► ¡Hola a todos! y sí, otra vez yo con un nuevo fic. Esta vez, serán tres oneshot en realidad, y los pongo todos juntos porque los hechos se entrelazan y etc, etc. Cada uno narrado desde una perspectiva distinta, y eso. Espero que les guste.

® Los personajes de avatar no me pertenecen, solo escribo la historia con el fin de entretener a quienes la lean.

HIJAS DEL PECADO

LIN

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Zuko sabía que estaba mal. Siempre había sabido que verla de aquel modo estaba mal. Que quererla del modo en el que la quería era inapropiado. Se había casado con Mai hace un par de años, ¡Por los espíritus! No podía desear a otra mujer cuando ya tenía la suya. Pero lo hacía. Toph se había convertido en una mujer hermosa y él, de hecho, la deseaba.

Por supuesto, no es como si la maestra tierra alguna vez le hubiera dado la más mínima señal de que dicho sentimiento fuera mutuo. Por supuesto que no, Toph estaba más ocupada perdiendo el tiempo con Sokka, discutiendo con Katara o gritándole a sus alumnos de su academia de metal-control. Sus ojos ciegos nunca reparaban en él por más de medio segundo y ella, ajena y desinteresada, le sonreía de forma socarrona antes de correr hacia cualquier otro lugar.

Y ahí estaba él, viéndola desfilar con el vestido más femenino que le había visto vestir hasta ese día, perdiéndose en sus perfectas curvas, deleitándose de un paisaje que la más joven de sus amigas había estado ocultando de ellos durante toda su juventud. Y estaba mal hacerlo cuando llevaba a Mai del brazo, pero ¡Vamos! El ciego no era él.

- ¡Zuko, Mai! No sabes lo feliz que me hace que lograran venir -Aang se colocó frente a él, impidiéndole el seguir viendo a la joven mujer pasearse cual niña pequeña por todo el jardín perfectamente decorado.

-Por supuesto que vendríamos. No nos perderíamos la boda de nuestros amigos por nada

-Fue una ceremonia muy linda -Dijo Mai a su lado, haciendo gala de su perfecta faceta como esposa del señor del fuego. El avatar se encogió algo sonrojado, llevando una mano a su nuca

-gracias Mai. Es lindo escucharte decir eso. Por cierto, ¿Por qué no trajeron a Izumi con ustedes?

-Es muy pequeña aún. -Se excusó él sin darle mucha importancia, la mirada vagando por la estancia -Así que decidimos dejarla con mi tío Iroh y mi mamá. Estará segura con ellos.

-Ya veo.

La conversación sin sentido se prolongó por unos cuantos minutos más, hasta que Katara llegó a recuperar a su recién atrapado esposo, dándole a ellos una sonrisita cómplice antes de arrastrar al calvo a la pista de baile, donde la música lenta comenzaba a hacerse escuchar. Más parejas fueron uniéndose con el paso de los segundos, y Zuko dudó de si pedirle a su mujer que lo acompañara también.

-No me digan que enserio no bailarán -La voz de aquella que llevaba largo rato buscando se hizo escuchar, y Toph apareció tras ellos, riendo descalza. Con aquel ajustado vestido de diversos tonos verdes, su cabello negro cayendo libre en torno a su rostro, y los ojos verdes brillando de expectación, la maestra tierra parecía una verdadera y preciosa hada. - ¡Oh rayito y dagas asesinas! No sean aburridos, vayan a la pista.

- ¿No bailas tú? -Preguntó dagas asesinas enarcando una ceja, a lo que la más joven encogió los hombres, volteando la cabeza en busca de alguna cosa

-Eso intento evitar. No soy buena bailando. -Dicho esto, sonrió sobando sus manos -Pero ustedes pueden ver, así que bailar se les ha de dar perfecto. ¡Vamos! -Su expresión se transformó de pronto a una de terror, y la sonrisa se congeló en su rostro -Maldición…

- ¡Tophi! ¡Aquí estás!

