¿El rapto?

Tobi despertó preguntándose de donde rayos había sacado el sueño que lo había azotado como viento contra las margaritas, esa noche de sueño caluroso.

El verano había impuesto su calor de una manera bastante autoritaria.

Levantándose de su incomoda cama improvisada se dio el tiempo de cruzar las piernas y sostener su mentón con la mano derecha, preguntándose internamente si acababa de tener una previsión del futuro o simplemente un sueño pesimista.

—A lo mejor necesito un descanso.

Tobi sabía que tanto trabajo hacía que a cualquiera se le atrofiaran las neuronas. De alguna manera, todo el trabajo que hacía para cumplir sus planes, o los de Madara, o los de ambos, quien sabe; era equivalente al trabajo arduo y extenso que hacia un Hokage.

Si bien su sueño siempre fue uno, al menos podía decir que trabajaba como uno.

Su sueño, como él lo recordaba y trataba de no olvidar, era sobre un futuro no necesariamente próximo. Lograba resucitar a Madara con la ayuda de un tal Kabuto, de piel blanca y una apariencia bastante desagradable; también habían reunido los chacras de los 9 bijuus y todo, aunque no de la manera que él hubiera esperado.

Lo que más le sorprendía era el hecho de que un tal Naruto, el que pudo reconocer como el hijo de su maestro, había insistido en evangelizarlo y contra todo pronóstico lo había logrado, traicionándose a sí mismo, al Zetsu y a Madara. Por Dios, ¡había intentado usar el Rinnegan para recuperar la vida de los caídos en batalla por ese niño rubio!

¡Era ridículo!

Sopeso en su cabeza que esa visión que había tenido podía haber sido un camino al que podría haber llegado si no realizaba algo al respecto. Él no pensaba dejarse convencer por un rubio ridículo con ínfulas de grandeza. Tobi tenía que hacer algo al respecto, y tenía que hacerlo ya… ¿pero qué?

—Tal vez…

De pronto, como si se le hubiera presentado un oasis en mitad del desierto, puso cara de comprender. ¡Era tan fácil!

Solo tenía que secuestrar al rubio, que a la final igual lo iba a necesitar; y esconderlo, hacerlo fuerte, usarlo para sus planes con su fuerza de Jinchuriki y finalmente matarlo para sus propósitos. Era como matar mil pájaros de un tiro.

—¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Ya habían pasado alrededor de tres años desde el ataque que había propiciado en la aldea de Konoha, así que el chiquillo en cuestión no debía pasar de los tres añitos. Si lo que vio en sus sueños era correcto, era un niño de cabello rubio fosforescente, ojos azules y graciosas marcas en su mejilla.

Bastante llamativo como para tratar de esconderlo. Tobi sonrió mientras su kamui se activaba, daría una vuelta por Konoha y si tenía suerte se llevaría un rubio recuerdo de ahí.

Naruto se encontraba aferrado a su clásico columpio al frente de la academia observando con algo de masoquismo como los niños de su edad recibiendo los abrazos de sus hermanos mayores que acababan de salir de dicha institución. Era un aire de paz y felicidad entre los presentes, celebrando el ingreso de los nuevos estudiantes, pero para Naruto quien tenía un fuerte deseo de compañía, era un panorama de tristeza.

Era lo que él nunca obtendría en la vida.

Sonrió con algo de sarcasmo, sabía que se estaba lastimando obligándose a ver la escena, pero…

—Hola.

De pronto el monologo que había preparado en su cabeza se detuvo al notar al sujeto detrás de él. Tenía una máscara, pero no era como las que el señor Anbu que le dejaba comida en su apartamento. Era una máscara naranja con marcas negras.

Aunque no se detuvo a pensarlo demasiado, estaba más sorprendido por el hecho de que alguien se le acercara para conversar.

—Hola —respondió tratando de ser cortes para que el sujeto no se alejara o le tuviera miedo como el resto de los aldeanos.

Debía iniciar despacio.

—Soy Tobi, ¿Cómo te llamas?

—Soy Naruto.

—¡Oh! Eso me recuerda al ramen, ¿te gusta el ramen?

—Si —respondió inocente el niño mientras su boca formaba una sonrisa que se ensanchaba a cada segundo—, Teuchi jiisan me da ramen cada vez que lo veo. ¡Es el mejor!

—¿De verdad?

—¡Sí!

—Eso es genial, Naruto. De hecho, me acerqué a ti porque te vi solito, ¿Dónde está tu familia?

Naruto bajo la cabeza mientras su anterior sonrisa se esfumaba en menos de un segundo.

—No tengo familia.

—Ya veo, entonces, ¿no juegas con alguien?

El niño solamente negó mientras su largo flequillo escondía sus ojos.

—Entonces… ¡yo jugare contigo!

—¿De verdad? —de inmediato el niño disparo su mirada hacia arriba donde el adulto con mascara asentía repetitivamente.

—Sí, es un juego que siempre juegan los padres con sus hijos.

—¿Mh? ¿Cuál?

De pronto Tobi había sacado un costal bastante maltrecho de su espalda y se lo mostraba. Naruto ladeo su cabeza confundido.

—Es un juego donde el niño se ha portado mal y su papá lo castiga. El niño se mete en el costal y se queda muy quieto y en silencio —Tobi se dio un respiro antes de seguir con la mentira, engañar a Naruto era como quitarle el dulce a un bebe— y si tú cumples con todo, estas en silencio y no te mueves, te ganas una torta.

—¡¿Una torta?! —le grito el niño ilusionadísimo.

—Así es, para ti solito.

—Sería la primera vez que como una, cuando ingreso a la pastelería siempre me expulsan de ahí —susurro el niño mientras su mirada se oscurecía, pero inmediatamente retomaba su color y miraba al desconocido y asentía en su dirección.

—Entro al juego.

—Genial, entonces entra en el costal —Tobi abrió el costal y Naruto se metió en él con una mirada de inocencia total como solo la de un niño de tres años podía dar, se sentaba y abrazaba sus rodillas mientras evitaba causar ningún ruido—; perfecto, empezamos ahora.

Tobi cerró el costal y se lo echo al hombro mientras silbaba una melodía que muchas veces Rin le cantaba de niño. Mientras pasaba por la aldea con el costal al hombro, decidió darse un paradero por la pastelería.

—¡Oiga!

—¡Oh! Bienvenido querido cliente, ¿Qué se le ofrece?

—Deme… mh —pensó Tobi un momento antes de volver a hablar— deme esa torta grande de lúcuma.

—Claro señor. Ahora mismo.

El dependiente se encargó de envolver la torta en una caja y entregársela mientras Tobi dejaba el saco en el piso un momento, sacaba su dinero muy tranquilamente y se lo entregaba al señor dando varias gracias por su cortesía y amabilidad.

—Ese costal se ve algo pesado.

—No es nada, un ninja tiene que ser fuerte para proteger a los demás, este costal es poco comparado con la fuerza de un verdadero ninja.

—¡Es increíble señor! Le deseo muy buen camino y futuro.

—¡Gracias! —le grito una última vez Tobi antes de correr fuera de la tienda con el costal al hombro y la otra mano sosteniendo un pastel.

¡Eso había sido terriblemente gracioso!

Cuando llego al límite de los territorios urbanos de Konoha utilizo su kamui para volver a su escondite, teniendo dos recuerdos de su visita a Konoha. Un delicioso pastel y un Jinchuriki.