Los personajes originales pertenecen a Tite Kubo y la historia está basada en la novela/película "Las amistades peligrosas" y la película "Crueles intenciones"

Capítulo 1: Aburrimiento

- Bueno, creo que por hoy podemos dejarlo aquí. Te veo bastante mejor, Ulquiorra. Me alegro- dijo el psicólogo, firmando un documento y levantándose, para despedir a su paciente.

- En realidad, ha sido gracias a usted. Muchas gracias por todo- contestó el joven, devolviéndole el saludo al doctor- Estaba preguntándome cuánto tiempo tendría que seguir viniendo.

- Es difícil saberlo, Ulquiorra. Hemos avanzando mucho y estás francamente bien, pero aún hay aspectos de tu situación personal que me gustaría analizar.

- De acuerdo. De todos modos, he puesto toda mi confianza en usted y no me ha fallado, así que seguiré viniendo cuanto haga falta. Gracias de nuevo; sin usted, no habría podido conseguirlo.

- Dátelas a ti mismo, Ulquiorra.

El chico llevaba un tiempo yendo a aquella consulta y el psicólogo estaba encantado con ello; estaba claro que el chico tenía problemas y le alegraba poder ayudarle a solucionarlos, pero, además, aquel paciente era el gran Ulquiorra Cifer, un chico perteneciente a una de las mejores familias de todo Japón y eso, obviamente, repercutía para bien en su propia reputación; desde que había corrido la voz de que ese chico acudía a su consulta, el número de pacientes había aumentado increíblemente e incluso el psicólogo había llegado a escribir un libro de auto-ayuda, de gran éxito. Sin ni siquiera darse cuenta, aquel joven de ojos verdes le había aportado un increíble renombre.

El joven salió de la consulta, después de haberle dado las gracias, con la misma expresión impasible con la que había entrado. No era muy dado a expresar lo que sentía y muchos dudaban de que incluso tuviera sentimientos, pues, quienes le conocían, aseguraban que era alguien frío y calculador, aunque muy bien educado. El psicólogo sabía perfectamente que aún no había llegado al corazón de los problemas que pudiera tener, pero tampoco tenía ninguna prisa por hacerlo; al fin y al cabo, cuanto más tiempo estuviera como paciente suyo, más ingresos le aportaría.

El médico miró por el enorme cristal de su consulta, fijándose bien en el chico que acababa de salir de ella y que caminaba por la calle, unos pisos más abajo. Indudablemente, ese joven sería su mina de oro particular. Justo cuando el médico empezó a regocijarse de su situación, su asistente irrumpió en su despacho, sin previo aviso.

- ¿Qué estás haciendo…?

- Tiene que venir a ver esto- ordenó el secretario, totalmente serio y pálido.

Sintiendo la gravedad de todo aquello, el psicólogo siguió a su ayudante y le condujo hasta el televisor que había en el apartamento. Al ver la gran noticia, el médico se quedó sin palabras: su foto salía en las noticias, así como su nombre, acompañando bastantes fotos suyas, en una actitud bastante explícita e ilegal con menores de edad, en hoteles. Justo cuando el psicólogo sintió que le sobrevenían las ganas de vomitar, la reportera dio paso al fotógrafo autor de las imágenes.

- Me contrató alguien anónimo. Nunca le he visto- se explicó- pero, cuando las hice, me volvió a llamar y me dio las gracias una y otra vez por haber puesto su confianza en mí y no haberle fallado. Me dijo que, sin mí, no habría podido conseguirlo.

"Puesto su confianza en mí". "No haberle fallado". "Sin mí no habría podido conseguirlo". Instintivamente, el psicólogo se dirigió a la ventana, que empezó a golpear con fuerza, gritando como un poseso, mientras clavaba la vista en el chico que había unos pisos más abajo, de ojos verde intenso, apoyado en una farola, con total tranquilidad. Después de quedarse unos segundos mirando al médico, sin mostrar ninguna sensación, se puso las gafas de sol y se marchó del lugar.

- Crueles intenciones -

- ¡Jajajajaja! ¡No puedo creer que no te quedaras para ver qué cara de imbécil se le quedaba, Ulquiorra! ¡Yo le hubiese sacado hasta una foto!

- ¿Qué estás haciendo en mi habitación, Riruka? Y haz el favor de ponerte algo de ropa decente.

- ¿Por qué? Ni que nunca me hubieras visto en lencería…- comentó la pelirrosa, guiñándole un ojo.