-Sokka, hola, ¿Qué tal? Yo ya me iba. -Intentó inútilmente rodear al recién llegado, más éste le cortó el paso, sujetando su brazo de forma amistosa -Cabeza de carne…

-No te escaparás otra vez Tophi, vamos a bailar. -Toph suspiró, acercándose repentinamente a Zuko con aire conspirativo

- ¿Me repites porqué Suki no pudo asistir?

-tenía algo importante que solucionar en la isla kyoshi

- ¡Perfecto! -Bufó ella rodando los ojos.

Y aquel aguijonazo de deseo volvió a hacerse notar al fijarse nuevamente en lo bien desarrollado que su cuerpo se había vuelto, en lo bien que el vestido se le ajustaba, en lo perfecto de cada movimiento de sus pechos presionados contra el torso firme de Sokka. Y se preguntó cómo se sentiría aquello. Si el guerrero nativo de la tribu agua sentiría también deseo por Toph, si querría perderse en su cuerpo tanto como lo deseaba él.

Pero la sonrisa amistosa y burlona de ambos le decía todo lo contrario, y quizás ella le sonreía un poco de más a Sokka, y quizás se aferraba con algo más de la fuerza necesaria a los hombros musculosos del moreno, pero a este no parecía importarle. Porque Toph era su mejor amiga, y él estaba comprometido con Suki. Y Sokka era un hombre correcto. No como él, que seguía deseando todo lo que la maestra tierra podía ofrecer de ella.

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Ciudad república lucía perfecta ahora, con las personas y maestros de todo tipo conviviendo libremente por las calles, los rostros sonrientes llenos de esperanzadora alegría. Y todos parecían demasiado felices, y todo parecía que no podía ir mejor. Pero Zuko gustaba de llevarle la contraria a las personas, así como Sokka a la naturaleza, y su estado de humor era por mucho el más sombrío de todos.

Toda su vida se estaba yendo al tacho de la basura, y no bastaban al parecer las sonrisas inocentes de su hija ni los consejos alegres de su tío, porque su matrimonio se estaba convirtiendo en una tortura, y Mai parecía más fría y deprimida de lo usual, y él no sabía qué más hacer para lograr animarla.

Pensó que visitar a sus amigos en ciudad república sería lo mejor para intentar mejorar su ánimo, pero todos ellos parecían demasiado ocupados llevando la ciudad como para tener algo de tiempo para su viejo amigo. Aang estaba demasiado involucrado en sus asuntos de avatar, Katara parecía colmada a niveles insospechados de estrés por sus dos inquietos diablillos, y Sokka estaba aprovechando su tiempo con su esposa Suki, que había tomado unas vacaciones de sus labores como protectora de la isla kyoshi.

- ¿Qué esperabas flamitas? Ya no somos niños con todo el tiempo del mundo -La vio dejar un vaso de algo en la mesita frente a él, caminando luego a su alrededor, el metal de su traje cayendo con cada paso que daba hasta llegar al sofá frente al suyo -Anda, bebe. Está bueno.

- ¿Qué es?

- ¿Importa eso? -Tragó el nudo en su garganta al verla dejar caer su cabeza, enseñando la majestuosidad de su blanquecino cuello. La ligera camiseta blanca que llevaba se alzó con el movimiento, apegándose aún más al contorneado pecho. Y Zuko recordó porqué llevaba tanto tiempo deseándola. -Visité a Katara hace unos días en la isla, pero creo que no volveré a hacerlo hasta que Kya tenga, no sé… unos 30 años. -Bebió de su vaso, sin enderezar aún su cuerpo -Vaya par de mocosos. ¿Cómo están Izumi y Mai?

-Izumi encantadora e inteligente como siempre. Mai… bueno, ella está pasando por una fase depresiva ahora mismo. Y el tío Iroh te envía saludos. Dice que lo visites en Ba Sing Se.

- ¡Ese viejo nunca está conforme! ¡Lo visité hace solo dos meses! -Zuko rió ante su queja, dándole un sorbo al líquido que la jefa de policía le había servido. Su ceño se frunció, y alzó rápidamente la mirada hacia ella, que sonreía como si supiera perfectamente de sus acciones

-Creí que el jugo de cactus era ilegal.

