HOLAA AL PERSONAL¿DÓNDE ESTAIS, QUE NO SE OS OYE?
(-¡estamos aquí, impacientes por leer tu nuevo fic!)
¡OS HA SALIDO EN VERSO, MUY BIEN! DE RECOMPENSA, EL PRIMER CAPITULO DE MI FIC. ¿ESTAIS CONTENTOS?
(-¡Mucho! Pero¿cómo se llama?)
BUENA PREGUNTA, SU TITULO ES EL DE ABAJO ESPERO QUE OS GUSTE!
EN LAS REJAS DEL TIEMPO
Capítulo 1. : El muro oscuro
Un eco, unas voces lejanas, llegaban a sus oídos...
-¿...cuhando?. ¿Me oyes?. ¡Harry!- un repentino dolor a la altura del codo, devolvió a Harry Potter a la realidad que era la clase de Historia de la Magia.
-¡ Au!. ¿Qué?- preguntó, acariciando el lugar del golpe que su mejor amigo, Ronald Weasley, le había dado.
A su derecha, una muchacha había parado de escribir un momento por el "¡Au!" de su amigo y volvía a escribir frenéticamente en su pergamino al ver que no era nada. Era la mejor amiga de Harry y él la conocía como Hermione Granger.
-Quería ver si tenías vida, nada más.- contestó Ron algo molesto.- A ver, te he dicho la "p"; ¿Hay alguna?- y señaló un trozo mal cortado de pergamino que había entre ambos.
-¿Eh? Humm. sí, espera.- dijo Harry, contando y poniendo las dos "p" correspondientes a Roderick Plumpton. Estaba jugando, como siempre, al ahorcado con Ron. ¿Por qué se había distraído? De repente no lo recordaba.
La clase terminó y dio paso a la hora de la comida. Antes de dirigirse al Gran Comedor, Harry, Ron y Hermione pusieron rumbo a la sala común de Gryffindor para coger los libros de aquella tarde.
Ron y Harry subieron a su dormitorio y Hermione al suyo y al bajar, encontraron a la profesora McGonagall entrando por el retrato de la Señora Gorda. Al verlos, frenó su avance y les pidió que se acercaran.
-¿Qué sucede, profesora?- pregunto Hermione, algo asustada.- ¿Nos estaba buscando?
-Sí, señorita Granger. No se preocupe, no ha ocurrido nada. Simplemente que el director quiere ver a Potter en su despacho.
Eso no los tranquilizó más.
-¿Por qué, profesora McGonagall?- inquirió Harry. Hacía poco que había empezado el curso y no había hecho nada malo. Sólo podía ser... - ¿Ha ocurrido algo con... -bajó la voz al máximo- Voldemort?
La profesora McGonagall lo miró con más severidad de la acostumbrada, miró también a Ron y Hermione, que estaban expectantes. Parecía que no consideraba adecuado hablar sobre Voldemort en la entrada de la sala común de Gryffindor, pero al contestar no lo mencionó:
-Que yo sepa, no ha ocurrido nada con eso, Potter, y te puedo asegurar que estoy bastante bien informada. No sé qué quiere el director de ti en esta ocasión, pero más vale que no llegues tarde. Un elfo doméstico -Hermione puso mala cara- te ha dejado en su despacho la comida para evitar retrasos, el profesor Dumbledore ira cuando acabe de comer. La contraseña es "caramelo de limón". No pierdas un minuto, Potter. Vosotros dos- añadió a Ron y Hermione-, excusad a Potter de las clases a las que no asista mientras esté reunido y dirigíos al Gran Comedor.
-Sí, profesora McGonagall- dijeron Hermione y Ron.
-Ahora mismo voy, profesora- dijo Harry.
-De acuerdo. Nos veremos en clase mañana. Adiós- y diciendo esto, la profesora desapareció del pasillo con aparente premura.
-Parecía que llevaba prisa¿verdad?- comentó Harry.
-¡Venga, Harry, no puedes llegar tarde!- apremió Hermione.
-Hermione, McGonagall me ha dicho ahora mismo que tendré que esperar a Dumbledore¡así que no me metas prisa tan pronto!
-Sí, déjalo respirar, Hermione.- añadió Ron con un poco de sorna.
-Hmmm. ¬¬
-¿Por qué yo no puedo comer con todo el mundo y Dumbledore sí?
-No seas tonto, Harry, si Dumbledore no comiera en el Gran Comedor, todos pensarían que ha pasado algo grave. Venga, vete ya.
-Bueeeeno...- accedió- Ya os contare qué tal¿de acuerdo?. ¡Recuerdos a Snape de mi parte!- exclamó con una sonrisa de oreja a oreja, tenían Pociones a continuación y esa clase de seguro se la perdía.
-¿A que no se puede tener tanto morro?- preguntó Ron a Hermione.
-Tienes razón, Ron. No se puede.- confirmó ella.
Dejó a sus amigos y puso rumbo al despacho de Dumbledore.
Llegó al piso y ante la gárgola de piedra que era la entrada al despacho, pronunció la contraseña "caramelo de limón".