Ulquiorra suspiró, sabiendo de antemano que no debía de hacer caso a sus provocaciones, aunque Riruka Dokugami supiera perfectamente lo que hacía. Esa chica era su hermanastra, aunque poco le importaba estar emparentados. En realidad, no había nada en el mundo que le importara, excepto ella misma y lo único que la motivaba era manipular, destruir, regocijarse en sus logros y seguir aparentando ser la estudiante modélica, perfecta y virtuosa que todos creían que era. El padre de Riruka y la madre de Ulquiorra se conocieron durante un viaje en Alemania y se casaron al poco tiempo. Por desgracia, apenas pasaban tiempo en casa (por sus respectivos amantes y negocios), así que Ulquiorra tuvo que aprender solo a manejar a Riruka.

- Bueno, tengo que admitir que, esta vez, he perdido yo- comentó la chica, alegremente- ¿Qué nos habíamos apostado a que ese psicólogo de mierda caía en desgracia?- preguntó a su hermano, acercándose seductoramente a él.

- Tu coche- contestó el chico, tratando de quitársela de encima.

- Oh, venga ya, Ulquiorra. Lo dije de broma… No pensé que fueses capaz de conseguirlo, la verdad.

- Pero lo he hecho, así que dame las llaves.

- Está bieeen…- se quejó la chica, acercándose a su bolso, cogiendo las llaves y volviendo a sentarse sobre su regazo- Aquí… tienes- le dijo, poniéndoselas en la entrepierna. Ulquiorra la miró por un momento a los ojos, antes de quitarle las llaves de esa zona.

- Eres repugnante- la insultó.

- No tanto como tú. ¿Quién iba a pensar que serías capaz de destruir la carrera de uno de los psicólogos más reputados de Tokio, mientras yo estuviera de viaje?

- Ese hombre era un depravado y un pederasta- aclaró él, poniéndose de pie- Su reputación ha caído por sí sola; yo sólo he estado en el momento preciso, en el lugar indicado.

- Ya, claro. ¿No me digas que te has enternecido al ver las fotos de todas esas chicas?

- Esas chicas estaban tan enfermas como él, por hacer esas cosas. Todo el mundo está enfermo y me repugna. La gente nace, vive y muere y no entiendo por qué las personas llegan a hacer esas cosas.

- Cuanto más te oigo hablar, más asexuado me pareces. ¿Alguna vez has estado con alguna chica? Si no tienes experiencia, yo podría enseñarte, ¿sabes?- comentó su hermanastra, guiñándole el ojo.

- Y cuanto más te oigo hablar a ti, más asco me das. Haz el favor de marcharte de aquí, tengo cosas que hacer.

- Está bien- se quejó Riruka, levantándose de la cama. Ulquiorra no entendía por qué, teniendo una mansión como aquélla, la chica tenía- De todos modos, tú tampoco eres diferente a ellos. Puede que no te mueva el morbo, pero te encanta destruir a la gente. Eres un psicópata.

- No creo que llegue a tus límites- le contestó al instante, igual de serio.

- Si quieres engañarte, adelante, no voy a ser yo quien te lo impida. ¡Uy, qué tarde es! He quedado con tu amigo Grimmjow, para darle un… regalo especial que le he traído desde Suiza- comentó la joven, con una sonrisa maquiavélica- Pero, antes de que se me olvide, tengo algo nuevo que proponerte.

Ulquiorra no contestó, sino que se limitó a ver cómo su hermana sacaba unas fotos del bolso y se las mostraba.

- Esta chica se llama Nelliel Tu Odershvank. Es alemana y ha llegado nueva a nuestro instituto.

- ¿Y qué?- preguntó Ulquiorra, sin prestarle mucha atención.

- Ha estado siempre en colegios privados, nada de novios y le gusta hacer obras de caridad con animales abandonados. ¡Oh, qué encanto!- comentó Riruka, con un falso tono de emoción, mientras leía el informe que tenía entre manos.

Una de las grandes aficiones de la chica era analizar a todos y cada uno de los estudiantes nuevos del instituto, el más prestigioso de la capital. Ella lo justificaba alegando que era la Presidenta del Consejo de Estudiantes y, por tanto, tenía que estar enterada de las vidas de todos ellos, por si había algún detalle escabroso que a la Dirección del colegio le gustara saber. Sin embargo, sus aparentes buenas intenciones no eran en absoluto verdaderas; ella disfrutaba manejando a las personas como títeres, utilizándolas como si fueran sus marionetas, hasta el punto de arrebatarles por completo la personalidad. Y esa chica, Nelliel, era perfecta para los planes de su desquiciada hermana.

- ¿Y qué? Bien por ella.

- Creo que es perfecta para nosotros. ¿Qué opinas?

- Que no hay nada en esa chica que pueda interesarme.

- Creo que estuvo un tiempo viviendo en Japón y que ya conoce a tu amigo Nnoitra… Mmm, me pregunto si habrán tenido algo.