-Ey su fogosidad -Señaló con sus manos hacia la puerta de entrada, subiendo los pies descalzos a la mesita de centro -Las leyes, de la puerta para fuera.

Zuko no sabía cuánto jugo de cactus bebió con exactitud esa noche, mucho menos cuánto debió haber bebido ella, porque cuando él decidió saciarse finalmente de aquel deseo que parecía desgarrarle las entrañas cada vez que la veía, la maestra metal simplemente reaccionó correspondiendo a su beso, olvidando cualquier inhibición ni respeto hacia la esposa e hija de su amigo.

Y a cada caricia que él profería a aquel perfecto y curvilíneo cuerpo, Toph respondía con otra igual, mordiendo sus labios con cada nuevo beso, dando caricias igual de firmes, como si aquella materia estuviera bien cubierta en su vida, como si fuera sólo otra noche con otro hombre más. Pero el maestro fuego no le dio mucha importancia en ese momento, porque llevaba más de 7 años alimentando aquel deseo escondido, aquella obsesión por la más joven, y juraba por el avatar que no iba a desaprovecharla ahora.

Así que, en medio de la oscuridad y el jugo de cactus, Zuko logró finalmente hacer suyo aquel cuerpo que llevaba deseando desde hace tantos años. Y la humilde casa en la que la maestra tierra lo recibió para beber, se convirtió entonces en testigo de la primera y única noche en la que Toph Beifong y Zuko se dejaron llevar por la pasión.

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Aang y Katara, como se les había hecho costumbre, dieron una fiesta por el nacimiento de su tercer hijo, Tenzin, y Zuko no podía faltar a ésta. Llegó en un dirigible, llevando a Izumi de la mano y con su tío Iroh como única compañía. Mai había caído enferma hace unas semanas, y había considerado mejor que su mujer no abandonara la nación del fuego. Además, debía admitirlo, esperaba conseguir algo más que una simple visita a sus amigos en la isla.

- ¿No es apuesto como el padre? -Sokka le había estado presumiendo a su recién nacido sobrino cuando Aang hizo su aparición, sin liberar la mano de su traviesa hija Kya, el avatar le saludo con una inclinación de cabeza y el clásico su fogosidad antes de dejar a la niña ir a jugar libremente con Izumi. Probablemente se arrepentiría de ello más tarde - ¡Anda Sokka! Debes admitir que es guapísimo como yo.

-no lo eres tanto -Le restó veracidad el concejal sin dejar de mover la cabeza con pesadez. Su esposa rió a su lado de forma encantadora, y Aang hizo una mueca de desagrado

-Yo creo que Tenzin es tan apuesto como pies ligeros -Habló una voz a sus espaldas, y Zuko no pudo más que esforzarse por mantener la sonrisa en su rostro al voltear

-Muchas gracias Toph. ¿Ya ves Sokka? Toph piensa que soy apue… ¡Oye Toph! ¿No te cansas de eso? -La de cabellos negros rió a carcajadas, sujetando su prominente vientre a la vez que el hombre a su lado le murmuraba que debía calmarse un poco -Hola Kanto

- ¿Qué tal avatar?

-Que me llames Aang -El hombre de cabellos negros y tez ligeramente morena torció apenas los labios con incomodidad, y Toph golpeó con fuerza su espalda, negando ligeramente divertida aún

-Toph… -La llamo con suavidad, ganando la atención del resto de sus amigos

-Es cierto que no lo conoces -Dijo Sokka a la vez que dejaba al pequeño Tenzin en brazos de su padre para acercarse luego a la recién aparecida pareja, rodeando con su brazo los hombros de Toph -Zuko, te presento a Kanto, el novio de nuestra gruñona maestra tierra favorita. Kanto, él es Zuko, señor del fuego

-Gusto en conocerlo, su alteza

-No seas tan formal con chispitas Kanto. -El hombre volteó a verla con un brillo lleno de cariño en sus ojos, y sus manos acariciaron brevemente el abultado vientre de Toph

-Como puedes ver -Continuo esta vez el concejal -Es todo un hombre que ya hizo su tarea con Toph. ¡El bebé nacerá en un par de meses y yo seré el padrino! ¿Vendrás a conocerlo?