La gárgola se abrió y Harry subió por las escaleras de piedra móviles. Abrió la puerta sin preguntar, por que la profesora McGonagall le había dicho que no habría nadie allí. En efecto, estaba vacío, sólo contaba con la presencia del fénix Fawkes, que en aquel verano ya había vuelto a la edad adulta y descansaba en su pechero de oro. Ni siquiera estaban los ocupantes que habitualmente estaban en los cuadros.
En la mesa de Dumbledore, normalmente llena de papeles, plumas o esos cachivaches de plata que despedían humo, de los que había también en mesas de patas muy finas, estaba ahora ocupada por la comida de Harry que McGonagall le había dicho que encontraría.
La mesa había sido puesta con primor. Al contrario de lo que Harry solía encontrar en el Gran Comedor, el plato era de porcelana de la buena, los cubiertos brillaban espectacularmente por que les daba el Sol, en el mango tenían el escudo de Hogwarts y Harry sólo recordaba así la cubertería de los Black que había visto el año pasado. La bebida, en una hermosa copa y en el plato descansaba un pollo asado entero con una salsa por encima que despedía un olor delicioso. Daba verdadera pena comérselo.
Abrumado por una comida puesta con tantas atenciones, Harry devoró el pollo con deleite, nada había probado en su vida tan delicioso. Cuando acabó, se dio cuenta de que había comido demasiado deprisa y pensó en que malgastar el tiempo que le restaba hasta que llegara Dumbledore, mientras los restos de su almuerzo desaparecían camino de las cocinas de la escuela.
El director probablemente llegaría cuando sonora la campana que iniciaba las clases de la tarde, para eso quedaba un rato bien largo. Harry estuvo unos minutos acariciando a Fawkes y luego otros tantos mirando a la gente por la ventana que daba al patio, pero eso era muy aburrido.
¿Qué hacer? Una palabra bastante significativa llegó a su mente: fisgonear. ¿Sabéis de qué va eso? De revolver un poco... . En aquel despacho debía de haber muchos artefactos interesantes, era el del director de su escuela y, mucho más atractivo que eso, el del mago más poderoso que hacía mucho tiempo que el mundo no tenía la gracia de ver, el que luchaba con Voldemort, el jefe y presidente de muchas organizaciones muy importantes del mundo mágico y muchas otras que Harry no sabía pero que seguro hacía.
Harry sabía que eso no estaba "bien del todo", pero no iba a tocar nada, sólo ver. Abrió los cajones del escritorio, papeles y más papeles de letra ininteligible y en el último, un puñado de ranas de chocolate que Dumbledore seguro tenía contadas. Miró en las mesas los artefactos de plata que no sabía para qué servían y estuvo muy tentado a descubrirlo por su propio pie, pero había decidido no tocar nada. Había un armario cerrado, lo abrió.
Estaba dividido en cuatro estantes (se dividía en dos verticalmente y luego en horizontal). En el suelo del armario había tres botas y un par de cosas inútiles que Harry supuso que debían ser trasladores o esperaban a serlo. En el primer piso a la izquierda había un telescopio desmontado; en la derecha tantos libros que Harry no se explicaba como el armario no reventaba. Los estantes de más arriba, que llegaban a Harry por la nariz, en el de la izquierda unas carpetas gruesas y empolvadas llenas de pergaminos, pero en la derecha...
Harry sabía perfectamente lo que era aunque sólo lo había visto dos veces en su vida y se sintió embargado de tal emoción que notó un leve mareo en la cabeza.
Tenía tantas ganas de probarlo otra vez... pero usarlo era más grave que tocar cualquier otra cosa... era el pensadero de Dumbledore, una vasija con inscripciones rúnicas que te permitía ver el pasado que hubiera visto la persona a quien perteneciese... La primera vez que Harry lo había utilizado, había sido porque no sabía qué era un pensadero y estaba disculpado, y en la segunda había visto a sus padres en él. Quería volver a verlos...sabía que Dumbledore ya era director en su época, seguro que el pensadero guardaba algún recuerdo de ellos.
Sin pensarlo más, sin ser muy consciente de lo que hacía, tocó con el dedo la sustancia que contenía el pensadero. Este pequeño contacto sobró para que Harry fuera succionado por la vasija y tras un segundo que a Harry le duró minutos en un remolino negro y frío, dio con el culo en el suelo del Gran Comedor.
Él ya sabía que allí nadie lo oía ni veía pero se levantó algo sonrojado por tan tonta caída y con una mano puesta en el lugar donde más le había dolido. Buscó en primer lugar a Dumbledore y, como siempre, lo encontró sentado en su silla de la mesa alta, tomando lo que parecía la comida. Más o menos debía ser la misma hora que el presente que había dejado atrás. Se encontraba en el medio del comedor, entre las mesas de Ravenclaw y Slytherin.
Miró a la mesa de Gryffindor y se encaminó a ella, y como se podía decir que era un fantasma, con atravesar la mesa Ravenclaw ya estuvo allí. Enseguida vio a su madre y sintió una gran emoción.