- Ni lo sé ni me importa. Y no es mi amigo. Ahora, Riruka, lárgate de aquí.

- Eres un borde de mierda, Ulquiorra. Bien, como quieras. Pero en cuanto tenga una buena apuesta sobre esta chica, te la propondré… y, esta vez, ganaré yo.

Su relación de hermanos se resumía precisamente en eso: competencia. Ambos provenían de muy buena familia, así que tenían absolutamente todo con lo que cualquiera pudiera soñar: eran guapos, ricos y tenían un futuro espléndido. Tal vez por eso estaban tan aburridos de sus vidas, que lo único que les motivaba era apostar… con las personas.

Aunque no lo pareciera, Ulquiorra era tan o más manipulador que Riruka. Sin embargo, los motivos que le movían eran completamente diferentes: mientras que ella buscaba ser el centro de atención, manejar a todo el mundo a su antojo, ser la "Reina de Corazones", él apostaba con su hermana para pasar el rato, nada más. No había nada que le motivara, que le gustara especialmente, que le incitara. Nada. Desde pequeño, siempre había creído que tanto su vida, como la de las demás personas, estaba programada desde su nacimiento. Todos los seres humanos nacían, vivían y morían y no tenía sentido pensar, sentir o desear algo más, porque el final seguiría siendo el mismo: el olvido. Nada cambiaría la muerte, la soledad que se siente al sufrirla ni la consiguiente desaparición. La vida estaba determinada desde que se creaba, así que sólo cabía sentarse y esperar.

- Crueles intenciones -

La chica estaba arreglando las rosas blancas del ramo, para un regalo. Su trabajo en la floristería le encantaba; se sentía feliz rodeada de tanta luz y color, algo que le venía muy bien para despejar sus ideas y no pensar en el terrible accidente que tuvo hacía poco: Sora, su hermano del alma, aquél que llevaba tanto tiempo ocupándose de ella y procurando que no le faltara nada, falleció pocos meses atrás, en un accidente de coche. Aunque la joven aún contara con parte de la herencia de sus padres y lo que Sora le había dejado, prefería trabajar para costearse sus gastos; además, había vuelto a renovar su beca para estudiar el último año de secundaria, en el colegio más importante de la ciudad. Aún no sabía si seguiría sus estudios universitarios en el mismo centro o, por el contrario, cambiaría de Universidad, pero por lo pronto prefería trabajar y ahorrar, aunque realmente no lo necesitara.

- ¡Hola, Hime!- la saludó una chica atlética, morena y bastante guapa, entrando en la tienda- ¿Cómo va el día?

- ¡Bien, muy tranquilo!- contestó la susodicha- Y tú, ¿qué tal? ¿Preparada para el nuevo curso?

- Uff, no quiero ni pensar en ello. No queda nada para volver a ver a esos pijos estúpidos, remilgados e hipócritas. Son unos mimados y egocéntricos.

- Qué exagerada eres- sonrió la pelirroja.

- Y a la que más odio es a la estúpida de Dokugamine. Dios, es tan… ruin. No la soporto.

- No deberías pensar así de la gente, Tatsuki. Además, todos actúan como actúan por algún motivo, así que es posible que no sea tan mala como parece- repuso la pelirroja, con una amplia sonrisa.

- Qué inocente eres, Hime. Nunca aprenderás- le sonrió Tatsuki.

Tal vez tuviera razón y Orihime fuese demasiado ingenua, creyendo que todo el mundo merecía segundas oportunidades, porque siempre era posible cambiar y mejorar. Al menos, eso era lo que su hermano le había enseñado y no estaba dispuesta a olvidarlo. Aunque, quién sabe; quizá ese curso le demostrase que, por mucho que confiara en que todo el mundo es bueno en el fondo, también había personas absolutamente perdidas, a las que fuera imposible rescatar de su caída.

Continuará

Hola a todos! Qué tal estáis? Bueno, antes de nada, quería daros las gracias por haberle dado una oportunidad a este capítulo y espero que os haya gustado. Hace poco vi las películas de "Las amistades peligrosas" y "Crueles intenciones" (que es igual que la anterior, pero ambientada en la época actual) y me inspiraron tanto que el fic ha salido casi solo. Si no las habéis visto, os las recomiendo, sobre todo la segunda. Sin embargo, aunque la idea base sea la misma, habrá cosas que cambie para ubicar a los personajes de Bleach… aunque os adelanto que tengo varios finales alternativos en la cabeza y casi todos ellos son bastante tristes. La verdad es que tenía ganas de hacer una historia dramática, así que a ver qué tal queda. En cualquier caso, espero que os haya gustado este primer capítulo y que nos leamos en el siguiente. Un beso!