-Lo intentaré.

Y aunque todos ellos sonreían ante la afirmación de Sokka, sólo él fue capaz de ver cómo ella se tensaba brevemente ante las palabras soltadas por el guerrero. Era de esperar que reaccionara así, y quizás solo él sabía la razón de ello. Ya había sido padre una vez, y había visto embarazada a Katara tres veces también. Y el vientre de Toph no parecía el de un embarazo de 7 meses.

Por supuesto, él había tenido la razón, porque solo un par de semanas después, mientras ayudaba a Mai a pasear por los jardines del palacio de la nación del fuego en busca de que el aire fresco acelerase su proceso de sanación, un halcón mensajero llegó hasta ellos, llevando en un pergamino perfectamente escrito por la hábil mano de Katara, la noticia del nacimiento de la pequeña Lin Beifong.

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Contrario a lo que hubiera deseado, no fue capaz de conocer a Lin hasta después de un año, cuando los asuntos de su nación estaban ya casi bajo control, y la relación con Mai mejoraba a pasos agigantados. La crisis que los había afectado hace casi dos años quedando ya como un mal recuerdo entre ellos. Y quizás fue esto último lo que le impidió acercarse a la jefa de policía a exigirle la verdad.

Eso, y que ella parecía genuinamente afectada por su ruptura con Kanto. O quizás fuera el hecho de que Sokka y Suki habían anunciado que al fin serían padres, y no era un secreto para él que los cariños de la más joven habían sido siempre más exagerados con el guerrero de la tribu agua. Así que, con todo lo que esto conllevaba, se limitó a elogiar la belleza de la pequeña, que presentaba una enorme similitud física con su madre. Piel tan clara como la luz de la luna, ojos verdes y cabello azabache.

Y cuando los ojitos verdes llenos de vida se posaron en él, y las manitos regordetas acariciaron su cicatriz, Zuko pudo sentir su corazón llenarse de aquella sensación que creyó nunca volver a sentir tras el nacimiento de Izumi. No tuvo duda alguna entonces del real origen de la hermosa Lin.

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-Mamá va a tener un bebé -La pequeña se balanceaba, permitiendo de mala gana que tanto Izumi como Kya peinaran su rebelde cabello negro, las tres sentadas en el piso -No quiero que tenga otro bebé. No va a quererme más. -Sus labios formaron un puchero, de esos que pocas veces el maestro fuego le había visto realizar en los más de cinco años que llevaba ya nacida la niña.

-Por supuesto que va a quererte

-Papá no nos quiso más a Bumi y a mí luego de que descubriera que Tenzin es maestro aire -Kya mencionó con aire ausente, dejando al fin el cabello ondulado e incontrolable de Lin en paz -Pero tú eres distinta. Eres maestra tierra como ella, así que tu mamá no va a dejar de quererte.

-Yo no soy maestra, y mis padres me quieren de todas formas. ¿Verdad papá?

-Por supuesto cariño -Izumi asintió conforme, Kya encogió los hombros, y ambas se levantaron para ir en busca de más comida, dejando a Lin con Zuko y Sokka como única compañía.

-Hablaré con Aang y Katara. No es posible que su hija se sienta de esa forma con respecto a ellos -Dijo Sokka luego de unos minutos de pensativo silencio. El concejal suspiró viendo ahora a la niña de cabellos negros, su mirada llenándose de un cariño casi infinito hacia ella. Y aquello le sentó incómodo a Zuko, porque Lin era suya, no del nativo de la tribu agua, y la pequeña no debería sonreírle al moreno como si él fuera el hombre más importante de su vida. -Lin, cariño, iré donde el tío Aang, ¿Quieres venir conmigo?

-No, me duelen las piernas. Me quedaré con el tío Zuko.

