinó hacia el interior del auto, encontrándose con que todo el asiento trasero estaba ocupado por un chico de rosados cabellos.
—Que te muevas Natsu —volvió a ordenar la joven.
Tomó al chico de la bufanda que llevaba y lo hizo a un lado, escuchándose un leve quejido proveniente de él.
—¿Qué le pasa? —Quiso saber Lucy.
—Nada, se marea un poco en los autos. —La pelirroja le sonrió mientras volvía a su asiento. Ella se acomodo en el asiento y cerró la puerta. En cuanto lo hizo el auto partió nuevamente—. ¿Como te llamas? —le preguntó.
—Lucy —respondió, dejando su bolso entre sus piernas.
—Un gusto Lucy, yo soy Erza —dijo la chica, alzando luego una mano para señalar al chico sentado junto a ella—. El que está tirado es Natsu, y el que maneja es Gray.
—Un gusto. —Fue el escueto saludo del conductor.
—¿Para que vas a Magnolia? —le preguntó Erza.
Lucy pensó unos momentos su respuesta.
—Bueno —comenzó—, tuve unos cuantos problemas donde vivía antes así que me estoy mudando.
—¿Mudándote sin cosas ni camión? —cuestionó el chico al volante, extrañado.
—No seas así Gray. —Lo regañó Erza–. Aunque no niego que es raro.
—Es que no era una mudanza propiamente tal. —Se quedo en silencio tras decir eso, esperando no tener que decir más de lo que quería.
—¿No tienes dinero? —preguntó Erza.
—No, bueno. —Se mordió la lengua, incómoda, antes de suspirar—. Es que me escape de casa —aclaró al fin.
Sus acompañantes hicieron un gesto de entendimiento.
—¿Y saliste sin dinero?
—No sin dinero —contestó—, tengo algo ahorrado para pagar una posada al llegar, pero por eso mismo no puedo gastarlo, si lo gasto no tendré nada cuando llegue. —suspiró—. Iba a viajar con unos conocidos, pero me dejaron tirada en plena carretera.
—Ya veo. —Erza se acomodo en su asiento, dándole la espalda—, pero me sigue pareciendo raro. ¿Qué comerás?
—Pensaba trabajar.
—¿Qué edad tienes?
—Diecisiete.
—¿Y la escuela? —preguntó Erza—. ¿No piensas ir a la preparatoria?
—Bueno, pensaba entrar al instituto Fairy Tail. —Después de todo sabía que no requería papeles para ello, o al menos no papeles firmados por su padre.
—¡¿De verdad?! —La sorpresa en la pelirroja le extraño un poco.
—Sí. —respondió dubitativa.
—¿En que curso irías? —cuestionó Erza, extrañamente emocionada.
—Onceavo grado.
—Va a estar en tu curso Gray, junto a Natsu.
Entonces todo cobró sentido. Ellos también iban a Fairy Tail.
—Así parece. —El chico volteó levemente para dirigirle una sonrisa, luego regreso su vista al camino—. Entonces nos volveremos a ver.
Erza sonrió.
—Que casualidad que justo te ayudáramos —comentó.
—Sí, que suerte. —Lucy sonrió ante la idea. Su mala suerte se había acabado, junto a sus problemas.
Ahora empezaría una nueva vida, una sin su padre. Ya no tendría porque importarle alguien como él, alguien que no sabía dar felicidad a los que le rodeaban, alguien que solo se preocupaba por sí mismo, alguien que era incapaz de expresar un gesto de cariño, incluso hacia su hija. Así era su padre, alguien con el corazón negro.
Pero lamento informarte, querida Lucy, que el mundo no es blanco y negro, y que los problemas siempre estarán en cualquier parte donde haya personas que puedan generarlos.
Siempre.
Espero les haya gustado.
Diría que trataré de actualizar pronto pero sería una mentira.
Nos leemos. Bye.