Comía animada y contenta con dos amigas. Su pelo rojo oscuro y brillante estaba recogido en una trenza y sus ojos verde como el jade, eran muy vivaces y hermosos, ahora llenos de júbilo y no rabia, como la otra vez que Harry los había visto, contra su padre. Y es que los padres de Harry no se habían llevado muy bien que digamos cuando estaban en Hogwarts, resultaba difícil creer que después se hubieran enamorado y casado. ¡A Harry hasta le costaba asimilar que hubiera nacido y todo! Pero no pudo pensar más en ello.
De repente, Lily Evans dejó los cubiertos en el plato con estrépito, cogió su mochila y se marchó con sus amigas sin dejar de sonreír. Harry lamentó haber llegado tarde, no sabía por qué su madre estaba tan feliz. Quiso seguirla, pero un fuerte golpe llamó su atención.
Provenía del otro extremo de la mesa, casi al final. Mientras iba hacia allí, busco a su padre entre los alumnos que comían, pero resultó que él lo había producido. Bueno, James Potter no, si no uno de sus mejores amigos, Peter Pettigrew, que acababa de poner un caldero en medio de la mesa.
Harry sabía que en aquel momento era sólo un niño más, pero que en un futuro sería el responsable directo de la muerte de la persona con la que comía y que por esa culpa pagaría Sirius Black, gran amigo de suyo y de James, al que en aquel momento preguntaba:
-Entonces¿me enseñas a hacer la poción?
-¡Peter!. ¡Ahora no!- respondió James muy enfadado- ¡Aquí no!
Él, intimidado, guardó el caldero con esfuerzo y siguió comiendo mirando de reojo a Sirius.
-Tienes el don de la oportunidad.- dijo él, molesto.
-Bueno¿Qué vamos a hacer esta tarde?- pregunto el tercer y último amigo del alma de su padre, Remus Lupin. Harry se dio cuenta de que lo hacía para desviar la conversación y aunque fuera un gesto de amigo, lamentó que los demás no siguieran metiéndose con Peter.
-James se pasó la mano por el pelo, sonrió y miró a la izquierda, donde había unas chicas cuatro asientos más allá y dijo:
-Está claro¿no?. Hay que liarla con Snape. Cogemos la poción y se la echamos en el zumo de calabaza desde las cocinas.
-¿Cómo sabremos en que asiento se sentará?. ¿Con el mapa?- preguntó Peter.
-Claro, Peter, claro.- respondió Sirius, con una evidencia molesta.- Del mismo modo que sabemos cómo se entra en las cocinas, con el mapa.
Lupin comía en silencio, Harry sabía que no estaba de acuerdo con lo que iban a hacer, pero nunca manifestaba esa opinión.
Dando por terminada la comida, los merodeadores se levantaron para salir del Gran Comedor y Harry fue tras ellos.
Sirius atravesó la puerta del comedor, pero cuando Harry intento cruzarla, se dio de bruces contra una pared, lisa y oscura, que antes no estaba. Su padre, Peter y Lupin siguieron caminando y se perdieron de su vista al pasar el muro. Parecía que la pared sólo estaba para él. La palpó e intentó volverla a pasar, pero no podía.
De golpe comprendió: ir más allá del Gran Comedor, era ir más allá de los recuerdos de Dumbledore, de la información que contenía el pensadero. La pared que le impedía seguir a su padre era una pared del pensadero. Enfurecido por el descubrimiento, pegó una patada al muro.
Más rápido que un segundo, la pared se resquebrajó como arcilla fina y todo el tabique cayó convertido en pedazos, que nada más tocar el suelo, desaparecieron. Harry vio ante él el vestíbulo, lo que hubiera visto desde el principio de no ser por el ya no existente muro. Pero volvió a sentirse enfadado¡ya no sabía qué camino y dirección había cogido su padre!
Decidió tirar a correr por el pasillo a la sala común. Si no los encontraba rápido, significaría que los había perdido. Pero al doblar una esquina...
¡PAF!. ¡AUUUU!
Acababa de chocar con un estudiante, los dos habían ido corriendo y se habían dado en la cabeza, los dos habían caído al suelo y, Harry al menos, creyó que perdía la razón.
-¡AU! Ay... ¡ Potter, mira por dónde vas!- replicó... una voz femenina familiar...Harry la miró y corroboró su idea de que había tropezado con su madre.
Un momento... ¿tropezar?. ¡Si estaba en el pensadero de Dumbledore!. ¡Allí nadie lo veía, oía ni tocaba?. ¿Era eso que ya no estaba en él?
Palideció y vio que Lily Evans lo miraba como pidiendo una disculpa. ¿Pidiendo?. ¡Con esa mirada, más bien parecía exigirla! Pero Harry estaba en blanco, y enfadada, Lily Evans se levantó y se fue.
Al poco, Harry la oyó volver a correr, y se levantó él también. ¿Dónde ir, si ahora podían verlo? Algo había pasado si antes su madre no lo había visto y ahora sí... pensó en la pared derrumbada.
¿Habría sido eso? En realidad, Harry no tenía otra cosa qué pensar... .
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LIBRO DE VISITAS------------------REVIEW
(nda. Ficción de un momento de locura o como queráis llamarlo... escrito con la única función de auto darse ánimos)