Siguió a Sokka con la mirada, frunciendo el ceño al notar cómo este se desviaba de su rumbo original, diciéndole algo a la aun atractiva y deseada maestra tierra, quien rió golpeando su brazo y haciendo señas con la mano de que se largase. Y aunque Zuko hubo saciado una vez su deseo, y aunque las cosas con Mai estaban tan bien como hace cinco años, no pudo evitar volver a sentirlo, aquel pinchazo de deseo por la mujer de cabellos negros y ojos ciegos. Porque ella lucía deslumbrante en aquel vestido que realzaba sus pechos y atisbaba apenas el vientre que comenzaba a crecer.

Y notó también algo que, probablemente, llevaba tiempo pasando por alto. Notó como la espalda de Sokka se volvía recta y la sonrisa sincera iluminaba su rostro, sin ser capaz de hacer otra cosa que reír en su búsqueda de Aang. Y es que habían pasado años desde que no veía al concejal sonreír de esa forma. No desde que Suki había muerto hace ya más de dos primaveras. Pensó entonces en Toph, y el bebé que se gestaba en su vientre, y en como nadie tenía la más mínima idea de quién era el padre de la criatura, porque no había existido otro hombre luego de Kanto.

- ¿Sabes una cosa Lin? -Ella fijó su atención en él, viéndolo con esos ojos verdes tan similares a los de su madre -No importa qué ocurra en el futuro, debes saber que yo siempre te querré como si fueras mi propia hija.

La niña sonrió con genuina alegría, levantándose de un brinco para darle un rápido abrazo antes de correr hacia su madre, que seguía robando comida de la mesada que Katara había dispuesto para el cumpleaños de Bumi. Alzándose en punta de pies, la vio tirar con insistencia del vestido de la jefa de policía para, cuando finalmente obtuvo su atención, decir algo con la eterna sonrisa en sus labios infantiles.

Toph alzó entonces rápidamente la mirada, como si pudiera verlo en realidad. Y en sus ojos ciegos se reflejaba el shock de algo recién descubierto; Toph lo sabía ahora, que él conocía el real origen de Lin Beifong.

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Lin no dejaba de llorar y maldecir, balbuceando palabras a medio terminar en lo que Tenzin -de fondo- intentaba tranquilizarla. Y Zuko se aferraba con impotencia a los últimos resquicios de su paciencia, tan furioso como hace años no lo estaba. Sentía como algo muy parecido a la ira bullía en su interior, luchando por escapar en un arranque de destrucción absoluta.

¿Cómo podía Toph tratar así a su hija?

El señor del fuego inhaló hondo, tomando con una mano el hombro de la más joven y alterada mujer. Los ojos verdes se fijaron en él, de ese modo que llevaban haciéndolo desde aquella vez en el cumpleaños de Bumi, esperando por algunas palabras que buscasen tranquilizarla. Sonrió, y ella lo imitó por mera inercia, buscando con su mano la del ansioso Tenzin a su espalda.

-Lo lograste Lin. Felicidades, estoy enormemente orgulloso de ti. Eres una gran maestra tierra y metal, y sé que serás una excelente policía, y aportarás mucho a ciudad república. -Aunque sabía que, en unas horas, Sokka le diría a la muchacha las mismas palabras, estaba feliz de haber sido el primero en confortarlas realmente. Lin le sonrió, esta vez de forma genuina, sin soltar la mano de su novio -Ahora, ¿Por qué no vas a celebrarlo con Tenzin? Estoy seguro de que hallarán eso mucho más interesante que perder el tiempo con un viejo como yo -Y ambos jóvenes maestros rieron, incómodos y sonrojados por su insinuación

-muchas gracias señor Zuko…

-No me llames señor, por favor Lin. -Contrario a la madurez y frialdad que ella parecía haber adquirido a medida que crecía, la joven se colocó de pie, inclinándose hacia él para besar cariñosamente su mejilla

-muchas gracias tío Zuko -Algo se retorció en su interior al escucharla, más sólo pudo asentir hacia ella

-adiós tío Zuko.

- ¡Tú debes llamarme señor del fuego!

- ¡S-sí señor! -Tenzin se apresuró a decir medio espantado, tropezando en su intento por alejarse rápidamente de él. Lin rió entrelazando sus dedos, y Zuko solo pudo suspirar. Nunca le había hecho gracia que su hija menor tuviera novio.

La oficina de Toph era un pequeño cuarto al final de una línea de escritorios donde un montón de policías reposaban sin hacer mucho en realidad, hablando y lanzándose bromas entre ellos como si no fueran en realidad quienes controlaban la delincuencia en Ciudad República. Ellos se alzaban de formas torpes intentando ser respetuosos ante él, lo cual solo pudo hacerle sonreír. Golpeó una vez la puerta, sabiendo que Toph ya debía haber notado su presencia ahí, hecho demostrado al abrirse la puerta con un suave deslizar del metal.

Ella estaba de pie tras su escritorio, manteniendo una posición recta y formal, tan distinta a la pequeña niña malhablada que había conocido hace ya casi cuatro décadas, y muy distinta también de la mujer a la que había deseado al punto de tornarse casi una obsesión por poseerla. Y aunque seguía pareciéndole hermosa, de algún modo ella no dejaba de serlo, esta vez no estaba ahí guiado por el deseo.

- ¿Cómo puedes ser así con Lin?

-No es lo que desea en realidad.

- ¿Cómo sabes tú eso? ¿Acaso puedes leer su mente? ¿Miente ella al decir que desea ser policía? ¡Es tu hija Toph! ¡Podrías mostrarte más orgullosa por sus logros!

- ¡No te metas en esto Zuko! ¡No tienes motivos para…!

- ¡Sabes tan bien como yo que sí los tengo! -Y no quiso gritarlo, porque los hombres afuera estarían expectantes de escuchar todo, y él no era de los que iban por la vida pregonando sus secretos al viento y a cualquier oído dispuesto a escucharlos - ¿Me harás decirlo?

-Zuko

-Odio verla llorar Toph. Odio el hecho de que haya crecido teniendo a otro hombre como figura paterna. Odio no poder mirarla a los ojos cada vez que la lastimas así y decirle que no importa, que su padre siempre la apoyará y estará orgulloso de todo lo que ella es y será.

-Desearía que ella realmente hubiese sido hija de Kanto.

Pero a pesar de sus palabras, y sin necesitar la tierra control, Zuko supo que estaba mintiendo. Que, aunque Lin hubiese sido concebida por medio de la lujuria desmedida y los tragos de más, de que fuera la hija de un hombre casado cuya mujer era su amiga, Toph nunca desearía en realidad que Lin no fuera hija del gran señor del fuego.

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Fueron pocas las veces que Zuko la vio llorar con el pasar de los años. Veces en las que debió controlar su ira para no ir y arrasar con todo lo que se cruzara en su camino. Cuando fue el problema con Suyin, él se enteró un día después, al recibir la carta de un preocupado Tenzin, y no tardó en subir a su dragón y volar a Ciudad República para confortar a su hija. La próxima vez, fue cuando Toph se marchó, dejándola sola en ese inmenso lugar. Sola y perdida, sin saber muy bien qué debía hacer en adelante.

Pero cuando realmente se le rompió el corazón, fue al recibir la llamada de Kya. La maestra agua, preocupada tanto como lo estaba Katara, lo buscó para informarle del quiebre entre Tenzin y la jefa de policía. Zuko nunca había estado muy seguro del noviazgo entre ellos, pero el otro era hijo de Aang, y Aang nunca hubiera traicionado a su pareja como Tenzin lo hizo. Se había confiado en exceso.

La encontró en su pequeño departamento, sirviéndose una taza de té, con el uniforme de la policía aun puesto y el cabello negro tal alborotado como siempre lo había tenido. A diferencia de las otras veces, ella lo recibió con una clara mueca de "Ahora tú" que le hizo notar a Zuko lo más que harta que debía estar ya con tanta compasión de todos. Pero él no estaba allí por compasión. Estaba ahí porque ella era su hija, sin importar que nunca lo fuera a saber, y se preocupaba por su felicidad. Así que tomó su túnica y se metió en el departamento como si la mueca de ella no le importara en lo más mínimo.

-Escuche, no necesito que usted también me venga con las palabras compasivas, enserio -Encogió los hombros, dando un vistazo en torno a la pequeña salita -Estoy bien, ¿Cuántas veces más tendré que decirlo?

-Es distinto esta vez -Sus ojos se abrieron apenas al probar el té, una sonrisita curvando sus labios al saborear el líquido caliente -Lo preparas como lo hacía mi tío…

- ¿Eh?

-No es nada. Soy un viejo, me es usual eso de ponerme nostálgico. -Los ojos verdes de Lin lo escudriñaron con insistencia, el rostro desviándose luego en obvia incomodidad

- ¿Por qué está aquí?

-Me preocupo por ti, es todo.

-No lo entiendo. Nunca se ha comportado con los demás como lo hace conmigo. No soy tan especial como para que venga cada vez que me ocurre algo.

-Eres muy especial para mí Lin, y siempre me preocuparé por ti. Además, soy uno de los pocos que quedan para hacerlo.

Su mirada se llenó de lágrimas contenidas, más no hizo ningún intento de llorar, simplemente las limpió con toda la seriedad que le fue posible, sentándose frente a él en la pequeña mesita. Aang había muerto hace dos años, y Katara tomó entonces sus cosas y regresó a la tribu agua del Sur junto a Kya. Bumi se había marchado a la nación del fuego e Izumi estaba demasiado ocupada en sus labores de señor del fuego. De Toph y Suyin era poco o nada lo que se sabía, y solo Sokka y Tenzin permanecían aun en Ciudad República. El paso de los años y la soledad les afectaba a todos, y Lin no era la excepción a la regla.

- ¿Estarás bien?

-Por supuesto. Tenzin no es el primero que me abandona. -Tomó su mano sobre la mesa, atrayendo la mirada de ella

-Sabes que siempre podrás contar conmigo Lin.

Y le dolía en el alma no tener el valor de decírselo de una vez. Que, durante toda su vida, su padre siempre había estado a su lado.

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Los años pasan, las personas envejecen, los cuerpos se cansan y descubres que es hora de dejar que los más jóvenes guíen el mundo. Y así como en su momento, demasiado joven en realidad, Suki se había marchado, Aang le siguió. No paso mucho después de eso para que Sokka y Mai lo hicieran también, y era su turno ahora. Pasar sus últimos momentos en una cama, rodeado por las personas que lo amaban y respetaban se sentía para Zuko mejor que cualquier cosa que hubiera planeado.

Izumi había estado con él hace solo unos instantes, al igual que sus nietos y la misma Korra junto a Katara, incluso Toph estaba ahí. Con su mueca de desagrado y sarcasmo excesivo, la maestra ciega le había dado las gracias. Porque quizás concebir a Lin aquella noche nunca estuvo en sus planes, pero era algo de lo que no conseguía arrepentirse.

- ¿Puedo confesarte algo? -La maestra metal asintió, tomando su mano con cierta duda. En la habitación, solo ella quedaba acompañando al señor Zuko -Lo lamento Lin.

- ¿Lo lamenta?

-Debí decírtelo, pero sentía tanto miedo…

-Señor Zuko…

-una vez lo preguntaste. Porqué me preocupaba por ti más que por los otros hijos de mis amigos. -Ella suavizó su expresión al escucharlo, sintiendo las lágrimas deslizarse silenciosamente por sus mejillas - ¿Cómo no iba a hacerlo si eres mi amada hija? -Sus párpados se entreabrieron con dificultad, viéndola sonreír entre lágrimas -Tu padre…

-Lo sé -Lin llevó la mano del anciano maestro fuego a sus labios, sin dejar de sonreír -Creo que siempre lo he sabido señor Zuko.

-Lin…

-Será nuestro secreto… papá.